viernes, 26 de febrero de 2010

ORACIÓN DE SANTO TOMÁS DE AQUINO


Aquí me llego, todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de vuestro unigénito Hijo mi Señor Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como manchado a la fuente de misericordias, como ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y desvalido al Señor de los cielos y tierra.

Ruego, pues, a vuestra infinita bondad y misericordia, tengáis por bien sanar mi enfermedad, limpiar mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez, para que así pueda yo recibir el Pan de los Angeles, al Rey de los Reyes, al Señor de los señores, con tanta reverencia y humildad, con tanta contrición y devoción, con tal fe y tal pureza, y con tal propósito e intención, cual conviene para la salud de mi alma.

Dame, Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre, sino también la virtud y gracia del sacramento !Oh benignísimo Dios!, concededme que albergue yo en mi corazón de tal modo el Cuerpo de vuestro unigénito Hijo, nuestro Señor Jesucristo, Cuerpo adorable que tomó de la Virgen María, que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contarme como a uno de sus miembros.

!Oh piadosísimo Padre!, otorgadme que este unigénito Hijo vuestro, al cual deseo ahora recibir encubierto y debajo del velo en esta vida, merezca yo verle para siempre, descubierto y sin velo, en la otra. El cual con Vos vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

redescubrimiento del sacramento de la penitencia



JUAN PABLO II
AUDIENCIA

Miércoles 15 de Setiembre 1999



1. El camino hacia el Padre, propuesto a la especial reflexión de este año de preparación para el gran jubileo, implica también el redescubrimiento del sacramento de la penitencia en su significado profundo de encuentro con él, que perdona mediante Cristo en el espíritu (cf. Tertio millennio adveniente, 50).

Son varios los motivos por los que urge en la Iglesia una reflexión seria sobre este sacramento. Lo exige, ante todo, el anuncio del amor del Padre, como fundamento del vivir y el obrar cristiano, en el marco de la sociedad actual, donde a menudo se halla ofuscada la visión ética de la existencia humana. Si muchos han perdido la dimensión del bien y del mal, es porque han perdido el sentido de Dios, interpretando la culpa solamente según perspectivas psicológicas o sociológicas. En segundo lugar, la pastoral debe dar nuevo impulso a un itinerario de crecimiento en la fe que subraye el valor del espíritu y de la práctica penitencial en todo el arco de la vida cristiana.

2. El mensaje bíblico presenta esa dimensión penitencial como compromiso permanente de conversión. Hacer obras de penitencia supone una transformación de la conciencia, que es fruto de la gracia de Dios. Sobre todo en el Nuevo Testamento la conversión es exigida como opción fundamental a aquellos a quienes se dirige la predicación del reino de Dios: «Convertíos y creed en el Evangelio» (Mc 1, 15; cf. Mt 4, 17). Con estas palabras Jesús inicia su ministerio y anuncia la plenitud de los tiempos y la inminencia del reino. El «convertíos» (en griego, metanoe¢te) es una llamada a cambiar el modo de pensar y actuar.

3. Esta invitación a la conversión constituye la conclusión vital del anuncio que hacen los Apóstoles después de Pentecostés. En él, el objeto del anuncio es explicitado plenamente: ya no es genéricamente el «reino», sino la obra misma de Jesús, insertada en el plan divino predicho por los profetas. Después del anuncio de lo que aconteció en Jesucristo muerto, resucitado y vivo en la gloria del Padre, hacen una apremiante invitación a la conversión, a la que está vinculado también el perdón de los pecados. Todo esto queda claramente de manifiesto en el discurso que Pedro hace en el pórtico de Salomón: «Dios ha dado así cumplimiento a lo que había anunciado por boca de todos los profetas, la pasión de su Ungido. Arrepentíos, pues, y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados» (Hch 3, 18-19).

En el Antiguo Testamento, este perdón de los pecados es prometido por Dios en el marco de la nueva alianza, que él establecerá con su pueblo (cf. Jr 31, 31-34). Dios escribirá la ley en el corazón. Desde esa perspectiva, la conversión es un requisito de la alianza definitiva con Dios y, a la vez, una actitud permanente de aquel que, acogiendo las palabras del anuncio evangélico, entra a formar parte del reino de Dios en su dinamismo histórico y escatológico.

4. En el sacramento de la reconciliación se realizan y hacen visibles mistéricamente esos valores fundamentales anunciados por la palabra de Dios. Ese sacramento vuelve a insertar al hombre en el marco salvífico de la alianza y lo abre de nuevo a la vida trinitaria, que es diálogo de gracia, comunicación de amor, don y acogida del Espíritu Santo.

Una relectura atenta del Ordo paenitentiae ayudará mucho a profundizar, con ocasión del jubileo, las dimensiones esenciales de este sacramento. La madurez de la vida eclesial depende, en gran parte, de su redescubrimiento. En efecto, el sacramento de la reconciliación no se limita al momento litúrgico-celebrativo, sino que lleva a vivir la actitud penitencial como dimensión permanente de la experiencia cristiana. Es «un acercamiento a la santidad de Dios, un nuevo encuentro de la propia verdad interior, turbada y trastornada por el pecado, una liberación en lo más profundo de sí mismo y, con ello, una recuperación de la alegría perdida, la alegría de ser salvados, que la mayoría de los hombres de nuestro tiempo ha dejado de gustar» (Reconciliatio et paenitentia, 31, III).

5. Para los contenidos doctrinales de este sacramento remito a la exhortación apostólica Reconciliatio et paenitentia (cf. nn. 28-34) y al Catecismo de la Iglesia católica (cf. nn. 1420-1484), así como a las demás intervenciones del Magisterio eclesial. Aquí deseo recordar la importancia de la atención pastoral necesaria para que el pueblo de Dios valore este sacramento, de modo que el anuncio de la reconciliación, el camino de conversión e incluso la celebración del sacramento logren tocar más el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

En particular, deseo recordar a los pastores que sólo es buen confesor el que es auténtico penitente. Los sacerdotes saben que son depositarios de un poder que viene de lo alto: en efecto, el perdón que transmiten «es el signo eficaz de la intervención del Padre» (Reconciliatio et paenitentia, 31, III), que hace resucitar de la muerte espiritual. Por eso, viviendo con humildad y sencillez evangélica una dimensión tan esencial de su ministerio, los confesores no deben descuidar su propio perfeccionamiento y actualización, a fin de que no les falten nunca las cualidades humanas y espirituales, tan necesarias para la relación con las conciencias.

Pero, juntamente con los pastores, toda la comunidad cristiana debe participar en la renovación pastoral del sacramento de la reconciliación. Lo exige la «eclesialidad» propia del sacramento. La comunidad eclesial es el seno que acoge al pecador arrepentido y perdonado y, antes aún, crea el ambiente adecuado para un camino de vuelta al Padre. En una comunidad reconciliada y reconciliadora los pecadores pueden volver a encontrar la senda perdida y la ayuda de los hermanos. Y, por último, a través de la comunidad cristiana se puede trazar nuevamente un sólido camino de caridad que, mediante las buenas obras, haga visible el perdón recuperado, el mal reparado y la esperanza de poder encontrar de nuevo los brazos misericordiosos del Padre.


