martes, 28 de febrero de 2012

Mujeres y cristianos perseguidos en intenciones del Papa para marzo.



Radio Vaticana dio a conocer hoy las intenciones del Papa Benedicto XVI para el mes de marzo: la contribución de las mujeres en la sociedad y los cristianos perseguidos, especialmente en Asia.

La intención general del Apostolado de la Oración del Papa es: "Para que en todo el mundo sea reconocida adecuadamente la contribución de la mujer al desarrollo de la sociedad".

La intención misionera es: "Para que el Espíritu Santo conceda perseverancia a cuantos son discriminados, perseguidos y asesinados por el nombre de Cristo, particularmente en Asia".



Vaticano, Feb 27, 2012 / 11:10AM (EWTN Noticias/ACI Prensa)

lunes, 27 de febrero de 2012

Irán ya habría ordenado muerte de pastor que no renunció a su fe cristiana.



Las autoridades de Irán ya habrían ordenado la ejecución de un pastor protestante que fue encarcelado por no haber rechazado su fe cristiana.

El director ejecutivo del American Center for Law and Justice (ACLJ), Jordan Sekulow, señaló a EWTN Noticias que "las noticias que llegan de Irán no son alentadoras", en referencia al caso de Yousef Nadarkhani, encarcelado desde 2009 por el delito de apostasía a la fe musulmana.

Nadarkhani fue arrestado por haberse quejado ante las autoridades porque la escuela en donde estudiaba su hijo lo obligaba a leer el Corán, en contra de su fe cristiana.

Las autoridades desoyeron sus reclamos y en cambio lo acusaron de apostasía, por lo que fue finalmente enviado a la cárcel.

Una corte de apelaciones local estuvo de acuerdo en que Nadarkhani nunca fue musulmán durante su vida adulta. Sin embargo, falló que por el hecho de haber dejado la fe de sus ancestros, debía convertirse al Islam o morir.

Sobre este caso, el 23 de febrero la oficina de prensa de la Casa Blanca en Estados Unidos dio a conocer un comunicado en el que rechaza la orden de ejecución y afirma que "esta acción es otro rompimiento de las obligaciones internacionales de Irán, su propia Constitución y sus valores religiosos".

También expresa su solidaridad con Nadarkhani, condenando "en los términos más enérgicos posibles" la sentencia de muerte contra él.

Sekulow agradeció a la Casa Blanca así como los esfuerzos del Departamento de Estado, y dijo a EWTN Noticias que "es absolutamente crítico que sigamos con la presión internacional sobre Irán" en este caso.

El American Center for Law and Justice, que ha seguido por varios meses el caso del pastor, solicita oraciones por la vida de este padre de familia y que haga más conocido el caso, especialmente a través de las redes sociales como Twitter y Facebook.

viernes, 24 de febrero de 2012

Don de sanación o curación I

Don de sanación o curación

"… pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán". (Mc 16,18). “Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Lc 7,22). “Pondrán las manos sobre los enfermos, y estos sanarán...". Es una categórica promesa de Jesús, que yo jamás había tomado en serio; muchos años fui párroco, miles de enfermos visité, pero jamás se me pasó por la mente el que pudiera curarlos con la imposición de mis manos. Mil veces leí esas palabras, pero ni remotamente imaginé que esa pudiera ser una realidad para mí. Cuando entré en la Renovación Carismática me dijeron que en los grupos carismáticos y círculos de oración, se realizaban tales oraciones continuamente; pero no estaba muy convencido de ello. Sin embargo, comencé a ver con mis propios ojos y no pude negar la evidencia. Animado por lo que veía hacer a otros, impuse las manos a una señora joven, L. G. enferma de leucemia; según los médicos tenía tan solo dos meses de vida. Me dijo, que mientras oraba por ella, sintió como un fuego en toda su persona, y como si un electroshock la sacudiera de pies a cabeza. Esa misma noche se sintió mejor; pocos días después, los médicos la declararon sana. Hoy sana y floreciente goza de la vida con su familia. Hoy, tras años de distancia, he vivido muchos casos semejantes, que me prueban que Jesús mantiene sus promesas. Vale la pena, pues, que nos adentremos en el estudio de este don de la sanación o curación, para descubrir el misterio que haga sonreír y llenar de esperanzas a tantos enfermos para gloria de Dios.


Tratándose de un tema tan delicado y rodeado de misterio, conviene afirmar desde el comienzo que nuestros argumentos no son axiomáticos ni absolutos a medida que exponemos el tema. Afirmaremos nuestros conceptos en la Sagrada Escritura. Por lo tanto, tan sólo la Palabra de Dios irradiará luz sobre estos temas arduos y un tanto misteriosos. Hay mucho en aquel Libro que nos puede ayudar a realizar consoladores descubrimientos que nos harán saltar de gozo. Examinemos las enfermedades y veamos sus orígenes.


Las enfermedades no vienen de Dios Todos, buenos y malos, claman a Dios, cuando les duele algo. Los malos blasfeman e increpan a Dios, echándole la culpa de todo. Los buenos no maldicen, sino que aceptan resignados las enfermedades, como pruebas o dones de Dios. Vayan algunas de las frases o plegarias que afloran en los labios de estos últimos:


- El Señor me mandó esta enfermedad, hágase su voluntad.

- El Señor me quiso castigar con esta enfermedad.

- El Señor quiere que pague mis pecados con esta enfermedad.

- Acepto esta enfermedad para Gloria de Dios.

- El Señor manda enfermedades a los buenos.

- Las enfermedades son una señal de predilección de parte de Dios.

- Las enfermedades son bendiciones del Señor; etc.


En resumen: Dios es la causa de toda enfermedad. Esto es un concepto erróneo, cuando no blasfemo. Son ideas entresacadas del estoicismo, del platonismo, del maniqueísmo, y que siguieron en el misticismo de la Edad Media; pero no tienen fundamento bíblico. Las enfermedades son un mal y ningún mal puede venir de Dios. Veamos una familia cualquiera con un joven enfermo. Todos: padre, madre, hermanos, hermanas, andan llorosos y apenados... ¿sólo Dios estará contento? Entremos en un hospital; médicos y enfermeros se agotan para aliviar los dolores de los pacientes y ¿sólo Dios se alegrará de tales sufrimientos? Siendo nuestro cuerpo una obra de arte salida de sus manos, en el último día de la creación, ¿cómo podrá alegrarse el Señor al verlo destruirse? Dios es un Padre que ama a sus hijos con amor infinito; ¿cómo puede un Padre tan bueno ser feliz mandando los hijos al hospital, o verlos consumirse en un lecho de dolor? No hay un texto en la Biblia que pruebe que las enfermedades provengan de Dios.


