jueves, 29 de julio de 2010

«El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá»

«El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que vive y cree en mí no morirá para siempre». ¿Qué es lo que dice? «El que en mí, aunque haya muerto como Lázaro, vivirá» porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Ya, respecto a Abraham, Isaac y Jacob, los patriarcas muertos hacía tiempo, Jesús había dado a los judíos la misma respuesta: «Yo soy el Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. No Dios de muertos sino de vivos, porque para él todos están vivos» (Lc 20,38). ¡Cree, pues, que aunque mueras, vivirás! Pero si no crees, aunque estés vivo, estás realmente muerto... ¿De dónde le viene la muerte al alma? De que ya no tiene fe. ¿De dónde le viene la muerte al cuerpo? De que el alma ya no está en él. El alma de tu alma es la fe.

«El que cree en mí, aunque su cuerpo esté muerto, tendrá vida en su alma hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya nunca más. Y cualquiera que vive en su carne y cree en mí, aunque su cuerpo deba morir por un tiempo, vivirá para la eternidad a causa de la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección».

Esto es lo que quiere decir Jesús al responder a Marta... «¿Crees tú esto?». «Sí, Señor, le responde ella, creo que tú eres el Cristo, el hijo de Dios, venido a este mundo. Creyendo esto he creído que tú eres la resurrección, que tú eres la vida, que el que cree en ti, aunque muera, vivirá; he creído que el que vive y cree en ti, no morirá eternamente».

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (Norte de África) y doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de Juan, nº 49,15

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