lunes, 30 de enero de 2012

CARTA A LOS EFESIOS 3

1 Por eso yo, Pablo, estoy preso por Cristo Jesús, a causa de ustedes, los de origen pagano.

2 Porque seguramente habrán oído hablar de la gracia de Dios, que me ha sido dispensada en beneficio de ustedes.

3 Fue por medio de una revelación como se me dio a conocer este misterio, tal como acabo de exponérselo en pocas palabras.

4 Al leerlas, se darán cuenta de la comprensión que tengo del misterio de Cristo,

5 que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas.

6 Este misterio consiste en que también los paganos participan de una misma herencia, son miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.

7 De este Evangelio, yo fui constituido ministro por el don de la gracia que recibí de Dios, en virtud de la eficacia de su poder.

8 Yo, el menor de todos los santos, he recibido la gracia de anunciar a los paganos la insondable riqueza de Cristo,

9 y poner de manifiesto la dispensación del misterio que estaba oculto desde siempre en Dios, el creador de todas las cosas,

10 para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de la sabiduría de Dios por medio de la Iglesia.

11 Este es el designio que Dios concibió desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor,

12 por quien nos atrevemos a acercarnos a Dios con toda confianza, mediante la fe en él.

13 Les pido, por lo tanto, que no se desanimen a causa de las tribulaciones que padezco por ustedes: ¡ellas son su gloria!

14 Por eso doblo mis rodillas delante del Padre,

15 de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra.

16 Que él se digne fortificarlos por medio de su Espíritu, con forme a la riqueza de su gloria, para que crezca en ustedes el hombre interior.

17 Que Cristo habite en sus corazones por la fe, y sean arraigados y edificados en el amor.

18 Así podrán comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad,

19 en una palabra, ustedes podrán conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por la plenitud de Dios.

20 ¡A aquel que es capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros,

21 a él sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén.

viernes, 27 de enero de 2012

EL MENSAJE DE FÁTIMA

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE


EL MENSAJE DE FÁTIMA


PRESENTACIÓN

En el tránsito del segundo al tercer milenio, Juan Pablo II ha decidido hacer público el texto de la tercera parte del « secreto de Fátima ».

Tras los dramáticos y crueles acontecimientos del siglo XX, uno de los más cruciales en la historia del hombre, culminado con el cruento atentado al « dulce Cristo en la Tierra », se abre así un velo sobre una realidad, que hace historia y la interpreta en profundidad, según una dimensión espiritual a la que la mentalidad actual, frecuentemente impregnada de racionalismo, es refractaria.

Apariciones y signos sobrenaturales salpican la historia, entran en el vivo de los acontecimientos humanos y acompañan el camino del mundo, sorprendiendo a creyentes y no creyentes. Estas manifestaciones, que no pueden contradecir el contenido de la fe, deben confluir hacia el objeto central del anuncio de Cristo: el amor del Padre que suscita en los hombres la conversión y da la gracia para abandonarse a Él con devoción filial. Éste es también el mensaje de Fátima que, con un angustioso llamamiento a la conversión y a la penitencia, impulsa en realidad hacia el corazón del Evangelio.

Fátima es sin duda la más profética de las apariciones modernas. La primera y la segunda parte del « secreto » —que se publican por este orden por integridad de la documentación— se refieren sobre todo a la aterradora visión del infierno, la devoción al Corazón Inmaculado de María, la segunda guerra mundial y la previsión de los daños ingentes que Rusia, en su defección de la fe cristiana y en la adhesión al totalitarismo comunista, provocaría a la humanidad.

Nadie en 1917 podía haber imaginado todo esto: los tres pastorinhos de Fátima ven, escuchan, memorizan, y Lucía, la testigo que ha sobrevivido, lo pone por escrito en el momento en que recibe la orden del Obispo de Leiria y el permiso de Nuestra Señora.

Por lo que se refiere la descripción de las dos primeras partes del « secreto », por lo demás ya publicado y por tanto conocido, se ha elegido el texto escrito por Sor Lucía en la tercera memoria del 31 de agosto de 1941; después añade alguna anotación en la cuarta memoria del 8 de diciembre de 1941.

La tercera parte del « secreto » fue escrita « por orden de Su Excelencia el Obispo de Leiria y de la Santísima Madre.... » el 3 de enero de 1944.

Existe un único manuscrito, que se aquí se reproduce en facsímile. El sobre lacrado estuvo guardado primero por el Obispo de Leiria. Para tutelar mejor el « secreto », el 4 de abril de 1957 el sobre fue entregado al Archivo Secreto del Santo Oficio. Sor Lucía fue informada de ello por el Obispo de Leiria.

Según los apuntes del Archivo, el 17 de agosto de 1959, el Comisario del Santo Oficio, Padre Pierre Paul Philippe, O.P., de acuerdo con el Emmo. Card. Alfredo Ottaviani, llevó el sobre que contenía la tercera parte del « secreto de Fátima » a Juan XXIII. Su Santidad, « después de algunos titubeos », dijo: « Esperemos. Rezaré. Le haré saber lo que decida ».1

En realidad, el Papa Juan XXIII decidió devolver el sobre lacrado al Santo Oficio y no revelar la tercera parte del « secreto ».

Pablo VI leyó el contenido con el Sustituto, S. E. Mons. Angelo Dell'Acqua, el 27 de marzo de 1965 y devolvió el sobre al Archivo del Santo Oficio, con la decisión de no publicar el texto.

Juan Pablo II, por su parte, pidió el sobre con la tercera parte del « secreto » después del atentado del 13 de mayo de 1981.S. E. Card.Franjo Seper, Prefecto de la Congregación, entregó el 18 de julio de 1981 a S. E. Mons. Martínez Somalo, Sustituto de la Secretaría de Estado, dos sobres: uno blanco, con el texto original de Sor Lucía en portugués, y otro de color naranja con la traducción del « secreto » en italiano. El 11 de agosto siguiente, Mons. Martínez devolvió los dos sobres al Archivo del Santo Oficio.2

Como es sabido, el Papa Juan Pablo II pensó inmediatamente en la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María y compuso él mismo una oración para lo que definió « Acto de consagración », que se celebraría en la Basílica de Santa María la Mayor el 7 de junio de 1981, solemnidad de Pentecostés, día elegido para recordar el 1600° aniversario del primer Concilio Constantinopolitano y el 1550° aniversario del Concilio de Éfeso. Estando ausente el Papa por fuerza mayor, se transmitió su alocución grabada. Citamos el texto que se refiere exactamente al acto de consagración:

« Madre de los hombres y de los pueblos,Tú conoces todos sus sufrimientos y sus esperanzas, Tú sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que sacuden al mundo, acoge nuestro grito dirigido en el Espíritu Santo directamente a tu Corazón y abraza con el amor de la Madre y de la Esclava del Señor a los que más esperan este abrazo, y, al mismo tiempo, a aquellos cuya entrega Tú esperas de modo especial. Toma bajo tu protección materna a toda la familia humana a la que, con todo afecto a ti, Madre, confiamos. Que se acerque para todos el tiempo de la paz y de la libertad, el tiempo de la verdad, de la justicia y de la esperanza ».3

Pero el Santo Padre, para responder más plenamente a las peticiones de « Nuestra Señora », quiso explicitar durante el Año Santo de la Redención el acto de consagración del 7 de junio de 1981, repetido en Fátima el 13 de mayo de 1982. Al recordar el fiat pronunciado por María en el momento de la Anunciación, en la plaza de San Pedro el 25 de marzo de 1984, en unión espiritual con todos los Obispos del mundo, precedentemente « convocados », el Papa consagra a todos los hombres y pueblos al Corazón Inmaculado de María, en un tono que evoca las angustiadas palabras pronunciadas en 1981.

« Y por eso, oh Madre de los hombres y de los pueblos, Tú que conoces todos sus sufrimientos y esperanzas, tú que sientes maternalmente todas las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas que invaden el mundo contemporáneo, acoge nuestro grito que, movidos por el Espíritu Santo, elevamos directamente a tu corazón: abraza con amor de Madre y de Sierva del Señor a este mundo humano nuestro, que te confiamos y consagramos, llenos de inquietud por la suerte terrena y eterna de los hombres y de los pueblos.

De modo especial confiamos y consagramos a aquellos hombres y aquellas naciones, que tienen necesidad particular de esta entrega y de esta consagración.

¡“Nos acogemos a tu protección, Santa Madre de Dios”!

¡No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades! ».

Acto seguido, el Papa continúa con mayor fuerza y con referencias más concretas, comentando casi el triste cumplimiento del Mensaje de Fátima:

« He aquí que, encontrándonos hoy ante ti, Madre de Cristo, ante tu Corazón Inmaculado, deseamos, junto con toda la Iglesia, unirnos a la consagración que, por amor nuestro, tu Hijo hizo de sí mismo al Padre cuando dijo: “Yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad” (Jn 17, 19). Queremos unirnos a nuestro Redentor en esta consagración por el mundo y por los hombres, la cual, en su Corazón divino tiene el poder de conseguir el perdón y de procurar la reparación.

El poder de esta consagracióndura por siempre, abarca a todos los hombres, pueblos y naciones, y supera todo el mal que el espíritu de las tinieblas es capaz de sembrar en el corazón del hombre y en su historia; y que, de hecho, ha sembrado en nuestro tiempo.

¡Oh, cuán profundamente sentimos la necesidad de consagración para la humanidad y para el mundo: para nuestro mundo contemporáneo, en unión con Cristo mismo! En efecto, la obra redentora de Cristo debe ser participada por el mundo a través de la Iglesia.

Lo manifiesta el presente Año de la Redención, el Jubileo extraordinario de toda la Iglesia.

En este Año Santo, bendita seas por encima de todas las creaturas, tú, Sierva del Señor, que de la manera más plena obedeciste a la llamada divina.

Te saludamos a ti, que estás totalmente unida a la consagración redentora de tu Hijo.

Madre de la Iglesia: ilumina al Pueblo de Dios en los caminos de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ilumina especialmente a los pueblos de los que tú esperas nuestra consagración y nuestro ofrecimiento. Ayúdanos a vivir en la verdad de la consagración de Cristo por toda la familia humana del mundo actual.

Al encomendarte, oh Madre, el mundo, todos los hombres y pueblos, te confiamos también la misma consagración del mundo, poniéndola en tu corazón maternal.

¡Corazón Inmaculado! Ayúdanos a vencer la amenaza del mal, que tan fácilmente se arraiga en los corazones de los hombres de hoy y que con sus efectos inconmensurables pesa ya sobre la vida presente y da la impresión de cerrar el camino hacia el futuro.

¡Del hambre y de la guerra, líbranos!

¡De la guerra nuclear, de una autodestrucción incalculable y de todo tipo de guerra, líbranos!

¡De los pecados contra la vida del hombre desde su primer instante, líbranos!

¡Del odio y del envilecimiento de la dignidad de los hijos de Dios, líbranos!

¡De toda clase de injusticias en la vida social, nacional e internacional, líbranos!

