lunes, 3 de octubre de 2011
“El vestido nupcial es la caridad”
Estudio Bíblico Dominical
Un apoyo para hacer la Lectio Divina del Evangelio del Domingo
XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario
INVITADOS AL BANQUETE:
Un gran ofrecimiento, la respuesta y el hacerse dignos de él
Mateo 22,1-14
“El vestido nupcial es la caridad”
(San Agustín)
“Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos”
Introducción
La parábola “del banquete del rey” (Mateo 22,1-14) ocupa nuestra atención en este domingo.
Esta es la tercera parábola sucesiva que Jesús pronuncia estando en el Templo de Jerusalén frente a los líderes del pueblo judío, los sacerdotes y los ancianos (ver 21,23). Estas tres parábolas sucesivas, la “de los dos hijos” (21,28-32), la “de los viñadores homicidas” (21,33-46) y la “del banquete del rey” (22,1-14), tienen un mensaje parecido. Jesús quiere abrirles los ojos sobre su relación con Dios: hay que “escucharlo” y aceptar su llamado por medio del Hijo.
Este mensaje es tan importante y tan serio para nuestras vidas, que para comunicarlo, Jesús acude una forma de hablar enérgica, fuerte; sus advertencias suenan casi como en tono de amenaza. Las imágenes fuertes del texto están puestas, entonces, para hacernos recapacitar.
Que a Dios hay que tomarlo en serio es un mensaje que se dirige no solamente a las máximas autoridades judías sino también a la Iglesia. En este domingo, con base en la enseñanza de Jesús, estamos llamados a evaluarnos analizando nuestra situación personal como cristianos y nuestros comportamientos.
1. Primera aproximación al texto
El pasaje de Mateo 22,1-14 tiene tres partes:
(1) Introducción: “Tomando Jesús de nuevo la palabra les habló en parábolas, diciendo…” (22,1)
(2) Narración de la Parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a…” (22,2-13b).
(3) Comentario de Jesús a la parábola: “13cAllí será el llanto y el rechinar de dientes. 14 Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos” (22,13c-14).
Examinemos con atención la parte central, esto es, la narración de la parábola, para que descubramos su itinerario interno.
La parábola consiste en una serie escalonada de acciones y respuestas; interactúan un rey, sus servidores y dos grupos de invitados al banquete de bodas. Tiene dos partes, cada una tiene tres secciones (del tipo acción/respuesta), y se puede ver que comienzan y terminan de la misma manera.
Veamos esto, al hilo de la estructura:
(1) Primera parte de la parábola (Mateo 22,2-7)
22,2-3ª. Primera acción del rey: primera llamada.
Un rey que, a través de sus servidores, notifica a quienes han sido invitados para la fiesta matrimonial de su hijo, que es tiempo de venir.
“2El Reino de los Cielos es semejante a un rey
que celebró el banquete de bodas de su hijo.
3Envió sus siervos a llamar a los invitados a la boda…”
22,3b. Respuesta de los invitados: rechazo.
Su respuesta es un rechazo inexplicable:
“3bPero no quisieron venir”
22,4. Segunda acción del rey: segunda llamada.
Para ello el rey envía a otros siervos.
“4Envió todavía otros siervos, con este encargo:
«Decid a los invitados:
Mirad, mi banquete está preparado,
se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda»”.
22.5-6. Respuesta de los invitados: triple rechazo, con violencia.
La extraña respuesta de los invitados:
• uno se va al campo,
• otro a sus negocios y
• los otros agraden violentamente a los siervos
(tres acciones: “capturar”/ “escarnecer”/ “matar”).
“5Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio;
6y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron”
22,7: Tercera acción del rey: reacción fuerte de castigo, muerte y destrucción.
El rey, actuando como un gobernante absoluto de los tiempos de Jesús, les responde a los agresores con sus tropas: los hace ejecutar y quema su ciudad.
“7Se airó el rey y, enviando sus tropas,
dio muerte a aquellos homicidas
y prendió fuego a su ciudad”.
(2) Segunda parte de la parábola (Mateo 22,8-13b)
22,8-9. Cuarta acción del rey: invitación.
Cuando los “homicidas” -los invitados que no fueron “dignos”- han sido ejecutados, el rey vuelve a hacer nuevas invitaciones.
“8Entonces dice a sus siervos:
«La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos.
9Id, pues, a los cruces de los caminos
y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda»”.
22,10. Respuesta de los invitados: aceptación.
