jueves, 31 de enero de 2013

Oración de Intercesió​n Jueves 31

Hermanos(as),

Paz y Bien:



Hoy jueves, habrá oración de intercesión, como todos los jueves, a las 20 Hrs., en una de las salas copeva.



Ayer estuvimos con Marcela, leyendo la última revista pentecostés, y hay un reportaje acerca el ministerio de la oración de intercesión zonal centro, donde se relata cómo ellos estuvieron apartados en el encuentro nacional, en una salita intercediendo mientras el resto de la gente estaba en el Teatro Caupolicán.



Cuando nosotros recién comenzamos este ministerio, en el departamento de la hermana Marcia, tuvimos una visión, que se confirmó recién ahora, en Santiago, muchos años despues; y consiste en lo siguiente: "Dios pide a través de sus profetas, que en todas las comunidades carismáticas, exista el ministerio de la oración de intercesión".



¿Qué es el ministerio de intercesión?. Es un momento de oración de alabanzas y adoración, de oración y cantos en lenguas, donde se intercede por la Edificación de la Iglesia. ¿Cual Iglesia?. La Nuestra: La Católica Apostólica Romana. Se intercede de la cabeza a los píes, desde el Vicario de Cristo hasta cada uno de nosotros, y se deja espacio para la libre acción del Espíritu Santo, para que el que lo desee, exprese en voz alta, lo que su corazón desee poner en intercesión. ¿Resulta?. Asi es siempre resulta, al modo de Dios.



Les esperamos entonces, hoy jueves, en las salas copeva, a las 20 hrs.



Que tengan una bendecida mañana.





Roberto.

DIOS TODOPODEROSO





VATICANO, 30 Ene. 13 / 10:45 am (ACI).- Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis del miércoles pasado, hemos reflexionado sobre las palabras del Credo: "Creo en Dios". Pero la profesión de fe especifica esta afirmación: Dios es el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Me gustaría reflexionar con ustedes ahora sobre la primera y fundamental definición de Dios, que el Credo nos presenta: Él es Padre.

No siempre es fácil hoy en día hablar de paternidad. Sobre todo en el mundo occidental. Las familias disgregadas, los compromisos de trabajo cada vez más apretados, las preocupaciones y, a menudo, la fatiga de equilibrar el presupuesto familiar, así como la invasiva distracción de los medios de comunicación en la vida diaria son algunos de los muchos factores que pueden impedir una relación serena y constructiva entre padres e hijos.

A veces, la comunicación se hace difícil, se pierde la confianza y la relación con la figura del padre puede llegar a ser problemática. Por lo que, no teniendo modelos adecuados como referencia, se vuelve problemático incluso imaginar a Dios como padre. Para aquellos que han tenido la experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y poco afectuoso, o incluso ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y abandonarse a Él con confianza.

Pero la revelación bíblica ayuda a superar estas dificultades hablándonos de un Dios que nos muestra qué significa ser verdaderamente "padre", y es sobre todo el Evangelio el que nos revela este rostro de Dios como Padre, que ama hasta el don de su propio Hijo para la salvación de la humanidad.

La referencia a la figura paterna ayuda por lo tanto a comprender algo del amor de Dios, que sin embargo es infinitamente más grande, fiel y total que el de cualquier hombre. "¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan! "(Mt 7,9 - 11; cfr Lc 11,11 a 13).

Dios es nuestro Padre porque Él nos ha bendecido y elegido antes de la creación del mundo (cfr. Ef 1,3-6), nos hizo realmente sus hijos en Jesús (cfr. 1 Jn 3,1). Y, como Padre, Dios acompaña con amor nuestra vida, nos da su Palabra, sus enseñanzas, su gracia y su Espíritu.

Él –como revela Jesús– es el Padre que alimenta a las aves del cielo, sin que deban sembrar y cosechar, y reviste de colores maravillosos las flores del campo, con trajes más bellos que los del rey Salomón (cfr. Mt 6,26 - a 32; Lucas 12,24-28), y –añade Jesús– ¡nosotros valemos mucho más que las flores y las aves del cielo!

Y si Él es tan bueno que hace "salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos " (Mt 5, 45), siempre podremos, sin miedo y con total confianza, encomendarnos a su perdón cuando nos equivocamos de camino. Dios es un Padre bueno que acoge y abraza al hijo perdido y arrepentido (cfr. Lc 15, 11), da gratuitamente a los que piden (cfr. Mt 18,19; Mc 11, 24, Jn 16, 23) y ofrece el pan del cielo y el agua viva que da vida para siempre (cfr. Jn 6, 32, 51,58).

Por lo tanto, el orante del Salmo 27, rodeado de enemigos, asediado por los malvados y calumniadores, mientras busca la ayuda del Señor y lo invoca, puede dar su testimonio lleno de fe, afirmando: "Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me recibirá "(v. 10). Dios es un Padre que nunca abandona a sus hijos, un Padre amoroso que sostiene, ayuda, acoge, perdona y salva, con una fidelidad que supera inmensamente la de los hombres, para abrirse a las dimensiones de la eternidad. "Porque es eterno su amor", como repite en una letanía, en cada versículo, el Salmo 136 evocando la historia de la salvación.

El amor de Dios Padre nunca falla, no se cansa de nosotros, es amor que se da sin límites, hasta el sacrificio de su Hijo. La fe nos dona esta certeza que se convierte en una roca segura en la construcción de nuestras vidas: podemos afrontar todos los momentos de dificultad y de peligro, la experiencia de la oscuridad de la crisis y del tiempo de dolor, sostenidos por la fe en que Dios no nos deja solos y siempre está cerca, para salvarnos y llevarnos a la vida eterna.

Es en el Señor Jesús donde se muestra plenamente el rostro benévolo del Padre que está en los cielos. Conociéndolo a Él, podemos conocer también al Padre (cfr. Jn 8,19, 14,7), viéndolo a Él, podemos ver al Padre, porque Él está en el Padre y el Padre está en Él (cfr. Jn 14,9,11). Él es la "Imagen del Dios invisible", como lo define el himno de la Carta a los Colosenses, "el Primogénito de toda la creación... el Primero que resucitó de entre los muertos", "en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados " y la reconciliación de todas las cosas, "habiendo restablecido la paz por la sangre de su cruz y reconciliando todo lo que existe en la tierra y en el cielo, " (cfr. Col 1,13-20).

La fe en Dios Padre pide creer en el Hijo, bajo la acción del Espíritu, reconociendo en la Cruz que salva la revelación definitiva del amor divino. Dios es nuestro Padre al darnos a su Hijo por nosotros; Dios es nuestro Padre perdonando nuestros pecados y llevándonos a la alegría de la vida resucitada; Dios es nuestro Padre al ofrecernos el Espíritu que nos hace hijos y que nos permite llamarlo, en verdad, "Abba, Padre "(cf. Rom 8:15). Por eso Jesús, enseñándonos a orar, nos invita a decir "Padre Nuestro" (Mt 6,9 a 13;. Cf Lc 11:2-4).

La paternidad de Dios es, pues, amor infinito, ternura que se inclina sobre nosotros, hijos débiles, necesitados de todo. El Salmo 103, el gran himno de la misericordia divina, proclama: "«Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles; él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo." (vv. 13-14). Es sólo nuestra pequeñez, nuestra débil naturaleza humana, nuestra fragilidad que se convierte en llamamiento a la misericordia del Señor para que manifieste su grandeza y ternura de Padre que nos ayuda, nos perdona y nos salva.

Y Dios responde a nuestra llamada, enviando a su Hijo, que muere y resucita por nosotros; entra en nuestra fragilidad, haciendo lo que el hombre solo nunca hubiera podido hacer: él toma sobre Sí el pecado del mundo, como cordero inocente y nos abre el camino a la comunión con Dios, nos hace verdaderos hijos de Dios. Está ahí, en el Misterio pascual, que se revela en todo su esplendor, el rostro definitivo del Padre. Y es aquí, en la Cruz gloriosa, que se realiza la plena manifestación de la grandeza de Dios como "Padre omnipotente".

Pero podemos preguntarnos: ¿cómo es posible imaginar un Dios todopoderoso mirando la cruz de Cristo? ¿Este poder del mal que lleva a matar al hijo de Dios? Nos gustaría una omnipotencia divina de acuerdo con nuestros esquemas mentales y nuestros deseos: un Dios "omnipotente" que resuelva los problemas, que intervenga para evitarnos las dificultades, que venza a los poderes adversos, cambie el curso de los acontecimientos y anule el dolor.

Por eso, hoy en día muchos teólogos dicen que Dios no es omnipotente, porque de lo contrario no existiría tanto sufrimiento, y tanta maldad en el mundo. De hecho, ante el mal y el sufrimiento, para muchos de nosotros, es problemático, difícil creer en un Dios Padre y creerlo todopoderoso; algunos buscan refugio en los ídolos, cediendo a la tentación de encontrar una respuesta en una omnipotencia supuesta "magia" y sus promesas ilusorias.

Pero la fe en Dios Todopoderoso nos lleva por caminos muy diferentes. A aprender a conocer que el pensamiento de Dios es diferente del nuestro, que los caminos de Dios son diferentes de los nuestros, y también su omnipotencia es diferente: no se expresa como una fuerza automática o arbitraria, sino que se caracteriza por una libertad amorosa y paternal.

De hecho, Dios al crear criaturas libres, dándoles libertad ha renunciado a una parte de su poder, dejando el poder de nuestra libertad. Así ama y respeta la libre respuesta de amor a su llamada. Como Padre, Dios quiere que seamos sus hijos de su corazón y vivamos como tal, en su Hijo, en comunión, en plena familiaridad con Él.

Su omnipotencia no se expresa en la violencia, no se expresa en la destrucción de un poder adverso como nosotros quisiéramos, sino que se expresa en el amor, la misericordia, el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en la incansable llamada a la conversión del corazón, en una actitud, sólo aparentemente débil.

Dios parece débil si vemos a Jesucristo que ora, que invita, que se hace matar, pero es la actitud aparentemente débil hecha de paciencia, mansedumbre y amor que demuestra que éste es el verdadero camino de la potencia y de poder.

Este es el poder de Dios y esto vencerá. El sabio del libro de la Sabiduría se dirige a Dios de esta manera: "Tú te compadeces de todos, porque todo lo puedes, y apartas los ojos de los pecados de los hombres para que ellos se conviertan. Tú amas todo lo que existe…Pero tú eres indulgente con todos, ya que todo es tuyo, Señor que amas la vida "(11:23-24a .26).

