jueves, 3 de noviembre de 2011

“Llega el esposo, salid a recibirlo"


Ilustración más antigua de Mt 25,1-13 en el Codex Purpureus. Siglo VI, Rossano-Italia

Estudio Bíblico Dominical
Un apoyo para hacer la Lectio Divina del Evangelio del Domingo
Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

Vivir como discípulos de Jesús el tiempo de la espera (I):
¿Como sabios o como necios?

“Distinguimos por el aceite.
Ese aceite significa algo muy grande”
(San Agustín)


“Llega el esposo, salid a recibirlo"


Te pido, Señor, me concedas una vigilia feliz
que me mantenga despierto para el encuentro contigo
y con tu Padre, Creador del universo,
cuya majestad llena y supera todas las cosas.

Concédeme despertar del sueño de mi indolencia.
Haz brillar en mí el fuego del amor divino.
Que la llama de su amor me eleve más que las estrellas,
haga arder en mi interior el deseo de responder
a tu infinita e incomparable ternura.

¡Ah! Si pudiera sostener toda la noche mi lámpara
encendida y luminosa en el Templo del Señor!
Si ella pudiera alumbrar a todos los que en ella entran.
Que esta lámpara, Señor, sea en mí luz para mi prójimo.

(Adaptación de la oración de San Columbano. Liturgia de las Horas Tomo IV)


Introducción

Llegamos al final de este año litúrgico en el que hemos venido haciendo discipulado en la escuela de Jesús, con la ayuda del Evangelio según Mateo. Nos esperan tres domingos que nos confrontan con relación al futuro de nuestras vidas. Jesús nos ha enseñado que no sólo nosotros vamos “hacia”, sino que él viene a nuestro encuentro como Señor glorioso –gracias a su misterio pascual-- que da plenitud a toda la historia en su conjunto y a la de cada uno de nosotros una por una. Todos estamos invitados a compartir, por medio de él, la vida plena en Dios como una fiesta del amor, del matrimonio, de alianza. Sin embargo, se plantea previamente un interrogante serio sobre nuestra responsabilidad en esta vida para que podamos participar de este don.

El final del año es tiempo oportuno para las evaluaciones. ¿Y cuál más importante que la de nuestra propia existencia? Escuchemos, entonces, la primera de las tres parábolas del capítulo 25 del evangelio de Mateo, la parábola de las vírgenes necias y prudentes (v.1-13), que nos invita a revisar cómo está el “aceite de nuestra lámpara”.


1. Situemos el texto en su contexto

Nos situamos en el último gran discurso de Jesús, conocido como “discurso escatológico”, el cual abarca los monumentales capítulos 24 y 25 del Evangelio de Mateo. A partir del anuncio del final de la historia, cuya cumbre es la segunda venida (o Parusía) del Hijo del hombre (24, 1-35), Jesús le da a sus discípulos una serie de enseñanzas centradas en la manera como hay que prepararse para ese momento (24, 36 – 25, 30), concluyendo con una escenificación anticipada del juicio final (25, 31-46).

No nos debe intimidar la temática ni mucho menos el lenguaje cargado de metáforas coloridas y fuertes que Jesús usa para situarnos frente a esta ineludible realidad que, por cierto, es positiva: es fuente de nuestra esperanza. Situémonos en el Monte de los Olivos, desde cuya altura se puede contemplar la ciudad santa de Jerusalén con su Templo en primer plano, junto a los discípulos de Jesús, para escuchar la enseñanza que pronuncia con autoridad (“sentado en el Monte de los Olivos”, 25, 3).

La segunda parte de este “Sermón del Monte de los Olivos” trata de inculcarles a los seguidores la actitud de la “vigilancia”. Las palabras de Mt 24, 36 dan la pauta inicial: “De aquel día y hora, nadie sabe nada… sólo el Padre”. De ahí se deriva que un discípulo de Jesús es uno que está preparado para lo que pueda ocurrir en cualquier momento.