Esta vez la respuesta es positiva: los invitados aceptan y la sala del banquete festivo se llena con los invitados.
“10Los siervos salieron a los caminos,
reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos,
y la sala de bodas se llenó de comensales”.
22,11-12b.Quinta acción del rey: entrada en la sala y pregunta.
Cuando entra en la sala y ve a uno de los invitados con un vestido inadecuado, le pide una explicación (22,11-12b).
“11Entró el rey a ver a los comensales,
y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda,
12le dice:
«Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?»”
22,12c. Respuesta del invitado: silencio.
“Él se quedó callado”.
22, 13a-b. Sexta acción del rey: reacción fuerte de castigo.
La parábola termina con la orden del rey de castigar al invitado que no se hizo digno: se le amarra y se le expulsa.
“13Entonces el rey dijo a los sirvientes:
«Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera»”.
2. Breve comentario
2.1. En conexión con las tres parábolas de Jesús en el Templo
El llamado: la magnanimidad de Dios
En las tres parábolas –dos hijos, viñadores homicidas, banquete del rey- tienen en común una interpelación. Ésta siempre se hace sobre la libre voluntad del que es llamado. El mensaje es que Dios no nos fuerza ni nos obliga, más bien interpela nuestra libre decisión y espera nuestra respuesta.
Es así como:
• Los hijos son enviados a trabajar en la viña del padre.
• A los viñadores se les recuerda que deben entregar los frutos que le corresponden al patrón.
• Los invitados son llamados a participar en el banquete.
Es significativo el hecho que la llamada no sea comunicada directamente por Dios, sino transmitida a través de sus servidores (ver 21,34; 22,3; incluso en 21,32 por parte de Juan Bautista). No hay que esperar una llamada directa de Dios (una voz en la capilla o algo así), hay que reconocer a los servidores de Dios y ponerles cuidado.
Igualmente en las tres parábolas Dios repite sus llamadas y sus invitaciones. Hay una imagen de Dios que aparece:
• Dios es paciente y de gran corazón.
• Dios le da tiempo a los llamados e incluso les ofrece nuevas posibilidades.
Lo que Dios quiere es que su invitación sea aceptada, por eso envía repetidamente a sus servidores, aún cuando éstos sean rechazados e incluso maltratados.
Es así como Jesús capta la situación actual, caracterizada por la llamada de Dios a través de sus siervos, de la libertad del hombre y de la magnanimidad de Dios.
La libertad humana: una inmensa responsabilidad
Hay que notar que ninguno es obligado a un comportamiento determinado. Todos pueden responder con un “sí” o con un “no”, esto es, pueden acoger o rechazar la voluntad de Dios.
Para Jesús es importante que de esa situación no se saquen las consecuencias que no son. Siempre se corre el riesgo de que se llega a pensar que el llamado de Dios es un ofrecimiento sin importancia, que no vincula nuestra adhesión, que da lo mismo acogerla o rechazarla, que tenemos una libertad ilimitada, capaz no sólo de escoger sino también de determinar las consecuencias de la opción. No hay que pensar que la paciencia de Dios es debilidad o indiferencia.
Es por eso que, en las parábolas, Jesús orienta la mirada hacia el futuro: lo que sucederá si…
Ahora Dios es el que llama e invita, los hombres son los que actúan, quienes responden con su libre decisión a su Palabra y a sus mensajeros. Pero no será siempre así, al final será Dios quien actuará y determinará de manera definitiva.
En las parábolas podemos ver que:
• Quien rechaza el trabajo de la viña permanece excluido del Reino (ver 21,31).
• Quien no entrega los frutos de la viña y maltrata a los siervos del patrón, pierde la viña y tiene un espantoso destino (ver 21,41).
• Quien no acoge la invitación al banquete, queda excluido de él (ver 22,8).
Jesús quiere mostrar claramente las consecuencias futuras y definitivas de nuestro actuar y quiere que le pongamos atención objetivamente a nuestro comportamiento actual. Si el rechazo de la llamada de Dios por ahora no tiene consecuencias, esto no debe llevarnos a equívocos. El futuro se gana, la vida se realiza plenamente, solamente cuando le decimos “sí” al querer y a la invitación de Dios.
Una toma de conciencia sobre lo que “hacemos”
El hecho que Él nos interpele, que espere que actuemos desde nuestra libertad, significa que Dios cuenta con nuestra libertad. Pero esto no significa que seamos libres ante las consecuencias de nuestras opciones: nosotros determinamos lo que hacemos pero es Dios quien determina las consecuencias. Me explico, uno puede decir “no” al llamado de Dios, pero no podemos asegurar que por medio de ese “no” podamos llegar a la feliz realización de nuestra vida; queramos o no, con ese “no” viene la ruina definitiva.
