lunes, 15 de febrero de 2010

«¿Por qué pensáis eso?»


San Juan Crisóstomo (hacia 345-407), presbítero en Antioquia, después obispo de Constantinopla
Homilía sobre san Mateo, nº 29

Los escribas dijeron: «¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?» ¿Cuál es la respuesta del Salvador? ¿Desaprobó semejante lenguaje? Si él no hubiera sido Dios hubiera podido decir: «¿Por qué me atribuís semejante pretensión?»... Pero no dijo nada semejante; por el contrario, confirmó la declaración de sus enemigos. Dar testimonio de uno mismo es sospechoso; es mejor que la verdad sea apoyada por otros, y no solamente por amigos suyos, sino todavía mejor por sus enemigos... Nuestro Maestro había demostrado su poder a través de sus amigos cuando dijo al leproso: «¡Quiero, queda limpio!» (Mc 1,41) y al centurión: «Jamás he encontrado tanta fe en Israel» (Mt 8,10). Ahora hace que sean testimonios suyos sus enemigos...

Mas, todavía hay aquí otro testimonio de la divinidad de Jesucristo, por el hecho de ser él igual al Padre. Dios no tan sólo puede perdonar los pecados, sino que puede penetrar los pensamientos más secretos de los corazones. Por eso se dice aquí: «Dándose cuenta de lo que pensaban, Jesús les dijo: '¿Por qué pensáis eso en vuestros corazones?'». El profeta escribe: «Sólo tú conoces los corazones» (2Cr 6'30); «Dios sondea el corazón y las entrañas» (S l7,10)...; «El hombre ve la apariencia, pero Dios ve el corazón» (1Sa 16,7). Al mismo tiempo Cristo da una nueva prueba de su dulzura: «¿Por qué pensáis mal en vuestro corazón?»...

«¿Qué es más fácil: curar a un cuerpo enfermo o perdonar los pecados de un alma? El alma es algo de más valor; sus enfermedades son más difíciles de curar. Pero porque esta curación es invisible, haré ante vuestros ojos una curación visible, aunque menos importante»... Jesús hace levantar al paralítico y le manda que se vaya a su casa... Parece decirle: «Por lo que te ha sucedido, hubiera querido curar a estas personas que parece tiene buena salud pero que en realidad tienen enferma el alma. Puesto que no lo quieren, vete a tu casa; por lo menos allí tu curación dará sus frutos.»

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