¡De la facilidad de pisotear los mandamientos de Dios, líbranos!

¡De la tentativa de ofuscar en los corazones humanos la verdad misma de Dios, líbranos!

¡Del extravío de la conciencia del bien y del mal, líbranos!

¡De los pecados contra el Espíritu Santo, líbranos!, ¡líbranos!

Acoge, oh Madre de Cristo, este grito lleno de sufrimiento de todos los hombres. Lleno del sufrimiento de sociedades enteras.

Ayúdanos con el poder del Espíritu Santo a vencer todo pecado, el pecado del hombre y el « pecado del mundo », el pecado en todas sus manifestaciones.

Aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que éste detenga el mal.Que transforme las conciencias.Que en tu Corazón Inmaculado se abra a todos la luz de la Esperanza».4

Sor Lucía confirmó personalmente que este acto solemne y universal de consagración correspondía a los deseos de Nuestra Señora (« Sim, està feita, tal como Nossa Senhora a pediu, desde o dia 25 de Março de 1984 »: « Sí, desde el 25 de marzo de 1984, ha sido hecha tal como Nuestra Señora había pedido »: carta del 8 de noviembre de 1989). Por tanto, toda discusión, así como cualquier otra petición ulterior, carecen de fundamento.

En la documentación que se ofrece, a los manuscritos de Sor Lucía se añaden otros cuatro textos: 1) la carta del Santo Padre a Sor Lucía, del 19 de abril del 2000; 2) una descripción del coloquio tenido con Sor Lucía el 27 de abril del 2000; 3) la comunicación leída por encargo del Santo Padre en Fátima el 13 de mayo actual por el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado; 4) el comentario teológico de Su Eminencia el Card. Joseph Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Una indicación para la interpretación de la tercera parte del « secreto » la había ya insinuado Sor Lucía en una carta al Santo Padre del 12 de mayo de 1982. En ella se dice:

« La tercera parte del secreto se refiere a las palabras de Nuestra Señora: “Si no [Rusia] diseminará sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre sufrirá mucho, varias naciones serán destruidas” (13-VII-1917).

La tercera parte es una revelación simbólica, que se refiere a esta parte del Mensaje, condicionado al hecho de que aceptemos o no lo que el mismo Mensaje pide: “si aceptaren mis peticiones, la Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, diseminará sus errores por el mundo, etc.”.

Desde el momento en que no hemos tenido en cuenta este llamamiento del Mensaje, constatamos que se ha cumplido, Rusia ha invadido el mundo con sus errores. Y, aunque no constatamos aún la consumación completa del final de esta profecía, vemos que nos encaminamos poco a poco hacia ella a grandes pasos. Si no renunciamos al camino del pecado, del odio, de la venganza, de la injusticia violando los derechos de la persona humana, de inmoralidad y de violencia, etc.

Y no digamos que de este modo es Dios que nos castiga; al contrario, son los hombres que por sí mismos se preparan el castigo. Dios nos advierte con premura y nos llama al buen camino, respetando la libertad que nos ha dado; por eso los hombres son responsables ».5

La decisión del Santo Padre Juan Pablo II de hacer pública la tercera parte del « secreto » de Fátima cierra una página de historia, marcada por la trágica voluntad humana de poder y de iniquidad, pero impregnada del amor misericordioso de Dios y de la atenta premura de la Madre de Jesús y de la Iglesia.

La acción de Dios, Señor de la Historia, y la corresponsabilidad del hombre en su dramática y fecunda libertad, son los dos goznes sobre los que se construye la historia de la humanidad.

La Virgen que se apareció en Fátima nos llama la atención sobre estos dos valores olvidados, sobre este porvenir del hombre en Dios, del que somos parte activa y responsable.



Tarcisio Bertone, SDB
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario de la Congregación
para la Doctrina de la Fe





EL « SECRETO » DE FATIMA


PRIMERA Y SEGUNDA PARTE DEL « SECRETO »

EN LA REDACCIÓN HECHA POR SOR LUCÍA
EN LA « TERCERA MEMORIA » DEL 31 DE AGOSTO DE 1941
DESTINADA AL OBISPO DE LEIRIA-FÁTIMA

(texto original)





(Traducción) 6



Tendré que hablar algo del secreto, y responder al primer punto interrogativo.

¿Qué es el secreto? Me parece que lo puedo decir, pues ya tengo licencia del Cielo. Los representantes de Dios en la tierra me han autorizado a ello varias veces y en varias cartas; juzgo que V. Excia. Rvma. conserva una de ellas, del R. P. José Bernardo Gonçalves, aquella en que me manda escribir al Santo Padre. Uno de los puntos que me indica es la revelación del secreto. Sí, ya dije algo; pero, para no alargar más ese escrito que debía ser breve, me limité a lo indispensable, dejando a Dios la oportunidad de un momento más favorable.

Pues bien; ya expuse en el segundo escrito, la duda que, desde el 13 de junio al 13 de julio, me atormentó; y cómo en esta aparición todo se desvaneció.

Ahora bien, el secreto consta de tres partes distintas, de las cuales voy a revelar dos.

La primera fue, pues, la visión del infierno.

Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.

Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.

Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:

— Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz.7



TERCERA PARTE DEL « SECRETO »

(texto original)









(Traducción)8

« J.M.J.

Tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima.

Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.

Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios.

Tuy-3-1-1944 ».



INTERPRETACIÓN DEL « SECRETO »



CARTA DE JUAN PABLO II

A SOR LUCÍA

(texto original)





(Traducción)

Reverenda Sor
María Lucía
Convento de Coimbra



En el júbilo de las fiestas pascuales, le presento el augurio de Cristo Resucitado a sus discípulos: « ¡la paz esté contigo! »

Tendré el gusto de poder encontrarme con Usted en el tan esperado día de la beatificación de Francisco y Jacinta que, si Dios quiere, beatificaré el próximo 13 de mayo.

Sin embargo, teniendo en cuenta que ese día no habrá tiempo para un coloquio, sino sólo para un breve saludo, he encargado ex profeso a Su Excelencia Monseñor Tarcisio Bertone, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que vaya a hablar con Usted. Se trata de la Congregación que colabora más estrechamente con el Papa para la defensa de la fe católica y que ha conservado desde 1957, como Usted sabe, su carta manuscrita que contiene la tercera parte del secreto revelado el 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria, Fátima.

Monseñor Bertone, acompañado del Obispo de Leiria, su Excelencia Monseñor Serafim de Sousa Ferreira e Silva, va en mi nombre para hacerle algunas preguntas sobre la interpretación de la « tercera parte del secreto ».

Reverenda Sor Lucía, puede hablar abierta y sinceramente a Monseñor Bertone, que me referirá sus respuestas directamente a mí.

Ruego ardientemente a la Madre del Resucitado por Usted, por la Comunidad de Coimbra y por toda la Iglesia.

María, Madre de la humanidad peregrina, nos mantenga siempre estrechamente unidos a Jesús, su amado Hijo y Hermano nuestro, Señor de la vida y de la gloria.

Con una especial Bendición Apostólica.

JUAN PABLO II

Vaticano, 19 de abril de 2000.





COLOQUIO
CON SOR MARÍA LUCÍA DE JESÚS
Y DEL INMACULADO CORAZÓN



La cita de Sor Lucía con Su Excia. Mons. Tarcisio Bertone, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, encargado por el Santo Padre, y de Su Excia. Mons. Serafim de Sousa Ferreira e Silva, Obispo de Leiria-Fátima, tuvo lugar el pasado jueves 27 de abril en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra.

Sor Lucía estaba lúcida y serena; estaba muy contenta del viaje del Papa a Fátima para la beatificación, que ella tanto esperaba, de Francisco y Jacinta.

El Obispo de Leiria-Fátima leyó la carta autógrafa del Santo Padre que explicaba los motivos de la visita. Sor Lucía se sintió honrada y la releyó personalmente, teniéndola en sus propias manos. Dijo estar dispuesta a responder francamente a todas las preguntas.

Llegados a este punto, Su Excia. Mons. Tarcisio Bertone le presentó dos sobres, uno externo y otro dentro con la carta que contenía la tercera parte del « secreto » de Fátima, y ella dijo inmediatamente, tocándola con los dedos: « es mi carta »; y después, leyéndola: « es mi letra ».

Con la ayuda del Obispo de Leiria-Fátima, se leyó e interpretó el texto original, que está en portugués. Sor Lucía estuvo de acuerdo en la interpretación según la cual la tercera parte del secreto consiste en una visión profética comparable a las de la historia sagrada. Reiteró su convicción de que la visión de Fátima se refiere sobre todo a la lucha del comunismo ateo contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de las víctimas de la fe en el siglo XX.

A la pregunta: « El personaje principal de la visión, ¿es el Papa? », Sor Lucía respondió de inmediato que sí y recuerda que los tres pastorcitos estaban muy apenados por el sufrimiento del Papa y Jacinta repetía: « Coitandinho do Santo Padre, tenho muita pena dos peccadores! » (« ¡Pobrecito el Santo Padre, me da mucha pena de los pecadores! »). Sor Lucía continúa: « Nosotros no sabíamos el nombre del Papa, la Señora no nos ha dicho el nombre del Papa, no sabíamos si era Benedicto XV o Pío XII o Pablo VI o Juan Pablo II, pero era el Papa que sufría y nos hacía sufrir también a nosotros ».

Por lo que se refiere al pasaje sobre el obispo vestido de blanco, esto es, el Santo Padre —como se dieron cuenta inmediatamente los pastorcitos durante la “visión”—, que es herido de muerte y cae por tierra, Sor Lucía está completamente de acuerdo con la afirmación del Papa: « una mano materna guió la trayectoria de la bala, y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte » (Juan Pablo II, Meditación desde el Policlínico Gemelli a los Obispos italianos, 13 de mayo de 1994).

Puesto que Sor Lucía, antes de entregar al entonces Obispo de Leiria-Fátima el sobre lacrado que contenía la tercera parte del « secreto », había escrito en el sobre exterior que sólo podía ser abierto después de 1960, por el Patriarca de Lisboa o por el Obispo de Leiria, Su Excia. Mons. Bertone le preguntó: « ¿por qué la fecha tope de 1960? ¿Ha sido la Virgen quien ha indicado esa fecha? Sor Lucía respondió: « no ha sido la Señora, sino yo la que ha puesto la fecha de 1960, porque según mi intuición, antes de 1960 no se hubiera entendido, se habría comprendido sólo después. Ahora se puede entender mejor. Yo he escrito lo que he visto, no me corresponde a mí la interpretación, sino al Papa ».

Finalmente, se mencionó el manuscrito no publicado que Sor Lucía ha preparado como respuesta a tantas cartas de devotos de la Virgen y de peregrinos. La obra lleva el título « Os apelos da Mensagen da Fatima » y recoge pensamientos y reflexiones que expresan sus sentimientos y su límpida y simple espiritualidad, en clave catequética y parenética. Se le preguntó si le gustaría que la publicaran, y ha respondido: « Si el Santo Padre está de acuerdo, me encantaría, si no, obedezco a lo que decida el Santo Padre ». Sor Lucía desea someter el texto a la aprobación de la Autoridad eclesiástica, y tiene la esperanza de poder contribuir con su escrito a guiar a los hombres y mujeres de buena voluntad por el camino que conduce a Dios, última meta de toda esperanza humana.