Sólo el que es realmente poderoso puede soportar el dolor y tener a la vez compasión, solo quien es de verdad potente puede ejercer plenamente la fuerza del amor.

Y Dios, a quien pertenecen todas las cosas, porque todas las cosas fueron hechas por Él, revela su fuerza amando a todos y a todo, en una paciente espera de la conversión de nosotros los hombres, a los que quiere tener como hijos. Dios espera nuestra conversión. El amor todopoderoso de Dios no tiene límites, hasta el punto que "no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Romanos 8:32).

La omnipotencia del amor no es la del poder del mundo, sino la del don total, y Jesús, el Hijo de Dios, revela al mundo la verdadera omnipotencia del Padre dando su vida por nosotros pecadores. He aquí la verdadera, auténtica y perfecta potencia divina: responder al mal no con el mal sino con el bien, a los insultos con el perdón, al odio homicida con el amor que da la vida.

Así pues, el mal viene vencido realmente, porque viene lavado por el amor de Dios; y la muerte viene derrotada definitivamente, porque es transformada en don de vida. Dios Padre resucita al Hijo: la muerte, la gran enemiga (cf. 1 Cor 15:26), viene tragada y privada de su veneno (cf. 1 Cor 15,54-55), y nosotros, liberados del pecado, podemos acceder a nuestra realidad de hijos de Dios.

Por lo tanto, cuando decimos "Yo creo en Dios Padre omnipotente" expresamos nuestra fe en el poder del amor de Dios que, en su Hijo muerto y resucitado vence el odio, la maldad, el pecado y nos da vida eterna, aquella de hijos que quieren estar siempre en la "Casa del Padre". Decir Creo en Dios Padre omnipotente, en su poder, en su manera de ser padre, es siempre un acto de fe, de conversión, de transformación de nuestro pensamiento, de todo nuestro afecto, de todo nuestro modo de vivir.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que sostenga nuestra fe, que nos ayude a encontrar realmente la fe, y nos de la fuerza para anunciar a Cristo crucificado y resucitado Cristo y darle testimonio en el amor a Dios y al prójimo. Y Dios nos conceda recibir el don de nuestra filiación, para vivir plenamente la realidad del Credo, confiando en el amor del Padre y de su omnipotencia misericordiosa, la verdadera omnipotencia que salva. Gracias.

http://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-catequesis-del-papa-sobre-dios-todopoderoso-94671/

martes, 29 de enero de 2013

¿Dentro de la Iglesia a quién odia más?




Cuestión 56
¿Dentro de la Iglesia a quién odia más?
La Iglesia cuenta en su seno con cardenales, arzobispos, pastores de todo tipo, teólogos, personas dedicadas a la caridad, misioneros, etc, etc. Pero lo que más odia el demonio es el ascetismo. Esto podemos decirlo con seguridad porque a nadie tienta tanto como al que se dedica a la ascesis. Cualquiera, que esté dedicado a cualquier ministerio o función eclesial, lleve en ello los años que lleve, si se dedica a hacer la prueba de comenzar una vida más ascética, comprobará que las tentaciones se le multiplican por cien.
Ello se debe a que el maligno sabe muy bien que la ascesis es una fuerza poderosísima, es la fuerza de la Cruz. Y que la fuerza de la Cruz quebranta su influencia en este mundo.
Alguien podría decir que lo que más debería temer el demonio es el amor, y que por tanto lo que más debería odiar él serían las obras de caridad. Pero el demonio sabe que al que comienza la vía del ascetismo, si persevera, Dios le concederá el don de la caridad en grado eximio. Mientras que el que se dedica a obras de caridad solamente, quizá nunca llegue a comenzar una vida ascética.
Hay personas que se han dedicado toda la vida a obras de caridad y, sin embargo, albergan en su espíritu muchos defectos. Uno puede dedicarse a ayudar a los pobres o a los enfermos, por ejemplo, y sin embargo hacerlo con murmuraciones, juicio crítico, desobediencias, etc. Mientras que el asceta si persevera en la purificación gradual de su alma obtendrá todos los dones. Por eso el demonio odia mucho más al asceta que a la jerarquía eclesiástica o a los mismos exorcistas. El exorcista expulsa a uno, dos, una docena de demonios... El hombre que se mortifica, quebranta de un modo mucho más poderoso la influencia demoníaca en este mundo por el mero hecho de sobrellevar sobre su cuerpo y su espíritu la pasión cotidiana de su vida crucificada.

Tratado de Demonología y Manual de Exorcistas

lunes, 28 de enero de 2013

EVANGELIO SEGUN SAN JUAN Capítulo 16

EVANGELIO SEGUN SAN JUAN


Capítulo 16

1 «Les he dicho esto para que no se escandalicen.

2 Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios.

3 Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí.

4 Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.

5 Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: «¿A dónde vas?».

6 Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido.

7 Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré.

8 Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio.

9 El pecado está en no haber creído en mí.

10 La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán.

11 Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado.

12 Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.

13 Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.

14 El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.

15 Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».

16 Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver».

17 Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: «¿Qué significa esto que nos dice: «Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver?».

18 Decían: «¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir».

19 Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: «Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: «Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver».

20 Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.

21 La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.

22 También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.

23 Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre, él se lo concederá en mi Nombre.

24 Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.

25 Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.

26 Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al Padre por ustedes,

27 ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de Dios.

28 Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre».

29 Sus discípulos le dijeron: «Por fin hablas claro y sin parábolas.

30 Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios».

31 Jesús les respondió: «¿Ahora creen?

32 Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

33 Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo».

miércoles, 23 de enero de 2013

"Creo en Dios".

VATICANO, 23 Ene. 13 / 10:21 am (ACI).-






Queridos hermanos y hermanas:

En este Año de la fe, hoy me gustaría empezar a reflexionar juntos sobre el Credo, la solemne profesión de fe que acompaña nuestras vidas como creyentes. El Credo comienza así: "Creo en Dios". Es una afirmación fundamental, aparentemente simple en su esencialidad, que sin embargo abre al mundo infinito de la relación con el Señor y con su misterio. Creer en Dios implica adhesión a Dios, acogida de su Palabra y obediencia gozosa a su revelación.

Como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: "La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela" (n. 166). Poder decir que se cree en Dios es, por lo tanto, un don y un compromiso al mismo tiempo, es gracia divina y responsabilidad humana, en una experiencia de diálogo con Dios, que, por amor, "habla a los hombres como amigos" (Dei Verbum, 2), nos habla para que, en la fe y con la fe, podamos entrar en comunión con Él.

¿Dónde podemos escuchar a Dios que nos habla? Para ello es fundamental la Sagrada Escritura, en la que, la Palabra de Dios se hace audible para nosotros y nutre nuestra vida de "amigos" de Dios. Toda la Biblia narra la revelación de Dios a la humanidad, toda la Biblia habla de la fe y nos enseña la fe, narrando una historia en la que Dios lleva a cabo su plan de redención y se acerca a los hombres, a través de tantas figuras luminosas de personas que creen en Él y confían en Él, hasta la plenitud de la revelación en el Señor Jesús.

Es muy bello, a este respecto, el capítulo 11 de la Carta a los Hebreos –que acabamos de escuchar– que habla de la fe y hace relucir las grandes figuras bíblicas que han vivido la fe, llegando a ser modelo para todos los creyentes: "Ahora bien, la fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven" (11,1), dice el primer versículo. Los ojos de la fe son, por lo tanto, capaces de ver lo invisible y el corazón del creyente puede esperar más allá de toda esperanza, al igual que Abraham, del que Pablo dice en la Carta a los Romanos que "creyó, esperando contra toda esperanza" (4,18).

Y precisamente sobre Abraham, me gustaría que detengamos nuestra atención, porque él es la primera gran figura de referencia para hablar acerca de la fe en Dios: el gran patriarca Abraham, modelo ejemplar, padre de todos los creyentes (cfr. Rom 4,11-12).

La Carta a los Hebreos lo presenta así: "Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. Por la fe, vivió como extranjero en la Tierra prometida, habitando en carpas, lo mismo que Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa. Porque Abraham esperaba aquella ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". (11, 8-10).

El autor de la Carta a los Hebreos se refiere aquí a la llamada de Abraham, narrada en el libro del Génesis ¿qué le pide Dios a este gran patriarca? Le pide que abandone su tierra para ir al país que le mostrará". El Señor dijo a Abram: «Deja tu tierra natal y la casa de tu padre, y ve al país que yo te mostraré" (Génesis 12, 1). ¿Cómo habríamos respondido nosotros a una invitación semejante?

Se trata, en efecto, de un partir en la oscuridad, sin saber dónde lo conducirá Dios, es un camino que requiere una obediencia y una confianza radicales, a la que sólo la fe permite acceder. Pero la oscuridad de lo desconocido está iluminada por la luz de una promesa; Dios añade a su mando una palabra tranquilizadora, que le abre a Abraham un futuro de vida en toda su plenitud: "Yo haré de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre... y por ti se bendecirán todos los pueblos de la tierra" (Gen 12,2.3).

La bendición, en la Sagrada Escritura, se enlaza principalmente con el don de la vida que viene de Dios y se manifiesta ante todo en la fertilidad, en una vida que se multiplica, pasando de generación en generación. Asimismo, la bendición está relacionada también con la experiencia de poseer una tierra, un lugar estable para vivir y crecer en libertad y seguridad, temiendo a Dios y construyendo una sociedad de hombres fieles a la Alianza, "un reino de sacerdotes y una nación santa" (cfr. Ex 19,6).

Por lo tanto, Abraham, en el diseño de Dios, está destinado a llegar a ser el "padre de una multitud de naciones" (Gn 17,5; cfr. Rom 4, 17-18) y a entrar en una nueva tierra donde vivir. Y, sin embargo, Sara, su esposa, es estéril, no puede tener hijos, el país al que Dios lo conduce está lejos de su tierra natal, ya está habitado por otros pueblos y nunca le pertenecerá verdaderamente.

El narrador bíblico hace hincapié en esto, aunque muy discretamente: cuando Abraham llegó al lugar de la promesa de Dios: " los cananeos ocupaban el país " (Gen 12:6). La tierra que Dios le dona a Abraham no le pertenece, él es un extranjero y lo seguirá siendo para siempre, con todo lo que ello conlleva: no tener intenciones de posesión, sentir siempre la propia pobreza, verlo todo como un don. Ésta es también la condición espiritual de quien acepta seguir al Señor, de quien decide partir aceptando su llamada, bajo el signo de su bendición invisible pero poderosa.