Todo lo contrario. En el Antiguo Testamento no se halla muy evolucionado el concepto de "Padre" respecto a Dios; pero sí predomina la idea del Dios de la Ley que premia y castiga. La observancia de la ley es premiada con promesas de vida sana y larga; al mismo tiempo que las enfermedades son consideradas como efectos y castigos. He aquí algunos ejemplos: "Si ponen ustedes toda su atención en lo que yo, el Señor su Dios, les digo, y si hacen lo que a mí me agrada, obedeciendo mis mandamientos y cumpliendo mis leyes, no les enviaré ninguna de las plagas que envié sobre los egipcios, pues yo soy el Señor, el que los sana a ustedes". (Éxodo 15,26). “Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. „ Yo alejaré de ti la enfermedad…" (Éxodo 23,25). De uno de los exploradores de la Tierra Prometida, Josué, dice la Biblia que a los 85 años se sentía fuerte y sano como a los 40, por haber cumplido bien la misión que le había sido confiada por Moisés, dando buenos informes al pueblo. (Josué 14, 10-11). De Moisés leemos que cuando murió, tenía 120 años, no se le había disminuido la vista, ni el vigor había decaído (Deut 34,7). Los Salmos abundan en promesas de vida longeva y feliz: “Él es quien perdona todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades, 4quien libra mi vida del sepulcro, quien me colma de amor y ternura, 5quien me satisface con todo lo mejor y me rejuvenece como un águila" (Salmo 103(102), 3-5). Nada indica que las enfermedades sean bendiciones de Dios; todo lo contrario, a los siervos fieles se les promete vida larga y gozosa. Hay quien afirma que Dios nunca se complació en el sacrificio de animales. Según un atento examen de algunos textos del Antiguo Testamento parecería que las matanzas de toros, ovejas y corderos no hubieran sido del agrado de Dios. Sería Moisés quien introdujo tales sacrificios, con la mentalidad pagana de los egipcios, en los ritos religiosos hebreos. Ver: Salmos 40,7; 50, 8-23; 1Sam. 15,22; Isaías 1,11; 66-3; Jeremías 6,20; 7,21; Oseas 6,6; 8,13; Mateo 9,13; 12,7; Hebreos 10, 5-6.


"El es Dios de la vida, y todo cuanto vive da gloria a Dios", y no lo que muere. El prefiere las alabanzas al sacrificio de animales degollados. En Isaías, se advierte el amor de Dios, como Padre: “Pero ¿acaso una madre olvida o deja de amar a su propio hijo? Pues aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré” (Is 49, 15). Jesús será más claro aún: “¿Acaso alguno de ustedes sería capaz de darle a su hijo una piedra cuando le pide pan? 10¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado? 11Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a quienes se las pidan!" (Mt 7, 9-11). Entre estas cosas buenas está la salud física. El Padre da tan sólo cosas buenas a los hijos, y las enfermedades no son cosas buenas. Aún aquellos que llaman bendiciones a las enfermedades corren a médicos y farmacias, en busca de curaciones y medicinas. Obrando de esta manera ¿no lo hacen contra la voluntad del Señor, y no se quitan de encima una bendición de Dios? Es imposible concebir un padre que ama a sus hijos y no quiere hacerlos felices. Todo padre es feliz cuando sus hijos lo son. El Señor ansia darnos plena felicidad, completa y perfecta, mil veces superior a la que podamos soñar.


Las enfermedades vienen del pecado y de Satanás Siendo como son un mal no pueden tener otra procedencia que la debilidad y limitación humanas y sobre todo nacidas del inventor de lo malo; Satanás. Los males son los efectos del pecado original. El hombre, por don gratuito de Dios, no debió conocer la enfermedad, el dolor, la muerte. Todo el mal fue consecuencia de la primera culpa, el hombre perdió la impasibilidad y quedó sujeto a todo lo que fuera malo para su salud, y al influjo de Satanás. Jesús llamó al demonio “príncipe de este mundo” (Jn 12, 31; 14, 30), pues, luego del pecado original, efectivamente Satanás obtuvo cierto dominio sobre lo creado y lo usó para nuestro mal. Así pues, aún cuando digamos que las enfermedades acaecen por causas naturales, siempre su primer principio es el pecado y cierto influjo de Satanás. Algunas enfermedades se originan en los pecados personales. No queremos decir que a cada pecado personal corresponde una enfermedad, o que la gravedad de la enfermedad sea según la gravedad del pecado. Pero, está fuera de duda que muchas enfermedades son producto del pecado. Por ejemplo, ¿Quién no conoce el efecto de las enfermedades venéreas, de la drogadicción, del cigarrillo y de los excesos en el comer y beber? Pero aún aquí, la causa remota es el demonio, en cuanto que estas aberraciones no son sino frutos venenosos y mortíferos del primer pecado. Jesús mismo en ciertas ocasiones relacionó pecado y enfermedad, dando a entender que esta última surgió en el enfermo del pecado propio. Jesús, antes que nada, le dijo al paralítico, que le pusieron delante de él, descolgándolo del techo: "Amigo, tus pecados quedan perdonados" (Lc 5,20). A otro paralítico que encontró cerca de la piscina de Betsaida, le hizo esta recomendación, luego de curarlo: "Mira, ahora que ya estás sano, no vuelvas a pecar, para que no te pase algo peor" (Jn 5,14).


San Pablo hace notar a los corintios que su comportamiento en las reuniones eucarísticas eran la causa de enfermedades y muertes en la comunidad: "Porque si come y bebe sin fijarse en que se trata del cuerpo del Señor, para su propio castigo come y bebe. 30Por eso, muchos de ustedes están enfermos y débiles, y también algunos han muerto" (1Cor 11, 29 - 30). Otras enfermedades son consecuencia del pecado ajeno. ¿Quién puede dudar de las enfermedades hereditarias? ¿Quién no está convencido de que ciertos vicios y desórdenes morales de los padres dañan a hijos y nietos? Pero, siguiendo más allá de las leyes de la herencia, que son inexorables, tengamos presente que todos formamos un cuerpo social y, por lo tanto, ya sea el bien o el mal influyen en todo el cuerpo, aunque estén radicados en un solo miembro. En fin, también hay enfermedades que provienen directamente de Satanás, es decir, cuando el demonio habita en una persona y eso provoca una determinada enfermedad. Tenemos en el Evangelio ejemplos de sordos y mudos que son curados luego de ser expulsado Satanás del cuerpo de esas personas. “Mientras los ciegos salían, algunas personas trajeron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. 33En cuanto Jesús expulsó al demonio, el mudo comenzó a hablar" (Mt 9., 32-33). "Jesús estaba expulsando un demonio que había dejado mudo a un hombre; y cuando el demonio salió, el mudo comenzó a hablar" (Lc. 11,14). Concluyamos, por lo tanto, que todos los males, aún los físicos, tienen directa o indirectamente un sólo origen: Satanás, quien por el primer pecado sujetó al hombre a su dominio. No es Dios, sino Satanás, quien se complace con el dolor humano, bajo todas sus formas.