El coloquio se concluyó con un intercambio de rosarios: a Sor Lucía se le dio el que le había regalado el Santo Padre y ella, a su vez, entrega algunos rosarios confeccionados por ella personalmente.

La bendición impartida en nombre del Santo Padre concluyó el encuentro.



COMUNICADO DE SU EMINENCIA EL CARD. ANGELO SODANO
SECRETARIO DE ESTADO DE SU SANTIDAD



Al final de la solemne Concelebración Eucarística presidida por Juan Pablo II en Fátima, el Cardenal Angelo Sodano, Secretario de Estado, ha pronunciado en portugués las palabras que aquí reproducimos en traducción española.



Hermanos y hermanas en el Señor:

Al concluir esta solemne celebración, siento el deber de presentar a nuestro amado Santo Padre Juan Pablo II la felicitación más cordial, en nombre de todos los presentes, por su próximo 80° cumpleaños, agradeciéndole su valioso ministerio pastoral en favor de toda la Santa Iglesia de Dios.

En la solemne circunstancia de su venida a Fátima, el Sumo Pontífice me ha encargado daros un anuncio. Como es sabido, el objetivo de su venida a Fátima ha sido la beatificación de los dos “pastorinhos”. Sin embargo, quiere atribuir también a esta peregrinación suya el valor de un renovado gesto de gratitud hacia la Virgen por la protección que le ha dispensado durante estos años de pontificado. Es una protección que parece que guarde relación también con la llamada “tercera parte” del secreto de Fátima.

Este texto es una visión profética comparable a la de la Sagrada Escritura, que no describe con sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetiza y condensa sobre un mismo fondo hechos que se prolongan en el tiempo en una sucesión y con una duración no precisadas. Por tanto, la clave del lectura del texto ha de ser de carácter simbólico.

La visión de Fátima tiene que ver sobre todo con la lucha de los sistemas ateos contra la Iglesia y los cristianos, y describe el inmenso sufrimiento de los testigos de la fe del último siglo del segundo milenio. Es un interminable Via Crucis dirigido por los Papas del Siglo XX.

Según la interpretación de los pastorinhos, interpretación confirmada recientemente por Sor Lucia, el « Obispo vestido de blanco » que ora por todos los fieles es el Papa. También él, caminando con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego.

Después del atentado del 13 de mayo de 1981, a Su Santidad le pareció claro que había sido « una mano materna quien guió la trayectoria de la bala », permitiendo al « Papa agonizante » que se detuviera « en el umbral de la muerte » (Juan Pablo II, Meditación desde el Policlínico Gemelli a los Obispos italianos, en: Insegnamenti, vol. XVII1, 1994, p. 1061). Con ocasión de una visita a Roma del entonces Obispo de Leiria-Fátima, el Papa decidió entregarle la bala, que quedó en el jeep después del atentado, para que se custodiase en el Santuario. Por iniciativa del Obispo, la misma fue después engarzada en la corona de la imagen de la Virgen de Fátima.

Los sucesivos acontecimiento del año 1989 han llevado, tanto en la Unión Soviética como en numerosos Países del Este, a la caída del régimen comunista que propugnaba el ateísmo. También por esto el Sumo Pontífice le está agradecido a la Virgen desde lo profundo del corazón. Sin embargo, en otras partes del mundo los ataques contra la Iglesia y los cristianos, con la carga de sufrimiento que conllevan, desgraciadamente no han cesado. Aunque las vicisitudes a las que se refiere la tercera parte del secreto de Fátima parecen ya pertenecer al pasado, la llamada de la Virgen a la conversión y a la penitencia, pronunciada al inicio del siglo XX, conserva todavía hoy una estimulante actualidad. « La Señora del mensaje parecía leer con una perspicacia especial los signos de los tiempos, los signos de nuestro tiempo ... La invitación insistente de María santísima a la penitencia es la manifestación de su solicitud materna por el destino de la familia humana, necesitada de conversión y perdón » (Juan Pablo II, Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo 1997, n. 1, en: Insegnamenti, vol. XIX2, 1996, p. 561).

Para permitir que los fieles reciban mejor el mensaje de la Virgen de Fátima, el Papa ha confiado a la Congregación para la Doctrina de la Fe la tarea de hacer pública la tercera parte del « secreto », después de haber preparado un oportuno comentario.

Hermanos y hermanas, agradecemos a la Virgen de Fátima su protección. A su materna intercesión confiamos la Iglesia del Tercer Milenio.

Sub tuum praesidium confugimus, Santa Dei Genetrix! Intercede pro Ecclesia. Intercede pro Papa nostro Ioanne Paulo II. Amen.

Fátima, 13 de mayo de 2000.



COMENTARIO TEOLÓGICO



Quien lee con atención el texto del llamado tercer “secreto” de Fátima, que tras largo tiempo, por voluntad del Santo Padre, viene publicado aquí en su integridad, tal vez quedará desilusionado o asombrado después de todas las especulaciones que se han hecho. No se revela ningún gran misterio; no se ha corrido el velo del futuro. Vemos a la Iglesia de los mártires del siglo apenas transcurrido representada mediante una escena descrita con un lenguaje simbólico difícil de descifrar. ¿Es esto lo que quería comunicar la Madre del Señor a la cristiandad, a la humanidad en un tiempo de grandes problemas y angustias? ¿Nos es de ayuda al inicio del nuevo milenio? O más bien ¿son solamente proyecciones del mundo interior de unos niños crecidos en un ambiente de profunda piedad, pero que a la vez estaban turbados por las tragedias que amenazaban su tiempo? ¿Cómo debemos entender la visión, qué hay que pensar de la misma?

Revelación pública y revelaciones privadas — su lugar teológico

Antes de iniciar un intento de interpretación, cuyas líneas esenciales se pueden encontrar en la comunicación que el Cardenal Sodano pronunció el 13 de mayo de este año al final de la celebración eucarística presidida por el Santo Padre en Fátima, es necesario hacer algunas aclaraciones de fondo sobre el modo en que, según la doctrina de la Iglesia, deben ser comprendidos dentro de la vida de fe fenómenos como el de Fátima. La doctrina de la Iglesia distingue entre la « revelación pública » y las « revelaciones privadas ». Entre estas dos realidades hay una diferencia, no sólo de grado, sino de esencia. El término « revelación pública » designa la acción reveladora de Dios destinada a toda la humanidad, que ha encontrado su expresión literaria en las dos partes de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento. Se llama « revelación » porque en ella Dios se ha dado a conocer progresivamente a los hombres, hasta el punto de hacerse él mismo hombre, para atraer a sí y para reunir en sí a todo el mundo por medio del Hijo encarnado, Jesucristo. No se trata, pues, de comunicaciones intelectuales, sino de un proceso vital, en el cual Dios se acerca al hombre; naturalmente en este proceso se manifiestan también contenidos que tienen que ver con la inteligencia y con la comprensión del misterio de Dios. El proceso atañe al hombre total y, por tanto, también a la razón, aunque no sólo a ella. Puesto que Dios es uno solo, también es única la historia que él comparte con la humanidad; vale para todos los tiempos y encuentra su cumplimiento con la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo. En Cristo Dios ha dicho todo, es decir, se ha manifestado así mismo y, por lo tanto, la revelación ha concluido con la realización del misterio de Cristo que ha encontrado su expresión en el Nuevo Testamento. El Catecismo de la Iglesia Católica, para explicar este carácter definitivo y completo de la revelación, cita un texto de San Juan de la Cruz: « Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra...; porque lo que hablaba antes en partes a los profetas ya lo ha hablado todo en Él, dándonos al Todo, que es su Hijo. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino que haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer cosa otra alguna o novedad » (n. 65, Subida al Monte Carmelo, 2, 22).

El hecho de que la única revelación de Dios dirigida a todos los pueblos se haya concluido con Cristo y en el testimonio sobre Él recogido en los libros del Nuevo Testamento, vincula a la Iglesia con el acontecimiento único de la historia sagrada y de la palabra de la Biblia, que garantiza e interpreta este acontecimiento, pero no significa que la Iglesia ahora sólo pueda mirar al pasado y esté así condenada a una estéril repetición. El Catecismo de la Iglesia Católica dice a este respecto: « Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos » (n. 66). Estos dos aspectos, el vínculo con el carácter único del acontecimiento y el progreso en su comprensión, están muy bien ilustrados en los discursos de despedida del Señor, cuando antes de partir les dice a los discípulos: « Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta... Él me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros » (Jn 16, 12-14). Por una parte el Espíritu, que hace de guía y abre así las puertas a un conocimiento, del cual antes faltaba el presupuesto que permitiera acogerlo; es ésta la amplitud y la profundidad nunca alcanzada de la fe cristiana. Por otra parte, este guiar es un « tomar » del tesoro de Jesucristo mismo, cuya profundidad inagotable se manifiesta en esta conducción por parte del Espíritu. A este respecto el Catecismo cita una palabra densa del Papa Gregorio Magno: « la comprensión de las palabras divinas crece con su reiterada lectura » (Catecismo de la Iglesia Católica, 94; Gregorio, In Ez 1, 7, 8). El Concilio Vaticano II señala tres maneras esenciales en que se realiza la guía del Espíritu Santo en la Iglesia y, en consecuencia, el « crecimiento de la Palabra »: éste se lleva a cabo a través de la meditación y del estudio por parte de los fieles, por medio del conocimiento profundo, que deriva de la experiencia espiritual y por medio de la predicación de « los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad » (Dei Verbum, 8).

En este contexto es posible entender correctamente el concepto de « revelación privada », que se refiere a todas las visiones y revelaciones que tienen lugar una vez terminado el Nuevo Testamento; es ésta la categoría dentro de la cual debemos colocar el mensaje de Fátima. Escuchemos aún a este respecto antes de nada el Catecismo de la Iglesia Católica: « A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas “privadas”, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia... Su función no es la de... “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia » (n. 67). Se deben aclarar dos cosas:

1. La autoridad de las revelaciones privadas es esencialmente diversa de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en efecto, en ella, a través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viviente de la Iglesia, Dios mismo nos habla. La fe en Dios y en su Palabra se distingue de cualquier otra fe, confianza u opinión humana. La certeza de que Dios habla me da la seguridad de que encuentro la verdad misma y, de ese modo, una certeza que no puede darse en ninguna otra forma humana de conocimiento. Es la certeza sobre la cual edifico mi vida y a la cual me confío al morir.