Y Abraham, el "padre de los creyentes", acepta esta llamada, en la fe. San Pablo escribe en la carta a los Romanos: "Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: Así será tu descendencia. Su fe no flaqueó, al considerar que su cuerpo estaba como muerto –tenía casi cien años– y que también lo estaba el seno de Sara. El no dudó de la promesa de Dios, por falta de fe, sino al contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a Dios, plenamente convencido de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete".(Rm 4,18-21).

La fe conduce a Abraham a seguir un camino paradójico. Él será bendecido, pero sin los signos visibles de la bendición: recibe la promesa de formar un gran pueblo, pero con una vida marcada por la esterilidad de Sara, su esposa; es llevado a una nueva patria, pero tendrá que vivir como un extranjero; y la única posesión de la tierra que se le permitirá será el de una parcela de terreno para enterrar a Sara (cf. Gn 23,1 a 20).

Abraham fue bendecido porque, en la fe, supo discernir la bendición divina yendo más allá de las apariencias, confiando en la presencia de Dios, incluso cuando sus caminos se le muestran misteriosos.

¿Qué significa esto para nosotros? Cuando decimos: "Yo creo en Dios", decimos, como Abraham: "Confío en ti, me confío a ti, Señor", pero no como a Alguien a quien se acude sólo en los momentos de dificultad o al que dedicar algún momento del día o de la semana. Decir "Yo creo en Dios" significa fundar en Él mi vida, dejar que su Palabra la oriente cada día, en las opciones concretas sin temor de perder algo de mí mismo.

Cuando, en el rito del Bautismo, se pide tres veces: "¿Creéis? en Dios, en Jesucristo, en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica y las demás verdades de la fe, la triple respuesta es en singular: "Yo creo", porque es mi existencia personal la que va a recibir un viraje con el don de la fe, es mi vida la que debe cambiar, convertirse. Cada vez que participamos en un Bautismo, debemos preguntarnos cómo vivimos cada día el gran don de la fe.

Abraham, el creyente, nos enseña la fe; y, como un extranjero en la tierra, nos muestra la verdadera patria. La fe nos hace peregrinos en la tierra, dentro del mundo y de la historia, pero en camino hacia la patria celestial.

Creer en Dios nos hace, pues, portadores de valores que a menudo no coinciden con la moda y la opinión del momento, nos pide adoptar criterios y asumir conductas que no pertenecen a la manera común de pensar. El cristiano no debe tener miedo de ir "contra corriente" para vivir su propia fe, resistiendo a la tentación de "adecuarse".

En muchas de nuestras sociedades, Dios se ha convertido en el "gran ausente" y en su lugar hay muchos ídolos, en primer lugar el "yo" autónomo. Y también los significativos y positivos progresos de la ciencia y de la tecnología han llevado al hombre a una ilusión de omnipotencia y de autosuficiencia, y un creciente egoísmo ha creado muchos desequilibrios en las relaciones y el comportamiento social.

Y, sin embargo, la sed de Dios (cf. Sal 63,2) no se extinguió y el mensaje del Evangelio sigue resonando a través de las palabras y los hechos de muchos hombres y mujeres de fe. Abraham, el padre de los creyentes, sigue siendo el padre de muchos hijos que están dispuestos a seguir sus pasos y se ponen en camino, en obediencia a la llamada divina, confiando en la presencia benevolente del Señor y acogiendo su bendición para ser una bendición para todos.

Es el mundo bendecido por la fe al que todos estamos llamados, para caminar sin miedo siguiendo al Señor Jesucristo. Y a veces es un camino, que conoce incluso, la prueba de la muerte, pero que está abierto a la vida, en una transformación radical de la realidad que sólo los ojos de la fe pueden ver y disfrutar en abundancia.

Afirmar "yo creo en Dios" nos conduce, pues, a ponernos en camino, a salir de nosotros mismos continuamente, al igual que Abraham, para llevar, en la realidad cotidiana en que vivimos, la certeza que viene de la fe: la certeza, es decir, la presencia de Dios en la historia, también hoy; una presencia que da vida y salvación, y nos abre a un futuro con Él para una plenitud de vida que nunca conocerá el ocaso.


ACI PRENSA

Oración y penitencia para acabar con el aborto, alienta Cardenal en EEUU

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"Sólo un amor que pone al servicio de los más necesitados, sea cual sea el costo personal para nosotros mismos, es lo suficientemente fuerte como para superar la cultura de la muerte".

martes, 22 de enero de 2013

MISA EN PARROQUIA SAN JOSÉ.

INVITAMOS A TODOS LOS GRUPOS DE LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATOLICA E UN ENCUENTRO SIEMPRE NUEVO CON JESUCRISTO.
LUGAR: PARROQUIA SAN JOSÉ
DÍA: 26 DE ENERO
HORA: 16HRS
CELEBRA: PADRE MIGUEL


PATRICIO LEOPOLDO ZURITA OLIVERA

Primer Libro de los Reyes Capítulo 4

Los principales funcionarios de Salomón

1 El rey Salomón reinó sobre todo Israel.
2 Y estos eran sus ministros: Azarías, hijo de Sadoc, sacerdote;
3 Elijoref y Ajías, hijos de Sisá, secretarios; Josafat, hijo de Ajilud, archivista;
4 Benaías, hijo de Iehoiadá, jefe del ejército; Sadoc y Abiatar, sacerdotes;
5 Azarías, hijo de Natán, jefe de los prefectos; Zabud, hijo de Natán, familiar del rey;
6 Ajisar, mayordomo de palacio; Adoniram, hijo de Abdá, encargado de las prestaciones de servicio.
Los prefectos de Salomón

7 Salomón tenía doce prefectos distribuidos por todo Israel. Ellos abastecían al rey y a su casa, un mes por año cada uno.
8 Sus nombres eran estos: el hijo de Jur, en la montaña de Efraím;
9 el hijo de Déquer, en Macás, Saalbím, Bet Semes y Elón, hasta Bet Janán;
10 el hijo de Jésed, en Arubot; él tenía a su cargo Soco y toda la región de Jéfer;
11 el hijo de Abinadab, en todas las alturas de Dor; Tafat, hija de Salomón, era su esposa;
12 Baaná, hijo de Ajilud, en Taanac y Meguido, y en todo Bet Seán, que está al lado de Sartán por debajo de Izreel, desde Bet Seán hasta Abel Mejolá, más allá de Iocmeam;
13 el hijo de Guéber, en Ramot de Galaad; él tenía a su cargo los campamentos de Iaír, hijo de Manasés, que están en Galaad, y también el distrito de Argob, que está en Basán: sesenta grandes ciudades, amuralladas y con cerrojos de bronce;
14 Ajinadab, hijo de Idó, en Majanaim;
15 Ajimaás, en Neftalí; también este se había casado con una hija de Salomón, llamada Basmat;
16 Baaná, hijo de Jusai, en Aser y en Bealot;
17 Josafat, hijo de Paruá, en Isacar;
18 Simei, hijo de Elá, en Benjamín;
19 Guéber, hijo de Urí, en la región de Galaad, el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán. El tenía además un prefecto en el país de Judá.
La magnificencia de Salomón

20 Judá e Israel eran tan numerosos como la arena que está a la orilla del mar; todos comían, bebían y vivían felices.

viernes, 18 de enero de 2013

¿Por qué Satanás no se manifiesta a los hombres desplegando todo su poder?

Cuestión 55
¿Por qué Satanás no se manifiesta a los hombres desplegando todo su poder?
Así como el Mesías se manifestó con milagros y muchos creyeron en El, así también el Diablo podría manifestar plenamente su poder para engañar y seducir a las multitudes. Qué duda cabe que si Satán se manifestara abiertamente bajo la apariencia de ángel de luz, muchos le seguirían. Podría hacer portentos, sanar algunas enfermedades, predecir cosas futuras. La razón por la que Satán no despliega sus facultades a plena luz nos la da San Pablo:
Y sabéis lo que ahora lo retiene, para que se revele a su debido tiempo; pues el misterio de la iniquidad está actuando ya, sólo hasta que se retire de en medio el que lo retiene ahora; y entonces se revelará el Impío.
(...) Cuya venida, dada la energía del Adversario, estará acompañada de toda clase de prodigios, señales y portentos propios de la mentira. 2 Tes 2, 6-9
El Diablo es soberbio, querría ser adorado, y la gente es débil, muchos serían engañados. Pero no puede desplegar su poder, Dios retiene la manifestación de su fuerza. Hasta Satán que odia a Dios y que trata de hacer todo el mal que puede, está atado a los designios de la voluntad de Dios. Y el designio de Dios es que él no podrá manifestarse abiertamente hasta que llegue el fin de los tiempos. Hasta que llegue ese momento, los portentos están limitados sólo a los pequeños grupos satánicos donde sí que puede, al ser invocado, mostrarse. Por esas reducidas actuaciones extraordinarias y por su obrar ordinario (es decir, la tentación) y por la concentración de fuerzas demoníacas en lugares y momentos concretos para aunar fuerzas y lograr algo, por todo eso dice San Pablo en la epístola que el misterio de la iniquidad está actuando ya, pero que no se ha revelado todavía.

miércoles, 16 de enero de 2013

Catequesis del Papa sobre la Revelación de Dios.

VATICANO, 16 Ene. 13 / 10:04 am (ACI).- Queridos hermanos y hermanas:

El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la divina Revelación, afirma que la íntima verdad de la revelación de Dios brilla para nosotros "en Cristo, que es a un tiempo mediador y plenitud de toda la Revelación" (n. 2 ).

El Antiguo Testamento nos dice cómo Dios, después de la creación, a pesar del pecado original y de la arrogancia del hombre de querer ponerse en el lugar de su Creador, vuelve a ofrecer la posibilidad de su amistad, sobre todo a través de la alianza con Abraham y el camino de un pueblo pequeño, el de Israel, que Él elige, no criterios de poder terrenal, sino simplemente por amor.

Es una elección que sigue siendo un misterio y revela el estilo de actuar de Dios, que llama a algunos, no para excluir a los demás, sino para que sirvan de puente con el fin de conducir hacia Él. Elección siempre para el otro. En la historia del pueblo de Israel, podemos volver a recorrer las etapas de un largo camino, en el que Dios se deja conocer, se revela, entra en la historia con palabras y con acciones.