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Saludos

Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua española, especialmente a los grupos venidos de España, México, Argentina y otros países latinoamericanos. Os invito a descubrir en el sacramento de la penitencia la alegría de ser salvados, la libertad interior y el acercamiento a la santidad de Dios.

(A los participantes en el Congreso de bioética)
Queridos hermanos: os agradezco vuestra presencia y os expreso mi deseo de que este importante simposio, en el que participáis, contribuya a aumentar en todos la conciencia de los derechos inalienables de la persona y el respeto debido a todo ser humano, para que pueda vivir el atardecer de su vida con dignidad y amor.

Deseo saludar ahora con particular afecto a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

Hoy celebramos la memoria de la bienaventurada Virgen María de los Dolores, que permaneció con fe al pie de la cruz de Jesús.

Queridos jóvenes, no tengáis miedo de permanecer también vosotros, como María, junto a la cruz. Jesús agonizante os infundirá valentía para superar todos los obstáculos en vuestra existencia diaria.

Ojalá que vosotros, queridos enfermos, encontréis en María consuelo y apoyo para aprender del Señor crucificado el valor salvífico del sufrimiento.

Y vosotros, queridos recién casados, en los momentos de dificultad, dirigíos con confianza a la Virgen Dolorosa para que os ayude a afrontarlos con su intercesión materna.

San Mateo 5,20-26.

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

viernes, 19 de febrero de 2010

«Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica...

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia
Comentarios a los salmos, salmo 60; CCL 39, 766

«Ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado» (Hb 4,15)

«Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica... Te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido» (Sl 60, 2-3). Desde el confín de la tierra, es decir, de todas partes... No es una sola persona la que habla así; y, sin embargo, sí es una sola persona, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros (Ef 5,23)...Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo...

Nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar en el desierto por el diablo. Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria. Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo.

¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero si no hubiese sido tentado, ¿cómo te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado? Así pues, nada tiene de extraño si, acosado por las tentaciones clama desde los confines de la tierra según este salmo. Pero ¿por qué no fue vencido? El salmo continua: «Me has establecido sobre la roca»... Acordémonos del Evangelio: «Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16,18). Es la Iglesia la que él ha querido edificar sobre la roca que clama desde los confines de la tierra. Pero, ¿quién ha llegado a ser roca para que la Iglesia se pudiera edificar sobre roca? Escuchemos a san Pablo que nos lo dice: «La roca era Cristo» (1C 10,4). Es sobre él que hemos sido construidos. Y es por ello que esta roca sobre la cual hemos sido construidos ha sido la primera en ser azotada por los vientos, los torrentes y las lluvias cuando Cristo fue tentado por el diablo (Mt 7,25). Esta es la fundación inquebrantable sobre la cual te ha querido consolidar.

miércoles, 17 de febrero de 2010

«Jesús impuso las manos sobre los ojos del hombre ciego»

Una homilía atribuida a san Fulgencio de Ruspe (467-532), obispo
El espejo pasa; el espejo borra. En efecto, el que «ilumina a todo hombre viniendo al mundo» (Jn 1,9) es el verdadero espejo del Padre. Cristo pasa en cuanto es espejo del Padre (Hb 1,3) y deja lejos la ceguera de los ojos de los que no ven. Cristo, que viene del cielo, pasa, a fin de que toda carne le vea, según la palabra profética del anciano Simeón, que recibió en sus brazos al Verbo recién nacido y lo contempló con alegría cuando dijo: «Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz porque mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2,29-30).
El ciego, solo, no podía ver a Cristo, espejo del Padre. ¿Cuál fue, pues, la fidelidad de lo que lo que los profetas había anunciado: «Los ojos de los ciegos se abrirán, los oídos de los sordos oirán, el cojo saltará como el ciervo y la lengua de los mudos se desatará»? (Is 35,5-6). Cristo desenganchó los ojos del ciego y en Cristo vio al espejo del Padre. ¡Maravilloso remedio contra la naturaleza!...
El primer hombre fue creado luminoso, y se encontró ciego cuando dejó a la serpiente: este ciego se puso en condiciones de renacer cuando creyó. Su cuerpo estaba enfermo, pero también su naturaleza se había corrompido. Tenía una doble necesidad de luz...El artista, su Creador, pasó y reflejó en el espejo esta imagen del hombre caído, al ver la miseria del ciego. Milagro de la fuerza de Dios que cura lo que ve e ilumina lo que visita.

martes, 16 de febrero de 2010

«Este es mi Hijo amado»

San Juan Damasceno (hacia 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Transfiguración del Señor, 18; PG 96, 573

«Una voz desde la nube dijo: 'Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto; ¡escuchadlo!'» (Mt 17,5). Estas son las palabras del Padre salidas de la nube del Espíritu: «Este es mi Hijo, el amado, este que es hombre y tiene la apariencia de un hombre. Ayer se hizo hombre. Vivió humildemente entre vosotros; ahora su rostro resplandece. Este es mi Hijo, el amado, él es anterior a todos los siglos. Él es el hijo único del Dios único. Engendrado por mí, el Padre, fuera del tiempo y eternamente. No ha llegado a la existencia después de mí, sino que desde toda la eternidad es mío, está en mí y conmigo»...

Es por la benevolencia del Padre que su Hijo único, su Verbo, se ha hecho carne. Es por su benevolencia que el Padre ha llevado a término, en su Hijo único, la salvación del mundo entero. Es la benevolencia del Padre la que ha hecho que todas las cosas estén unidas en su Hijo único... Verdaderamente, el Amo de todas las cosas, el Creador que gobierna el universo, se ha complacido en unir en su Hijo único la divinidad y la humanidad y, por ésta a toda criatura «para que Dios sea todo en todos» (1C 15,28).

«Este es mi Hijo amado, 'el resplandor de mi gloria, la impronta de mi sustancia' por quien también he creado a los ángeles, por quien el cielo ha sido consolidado y la tierra establecida. Él sostiene el universo con su palabra poderosa (Hb 1,3) y con el aliento de su boca, es decir, el Espíritu que guía y da vida. Escuchadle, porque el que le recibe, a mi me recibe (Mc 9,37), a mi que lo he enviado no en virtud de mi poder soberano, sino a la manera de un padre. En efecto, en cuanto que es hombre ha sido enviado, pero en tanto que Dios, permanece en mí y yo en él... Escuchadle, porque tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68)».

«Guardarás silencio... hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras»

Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo
Comentario al evangelio de san Juan, 2, 193s

«Guardarás silencio... hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras»

En nosotros, la voz y la palabra no son la misma cosa, porque la voz se puede hacer oír sin que tenga ningún sentido, sin palabras, y la palabra igualmente puede ser transmitida al espíritu sin voz, como ocurre con el discurso en nuestro pensamiento. De la misma manera, puesto que el Salvador es Palabra..., Juan difiere de él siendo la voz, por analogía con Cristo que es la Palabra. Es esto lo que el mismo Juan responde a los que le preguntan quién es: «Yo soy la voz del que clama en el desierto: 'Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos'» (Jn 1,23).