Dios nos libera de las enfermedades La promesa de un Salvador hecha luego de la primera caída es una promesa de liberación del pecado y sus consecuencias. A todas las tribulaciones que origina la primera culpa, Dios responde con la Encarnación. San Juan dice que "… para esto ha venido el Hijo de Dios: para deshacer lo hecho por el diablo" (1Jn 3, 8). Desde el momento en que esas obras de Satanás se muestran en el hombre, sea por la enfermedad física o por el pecado, es necesario concluir que el Padre mandó al Hijo a liberar a todo el hombre, y no sólo parte de él. El Demonio tendrá una derrota completa, así como tuvo una victoria completa. Cristo vino a curarnos de toda enfermedad. El vino para hacer una nueva creación, dónde no habría sitio alguno para ninguna acción satánica. Vino a liberarnos de todas nuestras enfermedades, tomando sobre sí, todas nuestras debilidades y pecados, cargando con ellos. Ya lo había profetizado Isaías: “Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. 5Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud" (Is 53,4). San Mateo ve el cumplimiento de esta profecía: "Al anochecer llevaron a Jesús muchas personas endemoniadas; y con una orden expulsó a los espíritus malos, y también sanó a todos los enfermos. 17Esto sucedió para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías, cuando dijo: „Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades‟ " (Mt 8, 16-17). Concluye pues, que así como fuimos liberados del pecado porque “… el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros" (Is 53,6), así también nos libertó de los males físicos, por el hecho de que El cargó con nuestras enfermedades. Si en nosotros no hay pecado, porque Jesús lo hizo suyo -más aún, El se "hizo pecado" por nosotros-, no hay porque tener en nosotros enfermedades, pues El las cargó sobre sus hombros. Jesús es el Restaurador del nuevo orden, del hombre nuevo. En el primer Adán encontramos la muerte del cuerpo y del alma; con el nuevo Adán, se nos debía restituir toda la vida, la abundancia de la vida, la misma vida, sin pecados ni males, que nos eran propios antes de la caída. Cuando el Verbo se hizo carne liberó nuestro cuerpo del dominio de Satanás, restituyéndonos vida e inmortalidad. Sería disminuir la victoria de Cristo sobre Satanás si la limitáramos a lo espiritual del hombre. Cristo vino para hacer un mundo nuevo. Una nueva humanidad salió del sepulcro el Domingo de Pascua: "Y oí una fuerte voz que venía del trono, y que decía: “Aquí está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. 4Secará todas las lágrimas de ellos, y ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor; porque todo lo que antes existía ha dejado de existir”. 5El que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas” " (Apoc 21, 3-5). Nosotros ya estamos viviendo esas cosas nuevas. No son cosas que sucederán, sino que suceden ya. San Pablo dice que la nueva creación se hizo realidad en nosotros cuando fuimos incorporados a Cristo: “Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo” (2Cor 5, 17).



Cuando el Espíritu devolvió la vida a Cristo en el sepulcro, la devolvió a todo el Cuerpo Místico. “Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús vive en ustedes, el mismo que resucitó a Cristo dará nueva vida a sus cuerpos mortales por medio del Espíritu de Dios que vive en ustedes” (Rom 8,11). En el texto griego la palabra "thneto" se refiere a lo que llamamos „mortal‟ y literalmente significa: "sujetos a la muerte". Por lo tanto no se trata de cuerpos muertos que un día resucitarán, sino de cuerpos que, si bien ahora están sujetos a la muerte, reciben nueva vida, son revitalizados a cada momento por el Espíritu Santo. Si formamos un solo cuerpo con Cristo, una sola es la vida que circula por ese Cuerpo. "Si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría” (1Cor 12,26). Ya que Cristo fue glorificado, todos sus miembros son glorificados con Él. Los hebreos ignoraban la distinción que hacemos nosotros entre alma y cuerpo. El Libertador que esperamos es libertador completo, no dividido ni particularizante. Así en realidad se mostró Jesús desde los primeros días de su apostolado.



Tomado del Libro "El despertar de los carismas".

"un gesto de misericordia y compasión entre todos los cubanos".



Ante visita del Papa Obispos de Cuba alientan reconciliación y gratitud a Dios


Ante la visita que realizará el Papa Benedicto XVI a Cuba del 26 al 29 de marzo, los obispos de ese país alientan a vivir la gratitud a Dios, la misericordia y reconciliación, que se conviertan en actitudes cotidianas y formen parte de la vida diaria.

En diálogo con EWTN Noticias el 21 de febrero, el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba (COCC), Mons. Dionisio García Ibáñez, indicó que este es un año pastoralmente muy intenso para la Iglesia en Cuba, que propone al país "un gesto de misericordia y compasión entre todos los cubanos".

El también Arzobispo de Santiago de Cuba señaló además que "nuestra propuesta pastoral tiene como centro dar a conocer sobre el Vicario de Cristo en la Iglesia, explicar quién es Benedicto XVI, qué significa para la Iglesia, cuál es su misión y mensaje para el mundo".

El Prelado contó a EWTN Noticias algunos detalles sobre los días que el Santo Padre permanecerá en la isla, como el recibimiento que tendrá el 26 de marzo en el aeropuerto Antonio Maceo de Santiago de Cuba, donde cuatro niños lo recibirán y le entregarán ramos de flores como símbolo de la alegría del pueblo cubano ante su llegada.

"El presidente de la República y yo lo recibiremos en el aeropuerto con otros Arzobispos cubanos, cuatro niños le entregarán ramos de flores y luego recorrerá las calles de Santiago de Cuba con el papamóvil hasta llegar al arzobispado de Santiago", manifestó.

Asimismo, señaló que la Eucaristía que presidirá el Santo Padre por los 400 años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre en la Plaza Antonio Maceo, contará con un coro de 150 voces que "se viene preparando para esta fecha especial".

Además, confirmó la creación de un himno compuesto especialmente para la visita del Papa y que se cantará antes del inicio de la Misa en la Plaza Antonio Maceo, cuya letra habla del Santo Padre como peregrino de la caridad.

Mons. García explicó también que la imagen de la Virgen de la Caridad será traída desde El Cobre para la Misa en Santiago de Cuba debido a que el Santuario no cuenta con un espacio suficiente para la cantidad de los miles de fieles que querrán presenciarla.

Finalmente, el Arzobispo expresó su alegría por la presencia del Papa a su país y resaltó que "la Iglesia en Cuba se está preparando para recibir al Papa Benedicto XVI con mucho entusiasmo", además pidió a todos los fieles que "oren mucho para que el Papa toque los corazones de todo el pueblo cubano y nuestra fe se acreciente".

Lima, Feb 24, 2012 / 1:04AM (EWTN Noticias/ACI Prensa)

jueves, 23 de febrero de 2012

Acusaciones, basadas en un correo electrónico anónimo, no tenían sustento real.