Para esta obra, Él se sirve de mediadores, como Moisés, los Profetas y los Jueces, que comunican al pueblo su voluntad, recuerdan la necesidad de fidelidad a la alianza y mantienen viva la espera de la realización plena y definitiva de las promesas divinas.

Y es la realización de estas promesas que hemos contemplado en la Santa Navidad: la Revelación de Dios llega a su culmen, a su plenitud.

En Jesús de Nazaret, Dios visita realmente a su pueblo, visita a la humanidad de una manera que va más allá de todas las expectativas: envía a su Hijo Unigénito, Dios mismo se hace hombre. Jesús no nos dice algo acerca de Dios, no habla simplemente del Padre –sino que es Revelación de Dios, porque es Dios– nos revela el rostro de Dios. En el prólogo de su Evangelio, Juan escribe: " Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre "(Jn 1,18).

Quisiera detenerme en este "revelar el rostro de Dios". En este contexto, San Juan, en su Evangelio, nos narra un hecho significativo, que acabamos de escuchar. Al acercarse la Pasión, Jesús tranquiliza a sus discípulos, exhortándoles a no tener miedo y tener fe, luego entabla un diálogo con ellos, en el que habla de Dios Padre (cfr. Jn 14,2-9). En un momento, el apóstol Felipe le pide a Jesús: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta" (Juan 14:8). Felipe es muy práctico y concreto: dice también lo que nosotros queremos decir, queremos ver al Padre - le pide "ver" el Padre, para ver su rostro.

La respuesta de Jesús –no sólo a Felipe, sino también a nosotros– nos introduce en el corazón de la fe cristológica. El Señor afirma: "El que me ha visto, ha visto al Padre" (Jn 14, 9). En esta expresión se encierra sintéticamente la novedad del Nuevo Testamento, aquella novedad que apareció en la gruta de Belén: Dios se puede ver, Dios ha manifestado su rostro, es visible en Jesucristo.

En todo el Antiguo Testamento está presente el tema de la "búsqueda del rostro de Dios", el anhelo de conocer este rostro, de ver a Dios como es, tanto que el término hebreo p?nîm, que significa "rostro", se repite 400 veces, de las que 100 se refieren a Dios, cien veces se refiere y se quiere ver el rostro de Dios. Y, sin embargo, la religión hebraica, prohibiendo por completo las imágenes, porque Dios no se puede representar –como hacían los pueblos cercanos con la adoración de los ídolos, por lo tanto con esta prohibición de imágenes en el Antiguo Testamento– parece excluir totalmente el "ver" del culto y de la piedad

¿Qué significa, entonces, para el piadoso israelita, buscar a pesar de todo el rostro de Dios, aun sabiendo que no puede haber ninguna imagen suya? La pregunta es importante: por un lado, quiere decir que Dios no puede ser reducido a un objeto, como una imagen que se puede tomar en la mano, así como no se puede poner algo en lugar de Dios, y por el otro, se afirma que Dios tiene un rostro, es decir que es un "Tú", que puede entrar en una relación, que no está cerrado en su Cielo, mirando desde lo alto a la humanidad.

Dios está sin duda por encima de todo, pero se dirige hacia nosotros, nos escucha, nos ve, habla, establece alianza, es capaz de amar. La historia de la salvación es la historia de Dios con la humanidad y la historia de esta relación de Dios, que se revela progresivamente al hombre, que se hace conocer a sí mismo, su rostro.

Precisamente al comienzo del año, el 1 de enero, hemos oído, en la liturgia, la hermosa oración de bendición sobre su pueblo: "Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz". (Números 6:24-26).

El esplendor del rostro divino es la fuente de la vida, es lo que permite ver la realidad; la luz de su rostro es la guía de la vida. En el Antiguo Testamento hay una figura a la que está enlazado de forma muy especial el tema del ‘rostro’ de Dios. Se trata de Moisés, aquel al que Dios elige para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto, donarle la Ley de la alianza y guiarlo a la Tierra prometida.

Después Moisés regresaba al campamento, pero Josué –hijo de Nun, su joven ayudante– no se apartaba del interior de la tienda. Pues bien, en el capítulo 33 del libro del Éxodo, se dice que Moisés tenía una relación cercana y confidencial con Dios: "El Señor conversaba con Moisés cara a cara, como lo hace un hombre con su amigo". (v. 11).

En virtud de esta confianza, Moisés pide a Dios: "Muéstrame tu gloria", y la respuesta de Dios es clara: «Haré pasar junto a ti toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre del Señor… Pero tú no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre puede verme y seguir viviendo…Aquí a mi lado tienes un lugar… tú verás mis espaldas. Pero nadie puede ver mi rostro». (vv. 18-23).

Por un lado, pues, hay un diálogo cara a cara, como amigos, pero por el otro, hay la imposibilidad, en esta vida, de ver el rostro de Dios, que permanece oculto; la visión es limitada. Al final, a Dios sólo se le puede seguir, viendo sus hombros. Los Padres dicen esto: tú sólo puedes ver mi espalda, significa que tú sólo puedes seguir a Cristo y siguiéndole ves desde detrás el misterio de Dios. Dios se puede seguir viendo su espalda.

Algo completamente nuevo sucede, sin embargo, con la Encarnación. La búsqueda del rostro de Dios recibe un cambio radical increíble, porque ahora se puede ver este rostro: el de Jesús, el Hijo de Dios que se hace hombre.

En Él se cumple el camino de la revelación de Dios comenzado con la llamada de Abraham, Él es la plenitud de esta revelación, porque él es el Hijo de Dios, es a la vez "mediador y plenitud de toda la Revelación" (Constitución Dogmática. Dei Verbum, 2), y en Él el contenido de la Revelación y el Revelador coinciden. Jesús nos muestra el rostro de Dios y nos enseña el nombre de Dios. En la Oración sacerdotal de la Última Cena, Él le dice al Padre: "He manifestado tu nombre a los hombres... Yo les he dado a conocer tu nombre" (cf. Jn 17,6.26).

El término "nombre de Dios" significa Dios como Aquel que está presente entre los hombres. A Moisés en la zarza ardiente, Dios había revelado su nombre, se había hecho invocar, había dado una señal concreta de su "existencia" entre los hombres. Todo esto encuentra cumplimiento y plenitud en Jesús: Él inaugura de forma nueva la presencia de Dios en la historia, porque el que le ve a Él, ve al Padre, como dice a Felipe (cf. Jn 14:9).

El Cristianismo –dice San Bernardo– es la "religión de la Palabra de Dios", no de, "una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo" (Hom. super missus est, IV, 11: PL 183, 86B). En la tradición de la patrística y medieval se usa una fórmula especial para expresar esta realidad: Jesús es el Verbum abbreviatum (cf. Rom 9,28, en referencia a Isaías 10:23), el Verbo abreviado, la Palabra breve, abreviada y sustancial del Padre, que nos dijo todo de Él. En Jesús toda la Palabra está presente.

En Jesús incluso la mediación entre Dios y el hombre encuentra su plenitud. En el Antiguo Testamento hay una gran cantidad de figuras que han venido desempeñando esta tarea, sobre todo Moisés, el libertador del, el guía, el "mediador" de la alianza, como lo define el Nuevo Testamento (cf. Gal 3:19; Hechos 7 , 35, Jn 1:17).

Jesús, ve

rdadero Dios y verdadero hombre, no es uno más de los mediadores entre Dios y el hombre, sino "el mediador" de la nueva y eterna alianza (cf. Heb 8:6; 9.15, 12.24), "un sólo, de hecho, es Dios - dice Pablo - y un solo uno el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesus"(1 Timoteo 2:5, Gálatas 3:19-20). En él podemos ver y conocer al Padre; en Él podemos invocar a Dios como "Abba, Padre" en Él nos vienen dada la salvación.

El deseo de conocer a Dios realmente, es decir, de ver el rostro de Dios, está en todos los hombres, incluso en los ateos. Y nosotros tenemos este deseo consciente de ver quién es, qué es, qué es para nosotros. Pero este deseo se realiza siguiendo a Cristo, así vemos la espalda y vemos, por fin, a Dios como a un amigo, su rostro en el rostro de Cristo.

Es importante que sigamos a Cristo pero no sólo cuando lo necesitamos y cuando encontramos un espacio de tiempo, entre los miles quehaceres de cada día, sino con nuestra vida. Toda nuestra existencia debe estar orientada al encuentro con Él, al amor hacia Él y en ella, el amor al prójimo debe tener asimismo un lugar central.

Ese amor que, a la luz del Crucificado, nos hace reconocer el rostro de Jesús en el pobre, en el débil y en el que sufre. Ello es posible sólo si el verdadero rostro de Jesús se nos ha vuelto familiar, en la escucha de su Palabra –en el diálogo interior con su Palabra para que lo podamos encontrar a Él verdaderamente– y naturalmente en el Misterio de la Eucaristía.

En el Evangelio de San Lucas es significativo el pasaje de los dos discípulos de Emaús, que reconocieron a Jesús al partir el pan. Pero preparados por el camino, preparados por la invitación que le hacen para que se quede con ellos, preparados por el diálogo que hizo arder sus corazones. Así ven al final a Jesús.

También para nosotros, la Eucaristía es, preparada por una vida en diálogo con Jesús, la gran escuela en la que aprendemos a ver el rostro de Dios, entramos en relación íntima con Él; y aprendemos al mismo tiempo a dirigir la mirada hacia el momento final de la historia, cuando Él nos saciará con la luz de su rostro. En la tierra caminamos hacia esta plenitud, en la espera gozosa que se cumpla el Reino de Dios.


EVANGELIO SEGUN SAN JUAN Capítulo 15

Capítulo 15

1 «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.

2 El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.

3 Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.

4 Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.

6 Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.

7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

8 La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.

9 Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.

10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

11 Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.

12 Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.

13 No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.

14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.

15 Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

16 No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.

17 Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.

18 Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.

19 Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia.

20 Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.

21 Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.

22 Si yo hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora su pecado no tiene disculpa.

23 El que me odia, odia también a mi Padre.

24 Si yo no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro realizó, no tendrían pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo, me odian a mí y a mi Padre,

25 para que se cumpla lo que está escrito en la Ley: Me han odiado sin motivo.

26 Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.

27 Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio».

martes, 15 de enero de 2013

Primer Libro de los Reyes Capítulo 3 ... sabiduría divina para hacer justicia.