Es posible que sea por esta razón que Zacarías, porque dudó del nacimiento de esta voz que debía revelar a la Palabra de Dios, perdió la voz y la recuperó al nacer el que es esta voz , el precursor de la Palabra (Lc 1,64). Porque para que el espíritu pueda captar la palabra que designa a la voz, es preciso escuchar la voz. Es también por eso que, según la fecha de su nacimiento, Juan es un poco mayor que Cristo; en efecto, nosotros percibimos la voz antes que la palabra: Juan señala así a Cristo, porque es por una voz que la Palabra se manifiesta. Igualmente Cristo es bautizado por Juan que confiesa tener necesidad de ser bautizado por él (Mt 3,14)... En una palabra, cuando Juan muestra a Cristo, es un hombre que muestra a Dios, al Salvador incorporal; es una voz que muestra la Palabra...

lunes, 15 de febrero de 2010

«¿Por qué pensáis eso?»


San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla
Homilía sobre san Mateo, nº 29

Los escribas dijeron: «¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?» ¿Cuál es la respuesta del Salvador? ¿Desaprobó semejante lenguaje? Si él no hubiera sido Dios hubiera podido decir: «¿Por qué me atribuís semejante pretensión?»... Pero no dijo nada semejante; por el contrario, confirmó la declaración de sus enemigos. Dar testimonio de uno mismo es sospechoso; es mejor que la verdad sea apoyada por otros, y no solamente por amigos suyos, sino todavía mejor por sus enemigos... Nuestro Maestro había demostrado su poder a través de sus amigos cuando dijo al leproso: «¡Quiero, queda limpio!» (Mc 1,41) y al centurión: «Jamás he encontrado tanta fe en Israel» (Mt 8,10). Ahora hace que sean testimonios suyos sus enemigos...

Mas, todavía hay aquí otro testimonio de la divinidad de Jesucristo, por el hecho de ser él igual al Padre. Dios no tan sólo puede perdonar los pecados, sino que puede penetrar los pensamientos más secretos de los corazones. Por eso se dice aquí: «Dándose cuenta de lo que pensaban, Jesús les dijo: '¿Por qué pensáis eso en vuestros corazones?'». El profeta escribe: «Sólo tú conoces los corazones» (2Cr 6'30); «Dios sondea el corazón y las entrañas» (S l7,10)...; «El hombre ve la apariencia, pero Dios ve el corazón» (1Sa 16,7). Al mismo tiempo Cristo da una nueva prueba de su dulzura: «¿Por qué pensáis mal en vuestro corazón?»...

«¿Qué es más fácil: curar a un cuerpo enfermo o perdonar los pecados de un alma? El alma es algo de más valor; sus enfermedades son más difíciles de curar. Pero porque esta curación es invisible, haré ante vuestros ojos una curación visible, aunque menos importante»... Jesús hace levantar al paralítico y le manda que se vaya a su casa... Parece decirle: «Por lo que te ha sucedido, hubiera querido curar a estas personas que parece tiene buena salud pero que en realidad tienen enferma el alma. Puesto que no lo quieren, vete a tu casa; por lo menos allí tu curación dará sus frutos.»

viernes, 12 de febrero de 2010

«Hijo, tus pecados quedan perdonados»


Catecismo de la Iglesia católica
§ 976-982


«Hijo, tus pecados quedan perdonados»


«Creo en el perdón de los pecados»: el Símbolo de los apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a los apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20,22-23).

«Un solo bautismo para el perdón de los pecados»: Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al bautismo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará» (Mc 16,15-16). El bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación, a fin de que «vivamos también una vida nueva» (Rm 4,25; 6,4). «En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada para borrar, sea de la falta original, sea de las faltas cometidas por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarlas... Sin embargo, la gracia del bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza. Al contrario, todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal.»

«En este combate contra la inclinación al mal ¿quién será lo suficientemente valiente y vigilante para evitar toda herida del pecado?... Era necesario, pues, que la Iglesia fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta en el último momento de su vida.» Por medio del sacramento de la penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia...

No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. «No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero.» Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado.

AL SERVICIO DE DIOS



"El ESCLAVO QUE FUE LLAMADO A CREER EN EL SEÑOR, SE HACE LIBRE AL SERVICIO DEL SEÑOR" 1 COR 7, 22-23.

Nuestro servicio y entrega a Dios, a partir de este momento, es sin condiciones. Este camino tomado, es un retorno a Dios, que incluye nuestro reconocimiento de tener y de ser de condición humana, proclives al pecado, pero ahora tenemos la firme convicción de arrepentimiento y de no retroceder jamás, no volver a pecar más. En nuestro corazón debe residir la voluntad firme de cambiar, para ello tenemos a Jesús, para que nos ayude a lograr este propósito, por que solos no podemos, aislados tampoco.

A través de la participación de oraciones de adoración y alabanzas, tendremos la oportunidad de ir rompiendo con toda atadura que limitaba nuestro acercamiento a Jesucristo Nuestro Señor. Ahora estamos encaminados en un proceso de conversión....donde no hay vuelta atrás.

Oremos confiadamente a Dios Todopoderoso, para que su Espíritu Santo vaya quemando todo cordel que nos tenga atados nuestros corazones. Pidamos y confiemos en la acción del Espíritu Santo de Dios, por intercesión de los Sagrados Corazones de Jesús y María...¡Amén!!

viernes 12 Febrero 2010 Santa Eulalia


Mártir (año 304).


Eulalia significa: "la que habla bien" Eu = bien, Lal = hablar.
Santa Eulalia es una de las santas más famosas de España. Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo, y mandándoles que debían adorar a los falsos ídolos de los paganos.

La niña sintió un gran disgusto por estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del gobierno.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.

Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar a Jesucristo.

Y le dijo: "De todos estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en los altares de ellos". La jovencita lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: "Al sólo Dios del cielo adoro; a El únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más"

Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente.

En el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.

San Agustín hizo sermones en honor de esta joven santa. Y en la muy antigua lista de mártires de la Iglesia Católica, llamada "Martirologio romano", hay esta frase: "el 12 de febrero, se conmemora a Santa Eulalia, mártir de España, muerta por proclamar su fe en Jesucristo".

«Le metió los dedos en los oídos y... le tocó la lengua»

San Efrén (hacia 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Sermón «Sobre nuestro Señor», 10-11


«Le metió los dedos en los oídos y... le tocó la lengua»


La fuerza divina que el hombre no puede tocar, bajó, se envolvió con un cuerpo palpable para que los pobres pudieran tocarle, y tocando la humanidad de Cristo, percibieran su divinidad. A través de unos dedos de carne, el sordomudo sintió que alguien tocaba sus orejas y su lengua. A través de unos dedos palpables percibió a la divinidad intocable una vez rota la atadura de su lengua y cuando las puertas cerradas de sus orejas se abrieron. Porque el arquitecto y artífice del cuerpo vino hasta él y, con una palabra suave, creó sin dolor unos orificios en sus orejas sordas; fue entonces cuando, también su boca cerrada, hasta entonces incapaz de hacer surgir una sola palabra, dio al mundo la alabanza a aquel que de esta manera hizo que su esterilidad diera fruto.

