viernes, 19 de abril de 2013

¿Cómo saber si un don es verdadero? ¿Qué hacer si una persona de la que dudamos, quiere ejercitar su don en un grupo?

UN DIOS MISTERIOSO

Del Padre J. A. Fortea


25 ¿Cómo saber si un don es verdadero?
Los dones de hacer milagros, de curación, de conocer lo oculto, de profecía se prueban a sí mismos, las obras que resultan de ellos o las palabras dichas son la mejor evidencia acerca de si existe o no ese don. Pero el resto de los dones deben ser discernidos por la comunidad o por los que hacen cabeza en esa comunidad. Hay personas que creen poseer dones, y confunden su deseo con la realidad. Creen que cualquier cosa que les viene a la mente es una inspiración. Muchas veces sólo el tiempo logra poner luz acerca del carácter extraordinario o no de un supuesto don. Mientras no nos conste la veracidad o no de un don, debemos reservar nuestro juicio. Creemos en la fe de la Iglesia, no en que todos y cada uno de los que dicen tener un don realmente lo tengan. Muchas personas me vienen cada año con mensajes de Dios para mí. Yo siempre les trato de un modo respetuoso, pero suspendo mi juicio. No digo ni que sea cierto, ni que no lo sea. Simplemente no lo sé. Si la persona vive en mi parroquia, con el paso de las semanas o de los meses, me puedo hacer una idea de si sus palabras son dignas de un profeta o no. La simple contemplación de la persona y su modo de actuar me lleva a esa seguridad. Pero a veces se requieren meses para ello. Pero simplemente hablando con el interesado, la mayor parte de las veces, resulta casi imposible discernir si un don es verdadero o no. Salvo que la persona de claros signos de desequilibrio, es el tiempo el mejor medio para saber si algo tiene su origen en Dios. En este campo a veces, incluso con tiempo, sólo se alcanza una certeza razonable.


26 ¿Qué hacer si una persona de la que dudamos, quiere ejercitar su don en un grupo?

A las personas que nos vienen con mensajes, es fácil decirles que esperen y dejen pasar el tiempo (al menos unas semanas) para ir discerniendo su caso. Más complicado resulta cuando alguien llega a una comunidad, dice que tiene un don y quiere ponerlo en práctica ya: bien imponiendo manos, bien dando profecías a los presentes. En esos casos, no se les puede dejar que ejerzan sus supuestos carismas ad experimentum durante semanas y semanas. Mientras no tengamos la certeza de la veracidad de un don, hay que decirle a ese individuo que asista a las oraciones del grupo, pero sin ejercitar su don. Con el pasar del tiempo se irá conociendo mejor a la persona y, normalmente, la certeza irá imponiéndose. El pasar de los meses nos indica si alguien está cuerdo o sufre un desequilibrio, si alguien tiene afán de protagonismo o es una persona de gran vida espiritual. Es decir, el sentido común nos indicará de forma cada vez más clara por donde van las cosas. Entonces, poco a poco, en privado al principio, en el grupo después, sí que se le podrá ir permitiendo ejercitar su don sin dejar de vigilar el asunto de un modo sanamente crítico. El tiempo avalará con sus resultados o no a esa persona. Pero al principio, la cabeza del grupo tiene el deber de no apartar su ojo de esa persona tratando una y otra vez de no caer en una bondadosa credulidad. Si el don, pasado el tiempo, resultara falso o razonablemente dudoso, deberá impedir que se ejercite de un modo público. Aunque en algunos casos, si existe una duda razonable, se podrá seguir permitiendo el ejercicio de ese don ante la cabeza. Por ejemplo, si dudamos del don de profecía de alguien, se le puede decir que sus profecías las de no ante el grupo, sino en privado ante la persona que dirige esa comunidad. Lo que es muy problemático es juzgar si alguien tiene un don a través de otra persona que tiene otro don.
Porque de este modo un juicio equivocado respecto a la primera persona (la que juzga), puede provocar que creamos que otros tienen dones cuando no es así. Como ya he dicho el sentido común es el mejor modo de juzgar acerca de los dones extraordinarios. Existen dones muy extraños, no debemos juzgar con ligereza o basándonos solamente en una o dos reglas. Pero ningún don por extraño que sea está exento del sentido común, todos deben ser razonables.

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