Primer Libro de los Reyes

Capítulo 3

El matrimonio de Salomón con la hija del Faraón

1 Salomón se emparentó con el Faraón, rey de Egipto; tomó por esposa a la hija del Faraón y la llevó a la Ciudad de David, hasta que terminó de construir su propia casa, la Casa del Señor y el muro en torno de Jerusalén.
2 Pero como hasta esos días no se había construido la Casa para el Nombre del Señor, el pueblo ofrecía sacrificios en los lugares altos.
3 Salomón amaba al Señor y caminaba según las prescripciones de su padre David. Sin embargo, ofrecía sacrificios y quemaba incienso en los lugares altos.
El sueño y la súplica de Salomón en Gabaón

2 Cro 1.3-13
4 El rey fue a Gabaón para ofrecer sacrificios allí, porque ese era el principal lugar alto. Sobre ese altar, Salomón ofreció mil holocaustos.
5 En Gabaón, el Señor se apareció a Salomón en un sueño, durante la noche. Dios le dijo: «Pídeme lo que quieras».
6 Salomón respondió: «Tú has tratado a tu servidor, David, mi padre, con gran fidelidad, porque él caminó en tu presencia con lealtad, con justicia y rectitud de corazón; tú le has atestiguado esta gran fidelidad, dándole un hijo que hoy está sentado en su trono.
7 Y ahora, Señor, Dios mío, has hecho reinar a tu servidor en lugar de mi padre David, a mí, que soy apenas un muchacho y no sé valerme por mí mismo.
8 Tu servidor está en medio de tu pueblo, el que tú has elegido, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.
9 Concede entonces a tu servidor un corazón comprensivo, para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién sería capaz de juzgar a un pueblo tan grande como el tuyo?».
10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera este pedido,
11 y Dios le dijo: «Porque tú has pedido esto, y no has pedido para ti una larga vida, ni riqueza, ni la vida de tus enemigos, sino que has pedido el discernimiento necesario para juzgar con rectitud,
12 yo voy a obrar conforme a lo que dices: Te doy un corazón sabio y prudente, de manera que no ha habido nadie como tú antes de ti, ni habrá nadie como tú después de ti.
13 Y también te doy aquello que no has pedido: tanta riqueza y gloria que no habrá nadie como tú entre los reyes, durante toda tu vida.
14 Y si vas por mis caminos, observando mis preceptos y mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, también te daré larga vida».
15 Salomón se despertó, y comprendió que había tenido un sueño. Luego regresó a Jerusalén y se presentó ante el Arca de la Alianza del Señor; ofreció holocaustos y sacrificios de comunión, e hizo un banquete para todos sus servidores.
La sabiduría de Salomón para juzgar

16 Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey.
17 Una de las mujeres le dijo: «¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.
18 Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotros dos.
19 Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
20 Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
21 A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido».
22 La otra mujer protestó: «¡No! ¡El que vive es mi hijo!». Y así discutían en presencia del rey.
23 El rey dijo: «Esta mujer afirma: «Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo». Esta otra dice: «No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío».
24 Y en seguida añadió: «Tráiganme una espada». Le presentaron la espada,
25 y el rey ordenó: «Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra».
26 Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: «¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!». La otra, en cambio, decía: «¡No será ni para mí ni para ti! ¡Que lo dividan!».
27 Pero el rey tomó la palabra y dijo: «Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!».
28 Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; y sintieron por él un gran respeto, porque vieron que había en él una sabiduría divina para hacer justicia.

EVANGELIZACIÓN EN SANTA JUANA

De: David Gajardo Isla
Fecha: 12 de enero de 2013 23:06
Asunto: Santa Juana
Para:


Queridos hermanos,Paz y bien para cada uno de ustedes.

Les informo que segun lo conversado, en el encuentro Accion de Gracias, respecto a una Evangelizacion en el mes de enero; Nuestro asesor Padre Placencia, ayer viernes nos confirmo que nos espera en Santa Juana, el Domingo 20 de Enero.

La salida es a las 8,30hrs de la Parroquia SAN Jose para regresar alrredor de las 19,30.

La actividad sera al aire libre, cantos, alabanzas y dos proclamaciones en la mañana. El almuerzo a las 13,30hrs salon Parroquial
Favor llevar colacion y utensilios.

En la tarde misa Carismatica 16,30hrs. en la Parroquia,

HERMANOS LOS CUPOS DEL BUS SE LLENARAN POR ORDEN DE inscripcion, para esto llamar a la brevedad
Fonos 2739589,97074670 y al correo.

Saludos
David y Ximena

lunes, 14 de enero de 2013

¿Pueden los demonios aunar y concentrar sus esfuerzos para influir en una sociedad?

Cuestión 54
¿Pueden los demonios aunar y concentrar sus esfuerzos para influir en una sociedad?
El gran poder del demonio es tentar. Y como los demonios se comunican entre sí, pueden ponerse de acuerdo para tentar en una misma dirección. En 1932, los demonios entendieron perfectamente que para sus planes era mejor tentar a la gente para que votase a ese candidato bastante desconocido que era Hitler. ¿Eso significa que su ascenso al poder se debió a la acción de los demonios? No, pero ellos indudablemente le ayudaron.
Igualmente, hay que recordar que los Santos Padres de los primeros siglos de la Iglesia al tratar el tema de las persecuciones contra los cristianos, señalarán como primera y principal causa de esa persecución la instigación de los demonios tanto sobre las masas como sobre los gobernantes.
Otro ejemplo abundando en lo dicho ya dicho sería el del cardenal Nasalli Rocca cuando escribió en su Carta Pastoral de Cuaresma (Bolonia 1946) que el secretario del Papa, mons. Rinaldo Angeli, le había contado varías veces como León XIII tuvo una visión de los espíritus infernales que se concentraban sobre Roma, y que ese fue el origen de la oración que quiso que se recitara en toda la Iglesia, y que fue expedita a los Ordinarios en 1886.
Sí, efectivamente también los demonios tienen sus estrategias y se ponen de acuerdo para llevarlas a cabo. Pueden concentrarse en un lugar determinado. Ambicionan todas las almas, pero saben muy bien que algunas personas tienen el poder de arrastrar a otras personas, bien por su cultura, por su poder o por su dinero. Y por lo tanto las fuerzas del mal son conscientes de que esas élites son especialmente deseables. En política los demonios nunca son neutrales, analizan la situación y están seguros de cuáles son las personas que más favorecerán sus estrategias. Afortunadamente el lado del bien tiene a los ángeles y a las muchas personas que con su oración desbaratan los planes de las tinieblas. Por eso es tan importante la oración y el sacrificio. Los monasterios, las personas orantes, son las fuerzas invisibles que no sólo contrarrestan el poder del infierno en este mundo, sino que envían sobreabundantemente todo tipo de bendiciones sobre nosotros.
Aunque explicar esta lucha invisible de poderes espirituales, no nos debe hacer olvidar que los autores de nuestra historia somos nosotros. Todas estas fuerzas invisibles del mal sólo son una influencia. Y al final cada hombre hace lo que quiere y es responsable de lo que hace. Ni todos los demonios del mundo pueden obligar a alguien, aunque sea un pecador, a tomar una decisión si él decide tomar la otra.
El poder de la oración es tan poderoso como los mayores ejércitos, o las mayores fortunas. Una sola persona humilde y desconocida, con su oración puede evitar guerras, puede evitar que ideologías políticas malignas lleguen al poder, etc, etc. Sólo los demonios saben hasta que punto es temible la oración para ellos.

viernes, 11 de enero de 2013

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN CAP 14

Capítulo 14

1 «No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí.

2 En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar.

3 Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes.

4 Ya conocen el camino del lugar adonde voy».

5 Tomás le dijo: «Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?».

6 Jesús le respondió: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.

7 Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».

9 Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?. El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: «Muéstranos al Padre»?

10 ¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.

11 Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras.

12 Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre.

13 Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Hombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.

14 Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré.

15 Si ustedes me aman, cumplirán mis mandamientos.

16 Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes:

17 el Espíritu de la Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes, en cambio, lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes.

18 No los dejaré huérfanos, volveré a ustedes.

19 Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.

20 Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre, y que ustedes están en mí y yo en ustedes.

21 El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él».

22 Judas –no el Iscariote– le dijo: «Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?».

23 Jesús le respondió: «El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.

24 El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.

25 Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.

26 Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.

27 Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!

28 Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes». Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo.

29 Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

30 Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí,

31 pero es necesario que el mundo sepa que yo amo al Padre y obro como él me ha ordenado. Levántense, salgamos de aquí».

Cumpleaños Nº5

Cumpleaños Nº5:

Nuestra Comunidad nació en la primera semana de enero del año 2008. Era un grupo de 7 personas que movidos por la necesidad de tener un encuentro con Dios más cercano, y confiando en las promesas de bendiciones y liberaciones que se derramarían a través de la alabanza, comenzaron con un pequeño Jericó, durante 7 días continuos de oraciones de alabanzas y adoración.

De esas siete personas, sólo quedan tres. Actualmente somos en promedio unas 50 personas, llegando a su máximo a unas 80 personas el año 2009, con el desarrollo de los Seminarios de Vida en el Espíritu Santo.

El primer servidor guía de esta comunidad, fue el hermano Gerardo Lizama, le continuaron las hermanas Marcia Villalobos y Gladys Salgado. Actualmente la servidora guía de nuestra comunidad es la hermana Pilar Reyes.

Nuestra comunidad ha funcionado siempre en la Parroquia de la Merced en Concepción, Chile. Con el último cambio de párroco, quién no es muy simpatizante con la corriente de gracia de la renovación católica carismática, estuvimos a punto de emigrar hacia otra parroquia. Finalmente imperó la Gracia, y permaneceremos en esta parroquia, a lo menos durante el presente año 2013.

Nuestra comunidad, también cuenta con el ministerio de la oración de intercesión, a cargo del hermano Roberto Arriagada. Este Ministerio se reune todos los jueves a las 20 Hrs., para Interceder por la Iglesia Católica Apostólica Romana, por el Vicario de Cristo y sus Obispos, por los sacerdotes y religiosas, por la RCC, por nuestra comunidad, por los servidores guías, y por todo lo que inspire espontáneamente en ese momento por el Espíritu Santo.

