La Renovación Carismática se sustenta en la Renovación en el Espíritu Santo. Por los Sacramentos del Bautismo y el de la Confirmación, los católicos hemos recibido el Espíritu Santo y todas las potencialidades de Dones y carismas, que el Espíritu Santo ha puesto en nosotros, como el granito de mostaza, llamado a convertirse en un árbol.
La gran mayoría de los católicos ha dejado dormir estas potencialidades, recibidas en el Bautismo y en la Confirmación, pero hay comunidades de oración de alabanzas y adoración, que siendo una minoría, tratan de resistir a que se apague la llama del Espíritu Santo, que si bien no ha sido apagada, sí ha sido bastante sofocada.
El Espíritu Santo reside en nosotros desde nuestro Bautismo y Confirmación, en estas comunidades carismáticas, se logra descubrir y despertar estas potencialidades, potencialidades que se activan sobrenaturalmente, como una fuente de Gracia que invade todo lo que somos: inteligencia, voluntad, emociones, y aún nuestro mismo cuerpo. El símbolo del Agua es el más apropiado para ejemplificar esta misteriosa realidad, recibida en el Bautismo, y redescubierta por una acción particular del Espíritu que vive en nosotros.
Es por lo demás la expresión que Jesús empleó en el día de la fiesta de los Tabernáculos cuando dijo: "Si alguno tiene sed, que venga a mí, y que beba. Aquel que cree en mí ... y ríos de agua viva brotarán de su seno". Y San Juan añade: "Él hablaba del Espíritu que debía venir" (Jn. 7, 38-39).
La Comunidad "Jericó".
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