También el Señor formó barro con su saliva y lo extendió sobre los ojos del ciego de nacimiento (Jn 9,6) para hacernos comprender que le faltaba algo, igual que al sordomudo. Una imperfección congénita de nuestra pasta humana fue suprimida gracias a la levadura que viene de su cuerpo perfecto... Para acabar de dar a estos cuerpos humanos lo que les faltaba, dio alguna cosa de sí mismo, igual como él mismo se da en comida [en la eucaristía]. Es por este medio que hace desaparecer los defectos y resucita a los muertos a fin de que podamos reconocer que gracias a su cuerpo «en el que habita la plenitud de la divinidad» (Col 2,9), los defectos de nuestra humanidad son suprimidos y la verdadera vida se da a los mortales por este cuerpo en el que habita la verdadera vida.

Homilía «Que Cristo sea anunciado»,

San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía «Que Cristo sea anunciado», 12-13; PG 51, 319-320


La oración humilde e insistente

Una mujer cananea se acercó a Jesús y a grandes gritos le suplicó por su hija que estaba poseída por el demonio... Esta mujer, una extranjera, una bárbara, sin vínculo alguno con la comunidad judía, ¿qué era sino una perra indigna de alcanzar lo que pedía? «No está bien, dice Jesús, echarles a los perros el pan de los hijos». Y, sin embargo, por su perseverancia consigue ser escuchada. Aquella que no era otra cosa que una perra, Jesús la eleva a la nobleza de los hijos pequeños; más aún, la llenó de elogios. Y le contestó antes que se marchara: «Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas» (Mt 15,28). Al oír que Cristo dice: «Qué grande es tu fe», no hace falta buscar otra prueba de la grandeza de alma de esta mujer. Fíjate como ella ha borrado su indignidad con la perseverancia. Fíjate igualmente que obtenemos del Señor más por nuestra oración que por la oración de los demás.

jueves, 11 de febrero de 2010

Nuestra Señora en Lourdes


El 11 de febrero de 1858, tres niñas, Bernadette Soubirous, de 14 años, su hermana Marie Toinete, de 11 y su amiga Jeanne Abadie, de 12 salieron de su casa en Lourdes para recoger leña. Camino al río Gave, pasó por una gruta natural donde Bernadette escuchó un murmullo y divisó la figura de una joven vestida de túnica blanca, muy hermosa, ceñida por una banda azul y con un rosario colgado del brazo. Se acercó y comenzaron a rezar juntas, para luego desaparecer.

Por un período de cinco meses, la Virgen se le apareció a la niña, en medio de multitudes que se acercaban para rezar y poder observar a la hermosa señora, pero la Virgen sólo se le aparecía a la niña. En reiteradas ocasiones, Bernadette fue víctima de desprecios y burlas por parte de las autoridades eclesiales y civiles de pueblo, pero la niña se mantuvo firme en su fe mariana sobre todo en el especial pedido que la Virgen le había encargado: la construcción de una capilla sobre la gruta y la realización de una procesión.

Luego de la última aparición ocurrida en 16 de julio, fiesta de Nuestra Señora del Carmen, Bernadette ingresó a la orden religiosa de las hermanas enfermeras, a la edad de 22 años, y permaneció allí hasta su muerte a los 34 años de edad.

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a vuestro maternal corazón, para pediros que derraméis a manos llenas el tesoro de vuestras misericordias sobre nosotros.

Indignos somos por nuestros pecados de que nos escuchéis: pero acordaos, os diré con vuestro siervo San Bernardo, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a Vos haya sido abandonado de Vos.¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por vuestra mano curaciones sin cuento en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guardad también una mirada de bendición para nuestro pobre enfermo... Alcanzadle de vuestro Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más alcanzadnos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios prisionero por nosotros en los Sagrarios. Amén.

Virgen de Lourdes, rogad por nosotros.
Consuelo de los afligidos, rogad por nosotros.
Salud de los enfermos, rogad por nosotros.

miércoles, 10 de febrero de 2010

San José, modelo de escucha


Papa Benedicto XVI

San José, modelo de escucha

El silencio de san José es un silencio impregnado de la contemplación del misterio de Dios, en una actitud de disponibilidad total a las voluntades divinas. En otras palabras, el silencio de san José no manifiesta un vacío interior, sino por el contrario, una plenitud de fe que lleva en su corazón, y guía cada uno de sus pensamientos y cada una de sus acciones. Un silencio gracias al cual José, al unísono con María, conserva la Palabra de Dios, conocida a través de las Santas Escrituras, confrontándolas permanentemente con los acontecimientos de la vida de Jesús; un silencio entretejido de oración continua, de bendición del Señor, de adoración de su voluntad y de confianza absoluta en su providencia.

¡Dejémonos «contaminar» por el silencio de san José! Tenemos necesidad de ello en un mundo a menudo tan ruidoso que no favorece en absoluto el recogimiento y la escucha de la voz de Dios. En este tiempo de preparación a la Navidad, cultivemos el recogimiento interior, para acoger y conservar a Jesús en nuestra vida.

«Oh Dios, crea en mí un corazón puro» (Sl 50,12)


San Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo, doctor de la Iglesia
Avisos y máximas


«Oh Dios, crea en mí un corazón puro» (Sl 50,12)


La limpieza de corazón no es menos que el amor y gracia de Dios; porque los limpios de corazón son llamados por nuestro Salvador bienaventurados (Mt 5,8), lo cual es tanto como decir «enamorados», pues que la bienaventuranza no se da por menos que amor.
El que ama a Dios debe gozarse no en si hace buenas obras y sigue buenas costumbres, sino en si las hace por amor de Dios sólo, sin otro respecto alguno; porque cuanto son para mayor premio de gloria hechas sólo para servir a Dios, tanto para mayor confusión suya será delante de Dios cuanto más le hubieren movido otros respectos.
El que anda enamorado de Dios, no pretende ganancia ni premio, sino sólo perderlo todo y a sí mismo en su voluntad por Dios...
El que obra por Dios con puro amor, no sólo no pretende ser visto por los hombres, sino ni tan sólo ser visto de Dios...
Todo el deseo y fin del alma y de Dios en todas las obras de ella es la consumación y perfección de este estado, por lo cual nunca descansa el alma hasta llegar a él... pues el corazón del hombre no se satisface con menos de Dios, que es su centro.

El puro de corazón igual se aprovecha de la elevación que del abatimiento para llegar a ser cada vez más puro, mientras que el corazón impuro sólo produce frutos de impureza.El corazón puro saca de todas las cosas un conocimiento de Dios sabroso, casto, puro, espiritual, lleno de gozo y de amor.

Santa Escolástica


Hermana de San Benito, se consagró a Dios desde su más tierna edad. Mientras su hermano residió en Monte Casino, ella se hallaba en Plombariola, fundando y gobernando un monasterio.