Como comunidad carismática, invocamos bastante la presencia de Dios, la presencia del Espíritu Santo, para luego pasar a un tiempo prolongado de Alabanzas y en voz alta, fuerte y clara. Luego se produce la oración en lenguas, para pasar al canto en lenguas. Luego vienen las profecías, y el momento de la Adoración. La Gracia se compenetra con la FE, y Dios Trino de Amor, se manifiesta libremente en la comunidad, llenando de su Espíritu Santo, y de la presencia de Jesús y María Santísima en el lugar, en la mente y en el corazón de cada persona que ahí asiste. El Ministerio de Música por muchos años, estuvo a cargo del hermano Gerardo, quién con su discernimiento y la inspiración del Espíritu Santo ha inducido al estado de gracia y paz necesaria para que Dios se manifieste, ya sea a través del Espíritu Santo, o por la oración en lenguas de algún hermano(a), o por la oración con imposición de manos. Según la inspiración del Espíritu Santo, se pasa al momento de la Adoración a Dios, ya sea sentados, de píe o de rodillas, alcanzando el punto máximo de la sanación interior y de la oración de intercesión. Luego se empieza a terminar la reunión con cantos de agradecimientos. Luego se da el espacio para la Proclamación de la Palabra, utilizando el Evangelio del día Domingo anterior, seguido de una enseñanza preparada por un hermano(a) previamente elegido. Se continúa con testimonios, los avisos e informaciones. Se culmina con la oración de envio: Agradecimiento, alabanzas, protección y bendición. Se Sella todo el momento con el rezo de la oración del Padre Nuestro y del Ave María.

Hermanos(as) esta es nuestra FE.

Que Dios siga bendiciendo sus vidas, y a todos los que nos han saludado a través de internet, que Dios multiplique la Gracia, sus buenos deseos, la protección y prosperidad en sus vidas, así en la tierra como en el cielo. Amén.

La Comunidad Jericó.

miércoles, 9 de enero de 2013

Catequesis del Papa sobre el Misterio de la Encarnación

VATICANO, 09 Ene. 13 / 10:42 am (ACI).- Queridos hermanos y hermanas:

En este tiempo de Navidad, nos detenemos de nuevo en el gran misterio de Dios que bajó de su Cielo para entrar en nuestra carne. En Jesús, Dios se encarnó, se hizo hombre como nosotros, y así nos abrió el camino hacia su Cielo, hacia la comunión plena con Él.

En estos días, en nuestras iglesias ha resonado varias veces la palabra "Encarnación" de Dios, para expresar la realidad que celebramos en la Santa Navidad: El Hijo de Dios se hizo hombre, como recitamos en el Credo. Pero ¿qué significa esta palabra central de la fe cristiana? Deriva del latín "incarnatio". San Ignacio de Antioquía, a finales del siglo I y especialmente San Ireneo han utilizado este término, reflexionando sobre el Prólogo del Evangelio de San Juan, en particular sobre la expresión "La Palabra se hizo carne" (Jn 1,14).

Aquí la palabra "carne" –según la costumbre hebraica– se refiere a la persona integralmente, en su totalidad, a su aspecto de caducidad y temporalidad, su pobreza y su contingencia. Y ello para decirnos que la salvación traída por el Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, abraza al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en la que se encuentre.

Dios tomó la condición humana para curar de todo lo que nos separa de Él, por lo que podemos llamar, en su Hijo unigénito, con el nombre de "Abba, Padre" y ser verdaderamente sus hijos. San Ireneo dice: "Esto es por qué el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con la Palabra y recibiendo así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios "(Adversus haereses, 3,19,1:. PG 7,939; cf Catecismo de la Iglesia Católica, 460).

"El Verbo se hizo carne" es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, que ya casi no nos impacta la magnitud del evento que expresa. Y de hecho, en este tiempo de Navidad, en el que esta expresión se repite a menudo en la liturgia, a veces se da mayor atención a los aspectos exteriores, a los "colores" de la fiesta, en lugar de estar atentos al corazón de la gran novedad cristiana que celebramos: algo absolutamente impensable, que sólo Dios podía obrar y en la que sólo se puede entrar con la fe.

El Logos que está con Dios, el Logos, que es Dios (cfr Jn 1, 1), para el cual fueron creadas todas las cosas (cfr. 1,3), que ha acompañado a los hombres en la historia con su luz (cfr. 1,4- 5; 1,9), se hace carne y pone su morada entre nosotros, se hace uno de nosotros (cfr. 1,14).

El Concilio Ecuménico Vaticano II afirma: "El Hijo de Dios... trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado". (Constitución Gaudium et Spes, 22). Es importante, entonces, recuperar el asombro ante el misterio, dejarse envolver por la magnitud de este acontecimiento: Dios ha recorrido como un hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su propia vida (cfr. 1 Jn 1,1 - 4). Y no lo hizo con el esplendor de un soberano, que con su poder somete al mundo, sino con la humildad de un niño.

Me gustaría señalar un segundo elemento. En Navidad solemos intercambiar algunos regalos con las personas más cercanas. A veces puede ser un acto realizado por convención, pero en general expresa afecto, es un signo de amor y de estima. En la oración de las ofrendas de la Misa en la Solemnidad de la Navidad oramos así: "Acepta, oh Padre, nuestra ofrenda en esta noche de luz, y por este misterioso intercambio de dones transformarnos en Cristo, tu Hijo, que elevó al hombre a tu lado en la gloria". El anhelo de la donación está en el corazón de la liturgia y recuerda a nuestra conciencia el don original de la Navidad: en esa noche santa de Dios, haciéndose carne, quiso hacerse don para los hombres, se entregó por nosotros, asumió nuestra humanidad para donarnos su divinidad.

Este es el gran don. Incluso en nuestro dar no es importante que un regalo sea caro o no; quien no es capaz de donar un poco de sí mismo, da siempre muy poco; incluso, a veces incluso se intenta reemplazar el corazón y el compromiso de donación de uno mismo con el dinero, con cosas materiales. El misterio de la Encarnación significa que Dios no lo ha hecho así: no ha dado cualquier cosa, sino que se entregó a sí mismo en su Hijo Unigénito. Aquí encontramos el modelo para nuestro dar, para que nuestras relaciones, sobre todo las más importantes, sean impulsadas con la generosidad y el amor.

Quisiera ofrecer una tercera reflexión: el hecho de la Encarnación de Dios, que se hace un hombre como nosotros, nos muestra el realismo sin precedentes del amor divino. La acción de Dios, de hecho, no se limita a las palabras, es más podríamos decir que Él no se contenta con hablar, sino que se sumerge en nuestra historia y asume sobre sí la fatiga y el peso de la vida humana.

El Hijo de Dios se hizo verdaderamente hombre, nació de la Virgen María, en un tiempo y en un lugar específico, en Belén durante el reinado del emperador Augusto, bajo el gobernador Quirino (Lc 2,1-2); creció en una familia, tuvo amigos, formó un grupo de discípulos, dio instrucciones a los apóstoles para que continuaran su misión, completó el curso de su vida terrenal en la cruz.

Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para cuestionarnos sobre el realismo de nuestra fe, que no debe limitarse a la esfera de los sentimientos y emociones, sino que debe entrar en la realidad de nuestra existencia, es decir, debe tocar nuestra vida de cada día y orientarla de manera práctica. Dios no se detuvo en las palabras, sino que nos mostró cómo vivir, compartiendo nuestra propia experiencia, salvo en el pecado.

El Catecismo de San Pío X, que algunos de nosotros hemos estudiado de niños, con su sencillez, a la pregunta: "¿Para vivir según Dios, ¿qué debemos hacer", da esta respuesta: "Para vivir según Dios debemos creer las verdades reveladas por Él y observar sus mandamientos con la ayuda de su gracia, que se obtiene mediante los sacramentos y la oración". La fe tiene un aspecto fundamental que afecta no sólo la mente y el corazón, sino toda nuestra vida.

Un último elemento que propongo a vuestra reflexión. San Juan dice que el Verbo, el Logos estaba con Dios desde el principio, y que todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo, y que nada de lo que existe fue hecho sin Él (cf. Jn 1:1-3). El evangelista claramente alude a la historia de la creación que se encuentra en los primeros capítulos del Libro del Génesis, y los relee a la luz de Cristo.

Este es un criterio fundamental en la lectura cristiana de la Biblia: el Antiguo y el Nuevo Testamento siempre deben ser leídos juntos y a partir del Nuevo se revela el sentido más profundo también del Antiguo.

Aquel mismo Verbo, que siempre ha existido con Dios, que es Dios Él mismo y por el cual y en vista del cual todas las cosas fueron creadas (cf. Col 1:16-17), se hizo hombre: el Dios eterno e infinito se sumergió en la finitud humana, en su criatura, para reconducir el hombre y el conjunto de la creación a Él. El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "la primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo brillo supera el de la primera "(n. 349).

Los Padres de la Iglesia han acercado a Jesús a Adán, hasta llamarlo "segundo Adán" o el nuevo Adán, la imagen perfecta de Dios. Con la Encarnación del Hijo de Dios tiene lugar una nueva creación, que nos da la respuesta completa a la pregunta "¿Quién es el hombre?".

Sólo en Jesús se revela plenamente el proyecto de Dios sobre el ser humano: Él es el hombre definitivo según Dios.

El Concilio Vaticano II lo reitera firmemente. Dice así: "En realidad, sólo en el misterio del Verbo encarnado, encuentra verdadera luz el misterio del hombre ... Cristo, el nuevo Adán, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le revela su sublime vocación" (Gaudium et spes, 22;. Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 359).

En aquel niño, el Hijo de Dios contemplado en la Navidad, podemos reconocer el verdadero rostro, no solo de Dios sino del ser humano; y sólo mediante la apertura de la acción de su gracia y tratando todos los días de seguirle, nosotros realizamos el plan de Dios sobre nosotros. Sobre cada uno de nosotros.

Queridos amigos, en este periodo meditamos sobre la grande y maravillosa riqueza del misterio de la Encarnación, para permitir que el Señor nos ilumine y nos transforme cada vez más a la imagen de su Hijo hecho hombre por nosotros.









Hermano(a):

Esta catequesis de su Santidad el Papa Benedicto XVI, viene a confirmar que todas las heridas del alma son sanadas por Jesucristo.

Si no tienes el carisma de la visión, o el de profecía, entonces pídelo al Señor y él te lo dará. Por mientras haz el siguiente ejercicio, aún cuando no sea a través del Espíritu de Revelación, utiliza tu imaginación. Cuando el Espíritu Santo te haga recordar tus heridas del pasado, o va más allá, cuando te muestra los pecados y heridas de tus ancestros, entonces coloca con tu imaginación, a Jesús al lado tuyo, para que Él Sane lo que tenga que sanar. La fe tiene un aspecto fundamental que afecta no sólo la mente y el corazón, sino toda nuestra vida. Dios ha recorrido como un hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su propia vida. Dios tomó la condición humana para curar de todo lo que nos separa de Él, por lo que podemos llamar, en su Hijo unigénito, con el nombre de "Abba, Padre" y ser verdaderamente sus hijos. Jesús: Sana, Salva y Libera.



