San Juan Damasceno (hacia 675-749), monje, teólogo, doctor de la Iglesia
Homilía sobre la Transfiguración del Señor, 18; PG 96, 573
«Una voz desde la nube dijo: 'Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto; ¡escuchadlo!'» (Mt 17,5). Estas son las palabras del Padre salidas de la nube del Espíritu: «Este es mi Hijo, el amado, este que es hombre y tiene la apariencia de un hombre. Ayer se hizo hombre. Vivió humildemente entre vosotros; ahora su rostro resplandece. Este es mi Hijo, el amado, él es anterior a todos los siglos. Él es el hijo único del Dios único. Engendrado por mí, el Padre, fuera del tiempo y eternamente. No ha llegado a la existencia después de mí, sino que desde toda la eternidad es mío, está en mí y conmigo»...
Es por la benevolencia del Padre que su Hijo único, su Verbo, se ha hecho carne. Es por su benevolencia que el Padre ha llevado a término, en su Hijo único, la salvación del mundo entero. Es la benevolencia del Padre la que ha hecho que todas las cosas estén unidas en su Hijo único... Verdaderamente, el Amo de todas las cosas, el Creador que gobierna el universo, se ha complacido en unir en su Hijo único la divinidad y la humanidad y, por ésta a toda criatura «para que Dios sea todo en todos» (1C 15,28).
«Este es mi Hijo amado, 'el resplandor de mi gloria, la impronta de mi sustancia' por quien también he creado a los ángeles, por quien el cielo ha sido consolidado y la tierra establecida. Él sostiene el universo con su palabra poderosa (Hb 1,3) y con el aliento de su boca, es decir, el Espíritu que guía y da vida. Escuchadle, porque el que le recibe, a mi me recibe (Mc 9,37), a mi que lo he enviado no en virtud de mi poder soberano, sino a la manera de un padre. En efecto, en cuanto que es hombre ha sido enviado, pero en tanto que Dios, permanece en mí y yo en él... Escuchadle, porque tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68)».
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