2. La revelación privada es una ayuda para la fe, y se manifiesta como creíble precisamente porque remite a la única revelación pública. El Cardenal Próspero Lambertini, futuro Papa Benedicto XIV, dice al respecto en su clásico tratado, que después llegó a ser normativo para las beatificaciones y canonizaciones: « No se debe un asentimiento de fe católica a revelaciones aprobadas en tal modo; no es ni tan siquiera posible. Estas revelaciones exigen más bien un asentimiento de fe humana, según las reglas de la prudencia, que nos las presenta como probables y piadosamente creíbles ». El teólogo flamenco E. Dhanis, eminente conocedor de esta materia, afirma sintéticamente que la aprobación eclesiástica de una revelación privada contiene tres elementos: el mensaje en cuestión no contiene nada que vaya contra la fe y las buenas costumbres; es lícito hacerlo publico, y los fieles están autorizados a darle en forma prudente su adhesión (E. Dhanis, Sguardo su Fatima e bilancio di una discussione, en: La Civiltà Cattolica 104, 1953, II. 392-406, en particular 397). Un mensaje así puede ser una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el momento presente; por eso no se debe descartar. Es una ayuda que se ofrece, pero no es obligatorio hacer uso de la misma.

El criterio de verdad y de valor de una revelación privada es, pues, su orientación a Cristo mismo. Cuando ella nos aleja de Él, cuando se hace autónoma o, más aún, cuando se hace pasar como otro y mejor designio de salvación, más importante que el Evangelio, entonces no viene ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el interior del Evangelio y no fuera del mismo. Esto no excluye que dicha revelación privada acentúe nuevos aspectos, suscite nuevas formas de piedad o profundice y extienda las antiguas. Pero, en cualquier caso, en todo esto debe tratarse de un apoyo para la fe, la esperanza y la caridad, que son el camino permanente de salvación para todos. Podemos añadir que a menudo las revelaciones privadas provienen sobre todo de la piedad popular y se apoyan en ella, le dan nuevos impulsos y abren para ella nuevas formas. Eso no excluye que tengan efectos incluso sobre la liturgia, como por ejemplo muestran las fiestas del Corpus Domini y del Sagrado Corazón de Jesús. Desde un cierto punto de vista, en la relación entre liturgia y piedad popular se refleja la relación entre Revelación y revelaciones privadas: la liturgia es el criterio, la forma vital de la Iglesia en su conjunto, alimentada directamente por el Evangelio. La religiosidad popular significa que la fe está arraigada en el corazón de todos los pueblos, de modo que se introduce en la esfera de lo cotidiano. La religiosidad popular es la primera y fundamental forma de « inculturación » de la fe, que debe dejarse orientar y guiar continuamente por las indicaciones de la liturgia, pero que a su vez fecunda la fe a partir del corazón.

Hemos pasado así de las precisiones más bien negativas, que eran necesarias antes de nada, a la determinación positiva de las revelaciones privadas: ¿cómo se pueden clasificar de modo correcto a partir de la Sagrada Escritura? ¿Cuál es su categoría teológica? La carta más antigua de San Pablo que nos ha sido conservada, tal vez el escrito más antiguo del Nuevo Testamento, la Primera Carta a los Tesalonicenses, me parece que ofrece una indicación. El Apóstol dice en ella: « No apaguéis el Espíritu, no despreciéis las profecías; examinad cada cosa y quedaos con lo que es bueno » (5, 19-21). En todas las épocas se le ha dado a la Iglesia el carisma de la profecía, que debe ser examinado, pero que tampoco puede ser despreciado. A este respecto, es necesario tener presente que la profecía en el sentido de la Biblia no quiere decir predecir el futuro, sino explicar la voluntad de Dios para el presente, lo cual muestra el recto camino hacia el futuro. El que predice el futuro se encuentra con la curiosidad de la razón, que desea apartar el velo del porvenir; el profeta ayuda a la ceguera de la voluntad y del pensamiento y aclara la voluntad de Dios como exigencia e indicación para el presente. La importancia de la predicción del futuro en este caso es secundaria. Lo esencial es la actualización de la única revelación, que me afecta profundamente: la palabra profética es advertencia o también consuelo o las dos cosas a la vez. En este sentido, se puede relacionar el carisma de la profecía con la categoría de los « signos de los tiempos », que ha sido subrayada por el Vaticano II: « ...sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo? » (Lc 12, 56). En esta parábola de Jesús por « signos de los tiempos » debe entenderse su propio camino, el mismo Jesús. Interpretar los signos de los tiempos a la luz de la fe significa reconocer la presencia de Cristo en todos los tiempos. En las revelaciones privadas reconocidas por la Iglesia —y por tanto también en Fátima— se trata de esto: ayudarnos a comprender los signos de los tiempos y a encontrar la justa respuesta desde la fe ante ellos.

La estructura antropológica de las revelaciones privadas

Una vez que con las precedentes reflexiones hemos tratado de determinar el lugar teológico de las revelaciones privadas, antes de ocuparnos de una interpretación del mensaje de Fátima, debemos aún intentar aclarar brevemente un poco su carácter antropológico (psicológico). La antropología teológica distingue en este ámbito tres formas de percepción o « visión »: la visión con los sentidos, es decir la percepción externa corpórea, la percepción interior y la visión espiritual (visio sensibilis – imaginativa – intellectualis). Está claro que en las visiones de Lourdes, Fátima, etc. no se trata de la normal percepción externa de los sentidos: las imágenes y las figuras, que se ven, no se hallan exteriormente en el espacio, como se encuentran un árbol o una casa. Esto es absolutamente evidente, por ejemplo, por lo que se refiere a la visión del infierno (descrita en la primera parte del « secreto » de Fátima) o también la visión descrita en la tercera parte del « secreto », pero puede demostrarse con mucha facilidad también en las otras visiones, sobre todo porque no todos los presentes las veían, sino de hecho sólo los « videntes ». Del mismo modo es obvio que no se trata de una « visión » intelectual, sin imágenes, como se da en otros grados de la mística. Aquí se trata de la categoría intermedia, la percepción interior, que ciertamente tiene en el vidente la fuerza de una presencia que, para él, equivale a la manifestación externa sensible.

Ver interiormente no significa que se trate de fantasía, como si fuera sólo una expresión de la imaginación subjetiva. Más bien significa que el alma viene acariciada por algo real, aunque suprasensible, y es capaz de ver lo no sensible, lo no visible por los sentidos, una especie de visión con los « sentidos internos ». Se trata de verdaderos « objetos », que tocan el alma, aunque no pertenezcan a nuestro habitual mundo sensible. Para esto se exige una vigilancia interior del corazón que generalmente no se tiene a causa de la fuerte presión de las realidades externas y de las imágenes y pensamientos que llenan el alma. La persona es transportada más allá de la pura exterioridad y otras dimensiones más profundas de la realidad la tocan, se le hacen visibles. Tal vez por eso se puede comprender por qué los niños son los destinatarios preferidos de tales apariciones: el alma está aún poco alterada y su capacidad interior de percepción está aún poco deteriorada. « De la boca de los niños y de los lactantes has recibido la alabanza », responde Jesús con una frase del Salmo 8 (v.3) a la crítica de los Sumos Sacerdotes y de los ancianos, que encuentran inoportuno el grito de « hosanna » de los niños (Mt 21, 16).

La « visión interior » no es una fantasía, sino una propia y verdadera manera de verificar, como hemos dicho. Pero conlleva también limitaciones. Ya en la visión exterior está siempre involucrado el factor subjetivo; no vemos el objeto puro, sino que llega a nosotros a través del filtro de nuestros sentidos, que deben llevar a cabo un proceso de traducción. Esto es aún más evidente en la visión interior, sobre todo cuando se trata de realidades que sobrepasan en sí mismas nuestro horizonte. El sujeto, el vidente, está involucrado de un modo aún más íntimo. Él ve con sus concretas posibilidades, con las modalidades de representación y de conocimiento que le son accesibles. En la visión interior se trata, de manera más amplia que en la exterior, de un proceso de traducción, de modo que el sujeto es esencialmente copartícipe en la formación como imagen de lo que aparece. La imagen puede llegar solamente según sus medidas y sus posibilidades. Tales visiones nunca son simples « fotografías » del más allá, sino que llevan en sí también las posibilidades y los límites del sujeto perceptor.

Esto se puede comprender en todas las grandes visiones de los santos; naturalmente, vale también para las visiones de los niños de Fátima. Las imágenes que ellos describen no son en absoluto simples expresiones de su fantasía, sino fruto de una real percepción de origen superior e interior, pero no son imaginaciones como si por un momento se quitara el velo del más allá y el cielo apareciese en su esencia pura, tal como nosotros esperamos verlo un día en la definitiva unión con Dios. Más bien las imágenes son, por decirlo así, una síntesis del impulso proveniente de lo Alto y de las posibilidades de que dispone para ello el sujeto que percibe, esto es, los niños. Por este motivo, el lenguaje imaginativo de estas visiones es un lenguaje simbólico. El Cardenal Sodano dice al respecto: « ... no se describen en sentido fotográfico los detalles de los acontecimientos futuros, sino que sintetizan y condensan sobre un mismo fondo, hechos que se extienden en el tiempo según una sucesión y con una duración no precisadas ». Esta concentración de tiempos y espacios en una única imagen es típica de tales visiones que, por lo demás, pueden ser descifradas sólo a posteriori. A este respecto, no todo elemento visivo debe tener un concreto sentido histórico. Lo que cuenta es la visión como conjunto, y a partir del conjunto de imágenes deben ser comprendidos los aspectos particulares. Lo que es central en una imagen se desvela en último término a partir del centro de la « profecía » cristiana en absoluto: el centro está allí donde la visión se convierte en llamada y guía hacia la voluntad de Dios.

Un intento de interpretación del secreto de Fátima

La primera y segunda parte del secreto de Fátima han sido ya discutidas tan ampliamente por la literatura especializada que ya no hay que ilustrarlas más. Quisiera sólo llamar la atención brevemente sobre el punto más significativo. Los niños han experimentado durante un instante terrible una visión del infierno. Han visto la caída de las « almas de los pobres pecadores ». Y se les dice por qué se les ha hecho pasar por ese momento: para « salvarlas », para mostrar un camino de salvación. Viene así a la mente la frase de la Primera Carta de Pedro: « meta de vuestra fe es la salvación de las almas » (1,9). Para este objetivo se indica como camino -de un modo sorprendente para personas provenientes del ámbito cultural anglosajón y alemán- la devoción al Corazón Inmaculado de María. Para entender esto puede ser suficiente aquí una breve indicación. « Corazón » significa en el lenguaje de la Biblia el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior. El «corazón inmaculado » es, según Mt 5,8, un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, « ve a Dios ». La « devoción » al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el « fiat » —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia. Si alguno objetara que no debemos interponer un ser humano entre nosotros y Cristo, se le debería recordar que Pablo no tiene reparo en decir a sus comunidades: imitadme (1 Co 4, 16; Flp 3,17; 1 Ts 1,6; 2 Ts 3,7.9). En el Apóstol pueden constatar concretamente lo que significa seguir a Cristo. ¿De quién podremos nosotros aprender mejor en cualquier tiempo si no de la Madre del Señor?

