jueves, 24 de junio de 2010

"He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38)

SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD
DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI

Parroquia de Santo Tomás de Villanueva, Castel Gandolfo
Sábado 15 de agosto de 2009



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
queridos hermanos y hermanas:

Con la solemnidad de hoy culmina el ciclo de las grandes celebraciones litúrgicas en las que estamos llamados a contemplar el papel de la santísima Virgen María en la historia de la salvación. En efecto, la Inmaculada Concepción, la Anunciación, la Maternidad divina y la Asunción son etapas fundamentales, íntimamente relacionadas entre sí, con las que la Iglesia exalta y canta el glorioso destino de la Madre de Dios, pero en las que podemos leer también nuestra historia.

El misterio de la concepción de María evoca la primera página de la historia humana, indicándonos que, en el designio divino de la creación, el hombre habría debido tener la pureza y la belleza de la Inmaculada. Aquel designio comprometido, pero no destruido por el pecado, mediante la Encarnación del Hijo de Dios, anunciada y realizada en María, fue recompuesto y restituido a la libre aceptación del hombre en la fe. Por último, en la Asunción de María contemplamos lo que estamos llamados a alcanzar en el seguimiento de Cristo Señor y en la obediencia a su Palabra, al final de nuestro camino en la tierra.

La última etapa de la peregrinación terrena de la Madre de Dios nos invita a mirar el modo como ella recorrió su camino hacia la meta de la eternidad gloriosa.

En el pasaje del Evangelio que acabamos de proclamar, san Lucas narra que María, después del anuncio del ángel, "se puso en camino y fue aprisa a la montaña" para visitar a Isabel (Lc 1, 39). El evangelista, al decir esto, quiere destacar que para María seguir su vocación, dócil al Espíritu de Dios, que ha realizado en ella la encarnación del Verbo, significa recorrer una nueva senda y emprender en seguida un camino fuera de su casa, dejándose conducir solamente por Dios. San Ambrosio, comentando la "prisa" de María, afirma: "La gracia del Espíritu Santo no admite lentitud" (Expos. Evang. sec. Lucam, II, 19: pl 15, 1560). La vida de la Virgen es dirigida por Otro —"He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38)—, está modelada por el Espíritu Santo, está marcada por acontecimientos y encuentros, como el de Isabel, pero sobre todo por la especialísima relación con su hijo Jesús. Es un camino en el que María, conservando y meditando en el corazón los acontecimientos de su existencia, descubre en ellos de modo cada vez más profundo el misterioso designio de Dios Padre para la salvación del mundo.

Además, siguiendo a Jesús desde Belén hasta el destierro en Egipto, en la vida oculta y en la pública, hasta el pie de la cruz, María vive su constante ascensión hacia Dios en el espíritu del Magníficat, aceptando plenamente, incluso en el momento de la oscuridad y del sufrimiento, el proyecto de amor de Dios y alimentando en su corazón el abandono total en las manos del Señor, de forma que es paradigma para la fe de la Iglesia (cf. Lumen gentium, 64-65).

Toda la vida es una ascensión, toda la vida es meditación, obediencia, confianza y esperanza, incluso en medio de la oscuridad; y toda la vida es esa "sagrada prisa", que sabe que Dios es siempre la prioridad y ninguna otra cosa debe crear prisa en nuestra existencia.

Y, por último, la Asunción nos recuerda que la vida de María, como la de todo cristiano, es un camino de seguimiento, de seguimiento de Jesús, un camino que tiene una meta bien precisa, un futuro ya trazado: la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte, y la comunión plena con Dios, porque —como dice san Pablo en la carta a los Efesios— el Padre "nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2, 6). Esto quiere decir que, con el bautismo, fundamentalmente ya hemos resucitado y estamos sentados en los cielos en Cristo Jesús, pero debemos alcanzar corporalmente lo que el bautismo ya ha comenzado y realizado. En nosotros la unión con Cristo, la resurrección, es imperfecta, pero para la Virgen María ya es perfecta, a pesar del camino que también la Virgen tuvo que hacer. Ella ya entró en la plenitud de la unión con Dios, con su Hijo, y nos atrae y nos acompaña en nuestro camino.

Así pues, en María elevada al cielo contemplamos a Aquella que, por singular privilegio, ha sido hecha partícipe con alma y cuerpo de la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte. "Terminado el curso de su vida en la tierra —dice el concilio Vaticano II—, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo y elevada al trono por el Señor como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores (cf. Ap 19, 16) y vencedor del pecado y de la muerte" (Lumen gentium, 59). En la Virgen elevada al cielo contemplamos la coronación de su fe, del camino de fe que ella indica a la Iglesia y a cada uno de nosotros: Aquella que en todo momento acogió la Palabra de Dios, fue elevada al cielo, es decir, fue acogida ella misma por el Hijo, en la "morada" que nos ha preparado con su muerte y resurrección (cf. Jn 14, 2-3).