Esta frase contundente “Nadie sabe nada” está acompañada de dos hechos que no nos pueden dejar indiferentes: (1) que ocurrirá por sorpresa así como el diluvio tomó a la generación de Noé (24, 37-39) o como un ladrón que viene por la noche (24, 42-44); y (2) que tiene implicaciones decisivas (“uno será tomado y otro dejado”) para todos sin excepción (24, 40-41): el Señor realizará un discernimiento con nosotros.

Esto es lo que sí nos toca saber: que hay que estar preparados en todo momento. En otras palabras:
¿Qué nos corresponde hacer mientras se acerca este momento?
¿Cómo prepararnos adecuadamente?

La respuesta está en la serie (como una suite orquestal) de tres parábolas que Jesús cuenta a continuación: (1) la del mayordomo (en 24, 45-51); (2) la de las diez vírgenes (25, 1-13); y (3) la de los talentos (25, 14-30).

Siguiendo con la comparación con la suite orquestal, podemos notar que cada una de las tres parábolas tiene los mismos tres movimientos: (1) Una demora (por parte de un patrón que se ausenta de su casa o de un novio que tarda para la boda); (2) la debida o indebida preparación (de los empleados para el regreso del patrón o de las doncellas para la llegada del novio); y (3) una situación de felicidad o de desgracia para quien haya o no haya hecho lo que se esperaba de él (recompensa/castigo dictaminada por el patrón o el novio). Vemos cómo se distinguen dos grupos, los cuales dan la nota alegre o grave, según el acierto (o no) de su comportamiento. Somos invitados a ejercer la inteligencia identificándonos con el perfil exitoso.

Todas ellas apuntan a la misma enseñanza: hay que tener la disposición propia y el comportamiento correspondiente de quien sabe esperar. Obviamente no se trata de una simple repetición enfática, cada parábola nos entrega una nueva particularidad.

De todas maneras tengamos presente que el mensaje de base está enunciado en 24, 44, justo antes de comenzar la serie de parábolas: “Estad preparados, porque, cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre”. Notemos en el fondo de todo está Dios y su obra en el mundo llevada a cabo son su Mesías-Enviado para que tengamos vida en plenitud (felicidad completa) por la comunión con él; la urgencia del mensaje refleja su deseo que de logremos esta plenitud de vida.

Este domingo y el próximo, nos detenemos en la segunda y la tercera parábola, concernientes ambas a la preparación; dentro de quince días leeremos el pasaje del “juicio a las naciones”, con el que concluye el “Sermón del Monte de los Olivos” así como todo el conjunto de enseñanzas de Jesús en el Evangelio según san Mateo.


2. Leamos el texto

“1Entonces el Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio. 2Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes. 3Las necias, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite; 4las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas llevaron aceite en las alcuzas. 5Como el novio tardaba, se adormilaron todas y finalmente se durmieron.

6Mas a medianoche se oyó un grito:
¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro!
7Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y dispusieron sus lámparas. 8Las necias dijeron a las prudentes:
‘Dadnos de vuestro aceite, que nuestras lámparas se apagan’.
9Pero las prudentes replicaron:
‘No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras;
es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis’.
10Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta.

11Más tarde llegaron las otras vírgenes diciendo:
‘¡Señor, señor, ábrenos!’
12Pero él respondió:
‘Os aseguro que no os conozco’.

13Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”.


3. Veamos cómo se desarrolla el pasaje

La parábola “de las diez vírgenes” (25, 1-13) está construida a partir de una celebración matrimonial. Se detiene de manera especial en el momento en que un grupo de doncellas sale al encuentro de novio para entrar junto con él en la sala de banquete. Se está siguiendo un ritual conocido por el judaísmo de los tiempos de Jesús.

El enunciado completo de la parábola está en su primer versículo (25, 1). Luego se desarrolla en cuatro partes:
(1) El prólogo que, retomando el enunciado, nos presenta los personajes y la acción principal (25, 1-5).
(2) La parte central del relato que expone una situación dramática (25, 6-10).
(3) El breve y trágico desenlace (25, 11-12).
(4) La aplicación de la parábola (25, 13).


4. Leamos y comprendamos siguiendo el hilo del texto

4.1. El enunciado (v.1)

“Entonces el Reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio”

El “entonces” inicial no remite a las afirmaciones anteriores de Jesús en su enseñanza a los apóstoles: “Estad preparados, porque, cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre… Volverá el Señor… el día más inesperado y en el momento más imprevisto” (24, 40. 50). La forma concreta de esta preparación, lo veíamos antes, es la vigilancia, lo cual se deriva de lo dicho en 24, 13: “El que persevere hasta el fin se salvará”.

El tema de la parábola es el “Reino de los cielos” y, en el contexto de este discurso, de forma concreta el juicio que implica su venida definitiva. Es como si se nos dijera: “Cuando el Reino de los cielos venga, su llegada será como la historia de las diez vírgenes que fueron al encuentro del novio”. Metafóricamente el Reino se parece a una fiesta matrimonial, que era como el momento celebrativo más imponente y esperado en el ámbito familiar y de una aldea, como ya hemos visto en otra parábola (cf. 22, 1-14).

Enseguida tenemos la presentación de los personajes y la recreación de la atmósfera en la que ocurrirá el drama. Se trata de:

- Diez vírgenes… con sus lámparas
- El novio… y la salida a su encuentro


Las diez vírgenes

Son vírgenes, son diez, todas portan su lámpara.

Vírgenes. Se refiere a doncellas o señoritas, tal como lo debía ser también la novia, quienes eran escogidas con anticipación entre las familias del clan y jugaban un papel en medio de los ritual, como se verá enseguida.

Diez. ¿Por qué diez? El número diez indica un número completo, plenitud. Recuerda los 10 mandamientos, las 10 plagas, el 10 por ciento (=el diezmo). En la tradición rabínica se decía que la bendición del novio requería de la presencia de 10 personas (cf. b. Ketub. 7b). No estamos seguros de esas sean las razones, en todo caso en la parábola el número diez es un número fácil de recordar (mnemotécnico: como cuando uno se mira las manos), que además ayuda percibir gráficamente la división que se dará entre las doncellas: 5+5.

Lámpara. Se dice que cada una tomó su lámpara. Quizás se trate de antorchas (como en Eclesiástico 48, 1), que lo que mejor corresponde a una situación de éstas. Sin embargo, el hecho de que tengan que arder tanto tiempo y se requiera de aceite para reabastecerlas, la parábola está pensando en las lámparas (en griego “lychnoi”) de metal o arcilla que iluminaban el interior de las casas.


El novio

Es el gran personaje del cual se tiene expectativa con su llegada para la boda. En el evangelio de Mateo ya se había presentado antes a sí mismo y su obra mesiánica como un novio en su fiesta de matrimonio (cf. 9, 15).

Las doncellas entran en el ritual de su llegada: una procesión de matrimonio. No tenemos certeza de qué se trate, pero las reconstrucciones realizadas hasta ahora hacen presuponer que se trate de una procesión en la cual las doncellas van danzando con las lámparas desde la casa para recibirlo a él y a su novia.

Un verso del Cantar de los Cantares nos ayuda a captar la atmósfera del episodio: “Salid a contemplar, / muchachas de Sión, / al rey Salomón, / con la diadema con que su madre lo coronó / el día de su boda, / gozo de su corazón” (Ct 3, 11).

Pues bien… “El Reino de los cielos será semejante” a este encuentro.


4.2. El perfil de las vírgenes y la situación problemática (v. 2-5)

El perfil de las vírgenes
“Cinco de ellas eran necias, y cinco prudentes” (v.2)

Toda la parábola, de aquí en adelante, va a pender de este dato: cómo se es necio y cómo se es prudente. La sabiduría aquí no tiene que ver con las capacidades intelectuales de la persona sino con su acierto (prudencia) o no (imprudencia) al tomar una decisión. Es como ocurre en Mt 7, 24-27: la decisión acertada de construir la casa sobre la roca (y lo contrario). En esta otra parábola consiste en la buena decisión de proveerse de aceite ante una eventual tardanza del novio:
- “Las necias, al tomar sus lámparas, no se proveyeron de aceite;
- las prudentes, en cambio, junto con sus lámparas llevaron aceite en las alcuzas” (v.3-4)

Se nos anticipa dónde está el error que se hace patente en el los v.6-10 y cuyas consecuencias se calibran en los v.11-12. El problema está en una ausencia, algo se deja de lado (como ocurre en la parábola 22, 11-14 con el traje de boda).

¿Tiene algún significado la lámpara de aceite? En el universo simbólico hebreo la lámpara y el aceite aparecen eventualmente como metáfora de la Ley y de su observancia (Salmo 119, 105; Prov 6, 23). La interpretaciones fueron enriqueciéndose durante la patrística, por ejemplo, significaba las “obras de caridad” (san Juan Crisóstomo), Cristo mismo (san Efrén de Siria), el amor o la alegría (san Agustín), el Espíritu Santo (san Simeón de Mesopotamia), la gracia (Arnobio el joven); y la lista es larga. Lo cierto es que en la parábola es imagen misma del estar despierto (como en Lc 12, 35ss) y, aunque un contenido más preciso pareciera algo secundario, en este caso quizás sería preferible pensar en la relación personal con el Señor.


La situación problemática: el retardo
“Como el novio tardaba, se adormilaron todas y finalmente se durmieron” (v.5)

“El novio tardaba…”. El atraso del novio es el problema que pone en movimiento el relato. En el contexto de todo el discurso escatológico de Jesús es una referencia al “retardo de la Parusía”, ya que, en un primer momento, los primeros cristianos llegaron a pensar que estaba muy próxima, pero luego se fueron dando cuenta que sería de otra manera.

“Se adormilaron… se durmieron”. Vemos cómo todas las vírgenes sienten la somnolencia y luego el sueño mismo. Indica que pasa un tiempo considerable de tiempo. Este quedarse “dormidas” da un toque realista.

A diferencia de la parábola anterior, donde el siervo malo sabe del atraso de su patrón, lo cual lo lleva conscientemente a un comportamiento irresponsable, aquí -por el contrario- las vírgenes no saben que se va a atrasar. No es, entonces, que las vírgenes necias sean irresponsables en el cumplimiento de los deberes, o que sean un típico ejemplo de procastinación (dejar para lo mañana las tareas), el punto está en que no se toman en serio la posibilidad del retraso, en que les faltó perspicacia para captar lo que era fundamental.

La prontitud que pide el Evangelio no consiste en andar corriendo haciendo mil cosas nerviosos durante la espera, sino en el saber vivir el tiempo como lo hacemos cuando alguien se demora: decidir hacer –con discernimiento- lo que realmente se tiene que hacer.


4.3. El drama de las vírgenes (v.6-10)

“6Mas a medianoche se oyó un grito: ¡Ya está aquí el novio! ¡Salid a su encuentro! 7Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y dispusieron sus lámparas”

Como se viene previendo, es aquí donde comienza la verdadera historia. Cuando se anuncia la inminente llegada del novio, las vírgenes despiertan y se alistan (recortar las mechas, abastecer las lámparas, encenderlas), pero las lámparas de las necias ya agotaron su aceite.

El grito suena como una trompeta. No sabemos quién lo dice, pero un grito verdadero, a diferencia de los anuncios falsos de 24, 23: “Si alguno os dice: ‘Mirad, el Cristo está aquí o allí’, no le creáis”. El que resuene a medianoche indica lo imprevista que es esta llegada: es la hora en que menos se esperaría que llegara un novio (en aquellos tiempos).

Más que a medianoche es en medio de la noche. El grito suena como una trompeta. No sabemos quién lo dice. Es sorpresivo el grito. Este es el grito verdadero (vs. Los falsos anuncios de 24, 23).

Las necias no tienen suficiente tiempo para ir a comprar el aceite. No tienen tiempo porque antes han tenido mucho; como el aceite mismo: lo dejaron agotar. Como quien dice: este tiempo que pasa no te lleva a pensar que podrás resolverlo todo en el último momento.

Las necias no conservaron sus lámparas correctamente a lo largo de la noche, lo cual nos hace pensar también en la perseverancia. Pero hay otro error: las necias parecen creer que el novio va a llegar finalmente cuando ellas estén listas. Su “estupidez” (eso es la “necedad”) está en actuar según sus propias expectativas, no en como piensa el novio.

Los v.8-9 presentan el primer recurso al que apelan la vírgenes necias: pedirle a las prudentes. Pero se encuentran con una negativa y una sugerencia:
“No, no sea que no alcance para nosotras y para vosotras;
es mejor que vayáis donde los vendedores y os lo compréis”.
No hay que interpretar esta respuesta como egoísmo, no es el caso. El énfasis recae más bien en la preparación espiritual que era necesario tener, ésta es inaplazable, insustituible e intransferible. ¡Es que hay cosas que uno no puede vivir por otro!

Sobre la sugerencia de ir a comprar: ¿Podría haber tiendas abiertas a medianoche? ¿Y en una aldea rural? En principio es improbable, sin embargo esta parábola supone que sí. Con riesgo de anacronismo se podría decir esto: si hay gente despierta para una fiesta, nada extraño que haya comercio.

Las vírgenes prudentes viven el encuentro con el novio, mientas que las necias van en la dirección contraria: “Mientras iban a comprarlo, llegó el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de boda, y se cerró la puerta” (v.10). Con puerca que se cierra se presagia la trágica conclusión: las cinco necias no están con el novio, acaban de perder la oportunidad.


4.4. El desenlace (v.10-11)

El desenlace es el previsto. En el contexto de todo el discurso escatológico de Jesús, la conclusión de la parábola es una descripción alegórica del juicio final.

El intercambio de palabras entre las vírgenes necias y el novio nos remite a enseñanzas de Jesús en este mismo evangelio de Mateo.

“¡Señor, señor, ábrenos!” (v.11). La petición de las vírgenes necias en la puerta (v.11) nos remite a un pasaje del Sermón de la montaña: “No todo el que me diga ‘Señor, Señor’ entrará en el Reino de los Cielos” (Mt 7, 21).
“Os aseguro que no os conozco” (v.12). La respuesta es lacónica: sólo seis palabras y muy duras. Como quien dice: la admisión no depende de tener lámpara o aceite, sino de hace lo requerido cuando se requería.

El “no os conozco”, quizás la expresión más dura, también está en el Sermón de la montaña: “Pero entonces les declararé: ¡Jamás os conocí!...” (7, 23). En este pasaje el asunto no es si hemos hecho “cosas cristianas” (profetizar, exorcizar, hacer muchos milagros… y todo en el nombre de Jesús) sino si hemos llevado a la práctica la voluntad del Padre Dios que se ha expresado en la enseñanza de Jesús (cf. 7, 21. 24; ver también 5, 16: “Brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras…”). Igualmente en la parábola del traje de boda (22, 11-14), el “quid” del asunto no era el estar ahí sino el cómo se está ahí.


4.5. Aplicación de la parábola

Las últimas palabras son las de Jesús, quien exhorta a los discípulos con un imperativo y su argumento:
“Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora” (v.13)

Evidentemente no son palabras dirigidas a todas las vírgenes, puesto que las prudentes ya lo han cumplido. Más bien Jesús levanta la cabeza para hablarle a su auditorio y ahora a nosotros los lectores del Evangelio. El imperativo “Velad” resume el principio discipular que viene insistiendo e inculcando intercaladamente en su enseñanza (cf. 24, 36. 42. 50) y que ha ilustrado particularmente en las últimas dos parábolas (y hará lo mismo con la siguiente). El “velar” (o vigilar, mantenerse despierto), en el sentido en que ha ilustrado en la parábola de las vírgenes –como ejercicio de discernimiento/sabiduría-, es la forma concreta del “estar preparados” (v.44).


En fin…

Bajo esta luz podemos repasar de nuevo la parábola y retener las siguientes cinco lecciones:

1) La pertenencia al reinado de Dios no se da por si misma, presupone la actitud decidida. Las vírgenes se preparan de manera activa para la venida del novio, actúan con sabiduría, con prudente previsión y coherencia. El reinado de Dios se gana con la sabiduría y se pierde con la necedad.

2) Las diez vírgenes comienzan iguales, en las mismas condiciones, pero luego cinco le toman ventaja a las otras cinco. Según Jesús, personas iguales al inicio, con situaciones en común, pueden llegar al final de manera distinta, según su obrar.

3) El ritmo de la vida corre normal, el tiempo pasa y caemos en la rutina. Jesús enseña a vivir con intensidad cada día, no debemos esperar hasta el fin, debemos estar siempre preparados. En nuestra mente y en nuestro corazón debe estar presente el Señor y su voluntad; llamados a vivir la vida como una "entrada" en el reino.

4) Sólo si estamos preparados podemos entrar en el Reino de los cielos, en el señorío pleno de Dios y ser acogidos en la comunión definitiva con él. Quien no está preparado se encuentra con una puerta cerrada, debido a su actitud irresponsable.

5) El futuro se gana en el presente. Tomemos en serio el tiempo presente. El cielo comienza en la tierra.


5. Releamos el Evangelio un Padre de la Iglesia

“Es virgen y tiene lámpara: ¿qué más buscamos? Todavía busco algo.

Le pongo atención al Evangelio sagrado: porque a pesar de ser vírgenes y de llevar lámparas, a unas las llamó prudentes y a las otras insensatas. ¿Para donde tendremos que mirar? ¿Cómo habremos de distinguir? Por el aceite.

Este aceite significa algo grande, muy grande. ¿No será acaso la caridad? Lo decimos como quien investiga, no como quien dicta sentencia.

Les voy a decir por qué razón pienso que el aceite significa la caridad. El Apóstol dice: “Les voy a mostrar una camino todavía más alto” (1 Cor 12, 31). Y, ¿qué camino muestra? “Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tuviera caridad sería como un bronce que resuena o un címbalo que retiñe” (1 Cor 13, 1). Esta es la vía más alta, la caridad, que justamente aparece significada por el aceite.

En efecto, el aceite se pone encima de todos los líquidos. Pon agua y derrámale encima un poco de aceite y el aceite queda encima; o pon aceite y derrámale agua encima y el aceite queda encima. Si sigues el orden natural, el aceite vence; su cambias, ella vence ahí mismo: “La caridad nunca cae” (1 Cor 13, 8)”.
(San Agustín, Sermón 93, 5)


6. Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida cotidiana:

6.1. El pasaje de hoy forma parte de la gran enseñanza de Jesús sobre el fin de los tiempos. ¿En qué consiste esta enseñanza de Jesús y cómo se ubica la parábola de la vírgenes dentro de ella?
6.2. Hay un insistencia clara en el estar preparados. ¿Cuál es el aceite que mi lámpara más necesita?
6.3. Mirando las personas que andan a mi alrededor, ¿quiénes me ilustran con su vida lo que significa una vida de perseverancia en la espera del Señor? ¿Qué ejemplos veo de “vírgenes necias”?
6.4. ¿Cómo toca esta parábola mi vida? ¿Me sacude y me llama a alguna conversión específica?
6.5. Estoy llamado a ser portavoz del anuncio: “Salgan al encuentro del Señor” (v.6). ¿Cómo puedo hacer de este evangelio una actividad misionera entre tantas personas que viven adormecidas en el mundo de hoy?


P. Fidel Oñoro, cjm
Noviembre 1 de 2011

TEXTO ORIGINAL AQUI

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