miércoles, 5 de octubre de 2011

« No he venido a abolir la ley sino a cumplirla»

Hemos visto a Cristo obedecer las leyes de Moisés, es decir que Dios, el legislador, se sometía, como un hombre, a sus propias leyes. Es lo que nos enseña San Pablo...: « Cuando los tiempos fueron cumplidos, Dios envió a su Hijo; nacido de una mujer, estuvo sujeto a le Ley judía, para rescatar a los que estaban sujetos a la ley » (Ga 4,4-5). Por lo tanto, Cristo rescató de la maldición de la Ley a los que estaban sujetos a ella, pero que no la observaban. ¿De qué manera los rescató? Cumpliendo la Ley; de otra manera, con el fin de borrar la transgresión de la que Adán se hizo culpable, se mostró obediente y dócil en nuestro lugar, hacia Dios Padre. Porque está escrito: « Así como todos han llegado a ser pecadores porque un sólo hombre desobedeció, de la misma forma todos llegarán justos porque un solo hombre obedeció» (Rm 5,18). Con nosotros inclinó la cabeza delante de la Ley, y lo hizo según el plan divino de la Encarnación. En efecto, « Debía cumplir perfectamente lo que es justo» (cf Mt 3,15).

Después de haber tomado perfectamente la condición de servidor (Ph 2,7), precisamente porque su condición humana le colocaba con el número de los que llevan el yugo, pagó a los recaudadores, como todo el mundo, el pago del impuesto, mientras que por naturaleza, y como Hijo, estaba dispensado (Mt 18,23-26). Así, cuando le veas observar la Ley, no te extrañes, no pongas en la hilera de los servidores al que es libre, pero mide con el pensamiento la profundidad de un tal designio.

San Cirilo de Alejandría (380-444), obispo y doctor de la Iglesia
Homilía 12; PG 77, 1041 s

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