Hay que ser consciente de esto y, por amor a nuestra salvación, hay que hacer de la vida una continua respuesta al amoroso, generoso y gratuito llamado de Dios, orientando el proyecto de vida por la dirección de su querer. Así, en las parábolas se coloca en primer plano la llamada a la acción, al comportamiento agradable a Dios:
• Los hijos deben trabajar en la viña del padre.
• Los viñadores deben entregar lo que le corresponde al patrón.
• Los invitados deben asistir.
¿Qué es lo que hay que “hacer”? El evangelio de Mateo nos muestra cómo Jesús se preocupa constantemente por enseñarnos la verdadera justicia, por mostrarnos cuál es el comportamiento justo.
2.2. Las lecciones de la parábola del banquete del rey
Veamos ahora lo que es más específico de la parábola del banquete del rey.
Lo que Dios nos dará al final
A la base de nuestro actuar hay un presupuesto, que es al mismo tiempo lo que lo hace posible y el fin al cual se orienta, que es lo que Dios nos ha dado y nos dará. La parábola del banquete del rey nos pone ante el futuro que nos ofrece, nos invita a su mesa, nos ha destinado a la comunión festiva y gozosa, íntima y eterna con Él y con su Hijo (ver 8,11-12; 26,29).
La consecuencia del “si” o del “no”
Ya desde el comienzo de su predicación, en su mensaje sobre el Reino de los cielos, y de manera particular en las bienaventuranzas (ver 5,3-10), vemos que Jesús nos revela cómo es que se comportará Dios con nosotros: nos ha destinado a la comunión de vida eterna y feliz con él.
Por lo tanto, rechazar la invitación al banquete es rechazar la vida en comunión con Él.
Esto lo vemos más claro si nos apoyamos en las parábolas del tesoro y de la perla. Como esas parábolas, el tesoro es descubierto, también la perla (ver 13,44-46), pero aquí resulta que quienes son interpelados prefieren hacer otra cosa, se sienten incomodados porque les quita tiempo para otras cosas que consideran más importantes, como ir al campo o al comercio, e incluso se ofenden (ver 22,5-6).
Como puede verse, ellos no quieren ser fastidiados en los ámbitos y en los proyectos en los que se mueven: su rutina de vida como campesinos (ir al campo) o como citadinos (ir al negocio). Para el ofrecimiento de la comunión con Dios es algo sin valor e inconveniente.
Ya en otra ocasión, Jesús había hablado de aquellos a quienes se les había destinado en primer lugar el Reino de los cielos, pero lo pierden. Entonces vienen otros: “Yo os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos” (8,11).
Pero en esta parábola la imagen se desarrolla todavía más: a pesar de que sean “muchos” los que vengan (y también lo que rechacen), la sala no se quedará vacía. Los servidores del rey son enviados a llamar gente de todas partes. Esta es una alusión a la misión cristiana a los pueblos paganos.
El vestido nupcial: el llamado es gracia pero hay que hacerse digno de él
Al final de la parábola se afirma la necesidad de un vestido nupcial. En lenguaje simbólico el vestido indica el estado completo de una persona, cómo la persona aparece ante Dios (ver Ap 3,4.5.18). Puesto que para la participación en el banquete de bodas del rey se requiere un vestido adecuado para la ocasión, se concluye que uno no está listo para la comunión eterna con Dios estando uno en cualquier situación de vida.
Pero atención: el vestido no representa algo externo sino la vida nueva del discípulo. Ésta se adquiere por la escucha de la enseñanza de Jesús y del hacer la voluntad del Padre (ver 7,21-22).
El dicho final
La expresión “muchos son llamados, mas pocos escogidos” (22,14), no pretende darnos datos estadísticos sobre el número de los que entran en el cielo. Tampoco nos debe desilusionar ni llevar a la resignación cuando vemos que hay poca gente en una comunidad. Esta frase es una advertencia para que nos despertemos, nos desacomodemos, para que apuntemos hacia la meta empleando todas nuestras mejores energías para corresponder a la llamada de Dios.
3. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia
“Busquemos, hermanos, quiénes son entre los fieles aquellos que tienen algo que los malos no tienen, y ése será el vestido nupcial.