SANTIAGO, 22 Feb. 12 / 11:38 pm (ACI/EWTN Noticias).-

El Obispo de Chillán (Chile), Mons. Carlos Pellegrin Barrera, expresó sentirse en paz, luego de que el fiscal a cargo de la investigación en su contra por presuntos actos impropios, admitiera que las acusaciones, basadas en un correo electrónico anónimo, no tenían sustento real.

El Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago de Chile decidió archivar la acusación contra Mons. Pellegrin Barrera el lunes 21 de marzo, luego de conocer los alcances de la investigación del fiscal Carlos Gajardo.

El correo anónimo del que partió el proceso contra el Obispo, en mayo de 2011, se hace alusión a inconductas durante el trabajo del prelado como rector del Colegio Verbo Divino en Santiago.

Mons. Pellegrin Barrera, en declaraciones recogidas por una radio local, se mostró contento con el fallo, porque "ha sido un tiempo bastante difícil. Hay que asumir que estas cosas llegan y duelen, sobre todo cuando uno es golpeado de esa manera, a través de una acusación falsa y anónima".

"Es ingrato leer sobre situaciones que nunca han existido, en las cuales injustamente me vinculaban, y que tanto dolor han provocado en personas inocentes".

El Prelado manifestó que siempre tuvo confianza en que el juzgado resolvería a su favor, porque "las personas que son aludidas en el correo, como supuestas víctimas mías, declararon muy pronto ante el fiscal, corroborando la falsedad de las acusaciones".

"Tuve la posibilidad de declarar respecto a la falsedad de los hechos, de ir personal y voluntariamente presentarme al fiscal, sin ser citado por él, presentarle mis puntos de vista y responder a todas sus inquietudes".

Mons. Pellegrin Barrera también expresó su agradecimiento pos la compañía y la solidaridad de sus hermanos obispos, así como de los sacerdotes, religiosas y comunidades cristianas de su diócesis.

"No albergo en mi corazón resentimientos hacia los autores de este mensaje, a los cuales perdono, aún cuando no me sea posible conocerles. Sólo pido al Señor que estas personas puedan recobrar la paz en sus corazones", concluyó.

martes, 14 de febrero de 2012

DON DE LENGUAS II

¿Cuándo se recibe el don de lenguas?

No se puede establecer una regla fija. Algunos lo reciben en el momento del Bautismo en el Espíritu Santo. Mientras un grupo ora por ellos sienten una incontenible felicidad interior que se manifiesta al exterior, con frases extrañas y novedosas. A veces es una oración completa y perfecta, que se recita con velocidad y seguridad. Otras veces se oyen frases brevísimas, o simplemente una palabra tan solo. Enseguida, la persona es constante en seguir pronunciando estos monosílabos vienen luego las frases y más tarde la oración completa. Hay quienes reciben este don luego de días o semanas, en las más diversas circunstancias; por ejemplo, en la oración durante las palabras ordinarias, paseando o durmiendo.

¿Es un don para todos y cada uno?

No necesariamente. Nosotros los católicos, a diferencia de los Pentecostales clásicos, decimos que se puede recibir el Bautismo en el Espíritu Santo, aún sin el don de lenguas. Pero, en términos generales, lo reciben todos los bautizados en el Espíritu Santo, si no ponen obstáculos y cooperan con el Donante.

¿Cómo recibir el don de lenguas?

Hemos dicho que se requiere cierta colaboración con el Espíritu Santo. Es que la oración en lenguas es una misteriosa combinación de elementos divinos y humanos, de divina iniciativa. Es como decir: sin el Espíritu Santo nada puedes hacer, y el Espíritu sin ti, tampoco. El Espíritu Santo provee de los elementos esenciales, o sea la materia y la forma con lo accesorio, es decir la voluntad, la lengua, la voz y la valentía para hablar, etc. Nuestra colaboración es indispensable. Para algunas personas esta colaboración resulta fácil, para otras requiere esfuerzo y paciencia. Unos y otros, al cabo de un tiempo logran su anhelo.

A continuación van unas sugerencias prácticas basadas en la experiencia:

1) Si se comienza alabando al Señor en voz alta, con palabras espontáneas, sin preocuparnos de la forma. Se aconseja repetir muchas veces y con rapidez la invocación: “¡Abbá! ¡Padre!” (Rom 8, 15).

2) Pasados unos minutos cesa la oración en la lengua materna y se hace un esfuerzo para pronunciar palabras sin significado. Es en este momento en que el Espíritu Santo podría intervenir con el don de lenguas. Comenzarán a salir de la boca extrañas sílabas, jamás oídas, por el impulso de una fuerza interior y que mueve la lengua a una velocidad desacostumbrada. Pero no siempre sucede así. Hace unos días mientras orábamos por una niña, comenzó ella a hablar correctamente en lenguas aunque silabeando como los niños de primer grado. Llegados a este punto debemos dejar de lado el idioma patrio, y seguir repitiendo esas sílabas incomprensibles y extrañas.

Algunos reciben enseguida el don de una oración perfecta y completa. Y de esa manera se debe continuar, siempre que lo deseen. Hay quienes reciben tan sólo dos o tres palabras. No hay que preocuparse; se deben pronunciar esos monosílabos, las palabras vendrán luego. Quien dice unas pocas palabras luego dirá miles.

No hay que extrañarse si al principio cuesta esfuerzo y hasta cansancio, el pronunciar esas sílabas o monosílabos. El Señor se complace al sentirse glorificado de ese modo como la mamá se alegra al oír los primeros balbuceos del niño. El don, de parte del Espíritu Santo, es perfecto; pero de parte del receptor no hay completa libertad. La partitura es perfecta, pero el instrumento desafina. Pero con perseverancia el don saldrá a relucir con perfección. Quien a pesar de todo no consigue nada, que no se desanime. El don está allí, hay que hacerlo aparecer con paciencia y perseverancia, sobre todo sin preocupaciones (Algunos no reciben el don nunca porque se preocupan por conseguir el don de lenguas en lugar de glorificar al Donante); y así, durante la oración de alabanza hay que ejercitar y practicar como lo hemos explicado.

¿Cuándo se debe orar en lenguas?

Siendo una oración privada, se puede realizar cuantas veces se quiera: en la soledad de la habitación, en medio de una multitud, caminando, trabajando, etc. Es importante lo siguiente: es muy aconsejable orara en lenguas cuando se trata de liberación, de sanación, de pedir un favor especial o un milagro, etc. Además es muy útil cuando estamos distraídos, cuando hay cansancio o depresión, o cuando se deben tomar decisiones importantes. En fin, se debe orar en lenguas cuando se desea alabar al Señor y no se encuentran las palabras oportunas. Este don no sustituye a las otras oraciones, pero prepara para hacerlas. Hay sacerdotes que sienten este don muy eficaz, como preparación a la Misa, como acción de gracias o como comienzo del rezo del breviario. San Pablo nos exhortó a orar siempre en el Espíritu Santo: "No dejen ustedes de orar: rueguen y pidan a Dios siempre, guiados por el Espíritu. Manténganse alerta, sin desanimarse, y oren por todo el pueblo santo" (Ef 6,18).