Pdta.: Como carismáticos(as) no dejen de leer nunca las catequesis enviadas o re-enviadas de ACI Prensa, ni tampoco subestimen el Poder de Evangelización que contiene la Revista Pentecostés.



martes, 8 de enero de 2013

PRIMER LIBRO DE LOS REYES Capítulo 2

PRIMER LIBRO DE LOS REYES Capítulo 2

Últimas recomendaciones de David a Salomón

1 Estando ya próximo a su muerte, David hizo estas recomendaciones a su hijo Salomón:

2 «Yo me voy por el camino de todo el mundo. Sé fuerte y compórtate como un hombre.

3 Observa las prescripciones del Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, observando sus preceptos, sus mandamientos, sus leyes y sus instrucciones, según lo que está escrito en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas,

4 y el Señor mantendrá esta palabra que me ha dicho: Si tus hijos vigilan su conducta, caminando delante de mí con fidelidad, de todo corazón y con toda su alma, nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel.

5 Tú sabes, además, lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos jefes de los ejércitos de Israel, a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Iéter: como los mató, vengando en tiempo de paz la sangre derramada en la guerra; así manchó con sangre inocente mi cinturón y mis sandalias.

6 Obra conforme a tu sabiduría, y no dejes que sus cabellos blancos bajen en paz al Abismo.

7 En cambio, a los hijos de Barzilai, el galaadita, trátalos con bondad y cuéntalos entre tus comensales, porque así me trataron a mí cuando huía de tu hermano Absalón.

8 Tú tienes todavía cerca de ti a Simei, hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurím; él me maldijo despiadadamente el día en que yo iba a Majanaim. Pero cuando bajó a recibirme en el Jordán, yo le juré por el Señor: No te haré morir por la espada.

9 Ahora no lo dejes sin castigo, porque eres un hombre sensato y sabes cómo deberás tratarlo para que sus cabellos blancos bajen ensangrentados al Abismo».

La muerte de David

1 Cro 29.26-28

10 David se fue a descansar con sus padres, y lo enterraron en la Ciudad de David.

11 Cuarenta años duró su reinado sobre Israel: reinó siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.

12 Salomón se sentó en el trono de su padre David, y su realeza quedó firmemente afianzada.

El pedido de Adonías y su muerte

13 Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. «¿Vienes en soy de paz?», preguntó ella. «Sí», respondió él.

14 Y añadió: «Tengo algo que decirte». «Habla», replicó ella.

15 Entonces él dijo: «Tú sabes que a mí me correspondía la realeza y que todo Israel tenía los ojos puestos en mí, esperando que yo reinara. Pero la realeza se me escapó de las manos y fue a parar a mi hermano, porque el Señor se la tenía destinada.

16 Ahora tengo que hacerte un solo pedido; no me lo niegues». Ella le dijo: «Habla».

17 El prosiguió: «Pídele por favor al rey Salomón, que me dé por esposa a Abisag, la sunamita. Seguramente no te lo va a negar».

18 Está bien, respondió Betsabé, yo misma le hablaré de ti al rey».

19 Betsabé fue a presentarse al rey Salomón para hablarle de Adonías. El rey se levantó, fue a su encuentro y le hizo una inclinación. Luego se sentó en su trono, mandó poner un trono para la madre del rey, y ella se sentó a su derecha.

20 Entonces ella dijo: «Tengo que hacerte un pequeño pedido; no me lo niegues». El rey respondió: «Pide, madre mía, porque no te lo voy a negar».

21 Ella le dijo: «Que se dé a Abisag, la sunamita, como esposa a tu hermano Adonías».

22 Pero el rey Salomón replicó a su madre, diciendo: «¿Por qué pides para Adonías a la sunamita Abisag? ¡Pide más bien para él la realeza, ya que es mi hermano mayor! ¡Sí, para él, para el sacerdote Abiatar y para Joab, hijo de Sarvia!».

23 Y el rey Salomón juró por el Señor, diciendo: «¡Que Dios me castigue si Adonías no ha pronunciado esta palabra a costa de su propia vida!

24 Y ahora, ¡por la vida del Señor, que me ha afianzado haciéndome sentar en el trono de mi padre David, y que me ha constituido una dinastía, conforme a lo que había dicho, juro que Adonías morirá hoy mismo!».

25 En seguida el rey Salomón envió a Benaías, hijo de Iehoiadá, y este hirió de muerte a Adonías.

El destierro del sacerdote Ebiatar

26 En cuanto al sacerdote Ebiatar, el rey le dijo: «Vete a tus campos de Anatot. Aunque mereces la muerte, hoy no te haré morir, porque has llevado el Arca del Señor delante de mi padre David, y has compartido todas sus aflicciones».

27 Y Salomón destituyó a Ebiatar de su función de sacerdote del Señor, cumpliendo así la palabra que el Señor había pronunciado contra la casa de Elí, en Silo.

La muerte de Joab

28 La noticia llegó a oídos de Joab, y como él se había puesto de parte de Adonías, aunque no de Absalón, fue a refugiarse en la Carpa del Señor y se agarró de los cuernos del altar.

29 Cuando informaron al rey Salomón: «Joab se ha refugiado en la Carpa del Señor y está al lado del altar», Salomón mandó decir a Joab: «¿Qué motivo tienes para refugiarte junto al altar?». Joab respondió: «Tuve miedo de ti y fui a refugiarme junto al Señor». Entonces Salomón envió a Benaías, hijo de Iehoiadá, con esta orden: «Ve y mátalo».

30 Benaías entró en la Carpa del Señor y dijo a Joab: «El rey ordena que salgas». Pero él replicó: «No, moriré aquí». Benaías llevó la respuesta al rey: «Joab ha dicho esto y me ha respondido así».

31 Y el rey le dijo: «Procede conforme a lo que él ha dicho: mátalo y luego entiérralo. Así apartarás de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente que ha derramado Joab.

32 El Señor hará recaer esa sangre sobre su cabeza, porque él mató a dos hombres más justos y mejores que él, y los hizo morir bajo la espada, sin que lo supiera mi padre David: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Iéter, jefe del ejército de Judá.

33 Su sangre recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; en cambio, para David, para su descendencia, para su casa y su trono, habrá paz perpetua de parte del Señor».

34 Entonces Benaías, hijo de Iehoiadá, subió e hirió de muerte a Joab, y este fue sepultado en su casa, en el desierto.

35 En lugar de Joab, el rey puso al frente del ejército a Benaías, hijo de Iehoiadá. Y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Abiatar.

La desobediencia y la muerte de Semei

36 El rey mandó llamar a Semei y le dijo: «Constrúyete una casa en Jerusalén y quédate allí, sin salir a ninguna parte.

37 Porque si un día sales y cruzas el torrente Cedrón, sábelo bien: morirás irremediablemente; tu sangre recaerá sobre tu cabeza».

38 Semei dijo al rey: «Muy bien. Tu servidor obrará conforme a lo que ha dicho mi señor el rey». Y Semei permaneció largo tiempo en Jerusalén.

39 Pero, al cabo de tres años, dos esclavos de Semei huyeron al reino de Aquís, hijo de Maacá, rey de Gat. Alguien le avisó a Semei: «Mira que tus esclavos están en Gat».

40 Entonces Semei se levantó, ensilló su asno y se fue a Gat, donde estaba Aquís, para buscar a sus esclavos; no hizo más que ir y traer de Gat a sus esclavos.

41 Cuando le avisaron a Salomón que Semei había ido de Jerusalén a Gat y que estaba de vuelta,

42 el rey mandó llamar a Semei y le dijo: «¿Acaso no te hice jurar por el Señor, advirtiéndole expresamente que apenas salieras y fueras a cualquier parte podrías estar seguro de que morirías sin remedio? Y tú me respondiste: Está bien, me doy por enterado.

43 ¿Por qué entonces no has cumplido el juramento del Señor y la orden que te di?».

44 Y el rey siguió diciendo a Semei: «Tú sabes bien, y tu corazón lo reconoce, todo el daño que hiciste a mi padre David. El Señor hará recaer tu maldad sobre tu cabeza,

45 mientras que el rey Salomón será bendecido, y el trono de David será estable para siempre delante del Señor».

46 Luego el rey dio una orden a Benaías, hijo de Iehoiadá, y este salió e hirió de muerte a Semei. Así la realeza quedó afirmada en manos de Salomón.

El reinado de Salomón

¿Odia Dios a los demonios?

Cuestión 53

¿Odia Dios a los demonios?

La respuesta es no. Dios no odia nada ni a nadie, es un acto de amor puro, no cabe el odio en Dios. El obrar de Dios es un sólo acto de amor en el que estamos incluidos todos. Decimos que Dios ama u odia, ama más o menos, según los efectos que proceden de El hacia nosotros. Si Dios permite el castigo del pecador, decimos que Dios castiga al pecador. Si Dios premia al virtuoso, decimos que ama al virtuoso. Si Dios premia más en el cielo al más santo, decimos que Dios ama más al santo. Y así podríamos seguir con todas las gradaciones posibles y todas las especies de bendiciones, premios, sufrimientos y condenas. Pero esto es así según nosotros (quoad nos, como diría Santo Tomás de Aquino) porque en Dios sólo existe un solo acto de su voluntad. Y su voluntad sólo ama.

Y eso es lo terrible. Los condenados no pueden pedir misericordia de Dios porque ha sido el Amor Infinito el que les ha condenado por toda la eternidad. En la Divina Comedia Dante coloca esta inscripción en el dintel de entrada al infierno:

«Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada (...) me hizo la Divina Potestad, la Suprema Sabiduría y el primer Amor. (...) ¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!"

Lo terrible de esta inscripción, por más literaria que sea, es que es verdad que ha sido el Amor -y no el odio- el que ha permitido la existencia del infierno. Luego no se puede apelar al Amor para que destruya el infierno. Dios ama a los demonios, pero les condena.