Llegamos así, finalmente, a la tercera parte del « secreto » de Fátima publicado íntegramente aquí por primera vez. Como se desprende de la documentación precedente, la interpretación que el Cardenal Sodano ha dado en su texto del 13 de mayo, había sido presentada anteriormente a Sor Lucia en persona. A este respecto, Sor Lucia ha observado en primer lugar que a ella misma se le dio la visión, no su interpretación. La interpretación, decía, no es competencia del vidente, sino de la Iglesia. Ella, sin embargo, después de la lectura del texto, ha dicho que esta interpretación correspondía a lo que ella había experimentado y que, por su parte, reconocía dicha interpretación como correcta. En lo que sigue, pues, se podrá sólo intentar dar un fundamento más profundo a dicha interpretación a partir de los criterios hasta ahora desarrollados.

Como palabra clave de la primera y de la segunda parte del « secreto » hemos descubierto la de « salvar las almas », así como la palabra clave de este « secreto » es el triple grito: « ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! ». Viene a la mente el comienzo del Evangelio: « paenitemini et credite evangelio » (Mc 1,15). Comprender los signos de los tiempos significa comprender la urgencia de la penitencia, de la conversión y de la fe. Esta es la respuesta adecuada al momento histórico, que se caracteriza por grandes peligros y que serán descritos en las imágenes sucesivas. Me permito insertar aquí un recuerdo personal: en una conversación conmigo Sor Lucia me dijo que le resultaba cada vez más claro que el objetivo de todas las apariciones era el de hacer crecer siempre más en la fe, en la esperanza y en la caridad. Todo el resto era sólo para conducir a esto.

Examinemos ahora más de cerca cada imagen. El ángel con la espada de fuego a la derecha de la Madre de Dios recuerda imágenes análogas en el Apocalipsis. Representa la amenaza del juicio que incumbe sobre el mundo. La perspectiva de que el mundo podría ser reducido a cenizas en un mar de llamas, hoy no es considerada absolutamente pura fantasía: el hombre mismo ha preparado con sus inventos la espada de fuego. La visión muestra después la fuerza que se opone al poder de destrucción: el esplendor de la Madre de Dios, y proveniente siempre de él, la llamada a la penitencia. De ese modo se subraya la importancia de la libertad del hombre: el futuro no está determinado de un modo inmutable, y la imagen que los niños vieron, no es una película anticipada del futuro, de la cual nada podría cambiarse. Toda la visión tiene lugar en realidad sólo para llamar la atención sobre la libertad y para dirigirla en una dirección positiva. El sentido de la visión no es el de mostrar una película sobre el futuro ya fijado de forma irremediable. Su sentido es exactamente el contrario, el de movilizar las fuerzas del cambio hacia el bien. Por eso están totalmente fuera de lugar las explicaciones fatalísticas del « secreto » que, por ejemplo, dicen que el atentador del 13 de mayo de 1981 habría sido en definitiva un instrumento del plan divino guiado por la Providencia y que, por tanto, no habría actuado libremente, así como otras ideas semejantes que circulan. La visión habla más bien de los peligros y del camino para salvarse de los mismos.

Las siguientes frases del texto muestran una vez más muy claramente el carácter simbólico de la visión: Dios permanece el inconmensurable y la luz que supera todas nuestras visiones. Las personas humanas aparecen como en un espejo. Debemos tener siempre presente esta limitación interna de la visión, cuyos confines están aquí indicados visivamente. El futuro se muestra sólo « como en un espejo de manera confusa » (cf. 1 Co 13,12). Tomemos ahora en consideración cada una de las imágenes que siguen en el texto del « secreto ». El lugar de la acción aparece descrito con tres símbolos: una montaña escarpada, una grande ciudad medio en ruinas y, finalmente, una gran cruz de troncos rústicos. Montaña y ciudad simbolizan el lugar de la historia humana: la historia como costosa subida hacia lo alto, la historia como lugar de la humana creatividad y de la convivencia, pero al mismo tiempo como lugar de las destrucciones, en las cuales el hombre destruye la obra de su propio trabajo. La ciudad puede ser el lugar de comunión y de progreso, pero también el lugar del peligro y de la amenaza más extrema. Sobre la montaña está la cruz, meta y punto de orientación de la historia. En la cruz la destrucción se transforma en salvación; se levanta como signo de la miseria de la historia y como promesa para la misma.

Aparecen después aquí personas humanas: el Obispo vestido de blanco (« hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre »), otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y, finalmente, hombres y mujeres de todas las clases y estratos sociales. El Papa parece que precede a los otros, temblando y sufriendo por todos los horrores que lo rodean. No sólo las casas de la ciudad están medio en ruinas, sino que su camino pasa en medio de los cuerpos de los muertos. El camino de la Iglesia se describe así como un viacrucis, como camino en un tiempo de violencia, de destrucciones y de persecuciones. Se puede ver representada en esta imagen la historia de todo un siglo. Del mismo modo que los lugares de la tierra están sintéticamente representados en las dos imágenes de la montaña y de la ciudad y están orientados hacia la cruz, también los tiempos son presentados de forma compacta. En la visión podemos reconocer el siglo pasado como siglo de los mártires, como siglo de los sufrimientos y de las persecuciones contra la Iglesia, como el siglo de las guerras mundiales y de muchas guerras locales que han llenado toda su segunda mitad y han hecho experimentar nuevas formas de crueldad. En el « espejo » de esta visión vemos pasar a los testigos de la fe de decenios. A este respecto, parece oportuno mencionar una frase de la carta que Sor Lucia escribió al Santo Padre el 12 de mayo de 1982: « la tercera parte del “secreto” se refiere a las palabras de Nuestra Señora: “Si no (Rusia) diseminará sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá que sufrir mucho, varias naciones serán destruidas” ».

En el viacrucis de este siglo, la figura del Papa tiene un papel especial. En su fatigoso subir a la montaña podemos encontrar indicados con seguridad juntos diversos Papas, que empezando por Pío X hasta el Papa actual han compartido los sufrimientos de este siglo y se han esforzado por avanzar entre ellas por el camino que lleva a la cruz. En la visión también el Papa es matado en el camino de los mártires. ¿No podía el Santo Padre, cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del « secreto », reconocer en él su propio destino? Había estado muy cerca de las puertas de la muerte y él mismo explicó el haberse salvado, con las siguientes palabras: « ...fue una mano materna a guiar la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se paró en el umbral de la muerte » (13 de mayo de 1994). Que una « mano materna » haya desviado la bala mortal muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones.

La conclusión del « secreto » recuerda imágenes que Lucía puede haber visto en libros de piedad y cuyo contenido deriva de antiguas intuiciones de fe. Es una visión consoladora, que quiere hacer maleable por el poder salvador de Dios una historia de sangre y lágrimas. Los ángeles recogen bajo los brazos de la cruz la sangre de los mártires y riegan con ella las almas que se acercan a Dios. La sangre de Cristo y la sangre de los mártires están aquí consideradas juntas: la sangre de los mártires fluye de los brazos de la cruz. Su martirio se lleva a cabo de manera solidaria con la pasión de Cristo y se convierte en una sola cosa con ella. Ellos completan en favor del Cuerpo de Cristo lo que aún falta a sus sufrimientos (cf. Col 1,24). Su vida se ha convertido en Eucaristía, inserta en el misterio del grano de trigo que muere y se hace fecundo. La sangre de los mártires es semilla de cristianos, ha dicho Tertuliano. Así como de la muerte de Cristo, de su costado abierto, ha nacido la Iglesia, así la muerte de los testigos es fecunda para la vida futura de la Iglesia. La visión de la tercera parte del « secreto », tan angustiosa en su comienzo, se concluye pues con un imagen de esperanza: ningún sufrimiento es vano y, precisamente, una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios por parte del hombre. En las manos amorosas de Dios no han sido acogidos únicamente los que sufren como Lázaro, que encontró el gran consuelo y representa misteriosamente a Cristo que quiso ser para nosotros el pobre Lázaro; hay algo más, del sufrimiento de los testigos deriva una fuerza de purificación y de renovación, porque es actualización del sufrimiento mismo de Cristo y transmite en el presente su eficacia salvífica.

Hemos llegado así a una última pregunta: ¿Qué significa en su conjunto (en sus tres partes) el « secreto » de Fátima? ¿Qué nos dice a nosotros? Ante todo, debemos afirmar con el Cardenal Sodano: « ...los acontecimientos a los que se refiere la tercera parte del « secreto » de Fátima, parecen pertenecer ya al pasado ». En la medida en que se refiere a acontecimientos concretos, ya pertenecen al pasado. Quien había esperado en impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo o sobre el curso futuro de la historia debe quedar desilusionado. Fátima no nos ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo que la fe cristiana por lo demás no quiere y no puede ser un mero alimento para nuestra curiosidad. Lo que queda de válido lo hemos visto de inmediato al inicio de nuestras reflexiones sobre el texto del « secreto »: la exhortación a la oración como camino para la « salvación de las almas » y, en el mismo sentido, la llamada a la penitencia y a la conversión.

Quisiera al final volver aún sobre otra palabra clave del « secreto », que con razón se ha hecho famosa: « mi Corazón Inmaculado triunfará ». ¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este « sí » Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: « padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). El mensaje de Fátima nos invita a confiar en esta promesa.



Joseph Card. Ratzinger

Prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe


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NOTAS

(1) Del diario de Juan XXIII, 17 agosto 1959: « Audiencias: P. Philippe, Comisario del S.O. que me trae la carta que contiene la tercera parte de los secretos de Fátima. Me reservo leerla con mi Confesor ».


(2) Se puede recordar el comentario que hizo el Santo Padre en la Audiencia General del 14 de octubre de 1981 sobre « evento del 13 de mayo »: « la gran prueba divina », en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, IV, 2, Città del Vaticano 1981, 409-412.

(3) Radiomensaje durante el Rito en la Basílica de Santa María la Mayor. Veneración, acción de gracias, consagración a la Virgen María Theotokos, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, IV, 1, Città del Vaticano 1981, 1246.

(4) En la Jornada Jubilar de las Familias, el Papa consagra a los hombres y las naciones a la Virgen, en Insegnamenti di Giovanni Paolo II, VII, 1, Città del Vaticano 1984, 775-777.

(5)



(6) En la « cuarta memoria », del 8 de diciembre de 1941, Sor Lucía escribe: « Comienzo, pues, mi nuevo trabajo y cumpliré las órdenes de V. E. Rvma. y los deseos del sr. Dr. Galamba. Exceptuando la parte del secreto que, por ahora, no me es permitido revelar, diré todo. Advertidamente no dejaré nada. Supongo que se me podrán quedar en el tintero sólo unos pocos detalles de mínima importancia ».



(7) En la citada « cuarta memoria », Sor Lucía añade: « En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc... ».