La vida del hombre en la tierra —como nos ha recordado la primera lectura— es un camino que se recorre constantemente en la tensión de la lucha entre el dragón y la mujer, entre el bien y el mal. Esta es la situación de la historia humana: es como un viaje en un mar a menudo borrascoso; María es la estrella que nos guía hacia su Hijo Jesús, sol que brilla sobre las tinieblas de la historia (cf. Spe salvi, 49) y nos da la esperanza que necesitamos: la esperanza de que podemos vencer, de que Dios ha vencido y de que, con el bautismo, hemos entrado en esta victoria. No sucumbimos definitivamente: Dios nos ayuda, nos guía. Esta es la esperanza: esta presencia del Señor en nosotros, que se hace visible en María elevada al cielo. "Ella (...) —leeremos dentro de poco en el prefacio de esta solemnidad— es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra".

Con san Bernardo, cantor místico de la santísima Virgen, la invocamos así: "Te rogamos, bienaventurada Virgen María, por la gracia que encontraste, por las prerrogativas que mereciste, por la Misericordia que tú diste a luz, haz que aquel que por ti se dignó hacerse partícipe de nuestra miseria y debilidad, por tu intercesión nos haga partícipes de sus gracias, de su bienaventuranza y gloria eterna, Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén" (Sermo 2 de Adventu, 5: pl 183, 43).

«allanar los caminos, enderezar los senderos» (Lc 3,5)

Orígenes (hacia 185-253), presbítero y teólogo
Homilías sobre San Lucas, nº 4, 4-6


«Estaba yo en las entrañas maternas y el Señor me llamó»


El nacimiento de Juan Bautista está lleno de milagros. Un arcángel anunció la venida de nuestro Señor y Salvador Jesucristo; igualmente un arcángel anunció el nacimiento de Juan (Lc, 1,13) y dijo: «Se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno.» El pueblo judío no supo ver que nuestro Señor hiciera «milagros y prodigios» y curara sus enfermedades, pero Juan exulta de gozo cuando todavía está en el seno materno. No lo pudieron impedir y, al llegar la madre de Jesús, el niño intentó salir ya del seno de Isabel: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, dijo Isabel, la criatura saltó de alegría en mi vientre» (Lc 1,44). Todavía en el seno de su madre Juan recibió ya el Espíritu Santo...

La Escritura dice seguidamente que «convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios» (Lc 1,16). Juan convirtió a «muchos»; el Señor, no a muchos, sino a todos. Esta es su obra: llevar todos los hombres a Dios Padre...

Yo pienso que el misterio de Juan se realiza todavía hoy en el mundo. Cualquiera que está destinado a creer en Jesucristo, es preciso que antes el espíritu y el poder de Juan vengan a su alma a «preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto» (Lc 1,17) y, «allanar los caminos, enderezar los senderos» (Lc 3,5) de las asperezas del corazón. No es solamente en aquel tiempo que «los caminos fueron allanados y enderezados los senderos» sino que todavía hoy el espíritu y la fuerza de Juan preceden la venida del Señor y Salvador. ¡Oh grandeza del misterio del Señor y de su designio sobre el mundo!

miércoles, 23 de junio de 2010

Procurad reuniros con más frecuencia para celebrar la acción de gracias y la alabanza divina.

San Ignacio de Antioquia (?- hacia 110), obispo y mártir
Carta a los Efesios, 13-15


Por nuestros frutos nos reconocerán


Procurad reuniros con más frecuencia para celebrar la acción de gracias y la alabanza divina. Cuando os reunís con frecuencia en un mismo lugar, se debilita el poder de Satanás, y la concordia de vuestra fe le impide causaros mal alguno. Nada mejor que la paz, que pone fin a toda discordia en el cielo y en la tierra.

Nada de esto os es desconocido, si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: el principio es la fe, el fin es la caridad. Cuando ambas virtudes van a la par, se identifican con el mismo Dios, y todo lo demás que contribuye al bien obrar se deriva de ellas. El que profesa la fe no peca, y el que posee la caridad no odia. «Por el fruto se conoce el árbol»; del mismo modo, los que hacen profesión de pertenecer a Cristo se distinguen por sus obras. Lo que nos interesa ahora, más que hacer una profesión de fe, es mantenernos firmes en esa fe hasta el fin.

