viernes, 27 de julio de 2012

DON DE SANACIÓN O CURACIÓN VI

Eucaristía

Por este sacramento el Cuerpo de Cristo entra en contacto con el nuestro.

Elías resucitó al hijo de la viuda de Sarepta, extendiéndose tres veces sobre el cadáver del niño (1 Reyes 17,17).

Eliseo resucitó al hijo de la sunamita del mismo modo (2 Reyes 4,34).

Jesús curaba, tocando tan sólo con las manos. La hemorroísa se curó tocando tan sólo el borde del manto de Jesús.

La sombra de Pedro curaba a los enfermos; los pañuelos y cinturones de San Pablo y las reliquias de algunos santos han operado iguales maravillas. Ahora ¿no puede acaso curar nuestras enfermedades el contacto de todo el Cuerpo de Cristo, verdadero, real y físico? Puede y quiere, pero es que estamos acostumbrados a considerar la Eucaristía sólo como el alimento del alma, y no como remedio para nuestro cuerpo.

Antes de comulgar repetimos la súplica del centurión para invocar la curación de su sirviente: "Señor, yo no merezco que entres en mi casa; solamente da la orden, y mi criado quedará sano" (Mc 8,8). Mil veces repetimos cada día estas palabras, pero sin atribuirles el mismo significado. Pedimos la salud espiritual, mientras que el militar pedía la salud de su sirviente enfermo. La traducción italiana qué usamos en la misa: "ed io saró salvato", refleja la interpretación espiritual. La traducción inglesa dice: "and my servant shall be healed" (y mi siervo será curado); esto aclara más el concepto de la curación. La traducción española de la Biblia de Jerusalén dice: "Y mi criado será sano". El misal traduce: "pero una palabra tuya bastará para sanarme". Por lo tanto los enfermos de nuestros días, son más afortunados que aquellos de Galilea y la hemorroísa; pues tienen la suerte de ponerse en completo contacto con Cristo. En los círculos de oración se dan casos de personas curadas por la Eucaristía.

Narraré un caso de un tiempo atrás. Luego de explicar esta materia recomendé a los enfermos que pidieran la salud en el momento de la Comunión. Un hombre hacía tiempo que venía sufriendo por tremendos dolores en las rodillas, de modo que no podía andar más que unos breves minutos. Aquella noche vino radiante de alegría a decirme que fue curado en el momento de la comunión y que caminaba perfectamente bien todo el día. Debemos convencernos de que la Eucaristía produce efectos espirituales y físicos. El mismo sacerdote cuando lleva la Eucaristía, no debe decir tan sólo que lleva el viático para la eternidad, sino al mejor médico especialista. La misma celebración Eucarística debía tener esta modalidad, los enfermos que rodean a su médico Divino, como sucedió un día en la casa de Pedro.

Reconciliación Este es el Sacramento de las curaciones por excelencia. Por su medio Jesús sigue curando al hombre, a todo hombre, liberándolo del pecado y sus consecuencias. En este sacramento, El quiere repetir sus palabras: "Te son perdonados los pecados... toma tu camilla y vete a tu casa". Pecado y enfermedad a menudo están unidos como causa y efecto.

Por ejemplo, el odio cultivado largo tiempo, el rencor, el deseo de venganza, la envidia, los celos, la ira, etc., mientras son causas de grandes pecados, al mismo tiempo son venenos que a la larga producen la enfermedad. El sacramento de la reconciliación, quitando estos tóxicos del alma y dándole paz, calma, serenidad y alegría, ayuda a que el cuerpo se mantenga sano, fuerte y rozagante.

Este sacramento además nos cura de males psíquicos, de traumas que vienen de la infancia y que luego trataremos. Es un tema apenas mencionado, pero que tiene mucho para ser estudiado y conocido.


Unción de los enfermos. Siempre consideramos este sacramento como la preparación para la muerte. Sin embargo es el sacramento de vida. El apóstol no habla de muerte. Simplemente dice: “Si alguno está enfermo, que llame a los ancianos de la iglesia, para que oren por él y en el nombre del Señor lo unjan con aceite. Y cuando oren con fe, el enfermo sanará, y el Señor lo levantará; y si ha cometido pecados, le serán perdonados” (Sant 5,13-15). Por lo tanto, es un sacramento cuyo fin es la curación del alma y del cuerpo. E

l nuevo ritual romano ahora tiene en cuenta ambos objetivos en la administración del sacramento.


Orden sagrado. El sacerdote es el continuador de la obra de Cristo; por lo tanto tiene el poder de curar todo el hombre, igual que Cristo. Con la administración de los sacramentos el sacerdote transmite vida en abundancia, que crea y origina en el hombre el nuevo ser, o sea la criatura libre de toda esclavitud espiritual, moral y física. Él no es el médico de las almas, sino del hombre renacido a la vida nueva con Cristo; es el médico que tiene los mismos poderes que Cristo y los ejercita en un mundo nacido de una nueva creación.


Matrimonio. Los padres, siendo colaboradores de Dios en la creación de la vida, tienen el poder de conservar la vida de los hijos. Cuando la salud de uno de los miembros de la familia está en peligro los padres reasumen los mismos deberes como colaboradores de Dios en la procreación; pidiendo y orando al Señor que se prolongue el milagro de la vida. ¿Quién más que los padres tienen el derecho de orar por la salud de los hijos? La gracia del sacramento incluye esta asistencia a los hijos.

En conclusión, los siete canales de la gracia son como ríos de salud física a nuestra disposición.

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