(8) En la traducción se ha respetado el texto original incluso en las imprecisiones de puntuación que, por otra parte, no impiden la comprensión de lo que la vidente ha querido decir.

martes, 24 de enero de 2012

Sacerdote colombiano es nuevo superior general de Eudistas


Sacerdote colombiano es nuevo superior general de Eudistas


El P. Camilo Bernal fue elegido como nuevo Superior General de la Congregación de Jesús y María (padres eudistas) para el periodo 2012-2017.

Según informa el diario El Tiempo, el sacerdote es el primera latinoamericano en dirigir esta congregación fundada por San Juan Eudes en 1643. El anuncio se hizo en la asamblea de los eudistas el pasado 2 de enero en la localidad de Fusagasuga, departamento de Cundinamarca, en Colombia.

El P. Bernal, que era director del Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), agradeció en un video que será enviado a su comunidad en todo el mundo, a "Dios por su amor y confianza, que a pesar de mi indignidad, me permitirá prestar este servicio. Esto constituye para mí un honor, una felicidad y un reto".

El nuevo superior general de los eudistas es ingeniero de sistemas y licenciado en matemáticas de la Universidad de Los Andes (Bogotá), con estudios de posgrado en inteligencia artificial en el Ecole National Politecnique de Grenoble (Francia) y de Teología en la Universidad Javeriana.

Desde Roma, donde está la casa general, dirigirá a la comunidad conformada por 500 sacerdotes distribuidos en Norteamérica, Francia, África y Sudamérica. Antes de dirigir el Sena, fue rector de la Universidad Minuto de Dios, en Bogotá.

El P. Bernal reemplaza en el cargo al sacerdote francés Jean Camus.


BOGOTÁ, 23 Ene. 12 / 12:25 pm (ACI/EWTN Noticias)

miércoles, 18 de enero de 2012

«un año de gracia»

PEREGRINACIÓN APOSTÓLICA A COLOMBIA

ENCUENTRO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON LA POBLACIÓN DE BARRANQUILLA

Lunes 7 de julio de 1986


Amadísimos hermanos y hermanas,
hijos e hijas de esta región de la Costa Atlántica colombiana:

1. Las palabras proféticas de Isaías, que Jesús pronuncia en la sinagoga de Nazaret, resuenan hoy en medio de vosotros con la fuerza del Evangelio y la actualidad de aquel «hoy» de Cristo con el cual podemos también afirmar que hoy y aquí, entre vosotros, se cumple esta Escritura (cf. Lc 4, 21).

En esta última etapa de mi peregrinación por los caminos de Colombia, como Mensajero de la paz de Cristo, tengo el gozo de encontrarme en esta plaza de la Paz, cuyo nombre aúna, hoy más que nunca, los anhelos de todos los colombianos. He querido ser en todas partes pregonero de la paz de Cristo, mensajero de ese Cristo que es «nuestra paz »(Ef 2, 14).

Sólo El es capaz de derribar los muros de la enemistad y hacer de nosotros hombres nuevos, reconciliados con el Padre por medio de la cruz. El ha venido a anunciarnos la paz: «Paz a vosotros que estabais lejos y paz a los que estaban cerca. Pues por él unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un solo Espíritu» (Ef 2, 14-18).

Saludo con el abrazo de la caridad fraterna al arzobispo de Barranquilla, al obispo auxiliar, a los obispos de Santa Marta, Valledupar y a los demás hermanos en el Episcopado, junto con sus sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de esta región atlántica. Antes de dejar esta amada tierra de Colombia quiero proclamar en voz alta que esa paz, tan querida y anhelada por todos, exige la reconciliación: «un renovado abrazo entre hombre y Dios, entre el hombre y su hermano, entre el hombre y todo lo creado» (Reconciliatio et Paenitentia, 4) Y para alcanzarla hay que acudir a Cristo pοr cuya mediación el Padre ha querido obrar la reconciliación, ya que el El «estaba Diοs reconciliando el mundo consigo»(2 Cor 5, 19).

El pasaje evangélico que ha sido proclamado contiene en síntesis ese mensaje de liberación mesiánica, que conlleva ante todo el misterio de la reconciliación, cuya realización suprema pasa a través de la cruz y la resurrección, cuando el Padre reconcilia por su Hijo amado « todas las cosas, pacificando mediante la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en los cielos » (Col 1, 20).

Por eso Jesús declara que «está sobre él» el Espíritu Santo y proclama «un año de gracia», un nuevo orden según la voluntad del Padre, que tiene su fundamento en el perdón de Dios a la humanidad, en el don del Espíritu de la Nueva Alianza que será capaz de llevar a cabo la libertad y la liberación que Cristo mismo anuncia a los cautivos y oprimidos.

«El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4, 18). En su bautismo Jesús había recibido el Espíritu y con la fuerza del Paráclito, se manifiesta como el Mesías prometido. El es « el ungido en el sentido de que posee la plenitud del Espíritu de Dios », aquel que posee « esta plenitud del Espíritu en sí y al mismo tiempo para los demás, para Israel y para todas las naciones ».(Dominum et vivificantem, 17)

No es extraño que ante estas palabras los ojos de todos los presentes en la sinagoga de Nazaret estuvieran «fijos en él» (Lc 4, 21). En esta solemne manifestación mesiánica está diseñado todo su programa: Es el anuncio y el cumplimiento del tiempo de gracia del Señor, de la salvación. Jesús ha venido «a proclamar un año de gracia del Señor».

De hecho con su venida, con sus palabras y sus gestos, Cristo introduce en el tiempo de los hombres el « hoy » de la gracia; mas, sόlο en la cruz y en la resurrección tendrán plena realización las pa-labras y promesas que hace en la sinagoga de Nazaret.

3. El mensaje de liberación y de reconciliación en Cristo se proyecta en el hοy de nuestra existencia, como una luz que nos permite hacer un profundo análisis de la realidad de nuestro mundo, en el que el pecado y sus secuelas de opresión e injusticia se hacen presentes. Es un mensaje portador de fuerza sobrenatural que va abriendo los caminos de la liberación anhelada por los hombres, especialmente por los pobres, cautivos, oprimidos, y ya realizada inicialmente en Cristo. Sólo la verdad libera. Sólo el amor reconcilia. Sólo en Cristo se realiza la paz auténtica y duradera.

Ahora bien, sí queremos llegar hasta la raíz de tantos males que cristalizan en estructuras de injusticia y de pecado, hemos de mirar al corazón del hombre: «Desgarrado en su interior, el hombre provoca, casi inevitablemente, una ruptura en sus relaciones con los otros hombres y con el mundo creado» (Reconciliatio et Paenitentia, 15). El pecado, que es ruptura de la comunión, desencadena los dinamismos del egoísmo, las divisiones, los conflictos.

Llámese orgullo o injusticia, prepotencia o explotación de los demás, codicia o búsqueda desenfrenada del poder o del placer, odio, rencor, venganza o violencia, la raíz es siempre la misma: el misterio de la impiedad que separa al hombre de Dios, que lo aleja de su voluntad y levanta permanentemente muros de división.

4. La constatación de la realidad del pecado como fuente primordial de división, por una parte, y el deseo de unidad que surge en todos los corazones de buena voluntad por otra, son manifestación clara de que hemos de recorrer con un renovado esfuerzo los caminos de la reconciliación, tanto en el plano individual como social.

El hombre, «cuando examina su conciencia, siente su inclinación al mal » (Gaudium et spes, 13) y descubre la raíz de su propia división interior. Pero dentro de sí mismo bajo la mirada de Dios « que escruta los corazones » (Sal 7, 10), resuena también la voz que llama a la unidad con Dios y con el hermano.

La unidad, la reconciliación, que pasan necesariamente por el perdón y la justicia, son como una nostalgia del corazón del hombre a todos los niveles de la convivencia humana. En medio de las tensiones familiares, los hogares viven la nostalgia de una comunión perdida y el anhelo de una reconciliación mutua, que es fuente de paz y de serenidad para todos los que componen la iglesia doméstica de cada familia.

Hay también una necesidad apremiante de superar, dentro del marco de la legalidad, las confrontaciones surgidas en esta época del desarrollo industrial, entre el mundo del capital y el del trabajo. Dichos conflictos están pidiendo soluciones que logren reforzar los vínculos de la colaboración y la compenetración recíproca, como he expuesto ampliamente en mí Encíclica Laborem Exercens. Sin un sincero espíritu de reconciliación entre las partes implicadas, no se podrá garantizar una justa paz laboral, tan necesaria para el desarrollo del país y el reconocimiento de los legítimos derechos de las clases menos favorecidas.

5. Pero la palabra reconciliación tiene hοy en Colombia una resonancia conmovedora porque está transida de anhelos y de lágrimas, de temores y de inseguridad para tantos hijos de esta noble patria. ¡Cuánto deseáis, amados colombianos, que callen las armas, que se estrechen fraternalmente las manos que las empuñan, que llegue para todos esa paz querida e invocada, buscada con esfuerzo, esperada con afán... después de tantos años de violencia que no han dejado más que lutos de muerte y heridas dolorosas, difíciles de cicatrizar!

¡Qué sabias y proféticas fueron las palabras de mi venerado predecesor el Papa Pablo VI en su visita a Colombia: «La violencia no es cristiana ni evangélica; la violencia engendra nueva violencia»! (Homilía en la misa de la Jornada del Desarrollo, 23 de agosto de 1968),

¿Cómo lograr de inmediato la paz de los campos y de las ciudades; la paz que permita al agricultor trabajar sin zozobras; al ciudadano recorrer sin sobresaltos las calles de su ciudad, de día y de noche; a todos disfrutar de una vida tranquila y serena?

Sólo mediante una sincera, profunda reconciliación de cada uno con Dios y de todos entre sí; pidiendo y otorgando el perdón, renovando un compromiso de amor solidario y justo entre todos los colombianos.

6. Con demasiada frecuencia descubrimos que existen en las personas y en la sociedad rupturas que hay que subsanar, divisiones que es necesario superar. En ellas se manifiestan las fuerzas del mal, el «misterio de la iniquidad»; pero su poder se ve sobrepujado y vencido por el «misterio de la piedad», que es Cristo mismo, «camino abierto por la misericordia divina a la vida reconciliada» (Reconciliatio et Paenitentia, 22). Dondequiera que los hombres levanten murallas de odio, de opresión, de violencia o de injusticia, allí estará Cristo con su gracia para derribar las murallas, vencer el odio y la violencia, restablecer la comunión y la paz con un amor más fuerte que el pecado, porque es capaz de superar el mal con la fuerza del Espíritu.

En vuestra catedral de Barranquilla se levanta majestuosa la escultura de Cristo Resucitado, que es como un canto a la reconciliación de la tierra con el cielo y de los hombres entre sí. A los pies de la imagen del Resucitado las razas india, blanca y negra, son la expresión plástica de la reconciliación entre los hombres porque en Cristo ya no hay divisiones ni separaciones: todos somos hijos de Dios, todos somos «uno» en Cristo Jesús (cf. Ga 3, 26-28).