¿Serán los sacramentos? Pueden ver que son comunes a los buenos y a los malos.
¿Será el Bautismo? Es verdad que nadie llega a Dios sin el Bautismo, pero no todo bautizado llega hasta Dios. Por eso no puedo entender que el vestido nupcial sea el Bautismo, el propio sacramento: es un vestido que veo en buenos y malos.
¿Será el altar, o lo que en él se recibe? Pero nosotros vemos que muchos comen, y comen y beben su condenación.
¿Qué será entonces? ¿El ayuno? También ayunan los malos.
¿Ir a la Iglesia? También los malos corren para allá.
Para terminar: ¿Será hacer milagros? No sólo los hacen los buenos y los malos, sino que a veces hasta ni los buenos ni los malos los hacen…
¿Cuál será, entonces, el vestido nupcial? Aquí lo tienen: dice el Apóstol que el fin del mandamiento es la caridad que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera (1 Timoteo 1,5). Ése es el vestido nupcial. No una caridad cualquiera, pues muchas veces vemos amarse a personas que comparten una mala conciencia… Pero esa no es la caridad que brota de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera”
(San Agustín, Sermón 90, 5.6)
4. Para cultivar la semilla de la Palabra de Dios en la vida:
4.1. ¿Qué tienen en común las tres parábolas de Mateo 21 y 22? ¿En qué se diferencian?
4.2. ¿Cómo comprendo mi libertad? ¿Mi visión de la libertad corresponde a la de Jesús?
4.3. ¿Le doy importancia y valor a la invitación que me hace Jesús? ¿Qué me impide decirle “sí”?
4.4. ¿Según la parábola, qué consecuencias tiene el “sí” o el “no”? ¿Da lo mismo cualquier respuesta? ¿Cuál es la respuesta deseada y a qué me lleva?
4.5. ¿Cómo se relaciona el evangelio de hoy con la Eucaristía, en cuanto banquete del Señor?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
Anexo
Para quienes animan la liturgia dominical
I
La Eucaristía es un banquete festivo que se caracteriza, precisamente, por su origen trascendente, por su apertura universal y por su horizonte escatológico. Aquí tenemos tres perspectivas presentes en la liturgia de este domingo, que exigen una profundización en la predicación. El Señor nos invita a la alegría, nos promete la vida y nos llama a participar con otros en la fiesta, revelando un gran proyecto de felicidad. El gran signo es la Eucaristía que nos lleva también a hacer otros signos en la cotidianidad.
II
Para el acto penitencial. Sugerimos inspirarse en el Evangelio y en la primera lectura (por ejemplo: “Señor, tú que viniste a reunir a todos los hombres”, “Cristo, tú que nos envías a revelar el amor del Padre”, “Señor, tú que eres la fuerza de nuestro apostolado”).
Para la liturgia eucarística. Sugerimos el prefacio dominical del Tiempo Ordinario I, así como la oración eucarística III (también la anáfora II de la Reconciliación se refiere a esta reunión “de todos los pueblos y lenguas”). Antes de la despedida, el celebrante podrá dirigirle nuevamente a los participantes la frase del evangelio: “¡Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda!”.
III
Para los lectores.
Primera lectura. El carácter lírico es evidente. Podemos dividir el texto en dos partes: (1) “Cuando llegue el día señalado, ofrecerá el Señor Omnipotente a todos los pueblos en el monte Sión un banquete…”; (2) “Y se dirá en aquel día…”,
La primera parte es un poema: requiere, por tanto, un tono de declamación. Hay una expresión que une todo el texto: “En el monte” (o “sobre este monte”). El lector sabrá realzarla debidamente, dejando enseguida un tiempo suficiente de silencio. En la última frase, hará un corte breve antes de volver a decirlo. Hay una riqueza sonora y evocativa en las palabras: banquete, manjares, suculentos, deliciosos, sabrosos, añejos, exquisitos, manto, lágrimas, oprobio… La articulación de las palabras siempre es esencial, pero en este caso, con mayor razón.
Segunda lectura. En la primera parte, el texto juega con antítesis: pobreza/abundancia; sobra/hambre, abundancia/privaciones. El lector hará notar estas antítesis importantes, separándolas con breves cesuras. La primera parte se concluye con la frase: “Todo lo puedo gracias al Señor que me da fuerzas”. Después de una pausa más larga, dirá el resto del texto. Atención con algunas palabras que requieren preparar su pronunciación.
(V. P. – F. O.)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario