martes, 13 de diciembre de 2011

Don de lenguas I

CARISMAS DE LA PALABRA
Don de lenguas

"… hablarán nuevas lenguas" (Mc. 16,17) "Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas extrañas…''. (1Cor 14,5) Comenzaremos hablando del carisma de las lenguas, el más común entre los carismáticos y el más extraño. Ha sido objeto de incomprensiones y polémicas, pues ya lo fue frente a las puertas del Cenáculo en Jerusalén. La primera vez que oí cantar en lenguas a un sacerdote que oraba por mí, tuve la sensación de escuchar algo misterioso, de procedencia del más allá. Era una melodía simple, primitiva, como una canción del alma, con resabios orientales que penetraba en mi alma con la frescura de una suave lluvia. Ya hace unos tres años que oigo orar en lenguas en los distintos grupos carismáticos. Muchas veces el círculo de oración pasa espontánea e insensiblemente de la oración en lengua vernácula a la de lenguas carismáticas, sin que nadie dé la señal de comienzo. Cada uno reza o canta según su propio impulso; en el mes de junio de 1974, oí 30.000 personas, alabar al Señor en 30.000 lenguas carismáticas diferentes. Esto sucedió en South Bend, Indiana. Fue un acontecimiento sin precedentes en la historia de la Iglesia. Por eso es conveniente que sepamos algo acerca de este don del Espíritu Santo.

Nació con la misma Iglesia De este don no hay rastros en el Antiguo Testamento, como tampoco durante la vida mortal de Cristo. Pero Él lo prometió antes de subir al cielo: “Y estas señales acompañarán a los que creen: …; hablarán nuevas lenguas” (Mc 16, 17). Los Apóstoles, de baja instrucción, no podían captar el significado de esta promesa. La única lengua que conocían era su propio dialecto. El día de Pentecostés lo experimentaron y se dieron cuenta de la reacción del público.

Leamos el texto sagrado: “De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. 3Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. 4Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran. 5Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. 6La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. 7Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían: — ¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? 8¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? 9Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, 10de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; 11unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios! 12Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar; y se preguntaban: — ¿Qué significa todo esto? 13Pero algunos, burlándose, decían: — ¡Es que están borrachos!" (Hechos 2, 2-13). Esta fue pues la primera manifestación de las lenguas, en el día del nacimiento de la Iglesia. Al revés de lo que sucedió en Babel (allá la humanidad se dispersó por la diferencia de lenguas), aquí con el don de lenguas se unió. ¿Qué sucedió aquel día? Por un lado, tenemos a los 120 carismáticos saliendo del Ce-náculo, alabando a Dios en idiomas distintos de sus dialectos. Pero surge una pregunta: ¿Cómo es que algunos están admirados y glorifican al Señor, al mismo tiempo que otros reaccionan de manera diferente? Los exegetas dan distintas explicaciones. Desde el comienzo destacamos eso del milagro que se realizó en los oídos de la gente y no en la boca de los apóstoles. Según San Lucas, está bien claro que los que salieron del Cenáculo hablaron lenguas diversas, según el Espíritu les hacía hablar. Bien claro queda pues, que el milagro se realizó en la boca de los Apóstoles. ¿Cómo se explica la diversa reacción del público?

A mi entender, la explicación es esta: Los oyentes eran de distintas categorías: los judíos de la capital, que tan sólo conocían el hebreo, y los judíos peregrinos, que se hallaban en la ciudad con motivo de la fiesta, que hablaban el hebreo y las lenguas de sus respectivas procedencias. De allí que los primeros creían borrachos a los galileos que hablaban de modo extraño, mientras que los segundos, oyendo sus respectivas lenguas en boca de gente iletrada (sin mayor educación), que nunca dejaron Palestina, se quedaron pasmados y se sintieron movidos a glorificar a Dios junto con los discípulos.

Fue un don común en la Iglesia primitiva Luego de Pentecostés, el don de lenguas se difundió mucho entre los simples cristianos. Lo vemos en la familia de Cornelio (Hechos 10, 44-46), en los apenas bautizados de Efeso (Hechos 19, 6), y siempre como una manifestación del Espíritu. San Pablo, en la primera Carta a los Corintios, habla de un don cotidiano en la comunidad; les escribe que no impidan el ejercicio del don, sino tan sólo que sean ordenados en ejercerlo. Él atestigua haber recibido este don más que nadie:"Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas extrañas más que todos ustedes" (1Cor 14, 18). Pero desea al mismo tiempo que sea un don para todos: “Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas extrañas” (1Cor 14, 5). Después del primer siglo no se tienen noticias de este don, al menos en forma masiva. Pero se ve usado en la vida de santos como San Francisco Javier, entre otros.

¿En qué consiste este don? ¿Qué quiere decir hablar en lenguas, o en lenguas nuevas, o poseer el don de lenguas? El don de lenguas o "glosolalia" es más que nada una oración que se hace al Señor: no es una plática a la comunidad. Era una manera de alabar a Dios, no de predicar al pueblo. “Aquel que habla en lenguas extrañas, habla a Dios y no a seres humanos, pues nadie lo entiende. En su espíritu dice cosas secretas, pero nadie las entiende” (1Cor 14,2). Es una oración privada entre nosotros y Dios, aunque se haga en presencia de otras personas. “El que habla en una lengua extraña, lo hace para su propio bien" (1Cor 14, 4). A veces se toma la forma de mensaje a la comunidad; en tal caso, como se verá, se requiere la interpretación "Pero si no hay nadie que pueda interpretarlas, que estos no hablen en lenguas delante de toda la comunidad, sino en privado y para Dios" (1Cor 14,28).