Si Dios no odia tampoco el exorcista debe odiar cuando realiza el exorcismo. El demonio puede decir cosas que le inciten a odiarle, para así dificultar el exorcismo. Recuerdo un exorcismo en el que la madre perdió el control de sí y se dirigió furiosa contra el demonio que poseía a su hija. Con toda tranquilidad el demonio sonrió malévolamente y le dijo: con odio no me sacarás.

lunes, 7 de enero de 2013

EVANGELIO SEGUN SAN JUAN CAPITULO 13

EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN:

Capítulo 13

1 Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.
2 Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo,
3 sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios,
4 se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura.
5 Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.
6 Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?».
7 Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás».
8 «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte».
9 «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!».
10 Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos».
11 El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios».
12 Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?
13 Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy.
14 Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
15 Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.
16 Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía.
17 Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
18 No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido. Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí.
19 Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy.
20 Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió».
21 Después de decir esto, Jesús se estremeció y manifestó claramente: «Les aseguro que uno de ustedes me entregará:.
22 Los discípulos se miraban unos a otros, no sabiendo a quién se refería.
23 Uno de ellos –el discípulo al que Jesús amaba– estaba reclinado muy cerca de Jesús.
24 Simón Pedro le hizo una seña y le dijo: «Pregúntale a quién se refiere».
25 El se reclinó sobre Jesús y le preguntó: «Señor, ¿quién es?».
26 Jesús le respondió: «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote.
27 En cuanto recibió el bocado, Satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer».
28 Pero ninguno de los comensales comprendió por qué le decía esto.
29 Como Judas estaba encargado de la bolsa común, algunos pensaban que Jesús quería decirle: «Compra lo que hace falta para la fiesta», o bien que le mandaba dar algo a los pobres.
30 Y en seguida, después de recibir el bocado, Judas salió. Ya era de noche.
31 Después que Judas salió, Jesús dijo: «Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él.
32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.
33 Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: «A donde yo voy, ustedes no pueden venir».
34 Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros.
35 En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros».
36 Simón Pedro le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?». Jesús le respondió: «Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás».
37 Pedro le preguntó: «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti».
38 Jesús le respondió: «¿Darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces».

viernes, 4 de enero de 2013

PRIMER LIBRO DE LOS REYES Capítulo 1

PRIMER LIBRO DE LOS REYES Capítulo 1


Los últimos años del rey David

1 El rey David estaba viejo, muy avanzado en años, y por más que lo abrigaban no entraba en calor.

2 Sus servidores le dijeron: «Sería conveniente buscarle al rey, mi señor, una jovencita: ella estará al servicio del rey y cuidará de él; dormirá entre sus brazos, y así mi señor, el rey, entrará en calor».

3 Entonces buscaron por todo el territorio de Israel una joven hermosa; encontraron a Abisag, la sunamita, y se la llevaron al rey.

4 La joven, que era muy hermosa, cuidaba al rey y estaba a su servicio. Pero el rey no se unió a ella.


La sucesión al trono de David: las pretenciones de Adonías

5 Mientras tanto, Adonías, hijo de Jaguit, se ufanaba diciendo: «Yo seré el rey». Y se consiguió un carro de guerra, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él.

6 Pero nunca su padre lo había reprendido, preguntándole por qué hacía eso. Además, era muy apuesto, y había nacido después de Absalón.

7 Adonías mantuvo conversaciones con Joab, hijo de Sarvia, y con el sacerdote Abiatar, que le prestaron su apoyo.

8 En cambio, el sacerdote Sadoc, Benaías, hijo de Iehoiadá, el profeta Natán, Samei, Reí y el cuerpo de los valientes de David no estaban de su parte.

9 Un día, Adonías sacrificó ovejas, bueyes y terneros cebados junto a la Piedra de Zojélet, que está al lado de la fuente de Roguel, e invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los hombres de Judá que estaban al servicio del rey;

10 pero no invitó al profeta Natán, a Benaías, al cuerpo de los valientes de David, ni a su hermano Salomón.


La reacción de los partidarios de Salomón

11 Entonces Natán dijo a Betsabé, la madre de Salomón: «¿No te has enterado de que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey sin que nuestro señor David lo sepa?

12 Ahora bien, te voy a dar un consejo para que salves tu vida y la de tu hijo Salomón.

13 Ve a presentarte ante el rey y dile: Rey, mi señor, tú mismo has hecho este juramento a tu servidora: «Salomón, tu hijo, reinará después de mí y se sentará en mi trono». ¿Por qué entonces Adonías se ha proclamado rey?

14 Y cuando todavía estés allí, hablando con el rey, yo entraré detrás de ti y confirmaré tus palabras».

15 Betsabé se presentó ante el rey en su habitación privada. El rey estaba muy viejo y Abisag, la sunamita, lo servía.

16 Betsabé se inclinó profundamente ante el rey, y este le preguntó: «¿Qué quieres?».

17 Ella le dijo: «Mi señor, tú mismo has hecho a tu servidora este juramento, por el Señor, tu Dios: «Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono».

18 Pero ahora Adonías se ha proclamado rey, sin que tú, mi señor el rey, lo sepas.

19 El ha sacrificado una gran cantidad de bueyes, de terneros cebados y de corderos, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar, y a Joab, el jefe del ejército. Pero no ha invitado a tu hijo Salomón.

20 Por eso, todo Israel tiene los ojos puestos en ti, para que le anuncies quién debe sentarse en el trono de mi señor el rey, después de él.

21 De lo contrario, cuando mi señor el rey se vaya a descansar con sus padres, yo y mi hijo Salomón correremos la suerte de los culpables».

22 Todavía estaba hablando con el rey, cuando llegó el profeta Natán.

23 Le anunciaron al rey: «Está aquí el profeta Natán». El se presentó al rey y se postró delante de él con el rostro en tierra.

24 Luego dijo Natán: «Mi señor el rey, sin duda tú has dicho: «Adonías reinará después de mí y se sentará en mi trono».

25 Porque hoy bajó a sacrificar una gran cantidad de bueyes, de terneros cebados y de corderos, e invitó a todos los hijos del rey, a los jefes del ejército y al sacerdote Abiatar. Ahora están comiendo y bebiendo delante de él, y lo han aclamado: ¡Viva el rey Adonías!

26 Pero a mí, que soy tu servidor, al sacerdote Sadoc, a Benaías, hijo de Iehoiadá, y a tu servidor Salomón, no nos ha invitado.

27 Tal vez esta decisión provenga de mi señor el rey, sin que tú hayas querido hacer saber a tus servidores quién se sentaría en el trono de mi señor el rey, después de él».


Designación de Salomón como sucesor de David

28 Entonces el rey David tomó la palabra y dijo: «Llámenme a Betsabé». Ella se presentó al rey y se quedó de pie delante de él.

29 Y el rey juró, diciendo: «¡Por la vida del Señor, que me ha librado de todo peligro,

30 hoy mismo daré cumplimiento a lo que te he jurado por el Señor, el Dios de Israel, cuando dije: Tu hijo Salomón reinará después de mí y se sentará en mi trono en lugar mío!».

31 Betsabé se inclinó con el rostro en tierra y se postró delante del rey. Luego exclamó: «¡Viva para siempre mi señor el rey David!».

32 El rey David dijo: «Llámenme al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías, hijo de Iehoiadá». Ellos se presentaron ante el rey,

33 y él les ordenó: «Tomen con ustedes a los servidores de su señor, monten a mi hijo Salomón en mi propia mula y háganlo bajar a Guijón.

34 Allí, el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán rey de Israel; ustedes sonarán la trompeta y lo aclamarán: ¡Viva el rey Salomón!

35 Luego volverán a subir detrás de él, y él vendrá a sentarse en mi trono y reinará en mi lugar: yo lo he constituido jefe de Israel y de Judá».

36 Entonces Benaías, hijo de Iehoiadá, respondió al rey: «¡Amén! Así lo haga el Señor, el Dios de mi señor el rey.

37 Como el señor estuvo con mi señor el rey, esté también con Salomón y engrandezca su trono más aún que el trono de mi señor el rey David».


La unción real de Salomón

38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías, hijo de Iehoiadá, los quereteos y los peleteos bajaron, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo llevaron a Guijón.

39 El sacerdote tomó de la Carpa el cuerno de aceite y ungió a Salomón. Entonces sonó la trompeta y todo el pueblo exclamó: ¡Viva el rey Salomón!

40 Después, todo el pueblo volvió a subir detrás de él, al son de las flautas y dando tales señales de alegría, que la tierra parecía estallar bajo sus gritos.


La reacción de Adonías y sus partidarios

41 Adonías y los invitados que estaban con él oyeron el ruido cuando terminaban de comer. Joab, por su parte, al oír el sonido de la trompeta, preguntó: «¿A qué se debe ese tumulto en la ciudad?».

42 Todavía estaba hablando, cuando llegó Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar. Adonías dijo: «Ven, tú eres un hombre de bien y seguro que traes buenas noticias».

43 Pero Jonatán tomó la palabra y dijo a Adonías: «¡Al contrario! Nuestro señor, el rey David, ha proclamado rey a Salomón.

44 El rey envió con él al sacerdote Sadoc, al profeta Natán, a Benaías, hijo de Iehoiadá, a los quereteos y a los peleteos, y ellos lo hicieron montar en la mula del rey.

45 Luego el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungieron rey en Guijón. De allí todos volvieron a subir muy contentos, y la ciudad está alborotada. Ese es el ruido que ustedes han oído.

46 Además, Salomón se ha sentado en el trono real,

47 y también los servidores del rey fueron a felicitar a nuestro señor el rey David, diciendo: «Que tu Dios haga el nombre de Salomón más ilustre que el tuyo y engrandezca su trono más que el tuyo». El rey, en su lecho, hizo un gesto de asentimiento,

48 y también pronunció estas palabras: «¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha permitido hoy que un hombre de mi descendencia esté sentado en mi trono, y que lo vean mis ojos!».

49 Llenos de pánico, todos los invitados de Adonías se levantaron y se fueron cada uno por su lado.

50 Adonías, por su parte, tuvo miedo de Salomón, se levantó y fue a agarrarse de los cuernos del altar.

51 Entonces le avisaron a Salomón: «Adonías tiene miedo de ti y se ha agarrado de los cuernos del altar, diciendo: «Que el rey Salomón me jure primero que no hará morir a su servidor por la espada».

52 El rey dijo: «Si se comporta como un hombre de bien, ni uno solo de sus cabellos caerá por tierra; pero si es sorprendido en falta, morirá».

53 Salomón mandó que lo bajaran del altar. Adonías fue a postrarse ante el rey, y Salomón le dijo: «Vete a tu casa».