Es mejor callar y obrar que hablar y no obrar. Buena cosa es enseñar, si el que enseña también obra. Uno solo es el maestro, que «lo dijo y existió» (Sl 32,9); pero también es digno del Padre lo que enseñó sin palabras. El que posee la palabra de Jesús es capaz de entender lo que él enseñó sin palabras y llegar así a la perfección, obrando según lo que habla y dándose a conocer por lo que hace sin hablar. Nada hay escondido para el Señor, sino que aun nuestros secretos más íntimos no escapan a su presencia. Obremos, pues, siempre conscientes de que él habita en nosotros, para que seamos templos suyos y él sea nuestro Dios en nosotros.

martes, 22 de junio de 2010

El Espíritu Santo, generador de la fortaleza cristiana

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 26 de junio de 1991



El Espíritu Santo, generador de la fortaleza cristiana

1. Los hombres de hoy, particularmente expuestos a los asaltos, insidias y seducciones del mundo, tienen especial necesidad del don de la fortaleza; es decir, del don del valor y la constancia en la lucha contra el espíritu del mal que asedia a quien vive en la tierra, para desviarlo del camino del cielo. Especialmente en los momentos de tentación y de sufrimiento, muchos corren el riesgo de vacilar o de ceder. También los cristianos corren siempre el riesgo de caer desde la altura de su vocación y de desviarse de la lógica de la gracia bautismal que les ha sido concedida como un germen de vida eterna. Precisamente por esto, Jesús nos ha revelado y prometido el Espíritu Santo como consolador y defensor (cf. Jn 16, 5-15). Por medio de él se nos concede el don de la fortaleza sobrenatural, que es una participación en nosotros de la misma potencia y firmeza del Ser divino (cf. Summa Theologica, I-II, q. 61, a. 5; q. 68, a. 4).

2. Ya en el Antiguo Testamento encontramos muchos testimonios de la acción del Espíritu divino que sostenía a cada uno de los personajes, pero también a todo el pueblo, en las diversas peripecias de su historia. Sin embargo, es sobre todo en el Nuevo Testamento donde se revela la potencia del Espíritu Santo y se promete a los creyentes su presencia y acción en todas las luchas, hasta la victoria final. Muchas veces nos hemos referido a ello en las catequesis anteriores. Aquí me limito a recordar que, en la Anunciación, el Espíritu Santo se revela y se concede a Mana como “poder del Altísimo”, que demuestra que “ninguna cosa es imposible para Dios” (Lc 1, 35-37).

Y en Pentecostés, el Espíritu Santo, que manifiesta su poder con el signo simbólico del viento impetuoso (cf. Hch 2, 2), comunica a los Apóstoles y a cuantos se encuentran con ellos “reunidos en un mismo lugar” (Hch 2, 1) la nueva fortaleza prometida por Jesús en su discurso de despedida (cf. Jn 16, 8-11), y poco antes de la Ascensión: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros...” (Hch 1, 8; cf. Lc 24, 49).

3. Se trata de una fuerza interior, arraigada en el amor (cf. Ef 3, 17), como escribe san Pablo a los Efesios: el Padre “os conceda, según la riqueza de su gloria, que seáis fortalecidos por la acción de su Espíritu en el hombre interior” (Ef 3, 16). Pablo pide al Padre que dé a los destinatarios de su carta esta fuerza superior, que la tradición cristiana incluye entre los “dones del Espíritu Santo”, tomándolos del texto de Isaías, quien los enumera como propiedades del Mesías (cf. Is 11, 2 ss.). El Espíritu Santo comunica también a los seguidores de Cristo, entre los dones que colman su alma santísima, la fortaleza, de la que él fue modelo en su vida y en su muerte. Se puede decir que al cristiano empeñado en la “batalla espiritual” se le comunica la fortaleza de la cruz.

El Espíritu interviene con una acción profunda y continua en todos los momentos y bajo todos los aspectos de la vida cristiana, con el fin de orientar los deseos humanos en la dirección justa, que es la del amor generoso a Dios y al prójimo, siguiendo el ejemplo de Jesús. Con este fin, el Espíritu Santo robustece la voluntad, haciendo que el hombre sea capaz de resistir a las tentaciones, vencer en las luchas interiores y exteriores, derrotar el poder del mal y, en particular, a Satanás, como Jesús, a quien el Espíritu llevo al desierto (cf. Lc 4, 1), y realizar la empresa de una vida de acuerdo con el Evangelio.

4. El Espíritu Santo otorga al cristiano la fuerza de la fidelidad, de la paciencia y de la perseverancia en el camino del bien y en la lucha contra el mal. Ya en el Antiguo Testamento el profeta Ezequiel anunciaba al pueblo la promesa de Dios: “Pondré en ellos mi Espíritu”, que tenía como objetivo obtener la fidelidad del pueblo de la nueva alianza (cf. Ez 36, 27). San Pablo, en la carta a los Gálatas, enumera, entre los “frutos del Espíritu Santo”, la “paciencia”, la “fidelidad” y el “dominio de sí” (5, 22). Son virtudes necesarias para una vida cristiana coherente. Entre ellas, se distingue la “paciencia”, que es una propiedad de la caridad (cf. 1 Co 13, 4) y es infundida en el alma por el Espíritu Santo junto con la misma caridad (cf. Rm 5, 5), como parte de la fortaleza que es preciso ejercitar para afrontar los males y las tribulaciones de la vida y de la muerte. Unida a ella va la “perseverancia”, que es la continuidad en el ejercicio de las obras buenas con la victoria sobre la dificultad que implica la larga duración del camino que hay que recorrer; semejante a ésta es la “constancia”, que hace persistir en el bien a pesar de todos los obstáculos externos: ambas son fruto de la gracia, que permite que el hombre llegue al final de la vida humana por el camino del bien (cf. san Agustín, De Perseverantia, c. 1; PL 45, 993; De corrept. et gratia, c. 12: PL 44, 937).