En efecto, Cristo es la imagen viva de nuestra reconciliación. En la mañana de su resurrección El va a anunciar a sus discípulos la paz y los reúne para comunicarles su Espíritu, el don de la reconciliación con el Padre, el dinamismo de la reconciliación entre los hombres.

En esa imagen de vuestra catedral se manifiesta la infinita piedad de Dios para con nosotros en su Hijo crucificado, resucitado, fuente del Espíritu de amor. Este Espíritu penetra en las raíces más escondidas de la iniquidad y suscita en los corazones un movimiento de conversión que lleva a la reconciliación con el Padre y los hermanos, en el seno de la Iglesia, mediante el sacramento de la penitencia.

7. «El Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4, 18). La plenitud de los dones, fruto del sacrificio de Jesús se ha derramado en los corazones de los fieles para que a lοs que confiesan sus pecados les sea otorgado el perdón y la gracia. Del corazón de Cristo nace la reconciliación perenne que ofrece la Iglesia en la efusión del Espíritu Santo.

El Espíritu de Jesús abre al diálogo de la caridad los corazones endurecidos, hace que los enemigos se estrechen la mano, mueve a los que eran rivales a buscar el camino de la concordia. Los que se sienten perdonados, experimentan el deseo de perdonar y los que han gustado la paz de Dios se transforman en constructores de paz.

El mensaje de Jesús, su obra redentora, el don de su Espíritu están presentes en la Iglesia para realizar la reconciliación universal, para vencer el pecado y sus consecuencias, para construir un orden nuevo en la justicia y el amor.

Los cristianos de todos los tiempos, vosotros, amados hijos de Colombia, estáis llamados a vivir según estas exigencias evangélicas, las únicas capaces de transformar con las energías de la resurrección de Cristo las estructuras injustas que son fruto del pecado.

8. La primera exigencia de la reconciliación en Cristo, que es don misericordioso del Padre, es la conversión personal como actitud previa para la concordia entre las personas. Superar la ruptura radical del pecado para reconciliarse con Dios, consigo mismo y con los demás, presupone una transformación interior que exige esfuerzo y sacrificio, renuncia y cruz, según el espíritu de las bienaventuranzas. A esta conversión radical, a esa transformación de la mente y del corazón, que culmina en el sacramento de la reconciliación, os invito a todos, para que seáis mensajeros de paz, para que seáis hombres y mujeres reconciliados y reconciliadores.

No hay reconciliación verdadera donde no hay perdón, porque el perdón es el acto más profundo del amor de Dios hacia nosotros; y es, al mismo tiempo, el acto más noble que puede realizar el cristiano, un gesto por el que se asemeja al Padre que está en los cielos (Lc 6, 36). El perdón, como he expuesto en mi Encíclica Dives in Misericordia, es el momento original del amor cristiano, la expresión de esa misericordia sin la cual aun las exigencias más fuertes de la justicia humana corren el riesgo de ser injustas e inhumanas, como con frecuencia la historia, incluso reciente, nos ha hecho constatar.

Por eso, sabiendo que me dirijo a hombres y mujeres fieles de la Iglesia, os aliento a que construyáis comunidades, familias, parroquias que sean signos de paz y de unidad en la caridad. Y con el Apóstol San Pablo os repito: «Revestíos de entrañas de misericordia, de bondad, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros... y que la paz , de Cristo presida vuestros corazones» (Col 3, 12-15). A esa paz he venido a exhortaros; para que entre vosotros crezca y se afiance la solidaridad en el esfuerzo de construir una patria más justa y fraterna, un gran hogar donde puedan vivir en armonía todos los colombianos.

9. Queridos hijos e hijas de esta nación católica: ya próxima a concluirse mi visita pastoral a Colombia, vuelvo mi mirada agradecida al afecto sincero con que me habéis acogido, al entusiasmo de vuestra participación, a la profunda fe y religiosidad que he podido constatar en cada una de nuestras celebraciones comunitarias.

En vuestro país, como en otras naciones de América Latina, en medio de tanta riqueza de humanidad y de fe cristiana, quedan tantos problemas por resolver. La injusta distribución de las riquezas, la insuficiente tutela de los derechos de los más débiles, la desigualdad de oportunidades, el desempleo y otras graves cuestiones, piden un inmenso esfuerzo solidario de todos en la promoción de la justicia social.

Junto a estos problemas existen también esos males sociales que vuestros obispos han denunciado recientemente: la violencia terrorista y guerrillera, la tortura y los secuestros, el abuso del poder y la impunidad de los delitos; el uso de la droga y el abominable crimen del narcotráfico. Todo ello está pidiendo a este pueblo que saque a relucir sus mejores reservas de fe y de humanidad, para erradicar esas lacras sociales que no corresponden a vuestros más auténticos sentimientos humanos y cristianos.

He percibido, amados hijos de Colombia, vuestra profunda aspiración y vuestro ardiente anhelo de paz. Ha surgido como un clamor constante de todas las gargantas, de todos los corazones. Antes de dejar este amado suelo de Colombia, quiero asumir una vez más este clamor vuestro. Hago un llamamiento a todos los colombianos, en particular a quienes están en la guerrilla, para que se pongan en consonancia con ese clamor por la paz de todo el pueblo. Que todos, de manera especial los que han empuñado las armas, participen sinceramente en la búsqueda de la paz y se abran a las iniciativas que se han emprendido y a las que se emprenderán en el futuro para una reconciliación nacional, en el pleno respeto de la vida humana y conforme a las exigencias de la justicia.

Con palabra de esperanza y como compromiso de fe os animo a dirigir vuestra mirada a Cristo, Redentor del hombre, Salvador del mundo. El es nuestra reconciliación y nuestra paz.

Junto a El, en una nación consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, todos los colombianos podrán sentirse hermanos, unidos en el perdón mutuo, en la comunión solidaria de los bienes materiales, en el esfuerzo de todos para encontrar los caminos de la reconciliación y de la paz, que serán también los del progreso material y espiritual, personal y social.

En esta hora de vuestra historia os exhorto a permanecer fieles en vuestra fe y a manifestarla en vuestras obras.

Confío a Dios, infinitamente misericordioso, este llamamiento mío de Padre y Pastor, para que haga germinar la semilla que he ido esparciendo a lo largo y a lo ancho de vuestro país, en la tierra fértil de tantos corazones generosos.

Al mismo tiempo os invito a dirigiros conmigo a la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, a quien veneráis con especial cariño en vuestra iglesia catedral como Reina y Auxiliadora. Bajo su amparo maternal seguid trabajando para hacer de Colombia una patria grande, una tierra acogedora para todos sus hijos, una nación católica que sepa vivir en la solidaridad, la concordia y la paz.

¡Señor, asiste con tu gracia a Colombia! ¡Consérvala para siempre unida en la fe y en el amor! ¡Tú, que eres nuestra Paz, haz que reine en los corazones de todos los colombianos tu paz! Amén.

lunes, 16 de enero de 2012

II DE CRÓNICAS, CAPITULO 20

Capítulo 20

1 Después de un tiempo, los moabitas y los amonitas, junto con algunos amonitas, fueron a combatir contra Josafat.

2 Entonces informaron a Josafat, diciéndole: «Una gran multitud, procedente de Edom, avanza contra ti desde el otro lado del mar, y ya están en Jasasón Tamar, es decir, en Engadí.

3 Josafat, muy atemorizado, decidió consultar al Señor y proclamó un ayuno en todo Judá.

4 Judá se reunió para implorar al Señor, y acudió gente de todas las ciudades.

5 Entonces Josafat se puso de pie en medio de la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la Casa del Señor, delante del atrio nuevo,

6 y dijo: «Señor, Dios de nuestros padres, ¿acaso no eres tú el Dios del cielo y el que dominas a todos los reinos de las naciones? ¿No están en tu mano la fuerza y el poder, sin que nadie pueda resistirte?

7 ¿No has sido tú, Dios nuestro, el que expulsaste a los habitantes de esta tierra delante de tu pueblo Israel, y se la entregaste para siempre a los descendientes de tu amigo Abraham?

8 Ellos la han habitado y han edificado un Santuario para tu Nombre, diciendo:

9 «Si nos sobreviene alguna desgracia –la espada, el castigo, la peste o el hambre– nos presentaremos delante de esta Casa y delante de ti, porque tu Nombre reside en ella; te invocaremos den nuestra angustia, y tú oirás y nos salvarás».

10 Mira ahora a los amonitas, a los moabitas y a los de las montañas de Seír: tú no permitiste que Israel entrara en sus tierras cuando salía de Egipto, y por eso él se apartó de ellos y no los destruyó.

11 Ahora ellos nos pagan viniendo a expulsarnos de tu propiedad, la que tú nos has dado en posesión.

12 Dios nuestro, ¿no harás justicia contra ellos? Porque nosotros no tenemos fuerza contra esta gran multitud que viene a atacarnos, y no sabemos qué hacer. Pero nuestros ojos están puestos en ti».

13 Todo Judá permanecía de pie delante del Señor, con sus niños, sus mujeres y sus hijos.

14 Entonces el espíritu del Señor descendió sobre Iajaziel, hijo de Zacarías, hijo de Benaías, hijo de Ieiel, hijo de Matanías, uno de los levitas de los hijos de Asaf, que estaba en medio de la asamblea.

15 Y él dijo: «¡Presten atención, todo Judá, todos ustedes, habitantes de Jerusalén, y tú, rey Josafat! Así les habla el Señor: No teman ni se acobarden ante esa gran muchedumbre, porque esta guerra no es de ustedes sino de Dios.

16 Bajen a atacarlos mañana: ellos suben por la cuesta de Sis y ustedes los encontrarán al extremo del valle, frente al desierto de Ieruel.

17 No tendrán necesidad de combatir en esta ocasión: deténganse allí sin moverse y verán la salvación que el Señor les tienen preparada. ¡No teman ni se acobarden, Judá y Jerusalén! Salgan mañana a enfrentarse con ellos, porque el Señor estará con ustedes».

18 Josafat se postró con el rostro en tierra; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén se postraron ante el Señor para adorarlo.

19 Y los levitas del grupo de los descendientes de Quehat y de los descendientes de Coré se levantaron para alabar en alta voz al Señor, el Dios de Israel.

20 Al día siguiente, muy de madrugada, salieron hacia el desierto de Técoa. Mientras salían, Josafat se puso de pie y dijo: «¡Escuche, Judá y habitantes de Jerusalén! Tengan confianza en el Señor, nuestro Dios, y estarán seguros; confíen en sus profetas y triunfarán».

21 Después de consultar al pueblo, designó a unos cantores, para que avanzaran al frente de los guerreros, revestidos con los ornamentos sagrados y alabaran al Señor, diciendo: «¡Alaben al Señor, porque es eterno su amor!».

22 En el momento en que ellos comenzaron las aclamaciones y las alabanzas, el Señor sembró la discordia entre los amonitas, los moabitas y los de las montañas de Seír que había venido a invadir a Judá, y se batieron entre sí.

