lunes, 23 de diciembre de 2013

ECLESIASTI​CO Capítulo 29

1 El que practica la misericordia presta a su prójimo, y el que acude en su ayuda observa los mandamientos.

2 Presta a tu prójimo cuando esté necesitado, y restitúyele a tu vez en el momento convenido.

3 Cumple tu palabra y sé leal con él, y encontrarás en todo momento lo que necesites.

4 Muchos consideran el préstamo como una ganga y ponen en aprietos a quienes los han ayudado.

5 Hasta que reciben, besan las manos de la gente y hablan con humildad de las riquezas del prójimo, pero en el momento de restituir, piden prórroga, sólo devuelven con palabras quejumbrosas y echan la culpa a las circunstancias.

6 Si llegan a pagar, el acreedor recibe apenas la mitad y tiene que aceptarlo como un favor. Si no, lo despojan de sus riquezas, y él se gana inútilmente un enemigo que le paga con maldiciones e insultos y le devuelve desprecio en vez de honrarlo.

7 Así, muchos se niegan a prestar, no por maldad, sino por temor a ser despojados sin razón.

8 Pero tú sé indulgente con el humilde y no le hagas esperar tu limosna.

9 Socorre al pobre para cumplir el mandamiento y, en su indigencia, no lo despidas con las manos vacías.

10 Pierde tu dinero por un hermano y un amigo: que no se herrumbre bajo una piedra y lo pierdas.

11 Deposita tu tesoro según los mandamientos del Altísimo y te reportará más provecho que el oro;

12 que el tesoro encerrado en tus graneros sea la limosna, y ella te preservará de todo mal:

13 mejor que un fuerte escudo y una lanza pesada combatirá a tu favor frente al enemigo.

14 El hombre de bien sale fiador de su prójimo, pero el que perdió la vergüenza lo deja abandonado.

15 No olvides los favores de tu fiador, porque él ha expuesto su vida por ti.

16 El pecador dilapida los bienes de su fiador y el desagradecido abandona al que lo salvó.

17 La fianza perdió a muchos que vivían prósperamente, los sacudió como una ola del mar;

18 obligó a expatriarse a hombres poderosos, que anduvieron fugitivos por países extraños.

19 El pecador que se ofrece como fiador y busca ventaja, se expone a ser procesado.

20 Socorre a tu prójimo en la medida de tus recursos, pero ten cuidado de no arruinarte.

21 Lo esencial para la vida es el agua, el pan, la ropa, y una casa para albergarse dignamente.

22 Más vale vida de pobre en una cabaña que comida exquisita en casa ajena.

23 Conténtate con lo que tienes, sea poco o mucho, y no oirás que te reprochan por ser un extraño.

24 Triste vida es andar de casa en casa: donde eres un extraño, no puedes abrir la boca.

25 Sirves de comer y beber a gente desagradecida, y encima tienes que oír cosas amargas:

26 –Ven aquí, forastero, prepara la mesa, y si tienes algo a mano, dame de comer».

27 –»Deja el lugar para alguien más importante; mi hermano viene a hospedarse, y necesito la casa».

28 ¡Qué duro es para un hombre sensible que le reprochen la hospitalidad y le echen en cara una deuda!


domingo, 22 de diciembre de 2013

ECLESIASTICO Capítulo 28

Capítulo 28

1 El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.

2 Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.

3 Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?

4 No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!

5 El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?

6 Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;

7 acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.

8 Evita los altercados y pecarás mucho menos, porque el hombre iracundo enciende las disputas.

9 El pecador siembra la confusión entre los amigos y crea división entre los que vivían en paz.

10 El fuego arde según el combustible, y la disputa se enciende en la medida del empecinamiento; según sea su fuerza, será la furia de un hombre, y según su riqueza, dará libre curso a su ira.

11 Una discordia repentina enciende un fuego, y una disputa precipitada hace correr la sangre.

12 Si soplas una chispa, se inflama; si le escupes encima, se extingue, y ambas cosas salen de tu boca.

13 Maldice al murmurador y al de lengua doble: ellos han arruinado a mucha gente que vivía en paz.

14 La lengua triple ha hecho tambalear a muchos y los dispersó de nación en nación; ella arrasó ciudades fortificadas y echó por tierra casas de potentados;

15 hizo repudiar a mujeres valerosas y las privó del fruto de sus trabajos.

16 El que le presta atención, no encuentra más descanso y ya no puede vivir en paz.

17 Un golpe de látigo deja una marca, pero un golpe de lengua quiebra los huesos.

18 Muchos han caído al filo de la espada, pero son menos que los caídos a causa de la lengua.

19 ¡Feliz el que está al resguardo de ella y no ha quedado expuesto a su furor, el que no ha tirado de su yugo ni ha sido atado a tus cadenas!

20 Porque su yugo es un yugo de hierro y sus cadenas son cadenas de bronce.

21 ¡Muerte funesta es la que inflige y es preferible el Abismo a una lengua así!

