“Hermanos, quiero que ustedes sepan algo respecto a los dones espirituales”. Así escribía San Pablo a los primeros fieles de Corinto (1Cor 12,1). Por lo visto siempre hubo ignorancia sobre los dones o carismas, desde el comienzo de la Iglesia. Aunque los cristianos de Corinto no eran tan cortos en esta materia, como nosotros ahora, nuestras parroquias y comunidades religiosas, están a 2.000 años de los primeros bautizados. Los corintios estaban al tanto de los carismas y no por catecismos o cursos de teología. Los conocían porque vivían, los ejercitaban, los poseían, los experimentaban a diario. Para ellos, vida cristiana era sinónimo de carismática. San Pablo estaba al tanto. En Corinto los carismas se manifestaban pródigamente, aunque el modo de manifestarse no era ordenado. San Pablo no les escribía tanto sobre la existencia, la naturaleza y utilidad de los carismas, sino sobre el correspondiente uso de los mismos y cómo aprovecharlos al máximo, para la utilidad del Cuerpo Místico. De esos escritos sacamos una excelente lección para conocer los efectos de los dones en la iglesia de los corintios. Esta es la lista que hace San Pablo del uso de tales carismas:
“4Hay en la iglesia diferentes dones, pero el que los concede es un mismo Espíritu. 5Hay diferentes maneras de servir, pero todas por encargo de un mismo Señor. 6Y hay diferentes manifestaciones de poder, pero es un mismo Dios, que, con su poder, lo hace todo en todos. 7Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu, para provecho de todos. 8Por medio del Espíritu, a unos les concede que hablen con sabiduría; y a otros, por el mismo Espíritu, les concede que hablen con profundo conocimiento. 9Unos reciben fe por medio del mismo Espíritu, y otros reciben el don de curar enfermos. 10Unos reciben poder para hacer milagros, y otros tienen el don de profecía. A unos, Dios les da la capacidad de distinguir entre los espíritus falsos y el Espíritu verdadero, y a otros
la capacidad de hablar en lenguas; y todavía a otros les da la capacidad de interpretar lo que se ha dicho en esas lenguas. 11Pero todas estas cosas las hace con su poder el único y mismo Espíritu, dando a cada persona lo que a él mejor le parece” (1Cor 12, 4-11). Por lo tanto los fieles de Corinto conocían muy bien los dones, porque estaban dotados de ellos, los practicaban, puesto que los carismas eran el alma de toda la vida comunitaria. ¿Qué diremos de los cristianos de hoy? En Corinto abundaban los carismas y el apóstol interviene para corregir y dirigir el uso de los mismos. ¡Nuestros bautizados de hoy ignoran hasta la existencia de los dones! ¿Qué comentarios harían los feligreses de hoy, si el obispo les mandara una carta sobre el uso ordenado, en las reuniones, del don de lenguas, del don de profecía, del de sanación, milagros, etc.? Qué cara pondrían los feligreses si el obispo en una de sus visitas les dijera, como San Pablo a los Gálatas: “Cuando Dios les da su Espíritu y hace milagros entre ustedes, ¿por qué lo hace? No en virtud del cumplimiento de la ley, sino por aceptar el mensaje de la fe” (Gál 3,5). Obra milagros entre vosotros... ¿Pero, y qué milagros hace Dios entre nosotros?, se preguntarían los fieles. San Pablo no quería que fueran ignorantes sobre el uso de los carismas los fieles de Corinto; nosotros, es triste confesarlo, somos completamente ignorantes sobre la naturaleza y utilidad de los carismas. Nosotros hemos reducido el cristianismo a una filosofía bautizada, por eso el Nuevo Testamento es un código de justicia social, nuestra vida religiosa un conjunto de prácticas piadosas, y la santidad de una observancia de leyes y preceptos. Para nosotros hablar de carismas es como hablar de cosas extraterrestres, de otras galaxias, imposibles de alcanzar. Los dones parecen cajas de seguridad irrompibles; parecen fenómenos reservados a poquísimos privilegiados. La gran masa de nuestros bautizados viven en completo desconocimiento de los carismas. Son pocos los que tienen conocimiento teórico, los ignoran en la práctica; hasta parece que los temen o rechazan. Las personas de vida, así, diríamos santa, creen que los dones son regalos para los bienaventurados y de estos, pocos. Según nuestra manera de pensar, los dones de sanación y milagros son producidos por la santidad de la persona. ¿Hay alguien por allí que hace tales portentos?... debe ser canonizable. Así pensamos de ordinario. A pesar de todo, San Pablo, escribe a simples fieles, no muy "santos", con vicios y defectos, graves a veces, como se ve, por las cartas. Esto no era obstáculo para que los carismas abundaran entre aquella gente. ¿De dónde nació la idea, o a quién se le ocurrió que los dones son premios a la santidad personal?
Del Despertar de los Carismas.
P. Serafino Falvo
No hay comentarios:
Publicar un comentario