jueves, 15 de septiembre de 2011

El Papa recuerda que sólo Dios restituye humanidad ante "bestialidad" de la violencia

VATICANO, 14 Sep. 11 / 10:35 am (ACI/EWTN Noticias)

En su habitual catequesis de los miércoles, el Papa Benedicto XVI ofreció una reflexión sobre el Salmo 22 –que contiene el grito de Jesús en la cruz "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" – y recordó que Dios nunca abandona al hombre que sufre y además restituye la humanidad de los violentos.

Las dramáticas imágenes de este Salmo sirven para decir que "cuando el hombre es brutal y agrede al hermano, algo de animal prevalece en él, parece perder toda semblanza humana; la violencia tiene siempre en sí algo de bestial y solamente la intervención salvífica de Dios puede restituir al hombre su humanidad", afirmó el Papa ante miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro para la habitual Audiencia General.

El Santo Padre agregó, según la traducción publicada por Radio Vaticana, que es el "Salmo 22, (22 según la tradición hebraica y 21 según la tradición greco-latina) una oración acongojada y conmovedora, con una densidad humana y una riqueza teológica que hacen que este Salmo sea uno de los más rezados y estudiados de todo el Salterio".

El Salmo "presenta la figura de un inocente perseguido y rodeado por adversarios que quieren su muerte; y él acude a Dios en un lamento doloroso que, en la certeza de la fe, se abre misteriosamente a la alabanza".

"Dios calla y este silencio desgarra el alma del orante, que llama incesantemente, pero sin encontrar respuesta. Los días y las noches se van sucediendo, en una búsqueda incansable de una palabra, de una ayuda que no llega; Dios parece tan distante, tan olvidadizo, tan ausente", explicó el Papa.

En este sentido, aclaró que "a pesar de toda apariencia, el Salmista no puede creer que los lazos con el Señor se han interrumpido totalmente; y mientras pregunta el por qué de un presunto abandono incomprensible, afirma que ‘su’ Dios no lo puede abandonar".

El Pontífice recordó que "el grito inicial del Salmo, ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’, se presenta en los Evangelios de Mateo y de Marcos como el grito que lanza Jesús muriendo, en la cruz (cfr Mt 27,46; Mc 15,34)".

"Y, puesto que, en la costumbre hebraica, citar el comienzo de un Salmo implicaba una referencia a todo el poema, la oración desgarradora de Jesús, aun manteniendo su carga de indecible sufrimiento, se abre a la certeza de la gloria", agregó.

Ante el dolor físico y "bajo los golpes socarrones de la ironía y del desprecio, parece casi que el perseguido pierda los propios rasgos humanos, como el Siervo sufriente esbozado en el Libro de Isaías. Y como el justo oprimido del Libro de la Sabiduría, como Jesús en el Calvario, el salmista ve cómo se cuestiona su relación con el Señor, subrayando de manera cruel y sarcástica aquello que lo está haciendo sufrir: el silencio de Dios, su aparente ausencia".

Luego, "el lamento se convierte en súplica dolorida: ‘No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme’. La única cercanía que el salmista percibe y que lo asusta es aquella de los enemigos. Es por tanto necesario que Dios esté cerca y les socorra, porque los enemigos rodean al orante, lo acorralan, y son como toros poderosos, como leones rapaces y rugientes que abren las fauces", agregó el Papa.

Sin embargo, en el Salmo 22 "el lamento se transforma, deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvación: Tú me has respondido. "Anunciaré tu Nombre a mis hermanos, te alabaré en medio de la asamblea". Así el Salmo se abre a la acción de gracias, al gran himno final en el que participa todo el pueblo, los fieles del Señor, la asamblea litúrgica, las generaciones futuras".

"El Señor ha acudido en ayuda, ha salvado al pobre y le ha mostrado su rostro de misericordia. Muerte y vida se entrecruzan en un misterio inseparable, y la vida ha triunfado, el Dios de la salvación se ha mostrado Señor indiscutible, que celebran en todos los lugares de la tierra y delante del cual se postran todas las familias de los pueblos. Es la victoria de la fe, que puede transformar la muerte en don de la vida, el abismo del dolor en fuente de esperanza".

El Papa recordó que "este Salmo nos ha llevado sobre el Gólgota, a los pies de la cruz de Jesús, para revivir su pasión y compartir la alegría fecunda de la resurrección".

"Dejémonos invadir, pues, por la luz del misterio pascual también en la aparente ausencia de Dios, en el silencio de Dios y, como los discípulos de Emaús, aprendamos a discernir la verdadera realidad más allá de las apariencias, reconociendo el camino de la exaltación precisamente en la humillación, y la plena manifestación de la vida en la muerte, en la cruz".

"De esta manera, colocando toda nuestra confianza y nuestra esperanza en Dios Padre, en cualquier angustia podremos rezarle también nosotros con fe y nuestro grito de ayuda se transformará en canto de alabanza".

En sus palabras en español, el Papa afirmó que "la victoria de la fe puede transformar la muerte en don de la vida, el abismo de dolor en fuente de esperanza. Al final, el salmo muestra que la vida ha triunfado. El Dios de la salvación se ha manifestado como Señor, y todos los confines de la tierra lo celebrarán".

El Papa saludó "a los oficiales de la Policía Nacional, de Colombia, al grupo de la Academia de Carabineros, de Chile, a los alumnos y profesores del Bachillerato Humanista Moderno de Salta, Argentina, así como a los demás fieles venidos de España, México, Venezuela y otros países latinoamericanos",

"Dejémonos invadir por la luz del misterio pascual y, como los discípulos de Emaús, aprendamos a discernir la realidad más allá de las apariencias, reconociendo en la cruz la manifestación plena de la vida", concluyó.

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