22 Pero ella no tiene poder sobre los hombres buenos y ellos no se quemarán en sus llamas.

23 Los que abandonan al Señor serán sus víctimas: ella los abrasará sin extinguirse, se lanzará sobre ellos como un león y los destrozará como una pantera.

24 Por eso, rodea tu posesión con un cerco de espinas, guarda bien tu plata y tu oro;

25 fabrícate una balanza y una pesa para tus palabras, y una puerta y un cerrojo para tu boca.

26 Presta atención, se sea que resbales a causa de la lengua y caigas ante los que acechan.

jueves, 19 de diciembre de 2013

¡Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable!, dice el Papa :: EWTN News

¡Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable!, dice el Papa :: EWTN News

En sus palabras previas al rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, en el tercer domingo de Adviento, el Papa Francisco recordó que la alegría del cristiano es el amor fiel e inagotable de Cristo.

“¡Nuestra alegría es Cristo, su amor fiel e inagotable! Por lo tanto, cuando un cristiano se vuelve triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no hay que dejarlo solo! Tenemos que rezar por él y hacerle sentir la calidez de la comunidad”.

“Y esta alegría verdadera permanece siempre también en la prueba, incluso en el sufrimiento, porque no es superficial, sino que llega a lo más profundo de la persona que se encomienda a Dios y confía en Él”.

El Santo Padre señaló que “hoy es el tercer domingo de Adviento, denominado también ‘domingo Gaudete’, domingo de la alegría. En la liturgia resuena en repetidas ocasiones la invitación a la alegría, a alegrarse, porque el Señor está cerca. ¡La Navidad está cerca!”.

“El mensaje cristiano se llama ‘evangelio’, es decir ‘buena noticia’, un anuncio de alegría para todo el pueblo; ¡la Iglesia no es un refugio para personas tristes, la Iglesia es la casa de la alegría! Y aquellos que están tristes, encuentran en ella la alegría. Encuentran en ella la verdadera alegría”.

Francisco advirtió que “la del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse acogidos y amados por Dios. Como nos recuerda hoy, el profeta Isaías, Dios es el que viene a salvarnos y presta socorro especialmente a los descorazonados”.

“Su venida entre nosotros nos fortalece, nos da firmeza, nos dona coraje, hace exultar y florecer el desierto y la estepa, es decir, nuestra vida cuando se vuelve árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor”.

El Papa remarcó que “por grandes que puedan ser nuestros límites y nuestra confusión y desaliento, no se nos permite ser débiles y vacilantes ante las dificultades y ante nuestras propias debilidades”.

“Por el contrario, se nos invita a fortalecer nuestras manos, a hacer firmes nuestras rodillas, a tener coraje y a no temer, porque nuestro Dios muestra siempre la grandeza de su misericordia. Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con nosotros para ayudarnos a ir adelante. ¡Es un Dios que nos quiere tanto, nos ama, y por eso está con nosotros, para ayudarnos, para fortalecernos, e ir adelante! ¡Coraje, siempre adelante!”.

“Gracias a su ayuda, siempre podemos empezar de nuevo. ¿Cómo comenzar de nuevo? Alguno me puede decir: ‘No padre, soy un gran pecador, soy una gran pecadora, yo no puedo recomenzar de nuevo’. ¡Te equivocas! ¡Tú puedes recomenzar de nuevo! ¿Por qué? ¡Porque Él te espera! ¡Él está cerca de ti! ¡Él te ama! ¡Él es misericordioso! ¡Él te perdona! ¡Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo! ¡A todos! Podemos volver a abrir los ojos, superar la tristeza y el llanto, y cantar un canto nuevo”.

El Papa indicó que “la alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas”.

“El profeta Isaías exhorta a aquellos que han perdido el camino y se encuentran en la desesperación, a confiar en la fidelidad del Señor porque su salvación no tardará en irrumpir en sus vidas. Cuantos han encontrado a Jesús, a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría, de la que nada ni nadie puede privarlos”.

El Santo Padre pidió que “la Virgen María nos ayude a acelerar nuestros pasos hacia Belén para encontrar al Niño que ha nacido para nosotros, para la salvación y la alegría de todos los hombres”.

“A Ella el Ángel le dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo’. Ella nos obtenga vivir la alegría del Evangelio en las familias, en el trabajo, en las parroquias y en todos los ambientes. ¡Una alegría íntima, hecha de estupor y ternura”.

“La misma que siente una mamá cuando mira a su niño recién nacido y siente que es un don de Dios, un milagro que sólo puede agradecer”, concluyó.

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martes, 17 de diciembre de 2013

El grito que molesta

PAPA FRANCISCO

MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTAHE

El grito que molesta

Viernes 6 de diciembre de 2013



Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 50, viernes 13 de diciembre de 2013



La oración es «un grito» que no teme «molestar a Dios», «hacer ruido», como cuando se «llama a una puerta» con insistencia. He aquí, según el Papa Francisco, el significado de la oración dirigida al Señor con espíritu de verdad y con la seguridad de que Él puede escucharla de verdad.