Tenía la costumbre de visitar a San Benito una vez al año y como no estaba permitido que entrar al monasterio, él salía a su encuentro para llevarla a una casa de confianza, donde los hermanos pasaban la velada orando, cantando himnos de alabanza a Dios y discutiendo asuntos espirituales. Sobre la última visita, San Gregorio hace una notable descripción, en la cual, la santa presintiendo que no volvería ver más a su hermano, le rogó que no partiera esa noche sino al día siguiente, pero San Benito se sintió incapaz de romper las reglas de su monasterio.

Entonces, Santa Escolástica apeló a Dios con una ferviente oración para que interviniera en su ayuda, y acto seguido, estalló una fuerte tormenta que impidió que su hermano regresara al monasterio. Los dos santos pasaron la noche hablando de las cosas santas y de asuntos espirituales. Tres días después, la santa murió, y su hermano que se encontraba absorto en la oración tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.

martes, 9 de febrero de 2010

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»


Que no desee nada que esté fuera de ti... Dame a menudo llevar mi corazón hacia ti y, cuando falto, medir mi falta con dolor, con un firme propósito de corregirme. Dame, Señor Dios, un corazón vigilante que ningún pensamiento de curiosidad me arrastre lejos de ti; un corazón noble que ningún afecto indigno lo rebaje; un corazón recto que ninguna intención equivoca desvíe; un corazón firme que ninguna adversidad rompa; un corazón libre que ninguna pasión violenta lo domine.

Concédeme, Señor, Dios mío, una inteligencia que te conozca, una atención que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te complazca, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que al fin te posea. Concédeme, a través de la penitencia, estar afligido por lo que tú has soportado, hacer servir, en el camino, los bienes que me has concedido por gracia, gozar de tus gozos sobre todo en la patria por la gloria. A ti que, siendo Dios, vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén

lunes, 8 de febrero de 2010

San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte)

San Agustín (354-430) obispo de Hipona (África del Norte) y doctor de la Iglesia Sermón 279

El perseguidor transformado en predicador

Desde lo alto del cielo la voz de Cristo derribó a Saulo: recibió la orden de no proseguir sus persecuciones, y cayó rostro en tierra. Era necesario que primeramente fuera abatido, y seguidamente levantado; primero golpeado, después curado. Porque jamás Cristo hubiera podido vivir en él si Saulo no hubiera muerto a su antigua vida de pecado. Una vez derribado en tierra ¿qué es lo que oye? «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te es duro dar coces contra el aguijón." (Hch 26,14). Y él respondió: «¿Quién eres, Señor?». Y la voz de lo alto prosiguió: «Yo soy Jesús de Nazaret a quien tú persigues». Los miembros están todavía en la tierra, es la cabeza que grita desde lo alto del cielo; no dice: «¿Por qué persigues a mis siervos?» sino «¿por qué me persigues?»

Y Pablo, que ponía todo su furor en perseguir, se dispone a obedecer: «¿Qué quieres que haga?» El perseguidor es transformado en predicador, el lobo se cambia en cordero, el enemigo en defensor. Pablo aprende qué es lo que debe hacer: si se quedó ciego, si le fue quitada la luz del mundo por un tiempo, fue para hacer brillar en su corazón la luz interior. Al perseguidor se le quitó la luz para devolvérsela al predicador; en el mismo momento en que no veía nada de este mundo, vio a Jesús. Es un símbolo para los creyentes: los que creen en Cristo deben fijar sobre él la mirada de su alma sin entretenerse en las cosas exteriores...

Saulo fue conducido a Ananías; el lobo devastador es llevado hasta la oveja. Pero el Pastor que desde lo alto del cielo lo conduce todo le asegura: «No temas. Yo le voy a descubrir todo lo que tendrá que sufrir a causa de mi nombre» (Hch 9,16). ¡Qué maravilla! El lobo cautivo es conducido hasta la oveja... El Cordero, que muere por las ovejas le enseña a no temer.

sábado, 6 de febrero de 2010

LA COMUNIÓN CON DIOS (parte final)


Al momento de orar, entramos a un encuentro personal con Dios, con la Santísima Trinidad, sus Santos, sus Ángeles y la Virgen María.

Para poder lograr una sintonía más rápida y efectiva, logrando una mayor concentración, es aconsejable orar siempre a la misma hora, y en el mismo lugar de siempre, dentro de lo posible.

Al iniciar la oración, es importante expresar lo que sentimos en nuestro corazón, comenzando con una oración de alabanzas y adoración, seguido de una oración de invocación del Espíritu Santo. Con ello se logran grandes beneficios, de inmediato, entre otros por ejemplo, le permite alejar los malos espíritus que lo rodean, y aleja de su mente y de su corazón, todo lo que le angustia y preocupa. Dios está con usted, esperando que usted verbalice su oración, que la exponga. Dios ya sabe lo que usted necesita, pero no puede actuar, hasta que usted se lo pida, hasta que usted se lo permita. Dios siempre, de una u otra manera concede lo que le pedimos, pero él siempre esperará el mejor momento para otorgarselo. Confie plenamente, en que Dios lo está escuchando, él oye todas nuestras oraciones, y para ello él tiene al Arcángel San Rafael, quien le presenta nuestras oraciones, y todo un ejército estelar de intercesión, que está abogando por usted permanentemente.

Aqui el papel que juega la Virgen Maria, y nuestro Señor Jesucristo, el único Hijo de Dios, es trascendental.

Si tiene el carisma de lenguas, utilicelo en la oración, que el Espíritu Santo le ayude, gimiendo en gemidos inexpresables!!

Dejemos que el Espíritu Santo actué en nosotros.

Dios está permanentemente durante nuestra vida, y la oración, esperando que abramos nuestros ojos, recuperemos nuestras libertades que Él nos regaló, y que usemos todos los dones y carismas recibidos en nuestro bautismo. Él espera que nos pongamos en acción, y dejemos de ser paralíticos. Él quiere que sepamos, que siempre hay algo que nos impide recibir lo que Él nos quiere regalar, lo que Él nos quiere decir. Y ese algo se puede alejar y derrotar si trabajamos juntos a su Espíritu Santo. Él tiene algo grande para nosotros, por eso esperemos algo. Entonces pongámonos en una ACTITUD RECEPTIVA con toda nuestra atención puesta en su palabra, en sus profecías, en sus visiones. Esperemos, escuchemos, veamos, retengamos lo que vamos a recibir. Dejemos que Él actúe en lo secreto.

Estemos en una actitud de servicio y colaboración a Dios, estemos con nuestras mentes y corazones abiertos a Dios, para que Él pueda actuar en nosotros y nos haga ascender a su presencia, a su Trono Santo, para alabarle, glorificarle, darle gracias, y recibir todo lo que Él nos quiera entregar.

Es importante que el pueblo carismático, comprenda que una vez iniciado este caminar, no hay retorno, no hay lugar a la renuncia, ni al descanso. Dios nos necesita a todos. Para orar es ideal presentarnos ante Dios con nuestra vestiduras blancas, es decir: Confesados y Comulgados. Debemos revestirnos con la Palabra de Dios, con la Alabanza y la Adoración, con un corazón sincero, sencillo, arrepentido, amoroso, dulce y servicial. Debemos reconocerlo a Él como nuestro único Dios, y Nuestro único Señor. Como Rey de Reyes, Rey de Reinos, él es el único Señor de nuestras vidas. Después de haber hecho todo esto, podremos hacer lo mismo en la asamblea de los Santos.