¿Cuál es la mejor oración sino aquella que se puede hacer en cualquier momento por medio del Espíritu Santo?


¿Se puede perder el don de lenguas?

Este don, a diferencia de los otros, es dado para siempre. Pero si no se lo ejercita poco a poco se lo pierde como pasa con un idioma aprendido en la escuela. Es como un talento, que si no se lo comercia, se pudre bajo la tierra.

Cantar en lenguas Muchos hay que con el don de lenguas reciben el del canto en lenguas. Generalmente es una melodía simple, primitiva, con reminiscencias orientales. Es el don completo, pero también se requiere una cierta cooperación.

Tomado del Libro: "El desperar de los carismas" P. Serafino Falvo

viernes, 10 de febrero de 2012

El Padre Dalton Xavier en Conce.


Hermanos(as),
de la RCC:


Hoy el Padre Dalton estará en Lota.

Mañana sábado en Chiguayante, y Domingo en Conce.

Unifiquemosnos en oración, para que todos podamos asistir a este encuentro de Alabanzas y Adoración.

Dios Trino de Amor, te presentamos al Padre Dalton Xavier, y a las ciudades de Tomé, Lota, Chiguayante y Concepción, para que todos los enfermos del cuerpo, de la mente, del corazón y del alma, puedan asistir, y alcancen ser tocados y ungidos por tu Espíritu Santo, te lo pedimos en nombre de tu Hijo Nuestro Señor Jesucristo, Amén.

Padre Nuestro.
Ave María.


El Padre estubo ayer en Tomé, en la parroquia frente la plaza con, alabanzas para culminar con la misa por los enfermos

Hoy dia Viernes 10 en Lota en la Parroquia San Matias a partir de las 18 hrs con alabanzas para culminar con la misa por los enfermos

Sábado 11 en Chiguayante. Ver Afiche.

Domingo12 de Febrero a partir de las 10,30hrs en la Parroquia San Jose en el salon Fray Valdes en esta oportunidad contaremos con la presencia del Padre Dalton Xavier Colombiano.

martes, 7 de febrero de 2012

«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»


«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»

(Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).

Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza preciosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».

También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado reciproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente.

Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades.

La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf. Lc 16,19).

En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre.

En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último.

En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana.

Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8).

Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así.

El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social.

En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo.

La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede.

Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

BENEDICTUS PP XVI

lunes, 6 de febrero de 2012

"Él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre"

JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 25 de julio de 2001



Dios castiga y salva

1. "Ensalzaré a mi Dios, rey del cielo" (Tb 13, 9). El que pronuncia estas palabras, en el cántico recién proclamado, es el anciano Tobit, del que el Antiguo Testamento traza una breve historia edificante en el libro que toma el nombre de su hijo, Tobías.

Para comprender plenamente el sentido de este himno, es preciso tener presentes las páginas narrativas que lo preceden. La historia está ambientada entre los israelitas exiliados en Nínive. En ellos piensa el autor sagrado, que escribe muchos siglos después, para ponerlos como ejemplo a sus hermanos y hermanas en la fe dispersos en medio de un pueblo extranjero y tentados de abandonar las tradiciones de sus padres. Así, el retrato de Tobit y de su familia se ofrece como un programa de vida. Él es el hombre que, a pesar de todo, permanece fiel a las normas de la ley y, en particular, a la práctica de la limosna. Tiene la desgracia de quedarse pobre y ciego, pero no pierde la fe. Y la respuesta de Dios no tarda en llegar, por medio del ángel Rafael, que guía al joven Tobías en un viaje peligroso, procurándole un matrimonio feliz y, por último, curando la ceguera de su padre Tobit.

El mensaje es claro: quien hace el bien, sobre todo abriendo su corazón a las necesidades del prójimo, agrada al Señor, y, aunque sea probado, experimentará al fin su benevolencia.

2. En este trasfondo resaltan las palabras de nuestro himno. Invitan a mirar a lo alto, a "Dios que vive eternamente", a su reino que "dura por los siglos". A partir de esta mirada dirigida a Dios se desarrolla un breve esbozo de teología de la historia, en el que el autor sagrado trata de responder al interrogante que se plantea el pueblo de Dios disperso y probado: ¿por qué Dios nos trata así? La respuesta alude al mismo tiempo a la justicia y a la misericordia divina: "Él nos azota por nuestros delitos, pero se compadecerá de nuevo" (v. 5).

El castigo aparece así como una especie de pedagogía divina, en la que, sin embargo, la misericordia tiene siempre la última palabra: "Él azota y se compadece, hunde hasta el abismo y saca de él" (v. 2).

Por tanto, podemos fiarnos absolutamente de Dios, que no abandona jamás a su criatura. Más aún, las palabras del himno llevan a una perspectiva que atribuye un significado salvífico incluso a la situación de sufrimiento, convirtiendo el exilio en una ocasión para testimoniar las obras de Dios: "Dadle gracias, israelitas, ante los gentiles, porque él nos dispersó entre ellos. Proclamad allí su grandeza" (vv. 3-4).

3. Desde esta invitación a leer el exilio en clave providencial nuestra meditación puede ensancharse hasta la consideración del sentido misteriosamente positivo que asume la condición de sufrimiento cuando se vive en el abandono al designio de Dios. Diversos pasajes del Antiguo Testamento ya delinean este tema. Basta pensar en la historia que narra el libro del Génesis acerca de José, vendido por sus hermanos y destinado a ser en el futuro su salvador (cf. Gn 37, 2-36). Y no podemos olvidar el libro de Job. Aquí sufre incluso el hombre inocente, el cual sólo logra explicarse su drama recurriendo a la grandeza y la sabiduría de Dios (cf. Jb 42, 1-6).

Para nosotros, que leemos desde una perspectiva cristiana estos pasajes del Antiguo Testamento, el único punto de referencia es la cruz de Cristo, en la que encuentra una respuesta profunda el misterio del dolor en el mundo.

4. El himno de Tobit invita a la conversión a los pecadores que han sido castigados por sus delitos (cf. v. 5) y les abre la perspectiva maravillosa de una conversión "recíproca" de Dios y del hombre: "Si os convertís a él de todo corazón y con toda el alma, siendo sinceros con él, él se convertirá a vosotros y no os ocultará su rostro" (v. 6). Es muy elocuente el uso de la misma palabra -"conversión"- aplicada a la criatura y a Dios, aunque con significado diverso.

Si el autor del cántico piensa tal vez en los beneficios que acompañan la "vuelta" de Dios, o sea, su favor renovado al pueblo, nosotros debemos pensar sobre todo, a luz del misterio de Cristo, en el don que consiste en Dios mismo. El hombre tiene necesidad de Dios antes que de sus dones. El pecado es una tragedia, no tanto porque nos atrae los castigos de Dios, cuanto porque lo aleja de nuestro corazón.