Este ejercicio valeroso de la virtud se exige a todo cristiano que, incluso bajo el régimen de la gracia, conserva la fragilidad de la libertad, como hacía notar san Agustín en la controversia con los seguidores de Pelagio (cf. De corrept. et gratia, c. 12, cita); pero es el Espíritu Santo el que da la fuerza sobrenatural para poner en práctica la voluntad divina y conformar la existencia a los mandamientos promulgados por Cristo. Escribe san Pablo: “La ley del espíritu que da la vida en Cristo Jesús te liberó de la ley del pecado y de la muerte”. Así, los cristianos tienen la posibilidad de “vivir según el espíritu” y de cumplir “la justicia de la ley”, esto es, de cumplir la voluntad divina (cf. Rm 8, 2-4).

5. El Espíritu Santo da también la fuerza para cumplir la misión apostólica, confiada a quienes fueron designados propagadores del Evangelio. Por eso, en el momento de enviar a sus discípulos a la misión, Jesús les pide que esperen el día de Pentecostés, a fin de recibir la fuerza del Espíritu Santo: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros” (Hch 1, 8). Sólo con esta fuerza podrán ser testigos del Evangelio hasta los confines de la tierra, según el mandato de Jesús.

En todos los tiempos, hasta hoy, es el Espíritu Santo el que permite empañar todas las facultades y recursos, emplear todos los talentos, gastar y, si fuera necesario, consumir toda la vida en la misión recibida. Es el Espíritu Santo el que obra maravillas en la acción apostólica de los hombres de Dios y de la Iglesia, a los que él elige e impulsa. Es, sobre todo, el Espíritu Santo el que asegura la eficacia de semejante acción, cualquiera que sea la medida de la capacidad humana de los llamados. San Pablo lo decía en la primera carta a los Corintios, hablando de su misma predicación como de una “demostración del Espíritu y del poder” (1 Co 2, 4) de un apostolado realizado, por tanto, “de palabra y de obra, en virtud de señales y prodigios, en virtud del Espíritu de Dios” (Rm 15, 18-19). Pablo atribuye el valor de su obra de evangelización a este poder del Espíritu.

Incluso entre las dificultades, a veces enormes, que se encuentran en el apostolado, es el Espíritu Santo el que da la fuerza para perseverar, renovando el valor y socorriendo a quienes sienten la tentación de renunciar al cumplimiento de su misión. Es la experiencia ya realizada en la primera comunidad cristiana, en la que los hermanos, sometidos a las persecuciones de los adversarios de la fe, suplicaban: “Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía” (Hch 4, 29). Y “acabada su oración, retembló el lugar donde estaban reunidos, y todos quedaron llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de Dios con valentía” (Hch 4, 31).

6. Es el Espíritu Santo el que sostiene a los que sufren persecución, a quienes Jesús mismo promete: “El Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros” (Mt 10, 20). Sobre todo el martirio, que el Concilio Vaticano II define como “don eximio y la suprema prueba de amor”, es un acto heroico de fortaleza, inspirado por el Espíritu Santo (cf. Lumen Gentium, 42). Lo demuestran los santos y santas mártires de todas las épocas, que fueron al encuentro de la muerte por la abundancia de la caridad que ardía en sus corazones. Santo Tomás, que examina un buen número de casos de mártires antiguos - incluso de niñas de tierna edad - y los textos de los Padres que guardan relación con ellos, concluye que el martirio es “el acto humano más perfecto”, porque nace del amor de caridad, cuya perfección destaca en sumo grado (cf. II-II, q. 124. a. 3). Es lo que afirma Jesús mismo en el evangelio: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13).

Para concluir, es un deber mencionar la confirmación, sacramento en el que el don del Espíritu Santo se confiere ad robur: para la fortaleza. Tiene como finalidad comunicar la fortaleza que será necesaria en la vida cristiana y en el apostolado del testimonio y de la acción, al que todos los cristianos están llamados. Es significativo que el rito de bendición del santo crisma aluda a la unción que el Espíritu Santo concedió a los mártires. El martirio es la forma suprema de testimonio. La Iglesia lo sabe, y encomienda al Espíritu la misión de sostener, si fuera necesario, el testimonio de los fieles hasta el heroísmo.

miércoles, 16 de junio de 2010

BINGO PARROQUIAL

Les recordamos que este sábado es el Bingo de Nuestra Parroquia. Valor $3.500 la entrada.

A los hermanos y hermanas de la Comunidad, también les recordamos que se les invita a ayudar a terminar la ornamentación de las mesas y gimnasio, este mismo sábado a partir de las 10 A.M.

Gracias.

martes, 15 de junio de 2010

"Tus pecados te son perdonados".

Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

El Evangelio de Lucas se distingue, sobre todo, por el tema de la misericordia. Misericordia y amor de Dios, en Jesucristo para los pecadores; preferencia y benevolencia de Jesucristo para los débiles, pobres y excluidos sociales.
En el Evangelio de ayer la protagonista es una mujer pecadora “sin nombre”. Tal vez, porque en ella están simbolizados los pecadores de todos los tiempos que, frente al amor perdonante de Dios, se han convertido a Él, se han arrepentido y han logrado cambiar sus vidas.
En este Evangelio, de la mujer de mala vida que en casa del Fariseo Simón se vuelca sobre Jesús con un sinnúmero de detalles de gran amor.
El llanto de María Magdalena se trata de un llanto sincero y espontaneo, de arrepentimiento y vergüenza por su vida anterior. Solo después del perdón recibido se convertirá en llanto de alegría, esperanza y agradecimiento. Desde luego, tenemos mucho que rescatar y aprender de María Magdalena, por su silencio, su llanto, sus gestos, pero sobre todo, por su gran amor al Señor quién así comenta: “SUS PECADOS, QUE SON MUCHOS, LE HAN SIDO PERDONADOS”
Nosotros como sus hijos también podemos alcanzar el perdón y lograr una conversión en nuestro yo interior.
El comportamiento de Jesús para con María, no es de condena, sino que la acoge con gran amor, lo mismo para todos los que le necesitamos.
Sus hijos no conquistamos el perdón. Por el contrario, nos es dado gratis por un Dios que no quiere si no perdonar.
“Señor, llénanos de tu infinita misericordia Divina, sumérgenos en los abismos de tu infinita Misericordia, y perdona nuestros pecados, para que tengamos un corazón puro, un corazón lleno de gozo y felicidad en Cristo Jesús, por los siglos de los siglos…¡AMEN!!!

domingo, 13 de junio de 2010

«Tu fe te ha salvado. Vete en paz»

San Ambrosio (hacia 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
La Penitencia, II, 8

Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.

«No son los que están sanos los que tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos» (Mt 9,12). Enseña al médico tu herida de manera que puedas ser curado. Aunque tú no se la enseñes, él la conoce, pero exige de ti que le hagas oír tu voz. Limpia tus llagas con tus lágrimas. Es así como esta mujer de la que habla el evangelio se quitó de encima su pecado y el mal olor de su extravío; es así como se ha purificado de su falta, lavando con sus lágrimas los pies de Jesús.

¡Resérvame para mí también, oh Jesús, el poder lavar tus pies, esos que has ensuciado mientras caminabas conmigo!... Pero ¿dónde encontraré el agua viva con la que podré lavar tus pies? Si no tengo agua, tengo mis lágrimas. ¡Haz que, lavándote los pies con ellas, yo mismo me purifique! ¿Cómo lo haré para que puedas decir de mi: «Sus numerosos pecados le han sido perdonados, porque ha amado mucho»? Confieso que mi deuda es considerable y que se me ha «perdonado mucho», a mi que he sido arrancado del ruido de las querellas de la plaza pública y de las responsabilidades del gobierno para ser llamado al sacerdocio. Temo, por consiguiente, ser considerado como un ingrato si amo menos, siendo así que se me ha perdonado mucho.

No puedo comparar a esta mujer con cualquiera otra, ya que es, con justa razón, que ha sido preferida al fariseo Simón que recibía al Señor a comer. Sin embargo, ella enseña, a todos los que quieren merecer el perdón, que es besando los pies del Cristo y lavándolos con sus lágrimas, enjugándolos con sus cabellos, y ungiéndolos con perfume, que lo obtienen... Si no podemos igualarla, el Señor Jesús sabe venir en ayuda de los débiles. Allí donde nadie sabe preparar una comida, llevar un perfume, traer consigo una fuente de agua viva (Jn 4,10), viene él mismo.

viernes, 11 de junio de 2010

Sacerdotes: acompañad a la humanidad en su camino

Sacerdotes: acompañad a la humanidad en su camino
CIUDAD DEL VATICANO, 11 JUN 2010 (VIS).-En la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa presidió esta mañana en la Plaza de San Pedro una concelebración eucarística de clausura del Año Sacerdotal, convocado en el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, "el Santo Cura de Ars".


Junto a los cardenales y obispos de la Curia Romana, concelebraron más de 15.000 sacerdotes procedentes de todo el mundo. El Santo Padre consagró el vino utilizando el mismo cáliz de San Juan María Vianney, custodiado en Ars.


