jueves, 24 de marzo de 2016

Estados Unidos: Hermanitas de los Pobres exponen sus argumentos ante la Corte Suprema

WASHINGTON D.C., 23 Mar. 16 / 01:32 pm (ACI).- Esta mañana las Hermanitas de los Pobres expusieron sus argumentos ante la Corte Suprema de Estados Unidos, en el marco de la demanda que interpusieron para que se les exima del mandato abortista de la administración Obama que las obliga a pagar un seguro de salud que incluya anticonceptivos, esterilización y fármacos abortivos.

La encargada de hacerlo fue la hermana Loraine Maguire, Madre Provincial de la Congregación. “No entendemos por qué el gobierno está haciendo esto cuando hay una solución sencilla que no nos involucra”, dijo la religiosa.

“También es difícil de entender por qué el gobierno hace esto cuando un tercio de los estadounidenses no están ni siquiera cubiertos por este mandato y grandes corporaciones como Exxon, Visa y Pepsi han sido totalmente eximidas”, continuó.

La Madre Provincial dijo además que “el gobierno nos amenaza con multas de hasta 70 millones de dólares al año si no acatamos”.

Aunque la administración Obama modificó el mandato para incluir la posibilidad de algunas objeciones de conciencia, las religiosas afirmaron que después de revisarlo todavía violenta sus conciencias.

En julio de 2015, la Corte de Apelaciones del Décimo Circuito determinó que las Hermanitas de los Pobres debían acatar el mandato. Las religiosas decidieron entonces apelar ante la Corte Suprema y ahora esperan la sentencia.

La Madre Provincial también dijo esta mañana que “nosotras las Hermanitas de los Pobres somos un grupo de mujeres que hacemos votos religiosos a Dios. Nos dedicamos a servir a los ancianos pobres sin considerar raza o religión, ofreciéndoles un hogar donde son bienvenidos como Cristo, cuidados como si fueran de la familia y acompañados con dignidad hasta que Dios los llame. Hemos hecho esto por más de 175 años”.

“Es un privilegio para nosotros cuidar a los miembros más vulnerables de la sociedad, servirlos, consolarlos, ser una presencia amorosa y sanadora en sus vidas. Ser sus hermanitas es nuestra alegría. Todos lo que pedimos es poder continuar nuestro trabajo”, dijo la hermana Loraine Marie Claire.

El Fondo Becket para la Libertad Religiosa informó también que la jueza Ruth Gingburg resaltó en la audiencia que “nadie duda por un momento” de la sinceridad de las creencias de las Hermanitas, mientras que otros de los jueces presentes expresaron su preocupación porque el gobierno está “secuestrando” el plan de salud de las Hermanitas obligándolas a “subsidiar conductas que ellas creen son inmorales”.

En opinión del abogado de las Hermanitas y miembro del Fondo Becket, Mark Rienzi, “el gobierno tiene muchas formas de ofrecer sus servicios sin necesidad de usar a las Hermanitas de los Pobres, alternativas que son tan simples como usar Amazon o Kayak para comprar, extendidas para los millones de estadounidenses”.

“Pese a ello el gobierno ha admitido hoy que está obligando a las hermanas a violar sus sinceras creencias. Eso está mal y es innecesario”, subrayó.

En septiembre del año pasado, en su visita a Estados Unidos, el Papa Francisco visitó sorpresivamente una comunidad de las Hermanitas de los Pobres en Washington D.C.

“Este es un signo evidente de su apoyo hacia ellas” en su lucha en los tribunales, dijo entonces el vocero de la Santa Sede, P. Federico Lombardi.

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martes, 22 de marzo de 2016

Cardenal Ezzati: El aborto nunca será ético, ni siquiera si llega a ser legal

SANTIAGO DE CHILE, 22 Mar. 16 / 12:20 am (ACI).- El Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile y Arzobispo de Santiago, Mons. Ricardo Ezzati, afirmó que aunque el aborto llegue a ser legal “nunca será ético practicarlo” y que “quienes se definen cristianos deberían ser coherentes con su fe”, ante el proyecto de ley recientemente aprobado en la Cámara de Diputados.

En una entrevista concedida al diario La Tercera, el Cardenal Ezzati señaló que “en este tema tan sensible y doloroso, los seguidores de Jesús nos hemos esforzado por aportar argumentos de razón a favor de la vida. Junto a otros miembros de la sociedad chilena, creemos que la vida es don y misterio que nos trasciende”.

“Cuando una sociedad no considera al ser humano como un bien en sí mismo, sino un bien de consumo, entonces llega a pensarlo como algo que se puede usar y tirar, o ‘como un descarte porque no responde al deseo de sus padres’, como indica el Papa Francisco”, subrayó el Purpurado.