5. Por tanto, el cántico dirige nuestra mirada al rostro de Dios, considerado como Padre, y nos invita a la bendición y a la alabanza: "Él es nuestro Dios y Señor, nuestro Padre" (v. 4). En estas palabras se alude a la "filiación" especial que Israel experimenta como don de la alianza y que prepara el misterio de la encarnación del Hijo de Dios. En Jesús resplandecerá entonces este rostro del Padre y se revelará su misericordia sin límites.

Bastaría pensar en la parábola del Padre misericordioso narrada por el evangelista san Lucas. A la conversión del hijo pródigo no sólo corresponde el perdón del Padre, sino también un abrazo de infinita ternura, acompañado por la alegría y la fiesta: "Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó" (Lc 15, 20). Las expresiones de nuestro cántico siguen la misma línea de esta conmovedora imagen evangélica. Y de ahí brota la necesidad de alabar y dar gracias a Dios: "Veréis lo que hará con vosotros; le daréis gracias a boca llena; bendeciréis al Señor de la justicia y ensalzaréis al Rey de los siglos" (v. 7).

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Saludo con afecto a los peregrinos venidos de España, de México, Colombia, Paraguay, Argentina y demás países de lengua española. Que la meditación de este Cántico del libro de Tobías os impulse siempre a poner sólo en Dios la confianza absoluta.


(A los feligreses de la parroquia de Kromeriz, en la República Checa)
Hoy celebramos la fiesta del apóstol Santiago el Mayor. Que su respuesta a la llamada de Cristo ilumine vuestra vida cristiana.

(En italiano)
Celebramos hoy la fiesta del apóstol Santiago. Que su ejemplo os impulse a vosotros, queridos jóvenes, a dar un testimonio fiel de Cristo; os sostenga a vosotros, queridos enfermos, en el momento difícil de la prueba; y os anime a vosotros, queridos recién casados, a hacer de vuestra familia naciente el hogar de la fidelidad a Dios, que es amor.

viernes, 3 de febrero de 2012

EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

SEGUNDA PARTE
LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO CRISTIANO

SEGUNDA SECCIÓN:
LOS SIETE SACRAMENTOS DE LA IGLESIA

CAPÍTULO PRIMERO
LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 2
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

1285 Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el conjunto de los "sacramentos de la iniciación cristiana", cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal (cf Ritual de la Confirmación, Prenotandos 1). En efecto, a los bautizados "el sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma quedan obligados aún más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras" (LG 11; cf Ritual de la Confirmación, Prenotandos 2):

I. La Confirmación en la Economía de la salvación

1286 En el Antiguo Testamento, los profetas anunciaron que el Espíritu del Señor reposaría sobre el Mesías esperado (cf. Is 11,2) para realizar su misión salvífica (cf Lc 4,16-22; Is 61,1). El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en su Bautismo por Juan fue el signo de que Él era el que debía venir, el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 3,13-17; Jn 1,33- 34). Habiendo sido concedido por obra del Espíritu Santo, toda su vida y toda su misión se realizan en una comunión total con el Espíritu Santo que el Padre le da "sin medida" (Jn 3,34).

1287 Ahora bien, esta plenitud del Espíritu no debía permanecer únicamente en el Mesías, sino que debía ser comunicada a todo el pueblo mesiánico (cf Ez 36,25-27; Jl 3,1-2). En repetidas ocasiones Cristo prometió esta efusión del Espíritu (cf Lc 12,12; Jn 3,5-8; 7,37-39; 16,7-15; Hch 1,8), promesa que realizó primero el día de Pascua (Jn 20,22) y luego, de manera más manifiesta el día de Pentecostés (cf Hch 2,1-4). Llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles comienzan a proclamar "las maravillas de Dios" (Hch 2,11) y Pedro declara que esta efusión del Espíritu es el signo de los tiempos mesiánicos (cf Hch 2, 17-18). Los que creyeron en la predicación apostólica y se hicieron bautizar, recibieron a su vez el don del Espíritu Santo (cf Hch 2,38).

1288 "Desde [...] aquel tiempo, los Apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaban a los neófitos, mediante la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo, destinado a completar la gracia del Bautismo (cf Hch 8,15-17; 19,5-6). Esto explica por qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los primeros elementos de la formación cristiana, la doctrina del Bautismo y de la la imposición de las manos (cf Hb 6,2). Es esta imposición de las manos la que ha sido con toda razón considerada por la tradición católica como el primitivo origen del sacramento de la Confirmación, el cual perpetúa, en cierto modo, en la Iglesia, la gracia de Pentecostés" (Pablo VI, Const. apost. Divinae consortium naturae).

1289 Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se añadió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado (crisma). Esta unción ilustra el nombre de "cristiano" que significa "ungido" y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que "Dios ungió con el Espíritu Santo" (Hch 10,38). Y este rito de la unción existe hasta nuestros días tanto en Oriente como en Occidente. Por eso, en Oriente se llama a este sacramento crismación, unción con el crisma, o myron, que significa "crisma". En Occidente el nombre de Confirmación sugiere que este sacramento al mismo tiempo confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal.

Dos tradiciones: Oriente y Occidente

1290 En los primeros siglos la Confirmación constituye generalmente una única celebración con el Bautismo, y forma con éste, según la expresión de san Cipriano (cf Epistula 73, 21), un "sacramento doble". Entre otras razones, la multiplicación de los bautismos de niños, durante todo el tiempo del año, y la multiplicación de las parroquias (rurales), que agrandaron las diócesis, ya no permite la presencia del obispo en todas las celebraciones bautismales. En Occidente, por el deseo de reservar al obispo el acto de conferir la plenitud al Bautismo, se establece la separación temporal de ambos sacramentos. El Oriente ha conservado unidos los dos sacramentos, de modo que la Confirmación es dada por el presbítero que bautiza. Este, sin embargo, sólo puede hacerlo con el "myron" consagrado por un obispo (cf CCEO, can. 695,1; 696,1).

1291 Una costumbre de la Iglesia de Roma facilitó el desarrollo de la práctica occidental; había una doble unción con el santo crisma después del Bautismo: realizada ya una por el presbítero al neófito al salir del baño bautismal, es completada por una segunda unción hecha por el obispo en la frente de cada uno de los recién bautizados (cf San Hipólito Romano, Traditio apostolica, 21). La primera unción con el santo crisma, la que daba el sacerdote, quedó unida al rito bautismal; significa la participación del bautizado en las funciones profética, sacerdotal y real de Cristo. Si el Bautismo es conferido a un adulto, sólo hay una unción postbautismal: la de la Confirmación.