En la homilía, el Papa afirmó que el motivo de la celebración del Año Sacerdotal ha sido "comprender de nuevo la grandeza y la belleza del ministerio sacerdotal", y agregó: "El sacerdote no es simplemente alguien que detenta un oficio. (...) Por el contrario, el sacerdote hace lo que ningún ser humano puede hacer por sí mismo: pronunciar en nombre de Cristo la palabra de absolución de nuestros pecados, cambiando así, a partir de Dios, la situación de nuestra vida. Pronuncia sobre las ofrendas del pan y el vino las palabras de acción de gracias de Cristo, (...) que abren el mundo a Dios y lo unen a Él. Por tanto, el sacerdocio no es un simple "oficio", sino un sacramento"


"Esta audacia de Dios, que se abandona en las manos de seres humanos; que, aun conociendo nuestras debilidades, considera a los hombres capaces de actuar y presentarse en su lugar, esta audacia de Dios es realmente la mayor grandeza que se oculta en la palabra "sacerdocio". (...) Esto es lo que en este año hemos querido de nuevo considerar y comprender. Queríamos despertar la alegría de que Dios esté tan cerca de nosotros (...) y también, así, enseñar de nuevo a los jóvenes que esta vocación, esta comunión de servicio por Dios y con Dios, existe".


"Era de esperar que al "enemigo" no le gustara que el sacerdocio brillara de nuevo; él hubiera preferido verlo desaparecer, para que al fin Dios fuera arrojado del mundo. Y así ha ocurrido que, precisamente en este año de alegría por el sacramento del sacerdocio, han salido a la luz los pecados de los sacerdotes, sobre todo el abuso a los pequeños. (...) También nosotros pedimos perdón insistentemente a Dios y a las personas afectadas, mientras prometemos que queremos hacer todo lo posible para que semejante abuso no vuelva a suceder jamás; que en la admisión al ministerio sacerdotal y en la formación que prepara al mismo haremos todo lo posible para examinar la autenticidad de la vocación; y que queremos acompañar aún más a los sacerdotes en su camino".


"Si el Año Sacerdotal hubiera sido una glorificación de nuestros logros humanos personales, habría sido destruido por estos hechos", observó el pontífice. "Pero, para nosotros, se trataba precisamente de lo contrario, de sentirnos agradecidos por el don de Dios, un don que se lleva en "vasijas de barro", y que una y otra vez, a través de toda la debilidad humana, hace visible su amor en el mundo. Así, consideramos lo ocurrido como una tarea de purificación, un quehacer que nos acompaña hacia el futuro y que nos hace reconocer y amar más aún el gran don de Dios. De este modo, el don se convierte en el compromiso de responder al valor y la humildad de Dios con nuestro valor y nuestra humildad".


El Papa prosiguió la homilía comentando el Salmo 23, "El Señor es mi pastor", que forma parte de la liturgia de hoy. "El Señor es mi pastor nada me falta", dijo Benedicto XVI. "Dios cuida personalmente de mí, de nosotros, de la humanidad. No me ha dejado solo, extraviado en el universo y en una sociedad ante la cual uno se siente cada vez más desorientado. (...) Las religiones del mundo, por lo que podemos ver, han sabido siempre que, en último análisis, sólo hay un Dios. Pero este Dios era lejano. (...) Se aceptaba no obstante que el mundo presupone un Creador. Este Dios, sin embargo, habría construido el mundo, para después retirarse de él. Ahora el mundo tiene un conjunto de leyes propias según las cuales se desarrolla, y en las cuales Dios no interviene, no puede intervenir. (...) Pero allí donde la cercanía del amor de Dios se percibe como molestia, el ser humano se siente mal. (...) Dios quiere que nosotros como sacerdotes, en un pequeño punto de la historia, compartamos sus preocupaciones por los hombres. Como sacerdotes, queremos ser personas que, en comunión con su amor por los hombres, cuidemos de ellos, les hagamos experimentar en lo concreto esta atención de Dios".


"Nosotros -observó dirigiéndose a los sacerdotes- deberíamos tratar de "conocer" a los hombres de parte de Dios y con vistas a Dios; deberíamos tratar de caminar con ellos en la vía de la amistad con Dios. (...) El pastor muestra el camino correcto a quienes le están confiados. Los precede y guía. Digámoslo de otro modo: el Señor nos muestra cómo se realiza en modo justo (...) el arte de ser persona. ¿Qué debo hacer para no arruinarme, para no desperdiciar mi vida con la falta de sentido? En efecto, ésta es la pregunta que todo hombre debe plantearse y que sirve para cualquier período de la vida. ¡Cuánta oscuridad hay alrededor de esta pregunta en nuestro tiempo! Siempre vuelve a nuestra mente la palabra de Jesús, que tenía compasión por los hombres, porque estaban como ovejas sin pastor".


"El pueblo de Israel estaba y está agradecido a Dios, porque ha mostrado en los mandamientos el camino de la vida. (...) Dios nos ha mostrado cuál es el camino, cómo podemos caminar de manera justa. La vida de Jesús es una síntesis y un modelo vivo de lo que afirman los mandamientos. Así comprendemos que estas normas de Dios no son cadenas, sino el camino que Él nos indica. (...) Caminando junto a Cristo tenemos la experiencia de la alegría de la Revelación, y como sacerdotes debemos comunicar a la gente la alegría de que nos haya mostrado el camino justo".