Es una oración hecha en una lengua desconocida, jamás estudiada u oída. Son frases que no tienen significado. Es recitar palabras que no manifiestan pensamiento alguno formulado en la inteligencia. Es una lengua que expresa sentimientos al Señor, pero que no proviene de nosotros. Tener el don de lenguas no significa conocer un sin nú-mero de reglas y vocablos gramaticales con significado propio, para formar frases y charlas a gusto de cada cual. El glosólalo tan sólo pronuncia las palabras que el Espíritu le sugiere sin captar el sentido. Es una oración que se realiza en condiciones normales. Cuando alguien ora en lenguas, no se pone en posiciones estáticas o emotivas ni cae en trance; sino que está en pleno conocimiento de cuanto hace y dice. Es libre de empezar y acabar cuando quiera, aún de interrumpir o repetir según le plazca. El ora como cualquier fiel, sólo que en una lengua diferente. Una comparación serían los cantos del Tantum Ergo, las letanías que durante siglos ha venido cantando nuestro pueblo, que si bien no entendía el significado, estaba seguro que se trataba de glorificar y alabar a Dios o a su Madre Santísima. La diferencia está en que esas oraciones se aprendieron de libros o de oídas. En el caso nuestro las palabras del que habla en lenguas le vienen espontáneamente a los labios. No se puede hablar de psicosis colectiva pues todos hablan en forma distinta y muchos reciben este don cuando están solos en su casa, o luego de semanas y meses de haber recibido el Bautismo en el Espíritu Santo. Es una especialísima oración que nos viene directamente del Espíritu Santo. (1Cor 12,11). Aunque no se capte el sentido, sin embargo cualquiera se da cuenta de que se trata de una oración que supera cualquier oración personal. El pronunciar estas pocas frases da una sensación profunda de misterio, alegría y paz; la presencia de Dios se siente en lo más íntimo, es evidente y sensible.

¿Se trata de lenguas reales en el propio sentido del vocablo? Cuando hablamos en lenguas ¿usamos un idioma verdadero que se habló, o se habla en el mismo según reglas gramaticales, sintácticas y fonéticas, o tan sólo emitimos sonidos misteriosos sin significado? Ambos casos son posibles. Hay quien dice que se trata de lenguas vivas habladas; según estudiosos que han grabado esos sonidos en las reuniones carismáticas, a veces se trata de lenguas muertas, generalmente orientales, hebreo antiguo, siríaco, etc.; otras veces se trata de lenguas vivas. En términos generales, nosotros los occidentales recibimos el don de hablar lenguas asiáticas, preferentemente dialectos del extremo oriente. Testigos de esto último son japoneses e indonesios que oyeron su lengua natal, hablada en reuniones carismáticas en América y Europa. El lenguaje era perfecto. Permítaseme, dar un testimonio personal. Meses atrás me hallaba en las Islas Vírgenes. Oraba yo por una señora para que recibiera el Espíritu Santo y comenzó a glorificar a Dios en perfecto italiano, sin saber absolutamente nada de ese idioma.

Lo que más llama, la atención, escuchando tales sonidos, es la exactitud, claridad y pronunciación perfecta de ciertos sonidos, principalmente imposibles de pronunciar si no se ha nacido en el lugar.

¿Para qué sirven las lenguas? Si es un don del Espíritu Santo, debe tener su utilidad. Así responde nuestra pregunta: “De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. 27Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los del pueblo santo” (Rom. 8, 26-27). Por lo tanto es la oración que el Espíritu Santo tiene para suplir nuestra debilidad e incapacidad, y aún el propio desconocimiento de las propias necesidades y de la comunidad. Es la plegaria que abarca cualquier situación, pues sabemos que el Espíritu Santo, teniendo en cuenta nuestras intenciones, tiene palabras que llegan directamente al Señor. Es la mejor manera de dar plena libertad al Espíritu Santo para que usándonos a nosotros glorifique al Padre y al Hijo de manera digna. Los hechos demuestran que la oración en lenguas es poderosa para obtener gracias y rechazar tentaciones. No mortifica nuestra personalidad, pues [no] somos del todo pasivos. Pues nosotros somos quienes oramos con nuestra lengua y nuestra voluntad. Nuestra misma persona es más estimable, pues nuestras oraciones llegan directamente al Señor por el poder del Espíritu Santo. Hay otro bellísimo motivo para orar en lenguas, y lo anota San Pablo: “y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filip. 2,11). Toda lengua; es decir, todas las lenguas que se hablaron y se hablarán desde que el mundo tiene seres inteligentes, deben proclamar que Cristo es el Señor. Esto no fue posible en el pasado, cuando Cristo no había venido aún; ni es posible hoy, porque muchas naciones no son cristianas; pero el Espíritu Santo toma todas esas lenguas y las concede a quienes están dispuestos a proclamar, en todas esas lenguas y en nombre de aquellos pueblos que Jesús es el Señor, para gloria de Dios Padre. Todas son lenguas diferentes, y de la fusión de todas ellas salta la unidad del coro presente, de todos los pueblos que glorifican a Dios. Todos los seres irracionales, desde el insecto a las estrellas, tienen su manera de glorificar a Dios, así las criaturas racionales, si bien con distintas lenguas, pueden formar un concierto amoroso.


Extraído del Libro el Despertar de los Carismas.

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