1292 La práctica de las Iglesias de Oriente destaca más la unidad de la iniciación cristiana. La de la Iglesia latina expresa más netamente la comunión del nuevo cristiano con su obispo, garante y servidor de la unidad de su Iglesia, de su catolicidad y su apostolicidad, y por ello, el vínculo con los orígenes apostólicos de la Iglesia de Cristo.

II. Los signos y el rito de la Confirmación

1293 En el rito de este sacramento conviene considerar el signo de la unción y lo que la unción designa e imprime: el sello espiritual.

La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de abundancia (cf Dt 11,14, etc.) y de alegría (cf Sal 23,5; 104,15); purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y de los luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas (cf Is 1,6; Lc 10,34) y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza.

1294 Todas estas significaciones de la unción con aceite se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza; la unción de los enfermos expresa curación y consuelo. La unción del santo crisma después del Bautismo, en la Confirmación y en la Ordenación, es el signo de una consagración. Por la Confirmación, los cristianos, es decir, los que son ungidos, participan más plenamente en la misión de Jesucristo y en la plenitud del Espíritu Santo que éste posee, a fin de que toda su vida desprenda "el buen olor de Cristo" (cf 2 Co 2,15).

1295 Por medio de esta unción, el confirmando recibe "la marca", el sello del Espíritu Santo. El sello es el símbolo de la persona (cf Gn 38,18; Ct 8,9), signo de su autoridad (cf Gn 41,42), de su propiedad sobre un objeto (cf. Dt 32,34) —por eso se marcaba a los soldados con el sello de su jefe y a los esclavos con el de su señor—; autentifica un acto jurídico (cf 1 R 21,8) o un documento (cf Jr 32,10) y lo hace, si es preciso, secreto (cf Is 29,11).

1296 Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (cf Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello: "Y es Dios el que nos conforta juntamente con vosotros en Cristo y el que nos ungió, y el que nos marcó con su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones" (2 Co 1,22; cf Ef 1,13; 4,30). Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (cf Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4-6).

La celebración de la Confirmación

1297 Un momento importante que precede a la celebración de la Confirmación, pero que, en cierta manera forma parte de ella, es la consagración del santo crisma. Es el obispo quien, el Jueves Santo, en el transcurso de la misa crismal, consagra el santo crisma para toda su diócesis. En las Iglesias de Oriente, esta consagración está reservada al Patriarca:

La liturgia de Antioquía expresa así la epíclesis de la consagración del santo crisma (myron): « [Padre (...) envía tu Espíritu Santo] sobre nosotros y sobre este aceite que está delante de nosotros y conságralo, de modo que sea para todos los que sean ungidos y marcados con él, myron santo, myron sacerdotal, myron real, unción de alegría, vestidura de la luz, manto de salvación, don espiritual, santificación de las almas y de los cuerpos, dicha imperecedera, sello indeleble, escudo de la fe y casco terrible contra todas las obras del Adversario» (Pontificale iuxta ritum Ecclesiae Syrorum Occidentalium id est Antiochiae, Pars I, Versión latina).

1298 Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, como es el caso en el rito romano, la liturgia del sacramento comienza con la renovación de las promesas del Bautismo y la profesión de fe de los confirmandos. Así aparece claramente que la Confirmación constituye una prolongación del Bautismo (cf SC 71). Cuando es bautizado un adulto, recibe inmediatamente la Confirmación y participa en la Eucaristía (cf CIC can.866).

1299 En el rito romano, el obispo extiende las manos sobre todos los confirmandos, gesto que, desde el tiempo de los Apóstoles, es el signo del don del Espíritu. Y el obispo invoca así la efusión del Espíritu:

«Dios Todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que regeneraste, por el agua y el Espíritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra oración y envía sobre ellos el Espíritu Santo Paráclito; llénalos de espíritu de sabiduría y de inteligencia, de espíritu de consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia y de piedad; y cólmalos del espíritu de tu santo temor. Por Jesucristo nuestro Señor» (Ritual de la Confirmación, 25).

1300 Sigue el rito esencial del sacramento. En el rito latino, "el sacramento de la Confirmación es conferido por la unción del santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas palabras: "Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo" (Pablo VI, Const. ap. Divinae consortium naturae). En las Iglesias orientales de rito bizantino, la unción del myron se hace después de una oración de epíclesis, sobre las partes más significativas del cuerpo: la frente, los ojos, la nariz, los oídos, los labios, el pecho, la espalda, las manos y los pies, y cada unción va acompañada de la fórmula: Sfragis doreas Pnéumatos Agíou ("Sello del don que es el Espíritu Santo") (Rituale per le Chiese orientali di rito bizantino in lingua greca, Pars I).

1301 El beso de paz con el que concluye el rito del sacramento significa y manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles (cf San Hipólito Romano, Traditio apostolica, 21).

III. Los efectos de la Confirmación

1302 De la celebración se deduce que el efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión especial del Espíritu Santo, como fue concedida en otro tiempo a los Apóstoles el día de Pentecostés.

1303 Por este hecho, la Confirmación confiere crecimiento y profundidad a la gracia bautismal:

— nos introduce más profundamente en la filiación divina que nos hace decir "Abbá, Padre" (Rm 8,15).;

— nos une más firmemente a Cristo;

— aumenta en nosotros los dones del Espíritu Santo;

— hace más perfecto nuestro vínculo con la Iglesia (cf LG 11);

— nos concede una fuerza especial del Espíritu Santo para difundir y defender la fe mediante la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo, para confesar valientemente el nombre de Cristo y para no sentir jamás vergüenza de la cruz (cf DS 1319; LG 11,12):

«Recuerda, pues, que has recibido el signo espiritual, el Espíritu de sabiduría e inteligencia, el Espíritu de consejo y de fortaleza, el Espíritu de conocimiento y de piedad, el Espíritu de temor santo, y guarda lo que has recibido. Dios Padre te ha marcado con su signo, Cristo Señor te ha confirmado y ha puesto en tu corazón la prenda del Espíritu» (San Ambrosio, De mysteriis 7,42).

1304 La Confirmación, como el Bautismo del que es la plenitud, sólo se da una vez. La Confirmación, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carácter" (cf DS 1609), que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (cf Lc 24,48-49).

1305 El "carácter" perfecciona el sacerdocio común de los fieles, recibido en el Bautismo, y "el confirmado recibe el poder de confesar la fe de Cristo públicamente, y como en virtud de un cargo (quasi ex officio)" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q.72, a. 5, ad 2).

IV. Quién puede recibir este sacramento

1306 Todo bautizado, aún no confirmado, puede y debe recibir el sacramento de la Confirmación (cf CIC can. 889, 1). Puesto que Bautismo, Confirmación y Eucaristía forman una unidad, de ahí se sigue que "los fieles tienen la obligación de recibir este sacramento en tiempo oportuno" (CIC, can. 890), porque sin la Confirmación y la Eucaristía, el sacramento del Bautismo es ciertamente válido y eficaz, pero la iniciación cristiana queda incompleta.

1307 La costumbre latina, desde hace siglos, indica "la edad del uso de razón", como punto de referencia para recibir la Confirmación. Sin embargo, en peligro de muerte, se debe confirmar a los niños incluso si no han alcanzado todavía la edad del uso de razón (cf CIC can. 891; 893,3).

1308 Si a veces se habla de la Confirmación como del "sacramento de la madurez cristiana", es preciso, sin embargo, no confundir la edad adulta de la fe con la edad adulta del crecimiento natural, ni olvidar que la gracia bautismal es una gracia de elección gratuita e inmerecida que no necesita una "ratificación" para hacerse efectiva. Santo Tomás lo recuerda:

«La edad del cuerpo no prejuzga la del alma. Así, incluso en la infancia, el hombre puede recibir la perfección de la edad espiritual de que habla la Sabiduría (4,8): "La vejez honorable no es la que dan los muchos días, no se mide por el número de los años". Así numerosos niños, gracias a la fuerza del Espíritu Santo que habían recibido, lucharon valientemente y hasta la sangre por Cristo» (Summa theologiae 3, q. 72, a. 8, ad 2).

1309 La preparación para la Confirmación debe tener como meta conducir al cristiano a una unión más íntima con Cristo, a una familiaridad más viva con el Espíritu Santo, su acción, sus dones y sus llamadas, a fin de poder asumir mejor las responsabilidades apostólicas de la vida cristiana. Por ello, la catequesis de la Confirmación se esforzará por suscitar el sentido de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo, tanto a la Iglesia universal como a la comunidad parroquial. Esta última tiene una responsabilidad particular en la preparación de los confirmandos (cf Ritual de la Confirmación, Praenotandos 3).

1310 Para recibir la Confirmación es preciso hallarse en estado de gracia. Conviene recurrir al sacramento de la Penitencia para ser purificado en atención al don del Espíritu Santo. Hay que prepararse con una oración más intensa para recibir con docilidad y disponibilidad la fuerza y las gracias del Espíritu Santo (cf Hch 1,14).

1311 Para la Confirmación, como para el Bautismo, conviene que los candidatos busquen la ayuda espiritual de un padrino o de una madrina. Conviene que sea el mismo que para el Bautismo a fin de subrayar la unidad entre los dos sacramentos (cf Ritual de la Confirmación, Praenotandos 5; Ibíd.,6; CIC can. 893, 1.2).

V. El ministro de la Confirmación

1312 El ministro originario de la Confirmación es el obispo (LG 26).

En Oriente es ordinariamente el presbítero que bautiza quien da también inmediatamente la Confirmación en una sola celebración. Sin embargo, lo hace con el santo crisma consagrado por el patriarca o el obispo, lo cual expresa la unidad apostólica de la Iglesia cuyos vínculos son reforzados por el sacramento de la Confirmación. En la Iglesia latina se aplica la misma disciplina en los bautismos de adultos y cuando es admitido a la plena comunión con la Iglesia un bautizado de otra comunidad cristiana que no ha recibido válidamente el sacramento de la Confirmación (cf CIC can 883,2).

1313 En el rito latino, el ministro ordinario de la Conformación es el obispo (CIC can. 882). Aunque el obispo puede, en caso de necesidad, conceder a presbíteros la facultad de administrar el sacramento de la Confirmación (CIC can. 884,2), conviene que lo confiera él mismo, sin olvidar que por esta razón la celebración de la Confirmación fue temporalmente separada del Bautismo. Los obispos son los sucesores de los Apóstoles y han recibido la plenitud del sacramento del orden. Por esta razón, la administración de este sacramento por ellos mismos pone de relieve que la Confirmación tiene como efecto unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo.

1314 Si un cristiano está en peligro de muerte, cualquier presbítero puede darle la Confirmación (cf CIC can. 883,3). En efecto, la Iglesia quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la plenitud de Cristo.

Resumen

1315 "Al enterarse los Apóstoles que estaban en Jerusalén de que Samaría había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos bajaron y oraron por ellos para que recibieran el Espíritu Santo; pues todavía no había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo" (Hch 8,14-17).

1316 La Confirmación perfecciona la gracia bautismal; es el sacramento que da el Espíritu Santo para enraizarnos más profundamente en la filiación divina, incorporarnos más firmemente a Cristo, hacer más sólido nuestro vínculo con la Iglesia, asociarnos todavía más a su misión y ayudarnos a dar testimonio de la fe cristiana por la palabra acompañada de las obras.

1317 La Confirmación, como el Bautismo, imprime en el alma del cristiano un signo espiritual o carácter indeleble; por eso este sacramento sólo se puede recibir una vez en la vida.

1318 En Oriente, este sacramento es administrado inmediatamente después del Bautismo y es seguido de la participación en la Eucaristía, tradición que pone de relieve la unidad de los tres sacramentos de la iniciación cristiana. En la Iglesia latina se administra este sacramento cuando se ha alcanzado el uso de razón, y su celebración se reserva ordinariamente al obispo, significando así que este sacramento robustece el vínculo eclesial.

1319 El candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón debe profesar la fe, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar preparado para asumir su papel de discípulo y de testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y en los asuntos temporales.

1320 El rito esencial de la Confirmación es la unción con el Santo Crisma en la frente del bautizado (y en Oriente, también en los otros órganos de los sentidos), con la imposición de la mano del ministro y las palabras: Accipe signaculum doni Spiritus Sancti ("Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo"), en el rito romano; Signaculum doni Spiritus Sancti ("Sello del don del Espíritu Santo"), en el rito bizantino.

1321 Cuando la Confirmación se celebra separadamente del Bautismo, su conexión con el Bautismo se expresa entre otras cosas por la renovación de los compromisos bautismales. La celebración de la Confirmación dentro de la Eucaristía contribuye a subrayar la unidad de los sacramentos de la iniciación cristiana.



http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p2s2c1a2_sp.html

jueves, 2 de febrero de 2012

ACTIVIDADES PADRE DALTON EN TOMÉ - LOTA Y CONCEPCIÓN

PADRE DALTON EN TOMÉ - LOTA Y CONCEPCIÓN.

De: David Gajardo Isla
Fecha: 2 de febrero de 2012 13:52
Asunto: Jornada

Hermanos los invitamos a un gran encuentro de Avivamiento, y Alabanzas en Concepcion, para culminar con una misa de Sanacion .

El Padre Dalton estará en Tomé el jueves 9 a las 18 hrs en la parroquia frente la plaza con, alabanzas para culminar con la misa por los enfermos

El dia Viernes 10 en Lota en la Parroquia San Matias a partir de las 18 hrs con alanbanzas para culminar con la misa por los enfermos

Domingo12 de Febrero a partir de las 10,30hrs en la Parroquia San Jose en el salon Fray Valdes

Los esperamos para compartir este esta gran encuentro.

Rcc Catolica
Diocesis de Concepcion
David y Ximena
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