Que Dios Bendiga la verbalización de estas palabras, de su autor, y de quien en este minuto las lee, haciendo de este minuto, un minuto de Dios.

¡Amén!!

jueves, 4 de febrero de 2010

De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERALMiércoles 20 de agosto de 1986



La victoria de Cristo sobre el espíritu del mal

1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas "invisibles", nos ha llevado a iluminar y vigorizar nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas. Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la potencia de Satanás no es infinita. El es sólo una creatura, potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una creatura, con los límites de la creatura, subordinada al querer y el dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad ("fortiter et suaviter") dirige la historia del hombre y del mundo. Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños —de naturaleza espiritual e indirectamente de naturaleza también física— a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. El no puede obstaculizar la edificación del reino de Dios, en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las creaturas eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para edificar la gloria de los "elegidos" (cf. 2 Tim 2, 10).

2. Así toda la historia de la humanidad se puede considerar en función de la salvación total, en la cual está inscrita la victoria de Cristo sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11). "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás" (Lc 4, 8), dice terminantemente Cristo a Satanás. En un momento dramático de su ministerio, a quienes lo acusaban de manera descarada de expulsar los demonios porque estaba aliado de Belcebú, jefe de los demonios, Jesús responde con aquellas palabras severas y confortantes a la vez :"Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?... Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12, 25-26. 28). "Cuando un hombre fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos" (Lc 11, 21-22).Las palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y en la resurrección del Redentor. Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha hecho partícipe de la humanidad hasta la cruz "para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que estaban toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb 2, 14-15). Esta es la gran certeza de la fe cristiana: "El príncipe de este mundo está ya juzgado" (Jn 16, 11); "Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo" (1 Jn 3, 8), como nos atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el "más fuerte" que ha vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.

De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia: Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de arrojar los demonios (cf. Mt 10, 1, y paral.; Mc 16, 17). La Iglesia ejercita tal poder victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (cf. Mc 9, 29; Mt 17, 19 ss.), que en casos específicos puede asumir la forma del exorcismo.

3. En esta fase histórica de la victoria de Cristo se inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final, la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al final de la historia, venida hacia la cual está proyectada la vida del cristiano. También si es verdad que la historia terrena continúa desarrollándose bajo el influjo de "aquel espíritu que —como dice San Pablo— ahora actúa en los que son rebeldes" (Ef 2, 2), los creyentes saben que están llamados a luchar para el definitivo triunfo del bien: "No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires" (Ef 6, 12).

4. La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto sentido siempre más violenta, como pone de relieve especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (cf. Ap 12, 7-9). Pero precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la Revelación divina: es decir, que la lucha se concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella victoria, precontenida en el misterio pascual de Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del Génesis, que con un término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gen 3, 15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su paterna Providencia, "liberará del poder de las tinieblas" a aquellos que eternamente ha "predestinado en Cristo" y les "transferirá al reino de su Hijo predilecto" (cf. Col 1, 13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también el universo, para que "sea Dios en todas las cosas" (1 Cor 15, 28).

5. Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador de las "cosas visibles e invisibles", unidas en nuestro planteamiento con la verdad sobre la Divina Providencia. Aparece claro a los ojos del creyente que el misterio del comienzo del mundo y de la historia se une indisolublemente con el misterio del final, en el cual la finalidad de todo lo creado llega a su cumplimiento. El Credo, que une así orgánicamente tantas verdades, es verdaderamente la catedral armoniosa de la fe.

De manera progresiva y orgánica hemos podido admirar estupefactos el gran misterio de la inteligencia y del amor de Dios, en su acción creadora, hacia el cosmos, hacia el hombre, hacia el mundo de los espíritus puros. De tal acción hemos considerado la matriz trinitaria, su sapiente finalidad relacionada con la vida del hombre, verdadera "imagen de Dios", a su vez llamado a volver a encontrar plenamente su dignidad en la contemplación de la gloria de Dios. Hemos recibido luz sobre uno de los máximos problemas que inquietan al hombre e invaden su búsqueda de la verdad: el problema del sufrimiento y del mal. En la raíz no está una decisión errada o mala de Dios, sino su opción, y en cierto modo su riesgo, de crearnos libres para tenernos como amigos. De la libertad ha nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y con su sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus hijos en Cristo, todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para que el bien no sea vencido por el mal.

Debemos ahora dejarnos guiar por la Divina Revelación en la exploración de otros misterios de nuestra salvación. Mientras tanto hemos acogido una verdad que debe estar en el corazón de cada cristiano: cómo existen espíritus puros, creaturas de Dios, inicialmente todos buenos, y después por una opción de pecado se dividieron irremediablemente en ángeles de luz y en ángeles de tinieblas. Y mientras la existencia de los ángeles malos nos pide a nosotros el sentido de la vigilancia para no caer en sus halagos, estamos ciertos de que la victoriosa potencia de Cristo Redentor circunda nuestra vida para que también nosotros mismos seamos vencedores. En esto estamos válidamente ayudados por los ángeles buenos, mensajeros del amor de Dios, a los cuales amaestrados por la tradición de la Iglesia, dirigimos nuestra oración: "Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, rígeme y gobiérname, ya que he sido confiado a tu piedad celeste. Amén".

«Llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos»

Concilio Vaticano II
Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia «Ad Gentes», § 10-11

La Iglesia, enviada por Cristo para manifestar y comunicar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos, sabe que le queda por hacer todavía una obra misionera ingente... La Iglesia, para poder ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, debe insertarse en todos estos grupos con el mismo afecto con que Cristo se unió por su encarnación a determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió...

Porque todos los fieles cristianos, donde¬quiera que vivan, están obligados a manifestar con el ejemplo de su vida y el testimonio de la palabra el nombre nuevo de que se revistieron por el bautismo, y la virtud del Espíritu Santo, por quien han sido fortalecidos con la confirmación, de tal forma que, todos los demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre y perciban, cabalmente, el sentido auténtico de la vida y el vínculo universal de la unión de los hombres(cf Col 3,10;Mt 5,16).


Para que los mismos fieles puedan dar fructuosamente este testimonio de Cristo, reúnanse con aquellos hombres por el aprecio y la caridad, reconózcanse como miembros del grupo humano en que viven, y tomen parte en la vida cultural y social...; descubran con gozo y respeto las semillas de la Palabra que en ellas laten; pero atiendan, al propio tiempo, a la profunda transformación que se realiza entre las gentes y trabajen para que los hombres de nuestro tiempo, demasiado entregados a la ciencia y a la tecnolo¬gía del mundo moderno, no se alejen de las cosas divinas, más todavía, para que despierten a un deseo más vehemente de la verdad y de la caridad revelada por Dios. Como el mismo Cristo escudriñó el corazón de los hombres y los ha conducido con un coloquio verdaderamente humano a la luz divina, así sus discípulos, inundados profundamente por el espí¬ritu de Cristo, deben conocer a los hombres entre los que viven, y tratar con ellos, para advertir en diálogo sincero y paciente las riquezas que Dios generoso ha distribuido a las gentes; y, al mismo tiempo, esfuércense en examinar sus riquezas con la luz evangélica, liberarlas y reducirlas al dominio de Dios Salvador.