23 Los amonitas y los moabitas se levantaron contra los habitantes de las montañas de Seír, para consagrarlos al exterminio total y aniquilarlos, y cuando acabaron con los habitantes de Seír, se destruyeron mutuamente.

24 Cuando los hombres de Judá llegaron a la cima que domina el desierto y volvieron sus ojos hacia la multitud, no vieron más que cadáveres tendidos por tierra, porque ninguno había podido escapar.

25 Josafat y su pueblo fueron a saquear los despojos y encontraron mucho ganado, provisiones, ropa y objetos preciosos: fue tanto lo que recogieron que no se lo podían llevar. Emplearon tres días en saquear el botín, porque era muy abundante.

26 Al cuarto día se reunieron en el valle de la Bendición, donde bendijeron al Señor; por eso se dio a este lugar el nombre de valle de la Bendición hasta el día de hoy.

27 Después, todos los hombres de Judá y de Jerusalén, con Josafat a la cabeza, regresaron jubilosamente a Jerusalén, porque el Señor los había hecho triunfar sobre sus enemigos.

28 Entraron en Jerusalén, en la Casa del Señor, al son de arpas, cítaras y trompetas.

29 El terror de Dios se apoderó de los reyes de todos los países, cuando estos se enteraron de que el Señor había combatido contra los enemigos de Israel.

30 El reinado de Josafat gozó de tranquilidad, y su Dios le dio paz por todas partes.

31 Josafat reinó sobre Judá. Tenía treinta y cinco años cuando inició su reinado, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Azubá, hija de Siljí.

32 Siguió en todo el camino de su padre Asá y no se apartó de él, haciendo lo que es recto a los ojos del Señor.

33 Sin embargo, no desaparecieron los lugares altos y el pueblo aún no se había entregado de corazón al Dios de sus padres.

34 El resto de los hechos de Josafat, desde el comienzo hasta el fin, están escritos en las Memoras de Jehú, hijo de Jananí, que se encuentran incluidas en el Libro de los reyes de Israel.

35 Después de esto, Josafat, rey de Judá, se alió con Ocozías, rey de Israel, aunque este procedía mal.

36 Se asoció con él para construir barcos que fueran a Tarsis, y los fabricaron en Esión Guéber.

37 Entonces Eliezer, hijo de Dodaías, de Maresá, profetizó contra Josafat diciendo: «Por haberte aliado con Ocozías, el Señor abrió una brecha en tus obras». En efecto, los barcos naufragaron y no pudieron ir a Tarsis.

viernes, 13 de enero de 2012

"Ha sido un pastor infatigable al que cuesta llevarle el ritmo"


El nuevo mapa del poder al interior de la Iglesia Católica de Santiago
Casi moviendo piezas de un ajedrez, el arzobispo Ricardo Ezzati realizó diversos cambios internos: se consolida la influencia de monseñor Cristián Contreras; surge fuerte la figura de un "ejecutivo" Rodrigo Tupper. Nuevas entidades -como la fusionada Vicaría Educacional y Universitaria, y la del Clero- dan pistas también de quiénes son las apuestas emergentes del hombre que manda en la Iglesia capitalina.
por: Viviana Candia y Malú Urzúa viernes, 13 de enero de 2012


Un año intenso. Así definen el primero que la Iglesia Católica de Santiago vive bajo el mando de monseñor Ricardo Ezzati Andrello.

Además de los zarandeos producidos por las denuncias por abuso sexual en contra de sacerdotes y la apuesta por definir un camino centrado en la prevención (ver nota relacionada), internamente el arzobispo realizó una serie de cambios que apuntan a mejorar la gestión interna y la calidad de la formación de los sacerdotes.

Y en el nuevo tablero del ajedrez eclesial de Ezzati aparecen con mayor fuerza las figuras de monseñor Cristián Contreras y el padre Rodrigo Tupper, a quienes conocía desde su paso anterior en la arquidiócesis capitalina como obispo auxiliar (2001-2006).

A los 70 años (los cumplió el sábado) la impronta de este pastor es darle a todo "un sentido de urgencia" : "Hay que trabajar con eficacia, eficiencia y con el sentido que las cosas hay que hacerlas hoy día y no mañana", resume el vicario general y moderador de la curia, padre Rodrigo Tupper, una suerte de "gerente" (coordinador, prefiere él) del gobierno eclesial capitalino.

"Llegó a la arquidiócesis trayendo la película clara. Sabía lo que quería hacer, los cambios necesarios. Y si bien es ejecutivo, es muy pastoral al mismo tiempo", plantea el padre Marek Burzawa, encargado de las vicarías para la Familia y de la Zona Centro , y uno de los tres extranjeros de congregaciones religiosas que participa en el gobierno de Ezzati.

"Es un especialista en acompañamiento de personas y de itinerarios pastorales. Un gran pedagogo", acota monseñor Contreras.

Actúa libre frente a los poderes fácticos

Pero la tarea no es nada fácil en una megaarquidiócesis, como la de Santiago, que debe asistir a una población católica de más de tres millones 244 mil personas (el 54% del total de habitantes de la capital).

Sólo la Vicaría Zona Oeste (Pudahuel, Maipú, Quinta Normal, Cerrillos, Padre Hurtado) tiene 1,4 millón de habitantes, más de lo que suman los fieles de las diócesis de Osorno y Talca juntas.

Así y todo, en su primer año Ezzati visitó más de la mitad de las 209 parroquias bajo su tutela y recibió en audiencia personal a un centenar de los 500 curas de la zona.

"Ha sido un pastor infatigable al que cuesta llevarle el ritmo", acota Burzawa.

Quienes trabajan en las oficinas del Arzobispado afirman que Ezzati es un hombre "muy bien informado", trabajador y que se caracteriza por actuar "libre de los poderes fácticos" y de prejuicios sociales chilensis . "Es una bendición que haya nacido en Italia", comentan.

En lo pastoral el "estado de misión" que asumió la Iglesia con su predecesor, Francisco Javier Errázuriz, se acentúa con la llegada de Ezzati, tanto en la renovación parroquial como la misión joven, ejes con los que se preparan para celebrar el encuentro mundial de Río de Janeiro en 2014 e iniciar el "Año de la Fe" al que convocó el Papa Benedicto XVI y que comenzará el 11 de octubre de 2012, en el 50 {+o} aniversario del inicio del Concilio Vaticano II.

La salida de Hans Kast y la formación de equipos

Al llegar a la sede de la Iglesia capitalina, monseñor Ezzati se encontró con que el canciller del arzobispado, Hans Kast, preparaba sus maletas para dejar el cargo asumido en 2001.

Según monseñor Contreras, Kast le pidió a Errázuriz dejar la cancillería, cansado de esas tareas y con deseos de dedicar más tiempo a la actividad parroquial.

Y "a la lectura orante de la Palabra de Dios" según ha reconocido Kast a sus cercanos.

Lo que se sumó al desgate por el caso Karadima, p ues colaboró en tramitar las denuncias contra el sacerdote... con el cual había compartido en la parroquia de El Bosque.

Sin bien Ezzati en el primer decreto que firmó como Arzobispo de Santiago al asumir (15 de enero de 2011) confirmó a todo el equipo de su antecesor, a los cinco meses realizó cambios.

En junio Kast es reemplazado por el presbítero Oscar Muñoz en la Cancillería . Monseñor Héctor Gallardo (quien era vicario de la zona oeste) quedó como vicario general de la Pastoral en lugar de Cristián Precht y se levantó como referente en su área.

Más clave es la llegada de Rodrigo Tupper (quien era vicario de la Solidaridad y de los Trabajadores) como Vicario General de la Arquidiócesis y Moderador de la Curia (en reemplazo de Fernando Chomali, nombrado Arzobispo de Concepción).

Se trata de una figura potente en las estrategias de la Iglesia, pues en su cargo debe monitorear y coordinar el trabajo de las áreas internas: Cancillería, Administración de bienes, 1% y el Departamento jurídico.

Y conformó una collera de trabajo con monseñor Contreras, único obispo auxiliar (de los dos que existen) que opera en la práctica.

"Hay que estar con el radar mirando qué cosas de la estructura han quedado anquilosadas, que no se renovaron", explica Tupper al hablar de sus desafíos.

Se están aplicando conceptos de control de gestión como en cualquier empresa: eldepartamento de Recursos Humanos fue reemplazado por uno de Desarrollo y Gestión de Personas, lo que implica no sólo un cambio de nombre, sino una mirada diferente hacia el personal, y se "fomenta una cultura organizacional de trabajar con metas claras. Había áreas que trabajaban sin presupuestos. Ahora no sólo los tendremos, sino que además les seguiremos la pista para que se cumplan", agrega el moderador.

El disminuido papel de Andrés Arteaga

Aunque tiene su despacho a sólo una puerta de monseñor Cristián Contreras, el obispo auxiliar Andrés Arteaga -quien fuera brazo derecho de Fernando Karadima- ha ido poco a poco bajando su participación en las actividades internas. ¿La razón que se da? El mal de parkinson que lo afecta.

A nivel pastoral sigue encargado de los movimientos laicos (catecúmenos, carismáticos, schoenstattianos), pero está muy lejos de mantener la actividad que tenía cuando era miembro de la Pía Unión (a la que debió renunciar) y era vice gran canciller de la Universidad Católica, donde fue reemplazado por Cristián Roncagliolo, un chileno que en Roma fue vicerrector del Colegio Internacional San Ambrosio y San Carlos y que hasta el momento de su nombramiento era capellán mayor de la casa de estudios.

Se instala la Vicaría para el Clero

El 15 de julio de 2011 el arzobispo realizó otras modificaciones. Fusionó la Pastoral Universitaria con la de Educación (que dejó en manos de Tomás Scherz, nombre que podría ser clave en el futuro) y llenó con diocesanos los cargos vacantes con los movimientos previos.

Y el 23 de septiembre concluye sus cambios con la creación de la Vicaría para el Clero, estructura de acompañamiento, asistencia, cuidado pastoral y formación permanente para los sacerdotes. A la cabeza, puso a monseñor Fernando Ramos, quien además es rector del Seminario Pontificio Mayor de Santiago, y que se presenta como figura emergente en el mapa de la influencia interna.

Esta instancia era muy esperada por el clero. En la reunión del Jueves Santo de 2010 entre el arzobispo Errázuriz y los curas, surgió la inquietud y se habló de instalar una pastoral para el clero. "Después del terremoto y durante varios meses estábamos todos en otra... como que necesitábamos ayuda para asumir el duelo que implicó y nació la idea de contar con apoyos", recuerda uno de los asistentes, quien agradece que el proyecto se concretara.

"En la estructura es altamente valorada la creación de una Vicaría del Clero", concuerda monseñor Contreras.

Bajo este alero, de hecho, ya se planifican algunos de las novedades que trae el estilo Ezzati para 2012: La nueva Vicaría del Clero espera estrenar en abril una escuela para párrocos. Una instancia por la que deberá pasar todo aquel sacerdote encargado de una feligresía y que consiste en tres semanas de formación sobre liderazgo, gestión y, por cierto, los énfasis pastorales.