El Pontífice habló de ello en la homilía de la misa celebrada el viernes 6 de diciembre. Refiriéndose al pasaje del capítulo 9 de Mateo (27-31), el Papa centró la atención ante todo en una palabra contenida en el pasaje del Evangelio «que nos hace pensar: el grito». Los ciegos, que seguían al Señor, gritaban para ser curados. «También el ciego a la entrada de Jericó gritaba y los amigos del Señor querían hacerle callar», recordó el Santo Padre. Pero ese hombre «pidió una gracia al Señor y la pidió gritando», como diciendo a Jesús: «¡Hazlo! ¡Yo tengo derecho a que tú hagas esto!».

«El grito —explicó el Pontífice— es aquí un signo de la oración. Jesús mismo, cuando enseñaba a rezar, decía que se hiciera como un amigo inoportuno que, a medianoche, iba a pedir un trozo de pan y un poco de pasta para los huéspedes». O bien «hacerlo como la viuda con el juez corrupto». En esencia, prosiguió el Papa, «hacerlo —diría yo— molestando. No lo sé, tal vez esto suena mal, pero rezar es un poco como molestar a Dios para que nos escuche». Y precisó que es el Señor mismo quien lo dice, sugiriendo rezar «como el amigo a medianoche, como la viuda al juez». Por lo tanto, rezar «es atraer los ojos, atraer el corazón de Dios hacia nosotros». Y eso es precisamente lo que hicieron también los leprosos del Evangelio, que se acercaron a Jesús para decirle: «Si tú quieres, puedes curarnos». Y «lo hicieron con una cierta seguridad».

«Así, Jesús —afirmó el Pontífice— nos enseña a rezar». Nosotros, habitualmente presentamos al Señor nuestra petición «una, dos o tres veces, pero no con mucha fuerza: y luego me canso de pedirlo y me olvido de pedirlo». En cambio, los ciegos de los que habla Mateo en el pasaje evangélico «gritaban y no se cansaban de gritar». En efecto, dijo además el Papa, «Jesús nos dice: ¡pedid! Pero también nos dice: ¡llamad a la puerta! Y quien llama a la puerta hace ruido, incomoda, molesta».

Precisamente «éstas son las palabras que Jesús usa para decirnos cómo debemos rezar». Pero éste es también «el modo de oración de los necesitados que vemos en el Evangelio». Así, los ciegos «se sienten seguros de pedir al Señor la salud», de tal manera que el Señor pregunta: «¿Creéis que yo puedo hacer esto?». Y le responden: «Sí, Señor. ¡Creemos! ¡Estamos seguros!».

He aquí, prosiguió el Santo Padre, las «dos actitudes» de la oración: «es expresión de una necesidad y es segura». La oración «es necesaria siempre. La oración, cuando pedimos algo, es expresión de una necesidad: necesito esto, escúchame Señor». Además, «cuando es auténtica, es segura: escúchame, creo que tú puedes hacerlo, porque tú lo has prometido». En efecto, explicó el Pontífice, «la auténtica oración cristiana está cimentada en la promesa de Dios. Él lo ha prometido».

El Pontífice hizo luego referencia a la primera lectura (Isaías 29, 17-21) de la liturgia del día, que contiene la promesa de salvación de Dios a su pueblo: «Oirán los sordos las palabras del libro; sin tinieblas ni oscuridad verán los ojos de los ciegos». Este pasaje, afirmó el Papa, «es una promesa. Todo esto es una promesa, la promesa de la salvación: yo estaré contigo, yo te daré la salvación». Y es «con esta seguridad» que «nosotros decimos al Señor nuestras necesidades. Pero seguros de que Él puede hacerlo».

Por lo demás, cuando rezamos, es el Señor mismo quien nos pregunta: «¿Tú crees que yo pueda hacer esto?». Un interrogante del que brota la pregunta que cada uno debe hacerse a sí mismo: «¿Estoy seguro de que Él puede hacerlo? ¿O rezo un poco pero no sé si Él lo puede hacer?». La respuesta es que «Él puede hacerlo», incluso «el cuándo y el cómo lo hará no lo sabemos». Precisamente «ésta es la seguridad de la oración».

Por lo que se refiere luego a la «necesidad» específica que motiva nuestra oración, es necesario presentarla «con verdad al Señor: soy ciego, Señor, tengo esta necesidad, esta enfermedad, este pecado, este dolor». Así Él «escucha la necesidad, pero escucha que nosotros pedimos su intervención con seguridad».

El Papa Francisco reafirmó, como conclusión, la importancia de pensar siempre «si nuestra oración es expresión de una necesidad y es segura»: es «expresión de una necesidad porque nos decimos la verdad a nosotros mismos», y es «segura porque creemos que el Señor puede hacer lo que pedimos».