Tras recordar que la vida tiene carácter sagrado e inviolable, el Cardenal dijo que “las mujeres, que en circunstancias excepcionales y dramáticas enfrentan una maternidad no deseada, o de alto riesgo para ellas mismas, merecen todo el cuidado y comprensión de la comunidad”.

“Tienen derecho de recibir toda la ayuda de la ciencia médica y otras ciencias humanas, junto al compromiso del Estado que, de acuerdo a la Constitución, tiene el deber de proteger y defender la vida”, destacó el Cardenal.

Ante las críticas que acusan a la Iglesia Católica de querer imponer su visión, el Arzobispo sostuvo que “no queremos imponer nuestra mirada a la sociedad, pero no podemos dejar de señalar nuestro desacuerdo sobre la materia que se quiere aprobar”.

Respecto la polémica por la objeción de conciencia que solo estará permitida a los médicos individualmente y no al cuerpo médico en su totalidad en una institución de salud, el Cardenal Ezzati subrayó que “también las instituciones deben gozar de este derecho. En este sentido, comparto y apoyo la argumentación hecha pública por el Dr. Ignacio Sánchez, rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile”.

“Se trata de coherencia personal e institucional. Quienes se definen cristianos deberían ser coherentes con su fe”, aseguró.

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viernes, 18 de marzo de 2016

REUNIÓN DIOCESANA DE SERVIDORES


>PRÓXIMA REUNIÓN MAÑANA SÁBADO 19 DE MARZO DE 2016
A LAS 15 HORAS
PARROQUIA SAN JOSÉ
INVITADOS LOS SERVIDORES DE TODA LA DIOCESIS
REUNIÓN DIOCESANA DE COORDINACIÓN, ALABANZAS, ADORACIÓN, Y PROGRAMA DE ACTIVIDADES.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Evangelio según San Lucas 22,14-71.23,1-56.


Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con los Apóstoles y les dijo:
"He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de mi Pasión,
porque les aseguro que ya no la comeré más hasta que llegue a su pleno cumplimiento en el Reino de Dios".
Y tomando una copa, dio gracias y dijo: "Tomen y compártanla entre ustedes.
Porque les aseguro que desde ahora no beberé más del fruto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios".
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía".
Después de la cena hizo lo mismo con la copa, diciendo: "Esta copa es la Nueva Alianza sellada con mi Sangre, que se derrama por ustedes.
La mano del traidor está sobre la mesa, junto a mí.
Porque el Hijo del hombre va por el camino que le ha sido señalado, pero ¡ay de aquel que lo va a entregar!".
Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el que iba a hacer eso.
Y surgió una discusión sobre quién debía ser considerado como el más grande.
Jesús les dijo: "Los reyes de las naciones dominan sobre ellas, y los que ejercen el poder sobre el pueblo se hacen llamar bienhechores.
Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que es más grande, que se comporte como el menor, y el que gobierna, como un servidor.
Porque, ¿quién es más grande, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es acaso el que está a la mesa? Y sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.
Ustedes son los que han permanecido siempre conmigo en medio de mis pruebas.
Por eso yo les confiero la realeza, como mi Padre me la confirió a mí.
Y en mi Reino, ustedes comerán y beberán en mi mesa, y se sentarán sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder para zarandearlos como el trigo,
pero yo he rogado por ti, para que no te falte la fe. Y tú, después que hayas vuelto, confirma a tus hermanos".
"Señor, le dijo Pedro, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte".
Pero Jesús replicó: "Yo te aseguro, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, habrás negado tres veces que me conoces".
Después les dijo: "Cuando los envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalia, ¿les faltó alguna cosa?".
"Nada", respondieron. El agregó: "Pero ahora el que tenga una bolsa, que la lleve; el que tenga una alforja, que la lleve también; y el que no tenga espada, que venda su manto para comprar una.
Porque les aseguro que debe cumplirse en mí esta palabra de la Escritura: Fue contado entre los malhechores. Ya llega a su fin todo lo que se refiere a mí".
"Señor, le dijeron, aquí hay dos espadas". El les respondió: "Basta".
En seguida Jesús salió y fue como de costumbre al monte de los Olivos, seguido de sus discípulos.
Cuando llegaron, les dijo: "Oren, para no caer en la tentación".
Después se alejó de ellos, más o menos a la distancia de un tiro de piedra, y puesto de rodillas, oraba:
"Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya".
Entonces se le apareció un ángel del cielo que lo reconfortaba.
En medio de la angustia, él oraba más intensamente, y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo.
Después de orar se levantó, fue hacia donde estaban sus discípulos y los encontró adormecidos por la tristeza.
Jesús les dijo: "¿Por qué están durmiendo? Levántense y oren para no caer en la tentación".
Todavía estaba hablando, cuando llegó una multitud encabezada por el que se llamaba Judas, uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo.
Jesús le dijo: "Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?".
Los que estaban con Jesús, viendo lo que iba a suceder, le preguntaron: "Señor, ¿usamos la espada?".
Y uno de ellos hirió con su espada al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha.
Pero Jesús dijo: "Dejen, ya está". Y tocándole la oreja, lo curó.
Después dijo a los sumos sacerdotes, a los jefes de la guardia del Templo y a los ancianos que habían venido a arrestarlo: "¿Soy acaso un ladrón para que vengan con espadas y palos?
Todos los días estaba con ustedes en el Templo y no me arrestaron. Pero esta es la hora de ustedes y el poder de las tinieblas".
Después de arrestarlo, lo condujeron a la casa del Sumo Sacerdote. Pedro lo seguía de lejos.
Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor de él y Pedro se sentó entre ellos.
Una sirvienta que lo vio junto al fuego, lo miró fijamente y dijo: "Este también estaba con él".
Pedro lo negó, diciendo: "Mujer, no lo conozco".
Poco después, otro lo vio y dijo: "Tú también eres uno de aquellos". Pero Pedro respondió: "No, hombre, no lo soy".
Alrededor de una hora más tarde, otro insistió, diciendo: "No hay duda de que este hombre estaba con él; además, él también es galileo".
"Hombre, dijo Pedro, no sé lo que dices". En ese momento, cuando todavía estaba hablando, cantó el gallo.
El Señor, dándose vuelta, miró a Pedro. Este recordó las palabras que el Señor le había dicho: "Hoy, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces".
Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Los hombres que custodiaban a Jesús lo ultrajaban y lo golpeaban;
y tapándole el rostro, le decían: "Profetiza, ¿quién te golpeó?".
Y proferían contra él toda clase de insultos.
Cuando amaneció, se reunió el Consejo de los ancianos del pueblo, junto con los sumos sacerdotes y los escribas. Llevaron a Jesús ante el tribunal
y le dijeron: "Dinos si eres el Mesías". El les dijo: "Si yo les respondo, ustedes no me creerán,
y si los interrogo, no me responderán.
Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso".
Todos preguntaron: "¿Entonces eres el Hijo de Dios?". Jesús respondió: "Tienen razón, yo lo soy".
Ellos dijeron: "¿Acaso necesitamos otro testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca".
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato.
Y comenzaron a acusarlo, diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías".
Pilato lo interrogó, diciendo: "¿Eres tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le respondió Jesús.
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: "No encuentro en este hombre ningún motivo de condena".
Pero ellos insistían: "Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí".
Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre era galileo.
Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén.
Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera algún prodigio en su presencia.
Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada.
Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban allí y lo acusaban con vehemencia.
Herodes y sus guardias, después de tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico manto y lo enviaron de nuevo a Pilato.
Y ese mismo día, Herodes y Pilato, que estaban enemistados, se hicieron amigos.
Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo,
y les dijo: "Ustedes me han traído a este hombre, acusándolo de incitar al pueblo a la rebelión. Pero yo lo interrogué delante de ustedes y no encontré ningún motivo de condena en los cargos de que lo acusan;
ni tampoco Herodes, ya que él lo ha devuelto a este tribunal. Como ven, este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte.
Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".

Pero la multitud comenzó a gritar: "¡Qué muera este hombre! ¡Suéltanos a Barrabás!".
A Barrabás lo habían encarcelado por una sedición que tuvo lugar en la ciudad y por homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con la intención de poner en libertad a Jesús.
Pero ellos seguían gritando: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!".
Por tercera vez les dijo: "¿Qué mal ha hecho este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Después de darle un escarmiento, lo dejaré en libertad".
Pero ellos insistían a gritos, reclamando que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento.
Al fin, Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.
Dejó en libertad al que ellos pedían, al que había sido encarcelado por sedición y homicidio, y a Jesús lo entregó al arbitrio de ellos.
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús.
Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él.
Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos.
Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no amamantaron!
Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos!
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?".
Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
Cuando llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas entre ellos.
El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!".
También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre,
le decían: "Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!".
Sobre su cabeza había una inscripción: "Este es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros".
Pero el otro lo increpaba, diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo".
Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas a establecer tu Reino".

El le respondió: "Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso".
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde.
El velo del Templo se rasgó por el medio.
Jesús, con un grito, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto, expiró.
Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios, exclamando: "Realmente este hombre era un justo".
Y la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido, regresaba golpeándose el pecho.
Todos sus amigos y las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo,
que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios.
Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús.
Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado.
Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado.
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado.
Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.