martes, 15 de junio de 2010

"Tus pecados te son perdonados".

Evangelio según San Lucas 7,36-50.8,1-3.

Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: "Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!". Pero Jesús le dijo: "Simón, tengo algo que decirte". "Di, Maestro!", respondió él. "Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?". Simón contestó: "Pienso que aquel a quien perdonó más". Jesús le dijo: "Has juzgado bien". Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entré, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados porque ha demostrado mucho amor. Pero aquel a quien se le perdona poco, demuestra poco amor". Después dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados". Los invitados pensaron: "¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?". Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz". Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los ayudaban con sus bienes.

El Evangelio de Lucas se distingue, sobre todo, por el tema de la misericordia. Misericordia y amor de Dios, en Jesucristo para los pecadores; preferencia y benevolencia de Jesucristo para los débiles, pobres y excluidos sociales.
En el Evangelio de ayer la protagonista es una mujer pecadora “sin nombre”. Tal vez, porque en ella están simbolizados los pecadores de todos los tiempos que, frente al amor perdonante de Dios, se han convertido a Él, se han arrepentido y han logrado cambiar sus vidas.
En este Evangelio, de la mujer de mala vida que en casa del Fariseo Simón se vuelca sobre Jesús con un sinnúmero de detalles de gran amor.
El llanto de María Magdalena se trata de un llanto sincero y espontaneo, de arrepentimiento y vergüenza por su vida anterior. Solo después del perdón recibido se convertirá en llanto de alegría, esperanza y agradecimiento. Desde luego, tenemos mucho que rescatar y aprender de María Magdalena, por su silencio, su llanto, sus gestos, pero sobre todo, por su gran amor al Señor quién así comenta: “SUS PECADOS, QUE SON MUCHOS, LE HAN SIDO PERDONADOS”
Nosotros como sus hijos también podemos alcanzar el perdón y lograr una conversión en nuestro yo interior.
El comportamiento de Jesús para con María, no es de condena, sino que la acoge con gran amor, lo mismo para todos los que le necesitamos.
Sus hijos no conquistamos el perdón. Por el contrario, nos es dado gratis por un Dios que no quiere si no perdonar.
“Señor, llénanos de tu infinita misericordia Divina, sumérgenos en los abismos de tu infinita Misericordia, y perdona nuestros pecados, para que tengamos un corazón puro, un corazón lleno de gozo y felicidad en Cristo Jesús, por los siglos de los siglos…¡AMEN!!!

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