Refiriéndose después a la "cañada oscura" del texto, Benedicto XVI dijo que además de la muerte, en la que el Señor no nos dejará solos, "podemos pensar también en las cañadas oscuras de las tentaciones, del desaliento, de la prueba, que toda persona humana debe atravesar. También en estas cañadas tenebrosas de la vida Él está allí. (...) Ayúdanos a nosotros, sacerdotes, para que podamos estar junto a las personas que en esas noches oscuras nos han sido confiadas, para que podamos mostrarles tu luz".


"Tu vara y tu cayado me sosiegan", continuó el Santo Padre comentando el Salmo. "El pastor necesita la vara contra las bestias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los lugares difíciles. (...) También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen. Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transformarse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder caminar por senderos difíciles y seguir a Cristo".


Al final del Salmo se habla de la "mesa preparada", del "habitar en la casa del Señor". "Vemos en estas palabras -afirmó el pontífice- (...) una anticipación profética del misterio de la Eucaristía, en la que Dios mismo nos invita y se nos ofrece como alimento, como aquel pan y aquel vino exquisito que son la única respuesta última al hambre y a la sed interior del hombre. ¿Cómo no alegrarnos de estar invitados cada día a la misma mesa de Dios? (...) Alegres porque Él nos ha permitido preparar la mesa de Dios para los hombres, de ofrecerles su Cuerpo y su Sangre, de ofrecerles el don precioso de su misma presencia".


Por último, el Papa comentó los dos cantos de comunión que relatan la lanzada en el costado de Cristo, del que brotaron sangre y agua, que "aluden a los dos sacramentos fundamentales de los que vive la Iglesia: el Bautismo y la Eucaristía. Del costado traspasado del Señor, de su corazón abierto, brota la fuente viva que mana a través de los siglos y edifica la Iglesia. El corazón abierto es fuente de un nuevo río de vida".


"Cada cristiano y cada sacerdote deberían transformarse, a partir de Cristo, en fuente que comunica vida a los demás. Deberíamos dar el agua de la vida a un mundo sediento. Señor -concluyó Benedicto XVI- haz que seamos personas vivas, vivas por tu fuente, y danos ser también nosotros fuente, de manera que podamos dar agua viva a nuestro tiempo. Te agradecemos la gracia del ministerio sacerdotal. Bendícenos y bendice a todos los hombres de este tiempo que están sedientos y buscando".

jueves, 10 de junio de 2010

Ve a reconciliarte con tu hermano

Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

Evangelio según San Mateo 5,20-26.

lunes, 7 de junio de 2010

QUEDAN 12 DIAS PARA EL BINGO !!!

RECUERDA QUEDAN 12 DIAS PARA EL BINGO, ADQUIERE PRONTO TUS ENTRADAS!!!

BIENAVENTURADOS

Evangelio según San Mateo 5,1-12.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: "Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

Alma de pobres son aquellos que no tienen apegos terrenales, los que tienen ambiciones moderadas, pero tienen una actitud de desapego, una actitud de vida a renunciar todo por Cristo Jesús.

Los pacientes, no son solamente los que soportan todo, si no también, los fieles, los constantes en la oración, en la fe, y en la caridad.

Los afligidos son todos los sufrientes,los que sufren por sus dolencias físicas, y las del alma, los que sufren la pérdida de un ser muy querido, los que sufren dolorosas enfermedades, los que son afligidos por enfermedades, maledicencias, reprimendas e injusticias de sus propios hermanos. Los afligidos son todos los que sufren, los que sufren humillaciones, insultos, falsos testimonios de sus semejantes. Los afligidos son los que sufren traiciones de sus pares.

Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo, pero no esperen recompensa aqui en la tierra, renuncien a ello, por que la recompensa sólo la tendrán en el cielo.

miércoles, 2 de junio de 2010

BINGO PARROQUIAL

QUEDAN 17 DIAS PARA EL 19 DE JUNIO.

ESTE SÁBADO 19 DE JUNIO, DESDE LAS 17:00 P.M., SE EFECTUARÁ UN BINGO EN EL GIMNASIO DEL COLEGIO SAN PEDRO NOLASCO, DE LA PARROQUIA DE LA MERCED....CASTELLÓN A LLEGAR A FREIRE.

ESTE BINGO TIENE POR OBJETO FINANCIAR PARTE DE LOS COSTOS DE RECONSTRUCCIÓN DE LA PARROQUIA, Y DE ALGUNAS DE SUS IMÁGENES, DESTRUIDAS POST MEGATERREMOTO DEL 27 DE FEBRERO DE 2010.

ESPERAMOS COLABORACIÓN Y PROMOCIÓN DE LA REALIZACIÓN DE ESTE BINGO.

ES A BENFICIO DE UNO DE LOS TEMPLOS PARROQUIALES DE NUESTRA IGLESIA CATÓLICA.