San José de Leonessa


En Amatrice, lugar del Abruzo, san José de Leonessa, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que en Constantinopla sostuvo en su fe a los cristianos cautivos y, habiendo sufrido grandes tribulaciones por haber predicado el Evangelio incluso en el palacio del Sultán, regresó a su patria y se distinguió por atender a los pobres.

Oremos: Tú, Señor, que concediste a San José de Leonessa, el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo en la Unidad de tu Espiritu Santo, por los siglos de los siglos, Amén.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Los muros de Jericó




En el año 1200 a.C., casi en la misma época en que los griegos destruían Troya, el pueblo de Israel conquistó milagrosamente la ciudad de Jericó. Los hallazgos arqueológicos han sacado a la luz pruebas incontrovertibles que demuestran que el hecho, realmente aconteció
Pese a que la Biblia menciona a Enoc como la primera ciudad del mundo (1), los vestigios más antiguos se encuentran en Jericó, cuyos cimientos, muy anteriores, incluso a los de las grandes urbes mesopotámicas, datan del año 7000 a. C.

Antes de la aparición de la escritura, Jericó, la ciudad de las palmeras, era epicentro de una intensa actividad comercial. De allí partían y llegaban caravanas desde y hacia los más apartados confines del mundo, transportando las más variadas mercancías.

Jericó se hallaba ubicada en la ribera occidental del río Jordán, sobre una llanura rica y extensa, próxima al Mar Muerto (bajo cuyas aguas yacen los restos de Sodoma y Gomorra), por entonces un oasis rico en palmeras, dátiles y pozos de agua.

Con el paso de los años, la ciudad llegó a ejercer notable influencia sobre el sector occidental del Medio Oriente y a atraer a individuos de otras latitudes, que veían en ella un lugar de prosperidad y poder.

Vivían allí los cananeos, quienes efectuaban ofrendas al dios Moloch arrojando niños a las llamas y practicando terribles abominaciones que ofendían a Dios.

Josué en Jericó
“Sucedió que después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, habló el Señor a Josué, hijo de Nun, ministro de Moisés, y le dijo: ‘Mi siervo Moisés ha muerto; anda y pasa el Jordán tú y todo el pueblo contigo, para entrar en la tierra que daré a los hijos de Israel” (2).

Con esas palabras el Señor le ordenó a Josué la conquista de Canaán. Y una vez frente a Jericó, volvió a hablarle para decir: “Mira, Yo he puesto en tus manos a Jericó y a su rey y a todos sus valientes. Dad la vuelta a la ciudad una vez al día todos los hombres de armas. Y haréis esto por espacio de seis días. Y al séptimo tomen los sacerdotes siete trompetas de las que sirven para el jubileo, y vayan delante del Arca del Testamento, y en esta forma daréis siete vueltas a la ciudad, tocando los sacerdotes sus trompetas; y cuando se oiga su sonido más continuado y después más cortado, e hiriere vuestros oídos, todo el pueblo gritará a una con grandiosísima algazara, y caerán hasta los cimientos los muros de la ciudad por todas partes, y cada uno entrará por la que tuviere adelante” (3).

Cumplida la orden. Las gruesas murallas cayeron, la ciudad fue arrasada, sus templos destruidos y sus sacerdotes aniquilados. Y solo Rahab fue respetada, y los que moraban con ella, por haber ayudado a los exploradores que Josué había enviado días antes de su destrucción.

Josué maldijo a Jericó, condenando a quien la reedificase y luego marchó hacia Hai, ciudad que también arrasó, pasando a cuchillo a sus impíos habitantes.

Vestigios milenarios
Entre 1907 y 1909 arqueólogos alemanes efectuaron las primeras excavaciones en Jericó, hallando montículos de ladrillos apilados, que pertenecieron a las murallas y los principales edificios de la ciudad.

La excavaciones más importantes tuvieron lugar entre 1952 y 1956 y estuvieron a cargo de la arqueóloga británica Kathleen Mary Kenyon que excavó nuevamente el lugar, determinando que los ladrillos descubiertos por los alemanes, eran parte de la gran muralla que se desplomó durante la conquista de la ciudad.

La Sagradas Escrituras señalan que, después de pasar a cuchillo a todos los habitantes, los israelitas incendiaron Jericó. “Después abrasaron la ciudad, y cuanto en ella había, menos el oro y la plata, y los muebles de cobre y de hierro, que fueron consagrados para el erario del Señor” (4).

Pruebas palpables
Hay quienes sostienen que la caída de las murallas se debió a un terremoto, posibilidad que los estudiosos han descartado porque las mismas se mantuvieron en pie en el sector norte. Y aquí viene lo sorprendente ya que, como se recordará, los emisarios del ejército de Josué se alojaron en la casa de Rahab, construida sobre la misma pared, casa que se salvó milagrosamente de la destrucción, mientras el resto de la empalizada sucumbía.

Lo que asombró a los arqueólogos es que los muros que rodean a las ciudades caen siempre hacia adentro. En el caso de Jericó, ciudad provista de una doble empalizada, el interior cayó hacia adentro, no así el exterior, que lo hizo completamente hacia fuera.

El que una parte de las murallas hubiese permanecido en pie, refuerza la versión bíblica. La casa de Rahab se hallaba construida sobre ese sector, en la parte norte, justamente el que no sucumbió. Incluso los arqueólogos creen que alguno de los vestigios edificados contra ese tramo, sería la casa de la meretriz (La expedición de Kathleen Kenyon sacó a la luz los restos de una casa, desenterrando el piso de su cocina, sobre el que se había estrellado una vasija).

Más evidencias
También existen pruebas del gran incendio que sobrevino inmediatamente después del ataque, hecho que refuerza el relato bíblico.

Una espesa capa de hollín recubre gran parte de los vestigios, demostrando que la ciudad fue destruida por fuego (Jos. 6:24). La propia Kenyon lo describe al referir que la hecatombe fue completa y que tanto los muros como los pisos de las viviendas quedaron ennegrecidos por el humo y la ceniza.

Pero hubo otros descubrimientos que llamaron poderosamente la atención de los especialistas. Grandes cantidades de trigo fueron descubiertas en los almacenes, evidenciando, claramente, que si hubo un cerco a la ciudad, el mismo fue breve ya que de haber sido prolongado, se hubiera utilizado. No olvidemos que los israelitas tenían la orden de destruir la ciudad hasta los cimientos sin llevarse nada de ella, por considerarla maldita, y que se les prohibió el saqueo. “Y sea esta ciudad y todo lo que hay en ella, anatema del Señor” (5).

