1. El Espíritu Consolador, habiendo enriquecido al género humano en las Sagradas Letras para instruirlo en los secretos de la divinidad, suscitó en el transcurso de los siglos numerosos expositores santísimos y doctísimos, los cuales no sólo no dejarían infecundo este celestial tesoro(1), sino que habían de procurar a los fieles cristianos, con sus estudios y sus trabajos, la abundantísima consolación de las Escrituras. El primer lugar entre ellos, por consentimiento unánime, corresponde a San Jerónimo, a quien la Iglesia católica reconoce y venera como el Doctor Máximo concedido por Dios en la interpretación de las Sagradas Escrituras.
2. Próximos a celebrar el decimoquinto centenario de su muerte, no querernos, venerables hermanos, dejar pasar una ocasión tan favorable sin hablaros detenídamente de la gloria y de los méritos de San Jerónimo en la ciencia de las Escrituras. Nos sentimos movido por la conciencia de nuestro cargo apostólico a proponer a la imitación, para el fomento de esta nobilísima disciplina, el insigne ejemplo de varón tan eximio, y a confirmar con nuestra autoridad apostólica y adaptar a los tiempos actuales de la Iglesia las utilísimas advertencias y prescripciones que en esta materia dieron nuestros predecesores, de feliz memoria, León XIII y Pío X.
3. En efecto, San Jerónimo, «hombre extraordinariamente católico y muy versado en la ley sagrada»(2), «maestro de católicos»(3), «modelo de virtudes y maestro del mundo entero»(4), habiendo ilustrado maravillosamente y defendido con tesón la doctrina católica acerca de los libros sagrados, nos suministra muchas e irnportantes enseñanzas que emplear para inducir a todos los hijos de la Iglesia, y especialmente a los clérigos, el respeto a la Escritura divina, unido a su piadosa lectura y meditación asidua.
CARTA ENCÍCLICA
SPIRITUS PARACLITUS
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XV
SOBRE LA INTERPRETACIÓN
DE LA SAGRADA ESCRITURA
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