TENDRÁ LA OPORTUNIDAD DE COLABORAR EN FAMILIA CON SU IGLESIA CATÓLICA. NUESTRA IGLESIA NOS NECESITA E INVITA A COLABORAR Y PARTICIPAR, NO SÓLO DE LA RECONSTRUCCIÓN ESPIRITUAL DE NUESTROS TEMPLOS, SI NO TAMBIÉN, DE LA RECONSTRUCCIÓN DE NUESTROS TEMPLOS FÍSICOS, DONDE NOS REUNIMOS PARA ORAR, ALABAR, ADORAR A DIOS TODOPODEROSO, DONDE CELEBRAMOS LAS MISAS DIARIAS, CONFORME LO DEJÓ ESTABLECIDO A TRAVÉS DE SUS APÓSTOLES. ES IMPORTANTE ENTONCES, QUE SE SUME A ESTA CRUZADA.

HAY DISPONIBLES 800 ENTRADAS POR UN VALOR DE $3.500 CADA UNA, CON DERECHO A UN CAFÉ O UN NAVEGADO, Y DOS CALZONES ROTOS.

EL PREMIO MAYOR, ES UN TELEVISOR PLASMA DE 32”. MÁS OTROS PREMIOS TALES COMO: ESTUFA, JUEGO DE LOZA, TERMO, JUEGO DE TOALLA, UNA BATERIA DE COCINA, Y JUEGO DE VASOS. (SI DESEA COLABORAR CON OTRO PREMIO, POR FAVOR ESCRIBANOS).

HABRÁ PARA LA VENTA SANDWICH, PAPAS FRITAS, BEBIDAS, SOPAIPILLAS, CAFÉ, Y NAVEGADO.

LAS ENTRADAS SE PUEDEN ADQUIRIR DESPUÉS DE CADA MISA DE LOS DOMINGOS, DE LAS 8:30, 10:00, 12.00 y 19.00hrs. TAMBIÉN LAS PUEDEN ADQUIRIR LOS LUNES, EN NUESTRA COMUNIDAD, Y EN SECRETARIA DE LA PARROQUIA.

CUALQUIER DUDA CONTACTENOS A comunidadjerico@gmail.com O CONSULTE EN SECRETARÍA DE LA PARROQUIA.


RECUERDE, QUEDAN SÓLO 17 DIAS.

El no es un Dios de muertos


Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos"

San Marcos 12,18-27.

martes, 1 de junio de 2010

La Santísima Trinidad - Solemnidad

Evangelio según San Juan 16,12-15.

Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'.

LA SANTISIMA TRINIDAD

En el Evangelio que acabos de oir, Nuestro Señor Jesucristo, nos revela la realidad de Dios, reflejada en tres personas distintas: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Desde esta perspectiva Él reconoce cómo algunos designios que vienen del Padre, fuente y autor de la vida, han sido comunicado a través de sus enseñanzas y de sus acciones (MILAGROS), Otros, en cambio, serán revelados a ellos sólo por la acción del Espíritu Santo, ya que él se convertirá en guía para llevarlos a la verdad plena.

“Tengo muchas cosas por decirles, pero ustedes no las pueden comprender por ahora”, estas palabras de Jesús, dejan de manifiesto que Él no alcanza a decirles a sus discípulos todas las cosas que corresponden al Reino de los Cielos, al Reino del Padre, debido a que tiene en cuenta la condición limitada de la existencia humana, pero aún así, estas cosas que quedaron por decirlas o enseñarlas, no las mantiene ocultas a sus discípulos, si no por el contrario, se las enseña o revela, por la acción del Espíritu Santo. Nosotros como Discípulos de Cristo, debemos estar dóciles a la acción del Espíritu Santo, para alcanzar también la Gracia de la Revelación.

Jesús nos revela el mecanismo cómo opera el Misterio de la Santísima Trinidad, que consiste en la UNIDAD de un Dios en tres personas distintas.

"La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo" (2 Co 13,13) deben permanecer siempre con nosotros y dar frutos más allá de la celebración eucarística, o de nuestras celebraciones carismáticas.

Bendito Jesús danos docilidad para recibir la acción de tu Espíritu Santo.

ORACIÓN: Omnipotente y Eterno Dios Trino, Único Dios, Único Santo, Santísima Trinidad, tres personas distintas, pero un solo Dios no más, a ti sea todo el Poder, Toda la Gloria, todo el Honor, Todo el Equilibrio, Todo el Conocimiento, y toda la Unidad.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos, de los siglos. Amén.

ESPIRITU DE REVELACIÓN

TE INVITAMOS A UNIRTE HOY A LAS 20 HORAS, EN ORACIÓN DE INTERCESIÓN, DONDE TE ENCUENTRES, PARA QUE DIOS RICO EN MISERICORDIAS, NOS CUBRA CON SU ESPIRITU DE REVELACIÓN, PARA QUE SU ESPIRITU SANTO NOS ANUNCIE LO QUE IRÁ SUCEDIENDO. SON 2 HORAS DE ALABANZAS Y ADORACIÓN.