En tiempos del rey Acab, Hiel, oriundo de Betel, reconstruyó Jericó aún a costa del enojo de Dios6. La edificó casi sobre la ciudad antigua, a escasos metros al noroeste, en parte, sobre sus ruinas.

La ciudad se repobló y con el tiempo, fue testigo de hechos de trascendencia, como el paso de Elías y Eliseo; la captura del rey Sedecías por las tropas babilónicas; la edificación de una nueva muralla por Báquides durante la guerra con los Macabeos; el saqueo por los romanos y la edificación de un palacio por Herodes.

En el camino de Jericó a Jerusalén transcurre la parábola del Buen Samaritano y entrando Nuestro Señor Jesucristo a la ciudad, se produjo el encuentro con Zaqueo el pecador, previa curación del ciego en las pertas de acceso.

El relato, uno de los más bellos del Nuevo Testamento, hace referencia al suceso. “En aquel tiempo, cuando se acercaba Jesús a Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino pidiendo limosna; al oír que pasaba gente, preguntó qué era aquello. Le informaron que pasaba Jesús el Nazareno y empezó a gritar, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Los que iban delante le increpaban para que se callara, pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo, y mandó que se lo trajeran y, cuando se hubo acercado, le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? Él dijo: ¡Señor, que vea! Jesús le dijo: Ve. Tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al verlo, alabó a Dios”7. Acto seguido, al ver a Zaqueo, Jesús le pidió que lo invitase a cenar a su casa y le perdonó todas sus faltas.

Sucesos incuestionables
Las nuevas tendencias revisionistas intentan negar lo indudable; aquello que consta en las Sagradas Escrituras. Así, de ese modo, la ciudad que fue destruida por sus pecados y perversiones y fue escenario de uno de los hechos trascendentes de la vida de Nuestro Señor, ha vuelto a la luz, confirmando una vez más que los sucesos que involucran al Creador, no son un simple mito.

Un “Sitio de Jericó” en la Argentina
El 8 de diciembre de 1978, ante la actitud de las autoridades frente al viaje de S.S. Juan Pablo II a Polonia, entre un grupo de fieles surgió la idea de rezar continuamente el Rosario durante siete días y siete noches, frente al Santísimo Sacramento, en la abadía de Czestochowa.

La piadosa iniciativa se concretó entre los días 1 y 7 de mayo de 1979, oportunidad en que se oró devotamente pidiendo que desaparecieran todos los obstáculos que el régimen comunista de la Unión Soviética le imponían al Santo Padre. Y al cabo de una semana se logró que el gobierno polaco aceptara la visita sin los condicionamientos que trataba de imponer.

Inspirados en esa victoria, para culminar los meses de preparación del Foro de la Vida y de la Familia en nuestro país, se organizó el primer Jericó de la Argentina, que comenzó el sábado 13 de octubre tras la misa de las 20 y finalizó el sábado siguiente con una pulcra Procesión y Bendición con el Santísimo Sacramento, en la colmada Iglesia del Corazón Eucarístico de Jesús (“Las Esclavas”) de la Ciudad de Buenos Aires.

Los organizadores convocaron a la ciudadanía a unirse delante del Santísimo Sacramento en oración por la vida, la patria, la familia y las intenciones del Santo Padre, afirmando acertadamente que en la sociedad actual se han levantado fuertes murallas que impiden el reinado social de Nuestro Señor Jesucristo y el triunfo del bien y su divina justicia. Es necesario derribar esas murallas, al parecer indestructibles, y así poder escuchar la voz de Dios. El Jericó logró unir a un nutrido número de personas, para ver con Fe los frutos de la oración en la propia vida y en la sociedad, como dice San Pablo en la Carta a los Hebreos: “Por la fe, se derrumbaron los muros de Jericó, después de ser rodeados durante siete días” (Heb. 11, 30).


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Notas:
1- Gen. 4, 17. “Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió, y parió a Enoc: y edificó una ciudad que llamó Enoc, del nombre de su hijo”.
2- Jos. 1, 1-2.
3- Jos. 6, 2-5.
4- Jos. 6, 24.
5- Jos. 6, 17.
6- Reyes I, 16, 34.
7- Luc. 18, 35-43.

INVITACIÓN A ENCUENTRO CON PADRE JUAN BRAULIO

Hay una invitación efectuada por el Coordinador Diocesano, para toda la comunidad carismática, con el Padre Juan Braulio, para este domingo 7 de febrero de 2010, desde las 10 A.M., en la Capilla San Francisco, ubicada en Salas 447, entre Barros Aranas y O"Higgins (Concepción, Chile).

Este encuentro finaliza con la Eucaristía de las 17:00 PM

martes, 2 de febrero de 2010

Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios

Beato Guerrico de Igny (hacia 1080-1157), abad cisterciense
1er sermón para la Purificación


«Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios»


«Tened en las manos las lámparas encendidas» (Lc 12,35). A través de este signo visible, demos muestras del gozo que compartimos con Simeón llevando en sus manos la luz del mundo... Seamos ardorosos por nuestra devoción y resplandecientes por nuestras obras, y junto con Simeón llevaremos a Cristo en nuestras manos... La Iglesia tiene hoy la costumbre tan bella de hacernos llevar cirios... ¿Quién es que hoy, teniendo en su mano la antorcha encendida no se acuerda del bienaventurado anciano? En este día tomó a Jesús en sus brazos, el Verbo presente en la carne, como lo es la luz en el cirio, dando testimonio de que era «la luz destinada para iluminar a las naciones». Ciertamente que el mismo Simeón era «una lámpara ardiente y luminosa» dando testimonio de la luz (Jn 5,35; 1,7). Es para eso que, conducido por el Espíritu Santo del que estaba lleno, fue al Templo «para recibir, oh Dios, tu misericordia en medio de tu Templo» (Sl 47,10) y proclamar que ella era la misericordia y la luz de tu pueblo.

Oh anciano irradiando paz, no sólo llevabas la luz en tus manos sino que estabas penetrado de ella. Estabas tan iluminado por Cristo que veías por adelantado cómo él iluminaría a las naciones..., cómo estallaría hoy el resplandor de nuestra fe. Alégrate ahora, santo anciano; hoy ves lo que tú habías previsto: las tinieblas del mundo se han disipado; «las naciones caminan a su luz»; «toda la tierra está llena de tu gloria» (Is 60,3; 6,3).

lunes, 1 de febrero de 2010

Festividad de Nuestra Señora de la Candelaria


Con misas desde las 7 de la mañana y la tradicional procesión, la comunidad celebrará la festividad de Nuestra Señora de la Candelaria, en San Pedro de la Paz. En dicho lugar se venera una antigua imagen de más 400 años. Durante los últimos días se ha desarrollado la Novena, en la parroquia de San Pedro de la Paz, con la asistencia de numerosas personas que todos los años participa con mucho entusiasmo. En el santuario se guarda una de las imágenes de la Virgen más antigua de Chile que estará presente durante la celebración de este 2 de febrero y además, presidirá la procesión en horas de la tarde. La imagen fue traída por los españoles hace más de 400 años y, el año pasado bajo esta advocación, la Virgen María fue nombrada como patrona y protectora de la comuna.

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